Día 347

Un discurso en las calles

Hechos 22:2–22

La enfadada multitud escuchó en su propio idioma y se detuvo para oír. «Soy judío, nacido en Tarso –dijo Pablo–. Pero aquí en Jerusalén aprendí la Ley de nuestros ancestros.

Cuando llegué, peleaba con los cristianos. El sumo sacerdote y los ancianos pueden decírselo. Ellos me enviaron a Damasco para arrestar ahí a los cristianos. De camino, al mediodía aproximadamente, resplandeció una gran luz del cielo. Yo caí al suelo.

Una voz dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué estás luchando conmigo?”

“¿Quién eres tú, Señor?”, pregunté.

“Soy Jesús de Nazaret”.

En la ciudad, un buen hombre judío llamado Ananías se encontró conmigo. “Dios te ha escogido –dijo él–.

Tú le dirás al mundo acerca de lo que has visto y escuchado.

Ahora levántate y sé bautizado, clamando en su nombre”.

Yo regresé acá y estaba orando en el templo. El Señor apareció. “Sal de esta ciudad –dijo–, la gente no te escuchará”.

“Pero Señor, yo estuve de acuerdo cuando mataron a Esteban”, argumenté.

“Ve, te estoy enviando lejos con los gentiles”.

Cuando escucharon la palabra “gentiles”, la multitud estalló con una violenta ira».

Preguntas: ¿Qué historia le contó Pablo a la multitud? ¿Por qué la multitud se encolerizó de nuevo?