Laten los días aleándose como
metales,
centellean simétricos, vibran
en lo absoluto de la luz
como metales
(aluminio
lunar, tórrido estaño, plomo
sediento, cinc de sangre),
llamas
sin moratorias, los vapores
cromáticos reptando
entre las cercas de los huertos
y un olor genital a lana y a salmuera
adherido a las hojas, mientras
un hosco fuego ultramarino
lame la faz del mundo y la deforma.
Tiende la luna entre los tajamares
un lienzo azul y el agua
trae la vida flotando en sus basuras.
Redonda quemazón, pende del centro
un ascua ya sin pájaros
y una animosidad de desperdicios
se va esparciendo por el aire
como un espeso flujo de crespones.
Oh flor extenuada
de la conformidad, ¿adónde la indulgente
consolación exenta de la noche,
los ungüentos marinos, la lenta mansedumbre
de la sombra?
Deflagración de agosto:
inclemencia febril del dios de los ahogados.