Capítulo 18

Mi padre finalmente regresó de su viaje de trabajo, no tenía idea de cómo decirle lo que había pasado en estos días; hasta el momento, la única que lo sabía era Sofía. Pero no podía contar mucho con su apoyo ahora, sus padres finalmente estaban divorciándose, así que ella tenía sus propios problemas.

Cuando le conté a mi padre lo que pasó con Ander la noche de la fiesta de graduación, él estuvo a punto de salir a buscarlo. Realmente, me arrepentí de haberle contado los detalles, pero era inevitable e imposible ocultar lo mal que me sentía en ese momento y él lo notaba. Él me prohibió volver a hablar con Ander, no quería que lo volviera a ver, a contestar sus mensajes o sus llamadas. Le hice caso porque me sentía demasiado mal y tampoco quería saber nada de él.

Sentía que todo había terminado para siempre, pero después de lo que había pasado ahora, no tenía idea de cómo reaccionaría mi padre. Necesitaba hablar con Alex para saber si tenían algo de información sobre Ander, algo que me pudiera ayudar a explicarle a mi padre lo que había sucedido realmente. En esos momentos, me sentía muy confundida, por una parte, deseaba con todo mi ser que hubiera una explicación lógica a todo esto, que Ander hubiera pasado por algo que lo hiciera actuar de tal forma. Pero, por otra, sabía que solo algo grave podría convertirse en la explicación que buscábamos, y que Ander quizás estuviera enfermo tampoco era una solución para mí.

Mi padre salió de casa a comprar de cenar, parecía que venía exhausto de su viaje, pero no quise acompañarlo. Solo esperaba noticias de Ander, y entonces recibí una llamada, pero no de quien la esperaba, no era Alex, era su madre.

—¿Hola? —contesté el teléfono.

—Hola, Paula, te estuve buscando en la sala de espera y no te encontré, ¿en dónde estás? —me preguntó.

—Estoy en mi casa, me fui hace un par de horas porque no quería incomodar —le dije sorprendida tanto por su llamada como por su pregunta.

—Oh, cariño, quería disculparme contigo personalmente, jamás debí gritarte esas horribles cosas, tú no tenías la culpa de lo que pasaba con Ander —me dijo y entonces comenzó a llorar.

—¿Qué pasa con Ander?, ¿ahora lo saben? —le contesté ignorando por completo su disculpa.

—¿No te lo ha dicho Alex? —me preguntó.

—No, Emilia, puedes decírmelo, por favor —le contesté llamándola por su nombre.

—Paula, lo siento mucho, tendrás que alejarte de Ander, y esto no te lo digo como su madre, sino como doctora; tú pareces una buena chica y no necesitas cargar con esto.

—¿Qué es lo que tiene? —le contesté alzando la voz.

—Cariño, Ander tiene una enfermedad mental, la llamamos trastorno esquizoafectivo. Él no podrá continuar la relación que tiene contigo. Probablemente puede irse deteriorando en muchos aspectos de su persona, tanto físicos como mentales, seguir juntos no le convendrá a él, y a ti mucho menos. Lo siento en verdad, pero tendrás que alejarte, él necesita concentrarse en su tratamiento para poder seguir con su vida.

—¿En qué consiste ese trastorno? —le pregunté—. ¿Eso fue lo que causó su comportamiento? Ahora sé que lo que pasó no fue su culpa. No tengo por qué alejarme de él —le contesté. No comencé a llorar porque aún no lograba asimilar lo que estaba pasando, igual que me sucedió el día en que mi madre murió.

—Lo que pasó podrá repetirse, quizás muchas veces, y sé que eso no lo quieres tener que vivir de nuevo.

—Necesito verlo, Emilia, por favor, ¿se irán a casa?

—Sí, ya no necesita seguir en el hospital, pero es mejor que te alejes, Paula, insisto.

—¡Gracias! —le contesté y colgué el teléfono, ignorando completamente que seguía diciéndome que debía alejarme, lo cual claramente yo no haría.

Tomé mi computadora y comencé a investigar todo lo que podía acerca de ese trastorno, en muchas páginas de internet decía que el diagnóstico era difícil. No hay ninguna prueba exacta que se pueda hacer para diagnosticarlo, todo depende de los síntomas. Investigué cuál es el tratamiento, las posibilidades de recaídas y las posibilidades de continuar con una vida normal, pero nada era lo que esperaba. En todos lados se hablaba de porcentajes, de factores que ayudaban, pero nada era lo suficientemente concreto como para decirme con exactitud qué es lo que iba a pasar con Ander. Decidí llamar al hospital y pedir hablar con el psiquiatra, sorprendentemente, él tomó mi llamada y me dijo que sabía que llamaría.

