INTROSPECCIÓN

Una luz vespertina de prostíbulo,

de resto de alcohol, de inconsolable

cantina ferroviaria, irrumpe

y persevera en esos intramuros

fugaces de la desmemoria.

Se oye el paso decrépito del tiempo

entre las inconstantes dádivas

de la felicidad,

        mientras fluyen

los cuerpos juveniles y el olvido

otra vez se delata y lame

con su liviana lengua

un penúltimo rastro de deseo.

Rostro ficticio de vacías

cuencas, madre

de los espejos, ¿en qué me he equivocado?

Emigra la verdad como las aves.