1 Reyes 18:1–29
No cayó lluvia durante tres años. Entonces Dios le dijo a Elías: «Ve a visitar a Acab. Yo enviaré lluvia de nuevo». Mientras tanto, Abdías, quien estaba a cargo del palacio de Acab, buscó agua. De camino, él se encontró con Elías.
«¿Eres tú, Elías?».
«Sí, soy yo –respondió Elías–. Dile a Acab que estoy aquí».
Acab vio a Elías y dijo: «¿Es ese el hombre que le ha traído tantos problemas a Israel?».
«Tú provocaste esta sequía, Acab –le dijo Elías–. Tú dejaste a Dios para adorar a Baal. Que los 400 sacerdotes de Baal y los 450 profetas de Asera vengan al monte Carmelo».
En el monte, Elías anunció: «Ustedes deben decidir: seguir a Baal o a Dios el Señor. Traigan dos bueyes; uno para los sacerdotes de Baal, y uno para mí. Los cortaremos y los colocaremos en un altar. Entonces ustedes clamarán a su dios; yo clamaré al Señor. Quien envíe fuego sobre el altar será el Dios de Israel».
Los sacerdotes de Baal colocaron su buey sobre el altar y clamaron a Baal toda la mañana. «Oh, Baal, respóndenos». Elías se rió. «Quizá su dios esté dormido o esté paseando por ahí». Los sacerdotes gritaron frenéticamente hasta pasado el mediodía, sin respuesta.
Preguntas: ¿Cómo es que Acab provocó la sequía en Israel? ¿Qué sucedió cuando los sacerdotes clamaron a Baal?