Favorable frontera de la casa
vacía, llena
de viejas auras, alientos retenidos
en las habitaciones, bienolientes
flores de antiguos cultos en las arcas.
El asfalto discrepa de los vértices
descoloridos del otoño:
aves de paso, llaves
que ya no abren ningún sueño,
rudas redes urbanas que transfieren
su tupida grisura al desamor.
Late en la tarde el lento
corazón de la sombra y una última
comparecencia de alas invisibles
vibra en las lontananzas costaneras
y hay rastros de batracios y vahos rumorosos
llegando del estribo de la playa,
mientras el negro imán del mar
atrae a quienes huyen
de tráficos, de estragos, de almonedas.
Oh placidez, lienzo perseverante
que encubre las desavenencias
difusas de la vida, cuando ya finalmente
la soledad resarce al solitario.