2 Crónicas 29:1–19
Ezequías, el hijo de Acaz, reinó después. Lo primero que hizo fue reparar las puertas del templo. Con las puertas abiertas, él ordenó que el templo se limpiara.
«Nuestros ancestros le han sido infieles a Dios –Ezequías les dijo a los sacerdotes–. Han hecho mal y se han alejado de Dios. La casa del Señor ha sido olvidada.
Ellos sacaron sus lámparas, cerraron sus puertas y se alejaron. Nuestros ancestros dejaron de ofrecer incienso y quemar sacrificios al Dios de Israel. Es por ello que la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén. Su vida fue llena de horror. Fue una increíble burla, como ustedes han visto».
Ezequías continuó hablándoles a los sacerdotes.
«Nuestros padres han sido asesinados por espada.
Nuestros hijos, hijas y esposas han sido llevadas lejos.
En mi corazón, yo deseo hacer un acuerdo con Dios.
Deseo alejar de nosotros su feroz ira. Entonces, no sean perezosos. Dios los ha elegido para ministrarlo y darle ofrendas».
Los sacerdotes se dirigieron a la parte más profunda del templo. Ellos encontraron ídolos detestables. Estos fueron quemados en el vertedero de Jerusalén. Ellos trabajaron más de dos semanas y purificaron la casa del Señor.
Preguntas: ¿Por qué la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén? ¿Por qué Ezequías quiso hacer un acuerdo con Dios?