LA CLAVE VENTUROSA DE LA VIDA

Recuerdo paso a paso aquel camino

de tierra oscurecida por la lluvia, con charcos

despiadados, alambradas hirsutas

en las lindes y unos chopos sin hojas

afligiendo al paisaje.

                        Un lugar anodino,

difuso, apenas predecible, y sin embargo

dotado de una nítida hermosura,

no por ningún expreso ornato natural

sino porque precisamente allí, hace ya tiempo,

percibí de improviso una presencia

parecida a la plenitud, ese raudo bosquejo

que irrumpe en la memoria y se incorpora

ya para siempre a los indubitables

rudimentos de la felicidad.

                        Sólo eso:

unos ojos pendientes de los míos,

y en ellos, descifrándose,

la clave venturosa de la vida.