Capítulo 5

Ahora que estaba por cumplir finalmente los dieciocho años, me estaba enfrentando a mi último año en el Carrasco, me parecía increíble que después de estos años viviendo y estudiando aquí por fin estaba a punto de terminar mis estudios y de pasar a otra etapa en mi vida. Para este entonces, ya me sentía muy entusiasmado por buscar universidades en donde poder estudiar Leyes, estaba más que decidido que quería convertirme en un gran abogado. Aunque aún no podía comentarlo con mis padres, sin duda, la noticia no les gustaría para nada y sé que harían hasta lo imposible por hacerme cambiar de opinión. Pero yo me considero una persona bastante decidida, hasta cierto punto muy terco, y sé que nada de lo que ellos me digan hará que cambie mi forma de pensar respecto a ello. No sé por qué ni de dónde me viene la idea, pero desde que era un niño he tenido ese sentimiento y esas enormes ganas de convertirme en abogado y poder ayudar a muchísimas personas a mi manera.

Estas últimas vacaciones mis padres trataron de acercarme más que nunca a la medicina, supongo que porque ya no falta mucho tiempo para que tenga que tomar esa decisión. Mi hermano Alex y yo estábamos viviendo prácticamente en el hospital, mi padre incluso nos dejaba estar siempre en sus cirugías. Y ahora me sentía feliz de estar en el internado porque me alejaba un poco de esas presiones. Este último año parecía ser igual que los anteriores, tenía los mismos compañeros, seguía compartiendo habitación con Alex y seguía soltero también. A veces me daban muchas ganas de empezar una relación, extraño compartir mi tiempo y mi vida con alguien de esa forma, pero la mayoría de las niñas del internado solo se interesaban en mí por mi físico y también porque me veían como un medio para conseguir popularidad en el colegio. Aunque también estaba Regina, creo que ella sí se interesaba en diferentes aspectos de mí, pero la verdad es que ella no me gustaba para nada.

Yo considero que para estar en una relación con una persona debes sentir con ella diferentes conexiones, tanto física como intelectual, emocional y espiritual, y en verdad con Regina no podía sentir ninguna de ellas, ni por más que ella se esforzara en conseguirlo.

Pero todo lo contrario me sucedió con Paula Suquet, la conocí un día antes de que comenzaran las clases del último año, fue cuando su padre me la presentó en el internado. Desde el momento en que escuché cómo él se expresaba de ella supe inmediatamente que era una mujer muy especial, pues no todos los padres hablan de esa forma tan específica de sus hijos, al menos, no los míos. Sé que me aman, pues todos los padres aman a sus hijos, pero siento que no son capaces de expresar exactamente por qué me aman o, mejor dicho, qué es lo bueno que ven en mí. Creo que me aman por el hecho de que soy su hijo y nada más, pero en cambio Héctor no dejaba de hablar de todas las cualidades que Paula tenía, es noble, es amorosa, es inteligente, es empática, es leal, es valiente, no dejaba de expresarme, y luego lo confirmé todo en cuanto él me contó la historia de la muerte de su esposa y madre de Paula.

No sé realmente por qué tuvo la confianza de platicármelo, pero no me quedó ninguna duda de que lo que ellos vivieron fue una experiencia muy traumática. Cuando paso mi tiempo en el hospital es común ver historias como esas, familias llorando las muertes de sus seres queridos, esposos que pierden a sus esposas, hijos que pierden a sus padres o incluso padres que pierden a sus hijos. Pero yo considero que todo se basa en la manera en que cada quién vive sus experiencias, el dolor es fuerte. Todas son difíciles y es común, y me ha tocado en esos momentos observar cómo las personas se alejan y odian a Dios. Cuestionan su existencia, le reclaman que suceda lo que sucede, rezan y le piden que haga un milagro y, cuando eso no sucede, simplemente dejan de creer en él. Pero la fe no es así o, al menos, eso pienso yo, la fe no puede existir y estar condicionada solo a los momentos en que las cosas van bien y perderse entonces cuando todo se arruina, la fe debe existir siempre y en cada momento de nuestras vidas.

Hay demasiadas cosas que pasan cada día en todas partes del mundo de las cuales no podemos encontrar explicación. Pero tal parece que Paula y Héctor, justamente contrario a eso, han sabido aprender de sus malas experiencias y se han convertido en mejores personas cada día a pesar de lo vivido. Y eso me quedó claro simplemente por el asunto de la donación de órganos de su esposa, lo cual completamente me pareció difícil de creer. Solo personas con un inmenso corazón, llenas de bondad y amor hacia los demás, igualmente poseedoras de fe y credibilidad en las decisiones de Dios, serían capaces de hacer algo semejante.

Y fue entonces, de repente, cuando mi curiosidad por conocer a Paula aumentó sobremanera. Quería conocer a esa niña que había vivido la pérdida de su madre y que se había olvidado de cualquier enojo o rencor cuando fue necesario que lo hiciera. Cuando fue preciso que sus decisiones salvaran la vida de alguien más y no solo la de él, sino la de toda su familia.