—Sé quién eres —me respondió—. He hablado con Ander sobre ti.

Le pedí que me dijera todo lo que necesitaba saber acerca de la enfermedad de Ander, pero me dijo lo mismo que había encontrado en internet, no hay ninguna manera de saber lo que pasará con él, garantizar que no existan recaídas es imposible. «En el mejor de los casos, con el tratamiento adecuado, su vida puede quedar totalmente normalizada —me insistió—. Él podría necesitarte mucho, no lo abandones», me dijo antes de colgar.

Intenté llamarlo, pero su teléfono estaba apagado, le envié mensajes a Alex, pero tampoco me respondía. Me tranquilicé y me esperé en mi cuarto hasta recibir noticias. Mi padre regresó después de comprar la cena, salí de mi habitación, no aguanté más y le conté todo lo que sucedía, lucía realmente impactado.

—¿Qué vas a hacer, Paula?, ¿qué vas a hacer, Paula? —me preguntaba una y otra vez.

«Me gustaría tener esa respuesta», pensaba dentro de mí.

—Necesitamos hablar sobre esto, necesitamos pensar en todo lo que puede pasar —me insistía.

—Ahora no puedo —le dije y me encerré en mi habitación, no esperaba que hiciera eso, pero sorprendentemente mi padre no intentó seguirme y me regaló un momento a solas. Me acosté en mi cama y entonces la llamada que tanto esperaba llegó. Era Ander.

YO: ¿Hola?, ¿eres tú? —le contesté nerviosa.

ÉL: Sí, soy yo, perdón que te moleste, necesito hablar contigo.

YO: No me digas nada, Ander, te amo, necesitas saberlo ahora, te amo y tienes que perdonarme tú a mí. Ya sé todo, no debí dejarte, me necesitabas. Ander, escúchame, te amo como a nadie, te amo desde lo más profundo de mi conciencia y ahora no te dejaré de nuevo —le contesté desesperada.

ÉL: Tú eres quien debe perdonarme a mí, te dije cosas horribles, te insulté y casi te golpeaba, no quería hacerlo, no fue mi intención, perdóname.

YO: Sé que no querías hacerlo, era la enfermedad, amor, ahora lo entiendo todo. Perdóname, te dejé cuando más me necesitabas, dejé de contestarte cuando peor la estabas pasando, ahora necesito verte, ¿estás en tu casa?

ÉL: Sí, acabamos de llegar, pero, Paula, ya no puedo verte más, solo te hablaba porque quería que supieras lo que había pasado en realidad. Tú necesitabas una explicación y yo tenía que dártela.

YO: ¿Por qué ya no puedes verme? Ander, sí que puedes, iré a verte, te extraño tanto.

ÉL: No quiero que vengas, es mejor que dejemos esto de una vez.

YO: ¿De qué me hablas? No voy a dejarte, ya lo hice una vez y no lo haré de nuevo.

ÉL: Debes hacerlo ahora, antes de que sea más difícil.

Intenté contestarle, pero ya me había colgado el teléfono, entendía que se sintiera así, apenas hoy le habían dado la noticia de su enfermedad, así que no insistiría más por teléfono. Era mejor que lo dejara descansar y recuperarse de todo este día, mejor intentaría hablar con él en persona. Luego de colgar con Ander, mi padre tocó mi puerta.

—¿Puedo pasar? —me preguntó.

—Claro, entra —le dije.

—Cariño, ¿puedo hablar contigo? —me preguntó mi padre al abrir la puerta de mi habitación.

—Claro, entra —le contesté mientras me enderezaba después de haber estado acostada y él se sentaba a la orilla de mi cama.

—Antes que nada, quería disculparme por no haber podido estar aquí contigo, ahora que más necesitabas de mi apoyo.

—Papá, no te preocupes, estabas trabajando y entiendo eso perfectamente.

—No es justificación, un padre debe estar para cuando sus hijos lo necesitan, más en tu caso, porque tú solo me tienes a mí.

