CAMPO DE SOLEDAD

La soledad que a veces, todavía,

te seduce a deshora, te somete

a un trato vejatorio, ¿no es la misma

que antaño te solía visitar

sin previo aviso, a horas intempestivas

o anunciándose de repente

con suavísimo trato de ramera?

La soledad de ahora se acrecienta

en su propia renuncia selectiva,

expande sus tentáculos

por las circunvecinas cavidades del ocio.

Pero ya tú no eres el mismo que solías

contribuir de grado a su caducidad,

ya eres otro inquilino

de esa dudosa deshabitación

que aún te otorga un consecuente

atisbo justiciero, una vaga

decencia inculpatoria, el desdén por lo obvio,

un repudio pugnaz por todo lo sectario

y esa humilde, obstinada convicción

de que todos aquellos que abominan

de los transgresores

padecerán un día ese otro suplicio

que otorga a los gregarios su propia soledad.