Jonás 3:1–4:11
«Jonás, levántate y ve a Nínive –dijo Dios–. Habla el mensaje que te doy». Esta vez, Jonás fue. Él caminó todo el día hacia la ciudad. Ahí clamó: «En cuarenta días, Nínive será destruida».
El pueblo de Nínive le creyó a Dios y se apartó de sus pecados. El rey de Nínive declaró: «Nadie puede comer ni beber. Todos deben orar a Dios.
Quién sabe, posiblemente Dios cambie de opinión para que no muramos». Cuando Dios vio eso, Él cambió de opinión. Él no destruyó a Nínive.
Jonás estaba enfadado. «Es por ello que huí en primer lugar –él oró–. Sabía que eras un Dios de amor.
Siempre estás listo para cambiar de opinión acerca de castigar a la gente. Toma mi vida, es mejor que muera».
Al este de la ciudad, Jonás construyó un cobertizo. Ahí se sentó para ver. ¿Qué le sucedería a Nínive? Dios hizo que creciera una planta para que le diera sombra. Esto hizo feliz a Jonás.
Luego, la planta murió, y Jonás sufrió en el calor. Él estaba triste de que la planta muriera. «Lamentaste que la pequeña planta muriera –dijo Dios–. ¿Qué hay de esta gran ciudad?
¿No deberías tener misericordia de sus pequeños?».
Preguntas: ¿Qué dijo el rey de Nínive cuando escuchó el mensaje de Jonás? ¿Por qué se enfadó Jonás?