Y al conocerla no tuve ninguna decepción, en verdad Paula era una mujer única, tal y como la había descrito su padre, con numerosas cualidades y, en particular, de buenos y sinceros sentimientos. Me interesé en Paula desde el primer día en que la vi, y de forma muy singular, me interesé en ella de forma completa, me interesé en su físico, me interesé en sus sentimientos, me interesé en su forma de pensar y me interesé completamente en su alma. Como nunca me había sucedido anteriormente, simplemente solo me interesé en todo lo que era ella.

Hay personas que tardas en notar, que tardas en darte cuenta de quiénes son y de cómo son, que puedes pasar años conviviendo con ellas y después de mucho tiempo es cuando te das cuenta de que hay algo que te gusta de ellas, algo que no habías visto jamás, y te resulta interesante ahora. Y, por el contrario, hay personas que notas de inmediato, a primera vista, y eso fue lo que me sucedió con Paula. No tardé nada en verla, no tardé en descubrir lo que ella era realmente, simplemente la noté enseguida. Inocentemente y sin planearlo, me di cuenta en un instante de quién era y cómo era esa mujer que tenía frente a mis ojos.

Después de conocer a Paula, inmediatamente se lo conté a mi hermano, Alex. Él era la mejor persona que tenía en mi vida, no sé qué haría si él no estuviera a mi lado. Desde niños hemos sido bastante unidos, en realidad, siempre nos hemos tenido solo el uno al otro, como lo he dicho, sé que nuestros padres nos aman, especialmente a Alex, creo que siempre ha sido su preferido. Tal vez por ser el más chico y el que más se parece a ellos, pero aunque nos amen, no tienen mucho tiempo de demostrarlo. Desde niños, Alex y yo siempre hemos tenido que estar a cargo de niñeras, y el hecho de no tener mucho el apoyo de nuestros padres nos obligaba a apoyarnos solo entre él y yo. Pero, sinceramente, he aprendido a vivir con eso y creo que Alex de igual manera, no nos molesta mucho porque sabemos que ellos ayudan a muchísimas personas cada día. Mi madre salva la vida de numerosos niños, y mi padre ni se diga, todos los días opera corazones, los dos son grandes doctores y muchas personas se lo reconocen.

Pero gracias a Dios que tengo a Alex, porque si yo fuera hijo único, creo que la ausencia de mis padres me costaría muchísimo más de lo que ya me cuesta. Pero Alex y yo somos un gran apoyo el uno para el otro, los dos compartimos cuarto en el internado, sin ningún compañero, eso a pesar de que las habitaciones son para tres, y también las habitaciones se comparten entre estudiantes que son del mismo grado. Pero mi padre arregló esa parte con la directora pidiéndole que la habitación solo fuera para nosotros dos, así que solo somos Alex y yo, y desde el inicio ha sido así.

Esa noche le conté a Alex que había conocido a Paula, le dije que ella era diferente de cualquiera de las niñas que había en el Carrasco porque todas solían tener una actitud narcisista y de superioridad ante los demás. Las personas que veníamos a este lugar gozábamos de cierto nivel económico de medio a superior, pero muy pocos entendían que eso no nos hacía mejores que nadie. Regina tenía demasiado tiempo buscándome e intentando conquistarme, pero ella no se acercaba ni un poco a mi ideal de mujer. Regina era presumida, materialista, deshonesta y muy engreída, lo único que yo valoraba en ella, y creo que todos también, era su persistencia. Todos en el internado sabían que ya habían pasado años y que yo seguía sin prestar interés alguno a Regina. Pero Paula estaba llegando así, sin más, con muchas de las características que yo deseaba y buscaba en una mujer, evidentemente, algunas personas llegan cuando menos las esperas.

Sentía que tenía que ir despacio, conocerla mucho más, después de todo, solo habíamos hablado cinco minutos ese día que la conocí y tal vez me estaba emocionando de más. Pero en verdad es difícil de explicar lo que se siente cuando conoces a una persona que te llama tanto, es un estilo de conexión muy fuerte en el que muy dentro de ti sabes que no te estás equivocando, aunque no se lo puedas explicar a nadie con detalle y en palabras.

Y, sin duda, lo que más me interesaba de ella era su historial de vida, eso me hablaba de la persona que ella era, de sus sentimientos y cualidades. Las personas que pasan por situaciones así de difíciles, sin duda, se vuelven especiales en cierto modo. Dentro de mí sabía que, en definitiva, tenía que acercarme a ella antes de que alguien más descubriera o intentara descubrir todo lo que había en esa mente y, en especial, en ese corazón que de pronto me resultaban tan fascinantes, pero a la vez tan misteriosos. No cabe duda de que realmente la atracción mental y sentimental es mucho más fuerte que la física, ese día no podía ni dormir. Me moría por descubrir todo lo que había en ella, todo lo que en conjunto ella era, sus defectos tanto como sus virtudes. Soy una persona muy observadora y sé que no me estaba equivocando con ella, ella llegó y a primera vista me di cuenta de lo mucho que podía aprender estando a su lado.