—Papá, yo no te avisé de lo que estaba pasando, ¿cómo ibas a adivinarlo? Entiendo que, si lo hubiera hecho, habrías venido de inmediato y eso es lo que a mí me importa, no te preocupes por nada más.

—Lamento mucho lo que le está pasando a Ander, es un gran muchacho y con mucho futuro, no puedo creerlo todavía.

—Yo tampoco puedo creerlo aún —le contesté mientras evitaba ponerme a llorar de nuevo, pero la verdad es que ahora que sabía lo que pasaba me sentía mucho más tranquila.

—Y sobre eso, perdón que sea tan directo, hija, pero me lo he estado preguntando mucho ahora mismo, ¿qué piensas hacer?, ¿vas a terminar con Ander?

—¿Por qué me preguntas eso? Claro que no, él me necesita, y mucho más en estos momentos. No lo abandonaré por esto —le dije alzando la voz—. Lo abandoné una vez y ve lo que sucedió.

—No digo que lo hagas justamente ahora, Paula, puedes apoyarlo en estos meses que la noticia es tan reciente, pero lo vas a tener que hacer en cualquier momento.

—¿Por qué?, ¿por qué lo haría, papá? Amo a Ander y él es demasiado importante y bueno para mí, y no se te olvide que él también me ama a mí y siempre lo ha demostrado.

—Entiendo perfectamente eso, pero yo pienso que no te puedes aferrar a esa relación, Paula. Ya no, la enfermedad de Ander lo cambia todo, y seguramente estando a su lado no lograrás hacer una vida plena y feliz. Le prometí a tu madre que haría lo que ella haría si siguiera aquí, y sé que estaría de acuerdo conmigo en que debes alejarte de él.

—¿Y eso quién lo dice?, ¿tú? —le contesté mientras me molestaba cada vez más por sus comentarios.

—No, lo dicen los hechos, y probablemente los doctores. Me duele decirlo, hija, pero la vida de Ander va a cambiar por completo y no vas a resistir seguir a su lado, o simplemente no tienes por qué forzarte a hacerlo.

—Ya hablé con el doctor de Ander, con el tratamiento que va a tener su vida puede quedar muy normalizada, él mismo me lo dijo. Lo siento, papá, pero pensamos diferente.

—Cariño, no hagas esto, por favor, tú mereces a alguien que te pueda amar todos los días de su vida, todas las mañanas que despierte y todas las noches antes de irse a dormir. Aunque él lo quisiera, y sé que así lo es, lamentablemente, Ander ya no puede hacerlo.

—Tal vez sí que pueda amarme así, papá, los doctores no aseguran ni dicen nada sobre qué es lo que le puede llegar a pasar realmente, porque ni ellos lo saben con certeza. Además, ya estoy con él, ya lo elegí a él, no lo voy a abandonar, ¿en qué clase de persona me convertiría si lo dejo solo por su enfermedad?

—Solamente en una persona que se quiere más a sí misma que al otro, aunque pueda parecer egoísta. Además, ustedes ya habían terminado desde antes. Ander no es el único para ti, ¿o es que no piensas en que te faltan muchísimas personas por conocer? Ve la edad que tienes, te faltan numerosas primeras citas por vivir.

—¿Y eso de qué me serviría? Puedo salir con quien sea, pero nunca seré suficiente para la persona incorrecta, ni esa persona será suficiente para mí.

—Hija, de verdad, debes olvidar ahora a Ander, por tu bien. Sé lo difícil que es, pero debes hacerlo. Yo superé lo que pasó con tu madre y ahora encontré a Cristina, y eso no quiere decir que haya dejado de amar a tu madre, solo que me amé lo suficiente a mí como para intentar de nuevo ser feliz.

—No hablas en serio tratando de compararte conmigo, ¿o sí? —le pregunté consternada—. Mamá murió, por eso es que la olvidaste y por eso intentaste encontrarte con alguien más. Son situaciones bastante diferentes, Ander, en cambio, sí que está vivo. Ander está ahí afuera, y mientras lo siga estando sé que quiero estar a su lado.

»¿No crees que debería sentirme agradecida por poder vivir este gran amor? Por haberlo encontrado y no rendirme a la primera que se presente un problema. Por favor, no me hagas dudar de eso.

—¡Entiende, Paula! No tienes idea del sufrimiento que te puede causar a largo plazo, incluso ya lo ha hecho, ¿por qué terminaron antes de que todo esto pasara?, ¿quieres hablar de lo que te dijo en la fiesta? —me contestó mi padre, gritándome completamente.

