Esdras 1:1–2:67
Ciro, el emperador de Persia, era amigo de los judíos.
Años antes, el profeta Jeremías había hablado acerca de su cautividad. Él dijo que los judíos estarían cautivos en Babilonia durante setenta años.
Pasaron setenta años y Dios movió el espíritu de Ciro. Él ordenó: «El Señor me ha dado todos los reinos de la Tierra. Él ahora me dijo que construyera su templo en Jerusalén, en Judá. Todo el pueblo de Dios tiene mi permiso para ir a Jerusalén. Pueden reconstruir la casa del Señor. ¡Que Dios sea con ellos! Denles plata y oro a los judíos, bienes y animales. Hagan ofrendas para la casa de Dios en Jerusalén».
Los líderes de Judá y Benjamín se alistaron. Los sacerdotes y levitas se prepararon. El rey Ciro mismo les dio los vasos de la casa del Señor: vasos de oro y plata, platos y tazones. Hubo 5,400 vasos en total.
Un total de 42,360 judíos regresaron a Jerusalén con este tesoro. Además, 7,337 siervos y 200 cantores siguieron.
En la enorme caravana había 245 mulas, 435 camellos y 6,720 asnos.
Preguntas: ¿Por qué Ciro dejó que el pueblo regresara a Jerusalén? ¿Qué debían hacer los judíos cuando regresaran a Jerusalén?