Esa argamasa o rémora del arte
que reproduce con fidelidad
malsana los ornamentos vacuos de la vida,
¿conduce a algo distinto al desaliento?
Pinturas, libros, músicas computan
las vagas señas de la realidad, urden
el testimonio de unos hechos
burdos por evidentes,
calcos al fin baldíos de la banalidad.
¿La vida es justamente su apariencia?
¿Nuestra ambición no es más que ese artificio
que emula la obviedad de la memoria?
¿Ya sólo significan las palabras
lo que en los diccionarios significan?
Todo está al fin surtido de facsímiles,
todo hiede a retrato y a remedo.
No sin ser deformada
puede la realidad exhibir sus enigmas.