—Lo sé, papá, todo lo tengo muy claro, no necesitas recordarme lo que pasó en la fiesta. Pero tenemos que aprender a distinguir cuando alguien nos lastima sin querer o cuando nos lastiman porque no nos quieren, en el caso de Ander fue la primera. Sé que todo esto lo dices porque recuerdas a tu primo George, sé que él murió y que padecía esquizofrenia, pero esta no es la misma enfermedad ni la misma persona —le dije mientras me volteaba tratando de ignorarlo.

—No sabes nada, Paula, puede que te lo imagines, puede que creas cómo es estar al lado de una persona que padece un trastorno mental, pero date cuenta de hasta dónde llegó la enfermedad de Ander, cómo te hirió y luego cómo casi termina con su propia vida. Sé que no es su culpa, pero nosotros no sabemos lo que te pueda ocasionar a ti después.

—Pues así como tú mismo lo dices, papá, nosotros no lo sabemos, y nadie lo sabe. Puede que su enfermedad no le afecte tanto y pueda hacer su vida normal, así como puede que no sea de tal manera. Pero entonces quiero y voy a vivirlo, y por mí misma descubriré cómo es, al menos sé que quiero intentarlo.

—Para cuando lo descubras tal vez ya sea demasiado tarde, y puede que ya te haya lastimado bastante. Necesito que me entiendas cuando te digo que ahora es el momento adecuado. ¿Sabes, cariño? No quiero que discutamos por esto, necesito que sepas que te entiendo, sé lo que Ander es para ti. Sé que el amor es un enorme regalo, y eso yo lo sé porque lo viví con tu madre, sé cómo te sientes.

»Todos recordamos a nuestro primer amor porque nos dice quiénes somos en verdad, muchas personas incluso piensan que un amor así de sincero es inolvidable. Es la primera prueba de que podemos amar y de que hay alguien que puede correspondernos de igual forma, nos hace pensar que lo único bueno en el mundo y que merecemos es ese amor.

»Que ese amor te hace llegar a ser la persona que eres, y todo es cierto. Lo que Ander y tú tienen es muy especial, yo podía notarlo cuando los veía juntos, pero puede que ese amor del que tanto me hablas y del que yo te hablo a ti no sobreviva a todo, y tal vez no pueda sobrevivir a lo que les está pasando. Debes confiar en lo que te digo, créeme que lo hago porque soy la persona que más te quiere en este mundo.

—Perdóname que no concuerde contigo, papá, sabes también cuánto te quiero. Pero creo que, después de lo que pasamos con mi madre, me doy cuenta y entiendo que esos amores, esos tan fuertes y especiales de los que tú hablas, pueden llegar a sobrevivir hasta la propia muerte. ¿O a ti el amor se te acabó en cuanto mi madre murió?, ¿es ese el caso?

—No, Paula, no se me acabó el amor, pero son cuestiones muy diferentes. Tú estás a tiempo y puedes cambiar las cosas, tú tienes ese poder de cambiar tu destino. Ante lo que pasó con tu mamá yo no pude hacer nada, fue la vida quien decidió por mí, decidió lo que tenía que pasar.

»Pero con esto, tú puedes darle el rumbo que quieras, no te estoy diciendo que dejes a Ander para siempre, él podrá entenderlo y puedes seguir al pendiente de él, pero desde otra perspectiva y con otro tipo de relación.

—Para mí no son cosas diferentes, siempre me hablas de encontrar a tu alma gemela, de cómo tú sabías que mi madre era la indicada. Entiendo que quieras lo mejor para mí, pero esta decisión es solo mía, y tú tienes que entenderlo y, sobre todo, apoyarme respecto a lo que yo decida. Yo sé que Ander es el indicado, yo sé que él es mi alma gemela porque tú me enseñaste a saber esas cosas —le dije alzando la voz.

—Puede que lo sea, Paula, pero ahora, con lo que él está pasando, tal vez tú también ya no seas la indicada para él. Tienes que pensar en eso, en lo que él siente, ¿crees que Ander se siente capaz de poder hacerte feliz?

»Ya sabes lo que dicen, si amas a alguien, déjalo ir. Se deja ir cuando se sabe que se tiene que hacer. Porque es lo mejor para ambos, y eso no quiere decir que por dejarlo ir lo ames menos, que lo dejes ir no tendrá que ver con desamor.