Durante las primeras semanas estuve conviviendo frecuentemente con Paula, no coincidíamos mucho en las clases, pues solo teníamos un par de ellas juntos, pero en las tardes normalmente sí procurábamos pasarla bien. Nos ayudábamos con las tareas, a veces íbamos juntos a mis prácticas de natación y ella me esperaba afuera de la piscina. Estaba intentando animarla a nadar, pero no terminaba por convencerla, solo se metía cuando ya todos se habían ido, en parte creo que le daba pena que la viera en traje de baño. A veces era tan tímida que me daba mucha ternura. Algunos días, después de natación, si nos quedaba algo de tiempo, íbamos a la sala de cine a ver alguna película o, si no, simplemente nos sentábamos a platicar. Había una parte del Carrasco en donde, si ibas ya de noche, podías admirar gran parte de la ciudad totalmente iluminada, se veía increíble, particularmente ese se había vuelto nuestro lugar favorito para estar, lo llamábamos «el centro». Tenía solo un par de semanas de conocer a Paula y de estar conviviendo con ella, pero algo me decía que las cosas iban por muy buen camino. Estábamos conociéndonos y formando una buena amistad, la verdad, aún no me sentía seguro de si una relación amorosa funcionaría, porque me daba un poco de miedo que no, es complicado porque corres el riesgo de perder a una persona que antes de ser tu novia fue tu gran amiga, y eso ya me ha sucedido antes y es lo peor, es como perder a dos personas distintas a la vez.

Pero tenía que conocerla mucho más, aun así, simplemente me sentía feliz de estar a su lado, ella era una gran compañía y me gustaba el modo en el que me hacía sentir. Me sentía seguro, como si supiera que siempre que necesitara a alguien ella iba a estar ahí para apoyarme, pasara lo que pasara, así que solo era cuestión de tiempo para saber cómo irían funcionando las cosas.

El día que Paula se fue con su padre, me quedé bastante solo y aburrido. Alex tenía una reunión con sus compañeros de clase. Los fines de semana nos permitían hacer pequeñas reuniones en nuestras habitaciones a los que nos quedábamos en el internado, así que Alex se juntaba en la habitación de uno de sus amigos para jugar a las cartas. No teníamos muchos amigos en común porque Alex se juntaba con los de su clase, que eran menores que yo, y yo también me juntaba con algunos de mi clase. El tiempo que yo no pasaba con Alex o con Paula lo pasaba con Marcus, era un compañero de natación que era bastante agradable, aunque también un poco presumido, como todos. Pero él tampoco se había quedado ese fin de semana, así que estaba completamente solo.

Decidí ver una serie de televisión que me gustaba bastante, hablaba sobre la historia de la antigua Roma, trataban temas como sus tradiciones, mostraban cómo se regía el pueblo romano con sus particulares leyes. Exponían quiénes eran los patricios y quiénes los plebeyos, en realidad, a mí me gustaba bastante, aunque Alex pensaba que era bastante aburrida y él prefería ver series como Grey’s Anatomy y ese estilo, mientras yo prefería ver series sobre historia.

Ese día, mientras estaba viendo uno de los capítulos de mi serie, alguien tocó a mi puerta, no pensé que fuera Alex porque él tiene llave y nunca tocaría, ni aunque se le hubieran olvidado. Al contrario, se pondría a gritarme para que le abriera y supiera que era él, pero quizás era alguno de sus amigos y él lo había enviado por algo. Así que fui a abrir la puerta y, para mi sorpresa, la que estaba al otro lado de la puerta era Regina, traía ya puesto su pijama, que era un conjunto de dos piezas en short y blusa de color rosa, como la mayoría de su ropa. Y también era algo transparente, no entendía qué hacía aquí, pero en ese instante, sin que yo la invitara a pasar, se adentró en mi habitación rápidamente.

—¿Qué haces aquí y a estas horas? —le pregunté.

—Supuse que estarías solo y vine a hacerte algo de compañía, Alexa se fue con tu hermano a la reunión que tenían en la habitación de Jackson, el amigo de tu hermano, así que, al igual que tú, me quedé sola.

—Sí, lo sé, Alex me dijo, pero estoy bien así, te agradezco —le dije a la vez señalando la puerta para que se fuera.

De repente, Regina hizo algo que jamás pensé que llegaría a hacer, ni en su máxima desesperación, pero lo hizo. Se me quedó viendo fijamente y se quitó la blusa, para mi sorpresa, no tenía nada debajo de ella, se mostró ante mí así, directamente, con su cuerpo desnudo, tratando de provocarme.

Regina era una mujer bastante hermosa, no lo podía negar, y en realidad, en ese momento, me sentí demasiado atraído por ella. El hecho de que una mujer se presente así en tu cuarto, mientras no hay nadie, tan dispuesta a todo, no pasa tan seguido. Pero finalmente hice lo que mi instinto me indicó que hiciera, y la verdad, creo que en otros tiempos, si no me estuviera enamorando de Paula, tal vez no lo habría hecho de tal manera.

Lo que hice fue agacharme y recoger su blusa, que previamente ella había tirado al suelo, y se la entregué.

