El linaje del lince colinda con la luz,
pasa de ser de piedra a ser de aire,
del estatismo al vuelo, de lo encubierto
a lo visible.
Así genera la razón
sus entelequias, retrocede
hacia el centro expectante del pretérito,
vira en un raudo salto
hasta llegar a los orígenes
y justamente allí,
donde los atavismos no son sino presagios,
un sagrado animal protege nuestro sueño.