—Eso es algo que dicen las personas cobardes, aquellas quienes no se animan a luchar por lo que en verdad quieren. Si amas a alguien, no lo dejas ir, si amas a alguien peleas por esa persona.

»Cuando se trata de perseguir lo que más se ama en la vida, se lucha para que después no tengas que ver a esa persona y pensar: “Él era extraordinario y era mío, pero era” —le contesté mientras me levantaba rápidamente y me salía de mi habitación, sumamente cansada de discutir.

Me salí de inmediato de la casa y decidí justamente ir a ver a Ander, estaba tratando de darle algo de tiempo, pero en ese momento ya no pude más. Espero que las cosas no se pusieran de nuevo incómodas con su madre, quien tampoco quería que yo siguiera al lado de Ander. Tomé mi auto y me di cuenta de que papá salió inmediatamente detrás de mí en el suyo, aceleré enseguida para tratar de tomarle ventaja, pero sabía que era en vano que me adelantara. Él sabía exactamente hacia dónde me dirigía.

Llegué a casa de Ander y Alex me abrió la puerta.

—Perdóname, no había podido contestarte los mensajes, todo cambió, Paula, todo —me dijo nervioso.

—¿Está en su cuarto? —le pregunté a Alex.

—No sé si él quiera hablar contigo.

—¿Tus padres están?

—No, salieron a comprar medicamentos y comida, no hemos probado bocado en todo el día —me contestó.

Me adelanté a Alex mientras lo dejaba hablando solo y corrí a la habitación de Ander. Alex no intentó seguirme, lo cual le agradecí en ese momento; luego escuché que mi padre iba entrando también a la casa, pero Alex lo detuvo. Me adelanté y sin tocar la puerta entré corriendo a la habitación de Ander. Lo encontré sentado sobre su cama, justo en ese momento poniéndose una playera que parecía de pijama. Al parecer se había salido de bañar porque tenía el cabello mojado; en cuanto lo vi, recordé todas aquellas veces en que lo vi después de su práctica de natación. Pensé en cómo me parecía tan atractivo cuando lo veía mojado saliendo de la alberca, pero en especial a mi mente vino aquella primera vez que lo conocí en el pasillo mientras él hablaba con mi padre.

Para mí Ander seguía siendo exactamente la misma persona que había conocido hace un año, yo no notaba ninguna enfermedad, ningún trastorno.

Él se veía igual de guapo e interesante que siempre, con la misma sonrisa con la cual me enamoró, con los mismos ojos, y en especial con la misma mirada. Para mí nada había cambiado en él, así que corrí y me subí a su cama, lo abracé y comencé a besarlo. Al primer instante, él me correspondió y me besó también, me abrazó asimismo contra su cuerpo. Extrañaba tanto sentir el calor de su boca y el calor de su ser, sus besos tampoco habían cambiado en lo absoluto. Pero eso me duró solo un instante, a los pocos segundos se quitó y me apartó de su lado.

—Insistí en que ya no quería verte —me dijo volteándose e indicándome que me saliera de su habitación.

—Perdóname, pero en verdad necesitábamos hablar sobre esto en persona. No me podía quedar con lo que me dijiste en tu última llamada.

—No, Paula, tienes que irte, tienes que olvidarte de mí, te lo ruego —me contestó insistente.

—¿Por qué me dices eso?, ¿por qué crees que deba irme? —le pregunté—. Dime exactamente cuál es la razón.

—Simplemente porque ya todo cambió conmigo, ¿o es que no lo notas? No soy bueno para ti, ahora solo soy muy decepcionante, no necesitas mayor razón que esa.

—Pues yo te sigo viendo exactamente igual que antes, para mí no ha cambiado nada.

—¿No ha cambiado nada? Paula, por Dios, ha cambiado todo, yo no puedo seguir así, al menos, no a tu lado.

—No ha cambiado nada en verdad. En lo que a mí respecta, sigues siendo la mejor persona que he conocido en este mundo y la única persona que quiero tener a mi lado —le contesté insistiéndole.

—No, no es así —me dijo bajando la cabeza.

—¿Por qué no? —le pregunté—. A ver, intenta decírmelo. A ver si al menos tú logras convencerte de lo que dices —le contesté alzando la voz.

—¿En verdad quieres que te lo explique? —me dijo.

—Es justamente lo que estoy esperando que hagas —contesté.