—¿Es en serio que no quieres nada conmigo?, ¿no te gusto para nada? —me preguntó.

—En verdad eres hermosa, Regina, y todos aquí lo saben, pero esto no es correcto, así que vístete, por favor. Además, si alguien te encuentra aquí, no estaría nada bien —le dije tratando de ser lo más amable posible.

—No hay nadie cerca de aquí, Ander, podemos hacer lo que tú quieras, si te gusto y tú me gustas, podemos estar juntos, y sabes que eres el único hombre con el que me gustaría estar.

—No se trata de eso, no te niego que eres hermosa y siempre te lo he dicho, también tienes muchas cualidades que volverían loco a cualquier hombre.

»Pero no eres el tipo de mujer que a mí me gusta, tal vez el que está mal aquí soy yo —le contesté tomándola del rostro para tratar de darle algo de ánimo y hacerle sentir mejor—. No soy la persona indicada para ti, pero algún día va a llegar el correcto —continué diciéndole.

—¿Y qué tipo de mujer te gusta entonces?, ¿aburridas y simples como Paula? —me contestó molesta.

—Paula es mi amiga, pero si te interesa saberlo, sí, ella tiene muchas de las cosas que busco en una mujer —le contesté alzando un poco la voz. Estaba intentando ser amable con ella, pero no permitiría tampoco que hablara de esa forma de Paula.

—No puedo creerlo, Ander. Paula es mi compañera de cuarto, me doy cuenta de lo aburrida que es, todo el tiempo solo se la pasa hablando con su papá y su amiga Sofía. A veces incluso habla sola en las noches fingiendo que está hablando con su madre muerta, te juro en verdad que está loca —me contestó.

—Eres increíble, Regina, permítete no hablar de nuevo así de ella y de lo que sea que tiene con su madre. No tienes ningún derecho cuando no sabes todo lo que ella vivió durante ese proceso, y créeme que te morirías por tener aunque sea un poquito de la fortaleza y madurez que ella tiene.

»Si la tuvieras, tal vez entenderías que no estoy interesado en ti y que probablemente no lo estaré nunca. Por favor, vete de mi cuarto si no quieres que en este instante te reporte con la directora —le contesté casi gritándole.

En ese momento, me sentí bastante cansado de escucharla, ella no tenía por qué hablar así de Paula, no mientras su única preocupación en la vida era no perder su popularidad en el colegio. Conocía a sus padres y la trataban como a una niña chiquita, siempre le daban todo lo que quería. Era claro que ella jamás había vivido algo como lo que Paula vivió con la muerte de su madre, ella no entendía su dolor, en verdad no tenía ni la más mínima idea. Así que no podía juzgarla ni llamarla loca solo porque ella intentaba hablar en las noches con su madre, si a ella eso le funcionaba y le hacía sentir mejor, y además le hacía sentir cerca de su madre, yo era el más feliz con eso. Y eso, sin duda, no significaba que estuviera loca ni que tuviera algún problema mental.

No cabe duda de que las personas muchas veces juzgamos a los demás sin tener la más mínima idea de lo que viven y no podemos saberlo. No hasta que estemos en sus zapatos o hasta que seamos lo suficientemente empáticos para alcanzar a comprender lo que es el dolor ajeno.

Luego de eso, Regina tomó su blusa, se vistió y salió de mi habitación sin decir nada, fue claro que se dio cuenta de lo mucho que me había molestado su comentario. Y la verdad es que sí, me había exaltado un poco más de lo normal, habitualmente yo era más calmado y no me gustaba gritarle a nadie, menos a una mujer. No me gusta discutir con nadie, siempre prefiero darles la razón, aunque no crea que la tienen, antes de continuar con peleas sin sentido.

Pero ojalá con esto entendiera que yo no estaba interesado en ella, y creo que sí, porque literalmente le dije que jamás lo estaría. Ahora lo que me preocupaba era que hiciera algo para lastimar a Paula. Regina también se había ido molesta después de lo que le dije, no era buena idea que ellas fueran compañeras de cuarto, quizás Paula debería arreglar ese tema pronto con la directora, pero eso se lo comentaría después.

Además, creo que lo que hice también fue por el bien de Regina, yo no tenía idea de si ella ya había estado antes con otros hombres, pero si no, sus primeros encuentros sexuales claramente tendrían que ser con alguien que en verdad la quisiera y la valorara por quién es. Además de alguien con quien tuviera mucha confianza para entregarse de tal manera. Yo perdí mi virginidad con una mujer mucho mayor que yo y ni siquiera la conocía, fue en una fiesta por un congreso de medicina que mis papás tuvieron. La fiesta fue en el salón de un hotel. Alex en esa ocasión no estaba porque había tenido un campamento por parte del colegio. Fue hace poco más de un año, y yo estaba tan aburrido que me salí a dar una vuelta por todo el hotel, cuando, de pronto, esa mujer me abordó. Recuerdo que su nombre era Carla, tenía como treinta años, justo el doble de mi edad, pero era muy atractiva. Tenía el cabello castaño y muy largo, ojos verdes, tenía los labios pintados de rojo y un vestido negro que hacía que el color del labial le resaltara mucho más.

