TREGUA PENDIENTE

La muerte llega a veces con disfraces

protervos, llega a deshora y acosando

la vida a golpes, golpes, golpes

desprevenidos.

                        Errática impudicia de la muerte

y su caballo galopante.

                                        Ya se iba con ella

mi amiga la dulcísima

cuando supe que yo también podía

atajarla de pronto con sólo permutar

mi turno de insurrecto por el suyo.

Proviene de lo absorto y trae un fiero

carbunclo en la mirada, hace un ruido

de aljibes despojados y velas que trasluchan,

va dejando detrás como un trastorno

de oblongas manchas movedizas

de lodo y carburante, un tornasol

vivaz estacionado en el rostro del río,

todos los desconocimientos

que afligen sin descanso a los muy dóciles.

Pronto vendrá a advertirme

el final de la tregua de la autodestrucción.