—Perfecto, lo voy a hacer. Paula, con este trastorno tal vez yo ya no pueda funcionar en este mundo, al menos no de forma real o de la forma en que yo quisiera hacerlo. Lo que me espera es vivir aquí, en casa, con mis padres, toda la vida.

»Ellos ya hablaron de contratar algunas enfermeras que estén todo el tiempo vigilándome, inspeccionando para que no me haga daño de nuevo. No puedo aspirar a nada más que eso, nunca podré llegar a ser un adulto normal. Es prácticamente imposible que pueda llegar a la universidad y convertirme en el abogado que quería ser, ¿ahora lo entiendes? —me contestó.

Me sentí de inmediato mal, su semblante lucía en verdad triste y al escucharlo hablar de tal forma no podía dejar de pensar en lo que mi padre me había dicho, en que también tenía que pensar en cómo él se sentía. Tal vez sí que estaba siendo una egoísta en insistir en que se quede a mi lado, pensando en que yo no podía estar bien sin él. Pero no pensaba mucho en lo que en verdad él necesitaba, en si él podía estar bien conmigo.

—¡Claro que aún puedes hacerlo! Puedes ser un abogado increíble todavía —traté de animarlo.

—¿Eso crees en verdad? Deja de mentirte a ti misma. En las entrevistas para entrar a la universidad seguramente me preguntarán: «¿Cuáles son tus defectos?, ¿cuál es tu punto débil?».

»¿Y qué esperas que les conteste? “Ah, nada, solamente estoy algo loco. Estoy enfermo, tengo algunos pensamientos ajenos a mí que no puedo controlar, vivo poseído por mis propios demonios”. Creo que entonces, si lo piensas bien, sí será un problema para que me acepten, ¿o no? —me contestó alzando la voz.

—No estás loco, Ander, para nada, todo eso lo puedes controlar con tus medicamentos y terapias. El doctor Roy me lo dijo —le contesté. Ignoré la parte de la universidad porque de alguna manera entendía que él tenía un buen punto y no era nada fácil que lo convenciera de lo contrario respecto a ese tema.

—Sí lo estoy, Paula, ¿cuál es tu punto?, ¿crees que los medicamentos cambiarán todo en mí?, ¿acaso crees que esos medicamentos me van a hacer ser diferente? No me harán ser como tú quieres que sea. Y créeme que lo extraño, lo extraño más que nada en el mundo, extraño no tener que ocultar quién soy en verdad, no tener que hacerlo contigo.

»Pero ahora tengo que vivir con esto, ¿y sabes? Es muy raro y a la vez es muy difícil. Es el hecho de saber que estás loco y no poder hacer nada al respecto, es decir, a veces pienso que hay personas que tienen problemas, pero no lo saben, así que pasan su vida sin saberlo creyendo que son normales. De alguna manera, viven felices, pero ahora, en mi caso, sé que tengo un problema, pero no tengo manera de resolverlo, y eso duele.

—¿Duele qué? —le pregunté.

—Duele tener que vivir con esto —me contestó.

—Pero claro que hay manera de solucionarlo, podemos intentar resolverlo, pero juntos. Yo puedo estar aquí contigo, puedo ayudarte con tu tratamiento, necesitas que yo te cuide y te proteja. Ander, el mundo es bastante superficial, no pienses en eso, no pienses en nadie más, no pienses en la universidad, no pienses en tus amigos. Piensa solo en nosotros y en lo que nos queda por hacer.

—¡No! No podemos, Paula, sencillamente no. No es así de fácil como tú lo crees —me contestaba enojado, cada vez alzando mucho más la voz.

—Entonces, ¿prefieres terminar antes de que siquiera lo intentemos?, ¿y esperas que esté bien con eso?

—Claro que lo prefiero, incluso preferiría morir antes que tener que lastimarte de nuevo. Preferiría morir ahora que pasar años arruinando tu vida porque insistes en quedarte conmigo cuando no tienes ninguna obligación de amarme. No espero que estés bien con eso, no espero que logres entenderlo porque sé que probablemente no lo harás, solo espero que termines por aceptarlo.

—¡Eres un maldito egoísta! —le grité—. Intentas decidir por mí sin siquiera preguntarme qué pienso, sin pensar en que yo puedo seguir contigo a pesar de todo, en que yo puedo apoyarte.