Ella se acercó y me ofreció una copa de vino, pero estoy seguro de que el vino tenía algo que por un momento me hizo perder un poco la conciencia. Porque eso había sido lo único que había tomado en toda la noche y lo siguiente que recuerdo fue estar con ella en una de las habitaciones del hotel teniendo relaciones sexuales. A partir de ese momento sí que recuerdo todo, tomé mis cosas y me salí inmediatamente de la habitación, lo que no recuerdo fue exactamente cómo llegue ahí. Después de eso me asusté muchísimo, temía que esa mujer me hubiera contagiado de una enfermedad de transmisión sexual o algo de eso. Y no sabría tampoco qué les diría a mis papás porque habían pasado horas desde que me había salido de la fiesta, quizás habrían estado buscándome. Pero, afortunadamente, luego de todo no me pasó nada, me hice unos estudios médicos a las pocas semanas y todo estaba bien y, por otro lado, mis padres ni siquiera notaron que me había ausentado por horas.

Igual me arrepiento mucho de lo que pasó, pues, aunque no estuve del todo consciente, sé que fue mi culpa por empezar a hablar con ella, coquetear y aceptarle esa copa. Pero dar ese paso en mi vida, el estar así con una mujer que ni conocía, no me gustó, creo que todo pudo ser mucho mejor y con una persona que en realidad amara. Lamentablemente, ya no podía regresar el tiempo, ya solo me quedaba la enseñanza y no volvería a aceptarle jamás una copa a nadie que no conociera.

En parte me daba pena por Regina, tener que llegar a esos extremos solo para intentar llamar mi atención… Obvio que no le contaría a nadie lo que había pasado, ni siquiera a Paula. Me sentía un poco mal por tener que ocultárselo precisamente a ella, y más corriendo el peligro de que la propia Regina se lo contara y después Paula pensara que se lo oculté. Pero, indudablemente, tenía que correr ese riesgo, Regina tampoco lo merecía y, además, si esto llegaba a oídos de la directora, seguramente hasta podrían terminar expulsándola del internado. Ella no lo merecía, sé que quizás se arrepentiría pronto de haber hecho esto, entiendo que muchas veces el ser humano, al querer desarrollarse y conseguir lo que quiere, encuentra que la forma más «fácil» de hacerlo es a través de la corrupción de los valores.

Es claro que actualmente nos encontramos en un mundo en el que hay mucha competencia y en el que pensamos que solo valemos por lo que poseemos y no por lo que somos. Por lo cual, en ocasiones, nos olvidamos de nuestros valores intrínsecos y llegamos a alejarnos de nuestras verdaderas convicciones, pretendiendo ser alguien más y conseguir lo que queremos en ese momento. Y tal vez eso le sucedía a ella en su afán por querer tenerme, porque yo sabía que en realidad Regina no era así, no era la persona que estaba mostrándome.

Al día siguiente, me quedé toda la mañana en mi habitación viendo mi serie de televisión, no quería salir de ahí porque prefería no tener que encontrarme con Regina. Solo salí a correr en la mañana con Alex para ejercitarme un poco, pero eso fue muy temprano, el resto de la mañana y en la tarde solo estuve en mi habitación esperando a que Paula llegara. Estaba escribiéndome con ella y me dijo que llegaría en la noche, la verdad es que sí la estaba extrañando bastante, pero, por otro lado, noté que estaba muy seria en sus mensajes. «Ojalá no se estuviera aburriendo de mí», fue lo primero que pensé.

El resto de la tarde se me pasó superlento, y luego de hablar con ella, Alex me invitó a ver una película a la sala de cine, pero le dije que prefería quedarme, así que se fue con sus amigos. Me dijo que Alexa también iba con él, así que seguramente Regina iría para acompañarla, creo que Alex estaba empezando por fin a darle una oportunidad a Alexa, los veía muy juntos últimamente. Pero él aún no me contaba que fuera algo serio, quizás no le estaba dando importancia porque, si se la diera, ya me habría contado a mí. Nos contamos todo lo que en verdad nos interesa.

A las pocas horas recibí otro mensaje de Paula en donde solamente me escribía: «En cinco minutos te veo en el centro, ¿sí?». Pensé que llegaría mucho más tarde, apenas eran las seis y yo esperaba que llegara a eso de las nueve. Pero enseguida de ver su mensaje me fui hacia el centro, ojalá todo estuviera bien, me parecía raro que llegara tan temprano.

Cuando llegué la vi sentada, traía un vestido blanco, creo que había tenido una comida importante porque se había arreglado más de lo normal. Tenía ondas en el cabello y estaba algo maquillada, se veía realmente hermosa, pero en cuanto me acerqué y me vio empezó a llorar. Corrí hacia ella y la abracé fuertemente, pero cada vez lloraba más y más sin decirme nada, yo no entendía lo que estaba pasando, pero me dolía muchísimo verla así. Este momento en especial fue uno de los que me hizo saber que en verdad me estaba enamorando irremediablemente de ella, porque no soportaba la idea de ver que estuviera sufriendo.

