La luz prensil de los espejos
atrapa a quien se mira.
Al fondo
pululan turbios flecos, marcas
marchitas, falsos
indicios de la realidad,
la lenta lepra opaca del azogue.
Todo es ya su reflejo.
¿Quién
se hizo pasar por quién?
Cómplice de sí mismo,
el que se mira inculpa a quien lo observa.