—Sí, tal vez lo sea, pero este es quien soy yo ahora y no voy a cambiar. No te hago bien y tú tampoco me haces bien a mí, al menos, no como pareja. Si quieres, podemos ser…

Lo interrumpí de inmediato, sabía exactamente lo que me diría.

—No me lo pidas, Ander, ¡no seré tu amiga! ¿Quieres que seamos los mejores amigos?, ¿que hablemos siempre como si nada? Ah, ¿y quieres que me siente a ver cómo te enamoras de alguien más?, ¿y luego quieres venir a contármelo y pedirme consejos porque seré tu amiga?

—No me enamoraré de nadie más —me respondió.

—Entonces tú y yo podemos hacernos bien, la gente no siempre encuentra a la persona indicada. Pero tú lo eres para mí, no me preguntes cómo lo sé, pero simplemente lo sé.

—Paula, tú eres un vivo recuerdo de lo feliz que era antes, de lo que tenía y ya no puedo tener. Ya no puedo seguir viéndote, ya no puedo estar contigo, ¿eso tampoco lo entiendes? Tú también eres una egoísta. Lo eres por no comprender que me vuelvo más loco contigo.

—No, porque sé que los recuerdos son importantes, pero más lo es no vivir solo de eso. Los recuerdos no se pueden amar, los recuerdos no se pueden abrazar, y yo todavía creo en nosotros. Lo sé, soy egoísta, los dos lo somos, yo lo soy contigo y lo soy también conmigo misma. Me hace una total egoísta amarte demasiado, amarte más que a mí misma y preocuparme más por ti que por mí —le dije mientras intentaba abrazarlo, pero él me rechazaba.

—No es fácil, Paula, debes entenderlo. No hay oportunidad alguna de cambiar e iniciar una nueva vida contigo, yo no puedo huir de esto, por más que sea mi deseo. Esta enfermedad me va a perseguir siempre, toda mi existencia.

—Nadie dijo que sería fácil —le dije.

—Pero tampoco nadie dijo que sería tan difícil —me contestó como si estuviera retándome.

—Bueno, todos sabemos que las cosas que valen la pena jamás serán fáciles, ¿o sí? Ander, no eres esta persona. Por favor, no te vuelvas esto, ¿por qué no dejas que todos vean lo bueno que aún hay en ti? ¡Aún eres la misma persona! Sí, con una enfermedad mental, pero aún el mismo de quien me enamoré.

»De verdad, ojalá pudieras verte de la misma forma en la que yo te veo y lo entenderías, lo entenderías fácilmente. Si sigues apartando a todos de tu lado, te quedarás solo, y ahora lo recuerdo, ¿no era ese tu mayor miedo?, ¿la soledad?

—Ay, Paula… En verdad parece que no hay nada que te diga que pueda abarcar por completo todas las razones por las cuales puedas entender que no soy el indicado para ti —me respondió desesperado, ignorando mi última pregunta.

—Entonces parece que estamos en la misma situación, porque yo tampoco logro darte todas las razones para que entiendas que tú sí eres el indicado para mí. Que solo tú haces que pueda sentirme viva y que no lamento haberte conocido. Lo hice cuando vivía los peores momentos de mi vida, y tú me ayudaste, todo este año me ayudaste a autodescubrirme, y ahora me toca a mí ayudarte a ti, así que solo quédate conmigo y olvidemos todo lo demás.

»Este puede ser nuestro momento, esa es la belleza de tener tiempo, lo tenemos ahora, y hay personas que no lo tienen, mis padres no lo tuvieron.

—Paula, no puedo en verdad, pero no te preocupes por mí, ya has dejado una marca enorme en mi corazón desde el primer día en que llegaste a mi vida, y yo caminaré a tu lado en todo momento.

—No, no lo harás, no estarás conmigo, es eso lo que me estás diciendo.

—Siempre estaré contigo, aunque tú no lo notes, no porque no me veas significará que no estaré presente. Tú y yo podremos aprender a estar juntos aun en la distancia. Tú serás de ahora en adelante la razón por la que todos los días me acueste y por la que todos los días me levante. Pero lo importante es que tú puedas seguir adelante con tu vida, hacerte mayor, casarte, ser una gran doctora, tener hijos.