Luego de eso me asusté y reflexioné las cosas, quizás Regina ya le había dicho lo que había pasado la noche anterior y seguramente le había inventado otras cosas. Por eso tal vez se puso así y quería verme tan pronto, pero tampoco tenía mucho sentido porque no parecía molesta conmigo, así que mejor dejé que se desahogara abrazándola cada vez con más fuerza hacia mi pecho y sin decirle nada. A los pocos minutos, alzó su rostro e intentó hablarme, pero tenía tanto sentimiento que no le salían las palabras, así que me dispuse a secar sus lágrimas. Creo que jamás había hecho eso antes con nadie, al menos no de una forma tan especial.

—Tranquila, llora todo lo que necesites —le dije aún abrazándola y haciendo que recargara su cabeza contra mi pecho.

—Ya no quiero volver a salir con mi papá —me respondió aún llorando, pero ya algo más tranquila.

Me calmé un poco al saber que lo que pasaba estaba relacionado con su padre y no con el asunto de Regina, pero igual no me gustaba para nada el sentimiento de verla sufrir de esa manera.

—¿Qué pasó con tu padre? Puedes contarme —le dije, tratando de consolarla.

—La comida de la que te hablé que tenía hoy… Mi padre me pidió que me arreglara porque saldríamos, ¿lo recuerdas?

—Ajá, dime, ¿qué pasó?

—Pues esa comida la organizó con el único objetivo de presentarme a su nueva novia, no sé por qué se esforzó en que me arreglara y todo eso si supongo que sabía que no me parecería la noticia.

—¿Quéééééé? —le contesté.

La verdad, sí me sentía impresionado, el día que hablé con Héctor y que me contó lo que había pasado con la mamá de Paula, él no dejaba de expresar cuánto la amaba y la seguía amando, aunque ella ya no estuviera. Y se notaba que era verdad, no solo por lo que decía, sino por las expresiones que tenía en su rostro, por eso no creí que se sintiera listo para iniciar una nueva relación.

—Pues sí, como lo escuchas, me esforcé por arreglarme tanto porque pensé que iríamos a una comida con todos los de la oficina de mi padre, porque eso me había dicho él. Pero fue solo para terminar conociéndola a ella, mi papá ni siquiera fue un poco decente como para advertírmelo, sino que prefirió engañarme.

—¿Y a dónde fueron?, ¿qué te dijo? —le pregunté—. Creo que si tu padre te hubiera dicho la verdad desde un principio no hubieras aceptado ir —le dije eso aprovechando que ya estaba mucho más calmada y ya podía hablar sin volver a llorar.

—Sí, lo sé, de saber que era para eso no habría aceptado ir, fuimos a un restaurante italiano, la comida que más me gusta. Eso fue lo único bueno, todo estaba delicioso, deberíamos ir algún día.

—Sí, claro, cuando tú quieras, pero ¿tu padre qué te dijo sobre ella?, ¿qué pasó cuando llegaron? Cuéntame bien.

—Pues cuando llegamos al restaurante ella ya estaba sentada en la mesa esperándonos, nos acercamos y el mesero preguntó si esperábamos a alguien más, y mi padre le respondió que no. Fue entonces cuando no entendí lo que estaba pasando, y luego de eso de repente solo me dijo: «Mira, cariño, ella es Cristina, trabaja conmigo en la oficina».

»Entonces me acerqué y la verdad es que la saludé de forma muy educada y sonriente porque, por un momento, pensé que era su jefa o algo así, y por eso mi padre intentaba quedar bien con ella. Pero entonces me di cuenta de que ella lucía tan nerviosa de verme que no era probable después de todo que fuera su jefa.

»Y luego, en eso, ella me dijo: “Me da mucho gusto conocerte al fin, Paula, ¿qué tal te va en el Carrasco? Yo estudié ahí”. Me pareció raro que me quisiera sacar plática así, de forma tan directa, apenas acabábamos de conocernos, pero seguí contestándole. No tenía ninguna sospecha tan concreta hasta ese momento.

—¿Y luego qué pasó? —le pregunté intrigado.

—Pues de repente mi papá soltó la bomba como está acostumbrado a hacerlo, y sin anticiparse, y sin preguntar nada antes o esperar a que llegara la comida o, al menos, simplemente darme una pista, soltó todo. Igual que lo hizo con lo del asunto del hígado y de Julio, y me dijo:

»—Paula, decidí organizar esta comida para presentarte a Cristina porque nosotros estamos saliendo.

»—¿Saliendo?, ¿cómo que saliendo? —le pregunté, no es que me estuviera haciendo la tonta, solo que en verdad no entendía lo que me estaba tratando de decir al expresar solo “saliendo”.

»Y entonces fue cuando me lo dijo, así, tal cual:

»—Cristina y yo somos novios.

Wow. ¿Y qué hiciste en ese momento? No puedo creerlo, tu padre te puso en una situación bastante incómoda, ¿qué contestaste? ¡Ya te imagino!

