Hechos 23:1–11
Pablo se dirigió al concilio. «Hermanos –comenzó–, siempre he vivido para Dios». El sumo sacerdote interrumpió.
«¡Golpéenlo en la boca!», ordenó.
«¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!». Pablo prosiguió.
«Ustedes pretenden juzgarme con la ley. Pero golpearme quebranta la ley».
«¿Te atreves a ignorar al sumo sacerdote de Dios?», alguien preguntó.
«Yo no sabía que él era el sumo sacerdote –respondió Pablo–. Las escrituras dicen: “No hables mal de tus líderes”».
Pablo explicó la verdad acerca de la resurrección.
«Hermanos –declaró él–, me encuentro en juicio por una cosa: la esperanza de la resurrección de la muerte». Entonces se levantó un gran alboroto. Algunos deseaban dejar ir a Pablo.
Otros se negaron. La discusión se volvió acalorada.
El capitán romano pensó: Ellos harán pedazos a Pablo.
Entonces los soldados fueron y lo tomaron por la fuerza.
Esa noche, el Señor permaneció cerca de Pablo. «Sé valiente –dijo él–. Has hablado por mí aquí. Hablaras por mí también en Roma».
Preguntas: ¿Por qué se levantó un alboroto en el concilio judío? ¿En dónde le dijo el Señor a Pablo que hablaría por Él?