»Entiéndelo, Paula, por favor. ¡Saber que aún tienes posibilidades, otras opciones, es lo más increíble! Y yo no las tengo, pero tú sí. Aun así, quiero que tengas algo presente, siempre estaré ahí para ti, aunque te pida que me veas como a un amigo o incluso como nada y, aun a pesar de todo, si tuviera que dar mi vida por ti, lo haría sin dudarlo.

—Yo puedo darte las posibilidades que quieras, Ander, no necesitas alejarme. Déjame quedarme contigo, tú eres mi destino, como sea, tal vez este era el plan, aun y cuando tengamos dificultades que enfrentar. A veces las cosas deben salir irremediablemente mal para después estar mejor.

—Paula, no puedo y tendré que pedirte que te vayas ya.

—Pues no lo haré —seguía diciéndole mientras las lágrimas comenzaban a salir de mí y ahora no dejaban de correr por mis húmedas mejillas. Ahora todo era más real, ahora comenzaba a temer que en verdad no había manera de que él accediera y recapacitara e intentara salvar lo nuestro.

Ahora creía que estaba perdiendo a Ander para siempre.

—¿Recuerdas lo que me dijiste alguna vez: «Dar paz es la mejor manera de amar, y tú me das la paz que necesito»? —me preguntó.

—Claro que lo recuerdo.

—Pues ya no puedo darte esa paz, Paula, aunque lo quiera; tal vez ahora solo puedo darte todo lo contrario, puedo quitártela. Puedo darte tormento, y no es lo que tú mereces.

—No es verdad, te escogí a ti, Ander, no importa nada más. ¿No puedes entenderlo? No cambia nada —le insistía alzando la voz mientras las lágrimas no dejaban de correr.

—Cambia todo, Paula, es mi enfermedad, compréndelo.

—Si tú me das tu enfermedad como una razón para alejarme, yo contra esa única razón puedo darte mil razones si quiero para quedarme. Ander, yo siempre estaré, te lo prometo.

—Lo sé perfecto, entiendo todo lo que me dices, pero la razón que yo tengo tiene y seguirá teniendo más peso que las tuyas —me respondió.

Aunque él no estaba llorando, podía ver a través de sus ojos sus sentimientos, y algo me decía que no me hablaba desde el corazón.

—Escógeme a mí, Ander, no escojas a la enfermedad, escógeme a mí. Recuerda quién eres y quiénes somos —le insistía completamente desesperada mientras no podía dejar de llorar.

—No es una idea sensata —me respondió.

—Lo sé, tal vez no lo sea, pero juntos podemos encontrar las respuestas que buscamos. Los caminos más difíciles deben seguirse con alguien que te lleve de la mano, yo nunca he dicho que podamos lograrlo, pero el problema es que ni siquiera te atreves a intentarlo.

Wow, el destino sí que a veces es cruel —me respondió, de alguna manera tratando de hacerme saber que él tampoco quería esto en verdad.

—No es el destino el que es cruel, tú eres el que no está ayudando a forjar tu destino. ¿Ya no me amas? —le pregunté finalmente.

—No, no como quisiera hacerlo —me respondió.

—Eres un mentiroso, Ander, hay algo increíblemente especial entre nosotros, y tú lo sabes y me estás mintiendo a mí, estás mintiéndoles a tus padres, a tu hermano, y lo más importante, te estás mintiendo a ti mismo.

—Vete, Paula —me contestó, parecía cansado de la discusión y buscaba ignorar todo lo que yo le decía.

—Está bien, me voy a ir. Pero, Ander, escúchame, hazlo con atención, tú eres el amor de mi vida, eres mi primer amor y deseo más que nada y con todas mis fuerzas y mi corazón que seas el último y que yo sea el tuyo —le dije tomándolo de la cabeza y dándole un beso con todo el cariño y amor que le tenía.

Decidí irme en ese momento, después de decirle esas últimas palabras, porque sabía que por ahora no conseguiría nada. Con trastorno o sin él, Ander era la persona más terca que conocía y tenía bastantes ideas mezcladas por este momento en su cabeza. Él necesitaba adaptarse a su enfermedad y a su nueva vida, necesitaba tiempo para entender su realidad, necesitaba estar solo. Pero, aun así, la idea de en verdad perder a Ander me causaba un auténtico martirio, al salir de su habitación observé que mi padre estaba sentado en la sala esperándome. El padre de Ander también estaba ya ahí, acompañándolo, no me detuve para hablar con nadie y salí inmediatamente de la casa, verdaderamente necesitaba estar un momento a solas y no saber de nadie más.