—Ya lo sé, por eso te digo que eso fue lo que más me molestó, habría sido mejor que me lo dijera antes de ir a la comida, cuando estábamos solos en el departamento. Tal vez que me hablara un poco de ella para poder entenderlo mejor, pero mi papá acostumbra hacer así las cosas siempre y no lo soporto. Parece que quiere hacer las cosas más emocionantes, pero en realidad solo termina arruinándolo.

»Obviamente, cuando ya me dijo que eran novios, no supe qué decir, solo sonreí y me puse a comer el pan que estaba al centro de la mesa desesperadamente. Luego quisieron sacarme más plática acerca de mis clases, incluso mi padre preguntó por ti, pero en sí, el resto de la comida fue bastante incómodo, aunque no volvimos a tocar el tema del noviazgo.

»Luego ellos empezaron a hablar de cosas del trabajo y me comenzaron a platicar de un caso que estaban llevando juntos en la oficina sobre una adopción de un niño de diez años que venía de Bagdad. Ya tenía tiempo viviendo aquí en San Diego con sus nuevos padres, pero el proceso de la adopción ya de forma legal se estaba complicando y parecía que él tenía que volver a Bagdad.

»El caso me pareció muy interesante, los padres adoptivos del niño estaban muy preocupados por que él tuviera que irse, y además ya le tenían mucho cariño. Me encanta escuchar cómo mi padre ayuda a las personas a resolver sus problemas, pero supongo que te pasa igual con los tuyos, ¿no?

—Sí, así es, mi padre también me ha contado varias historias fascinantes sobre su trabajo, pero, bueno, eso ya después te lo contaré.

—Lo sé de alguna manera, aunque mi padre no sea doctor, también se puede decir que «salva vidas». Pues imagínate la vida de esos padres si el niño se tiene que regresar a Bagdad, o imagina también la vida del niño, qué sería de él sin ellos tan lejos. Ahora que ya se estaban acostumbrando a ser una familia.

—Sí, me queda claro, por eso es mi sueño ser abogado, hay numerosas oportunidades de poder ayudar a las personas, y aunque no sea igual que la medicina, tienes razón, los abogados también salvan vidas de alguna u otra manera.

—Exactamente, y lo peor es que Cristina parece ser una excelente abogada. Ella fue la que consiguió llevar ese caso e invitó a mi padre a participar con ella, pero la que inició y estaba haciendo hasta lo imposible para que el niño no regresara a Bagdad era ella.

»Es curioso, mi padre siempre decía que le gustaba que mi madre no fuera abogada porque así cada día los dos podían contarse todo sobre sus trabajos y nunca hablarían de lo mismo en casa. Y ahora no solo tenía una novia abogada, sino que pasaba todo el día con ella en la oficina, no sé de qué más podrían hablar aparte del trabajo si pasaban todo el día en eso.

—Supongo que son cosas que suceden sin que las planees. Pero no me has dicho qué te dijo tu padre después, es decir, cuando se fueron del restaurante —le pregunté.

—Pues ya cuando terminamos de comer nosotros nos fuimos aparte, ella llevaba su coche y se despidió. Si te soy sincera, es muy bonita y se ve que es bastante inteligente, y creo que también es una mujer muy independiente. Ya en el auto yo estaba bastante seria, puse música y no quería tocar de nuevo el tema, ya había sido bastante enfado en la comida.

»Pero como lo esperaba, mi padre comenzó a hablar, primero se disculpó por no habérmelo contado antes, me dijo que no tenía idea de cómo hacerlo. Que mi opinión era la más importante para él y que, como no había encontrado la manera más adecuada de hablar conmigo, por eso había preferido que todo fuera así de rápido.

»Obviamente, le reclamé y le dije que no me gustaba que no me anticipara las cosas y que saliera con sorpresas de este tipo, y entonces se disculpó. Creo que él mismo se dio cuenta del error que había cometido, luego de eso me preguntó que cómo me había parecido Cristina, y solo le dije que era linda.

»No tenía mucho más ánimo para emitir otra opinión más sustentada, entonces fue cuando él me empezó a contar cómo había pasado todo. Me dijo que Cristina también era viuda, su esposo había muerto hace dos años por un tumor en la cabeza, al parecer, el tumor estaba alojado en un área difícil de llegar en el cerebro, y a pesar de que los doctores hicieron todo lo posible, él murió estando en plena cirugía.

»Y al igual que como pasó con mi madre, los doctores le pidieron a Cristina que autorizara la donación de órganos, y ella lo hizo, donó cada parte de su esposo, incluso la piel, la cual en partes le sirvió a un bombero, que había sufrido fuertes quemaduras a raíz de un incendio en una casa, yo jamás había escuchado algo así.

—¿Los trasplantes de piel? Sí, no son muy comunes, pero en algunas ocasiones sí sirven. En el hospital donde trabajan mis padres han hecho algunos, también se pueden trasplantar las córneas y devolverle la vista a alguien.

—Pues eso suena genial, desde ahora te lo digo: si me muero, dile a mi papá que done todos mis órganos, todo lo que se necesite y le sirva a alguien más.

—Pienso igual, también si yo me muero, diles a los míos que donen mis órganos; pero entonces, regresando al tema, Cristina parece ser una buena mujer, ¿no? Y su historia es impactante. Ahora entiendo por qué tu padre se interesó en ella, ambos vivieron y sufrieron algo muy parecido, ella debe entender perfectamente el dolor de tu padre y él también el de ella.

—Sí, en realidad sí, eso lo entendí muy bien y, además, la mujer está sola, completamente sola, nunca tuvo hijos. Es mucho más joven que mi padre, pero por lo que él me contó, antes de que su esposo muriera, él estuvo años y años intentando diferentes cirugías y diferentes tratamientos para vencer el tumor.

»Es por eso que nunca tuvieron tiempo de tener un hijo, él siempre estuvo enfermo y ella se encargó de él hasta su muerte. Creo que de cierta manera él tenía miedo de tener un hijo y después dejarlo sin padre, y me queda claro por qué mi padre se interesó en ella y en su historia.

»Pero el punto no es ese, lo que me duele es que solo han pasado unos meses desde que mi madre murió y parece que mi papá la está reemplazando.

—¿Y qué te dijo sobre ello, hablaron de eso? Paula, si me dejas opinar, no creo que el tiempo sea algo que en verdad importe en esto, tu papá no está reemplazando a tu madre y no creo que lo haga nunca. Simplemente fue ahora justamente cuando conoció a Cristina, y no creo que sea algo que se deba dejar pasar solo porque es muy pronto, ¿o tú qué piensas?

—Pues no sé realmente qué pensar, me siento muy confundida, mi padre sí tocó un poco ese tema, me dijo que desde que la conoció sintió una conexión con Cristina. Lo cual es obvio, como ya lo decimos, ambos vivieron algo muy parecido, aunque Cristina tuvo más tiempo de prepararse para la muerte de su esposo y despedirse de él.

»En cambio, la muerte de mi madre fue tan sorpresiva, en solo una noche, por lo mismo los dos están solos, así que por ese lado también era claro que necesitaban compañía. Mi padre me dijo que seguía amando a mi mamá y que no la estaba reemplazando, me dijo que mi madre había sido el amor de su vida y que ella era su alma gemela y lo seguía siendo, aunque ya no estuviera.

»Pero, por otro lado, me hizo tratar de entender que él no podía estar solo, incluso me contó que en alguna ocasión mi madre y él habían hablado sobre qué pasaría si alguno de los dos se moría y ambos acordaron que el otro tendría que rehacer su vida.

»Créeme que soy muy madura, Ander, y entiendo perfecto que mi padre no se puede quedar toda la vida solo. En algún momento tiene que salir adelante, así como yo estoy haciéndolo. Pero simplemente todo esto es muy rápido, es solamente eso.

—Lo sé, pero como te lo digo, ponte a pensar, en el mundo hay muchas personas malas, egoístas, interesadas, y de pronto, tu padre se encuentra con una mujer que parece ser buena en varios aspectos y, sobre todo, con una mujer que comprende todo lo que él ha vivido.

»Y puede que sea justamente lo que tu padre necesita en este momento, que entre los dos se complementen, se ayuden y superen lo que ambos pasaron, ¿no crees? No creo que sea cuestión de tiempos, simplemente tu padre la encontró ahora, y si es buena para él, ¿crees que debería dejarla ir?

—Si lo pienso como tú dices, creo que tienes toda la razón en eso, puede que Cristina sea justamente la persona que mi papá necesita. Y después de todo, por algo conocemos a las personas, como dicen, cada persona que llega a tu vida es para enseñarte algo, sea bueno o malo. Todo son experiencias, es solo que, ah, es solo que de verdad extraño mucho a mi madre, no tienes idea de cuánto.

La abracé en ese instante porque de nuevo empezó a llorar muy fuertemente. Tenía los ojos tan hinchados y la cara tan roja de tanto llorar y, aun así, me seguía pareciendo tan hermosa, así que de pronto, sin pensarlo, en ese momento hice lo que mi instinto me llamó a hacer. Le tomé el rostro y le levanté la cara, y así, al tenerla tan cerca y sentir el calor de su aliento, le sequé de nuevo las lágrimas y luego no lo resistí. Tomé su cabello y entonces comencé a besarla, creo que nunca había besado a alguien de una forma tan tierna y de forma tan lenta como a ella. Con un sentimiento que venía desde lo más profundo de mi ser, en verdad Paula me estaba haciendo sentir cosas que jamás había sentido antes con ninguna mujer. Sentía una fuerte necesidad de protegerla, de estar a su lado en todo momento, me parecía tan frágil como una muñeca de porcelana. Quería cuidar de ella, quería que jamás tuviera que volver a vivir nada como lo que le había pasado antes de conocerme, quería que ella jamás volviera a sentir ningún dolor, quería que fuera completamente feliz. Ella, por fortuna, correspondió a mi beso y, al terminar de besarla, solo me la quedé viendo fijamente, así, muy de cerca, aún sintiendo el calor de sus labios mientras ella me sonreía. Y solo le dije: «Agradezco tanto que tu padre nos presentara aquel día, créeme que no dejaré de agradecérselo». Y también le sonreí.