18 de enero / 53
Mi querido Eduardo:
Hace ya rato (en diciembre, hacia el veintitantos) te escribí largo. Mi carta se cruzó, claro, con una tuya. Ahora volverá a suceder.* Yo me he demorado todo este tiempo porque mi vida andaba confusa y revuelta, y además la Unesco me fatigó y no tenía otro deseo que dejarme llevar por la calle y las cosas. Ahora ando un poco mejor (dos hermosas nevadas que han caído me refrescaron sin duda la cabeza) y pienso que debes creerme bien olvidadizo. Probablemente leerás esta carta tirado en la playa de tu Necochea, mientras los chicos te usan como basamento para un sólido castillo. Aquí hace un frío loco, y media Francia, penosamente de pie, cuida a la otra mitad que yace envuelta en las sucias neblinas de la grippe.
Unas pocas noticias (esto es un boletín y no una carta; una mera constancia de que estoy siempre cerca). Aurora y Daniel andan muy bien y muy contentos de París. Ya lo van conociendo pedazo a pedazo, como una hormiga conoce una alfombra. Yo les presto a veces una cierta veteranía y les doy datos útiles, como por ejemplo que a la rue Mouffetard hay que ir los sábados a la noche para caer en pleno mercado. Anteayer le mostré el Marais a Aurora. En la rue Charlemagne dimos con una vieja fuente contra una pared. Aterrados, maravillados, vimos que de la taza de la fuente brotaba la cabeza de un ciervo… De lejos parecía formar parte de la fuente, pero cuando le vimos el pelo, los cuernos… Me trepé a ver (es una fuente alta). Habían dejado allí una cabeza disecada. En vez de tirarla a la basura, alguien la colocó en la fuente, como un homenaje final. Con cosas así se puede seguir viviendo.
Pepe me escribe y me dice que “Final del juego” sale en lo que él llama “el próximo número”. Naturalmente, yo me echo a temblar. Y me pregunto si, lejos tú de B.A., algún animal corrector (o viceversa) no va a fregarme el cuento. Si algo puedes hacer por que esas pruebas coincidan con mi original, gracias de nuevo. En el último Sur hay un lindo cuento de Onetti: “El Álbum”. Yo escribo poco. Mis historias de cronopios y de famas han repugnado a Baudi, a Daniel (que me lo dijo con guante blanco) y a Aurora. Las encuentran “moralizantes”. Es posible, aunque no me lo propuse. Lo que siento es que no alcancen (es decir, que los cuentecitos no transmitan con eficacia) otras calidades y otras intenciones que eran las que verdaderamente contaban y cuentan para mí.
Me gustaría saber cómo han recibido a Los Vestigios, es decir si han escrito notas inteligentes o por lo menos discretas. ¿Trabajas mucho? Aquí me gusta la poesía de René Guy Cadou, que murió hace 2 años (a los 30, creo). Un poeta de veras. Te diré que me decepcionan casi todos los “nuevos” que leo (y los menos nuevos también, Emmanuel y los de su tiempo). No me parece que tengan mucho que decir, hay una retórica monstruosa al lado de la cual un solo verso de Valéry o de St. John Perse se come todo el resto. Comprendo que no sé bastante francés para aprehender todas las bellezas formales que sin duda levantan estas obras; lo que alcanzo a sentir me decepciona casi siempre.
Me alegra saber que María hizo el retablo de Chartres. No sólo lo vi, sino que tengo aquí conmigo una reproducción a gran tamaño. Es tan hermoso, tan dulce y simple, con ese ritmo perfecto del brazo de la Virgen que acaricia al Niño. Esta tarde (te escribo de vuelta, a la noche) estuve con Aurora viendo a Braque, Picasso y Juan Gris en el Museo de Arte Moderno. Vimos también los Bonnard y los Rouault. Y luego, con un frío terrible, seguimos los bordes del Sena hasta la Concorde, iluminada a giorno, y cruzamos para subir hasta el Luxemburgo. Veo bastante teatro. Dan una estupenda pieza de Samuel Beckett: En attendant Godot. Sigo mirando. Mirando. No me cansaré nunca de mirar, aquí. Observo que los argentinos que llegan, andan por las calles mirando sólo de frente, como en B.A. Ni hacia arriba ni a los costados. Se pierden todos los increíbles zaguanes, las entradas misteriosas que dan a jardines viejos, con fuentes o estatuas, los patios de hace tres siglos, intactos… Creo que irrito un poco a mis compañeros de paseos por mis detenciones y desapariciones laterales a cada momento. Aquí los ojos se vuelven facetados como los de la mosca. ¿Involución? De todos modos vale la pena descubrir tanta cosa, todos los días.
Daniel ya hizo su primera conferencia, en pleno St. Germain-des-Près. Se leyeron poemas tuyos (ya tendrás el programa, creo que te lo habrá mandado). Estabas en ilustre compañía, y la gente te aplaudió de veras. A ti, a Molinari, a Molina y a Olga.356 Pas mal, hein? Fue muy lindo estar ahí y oír tus poemas, y otros que también quiero. Daniel habló con su poncho en bandolera. No sé por qué pero parecía un cura defroqué,357 estaba impresionante de fuerza y eficacia. Los dejó a todos duros.
Dale mis cariños a María, y abraza a los pequeños de mi parte. Quémate bien, duerme boca arriba en la arena caliente, y que Maricló te regale un caracol bonito.
Como siempre,
Julio
Afectos de Aurora para María y para ti.
Lunes 19 de enero
Aleluya, tu carta me llega cuando iba a llevar la mía al correo. La abro para agregarte esta página y ordenar así nuestra siempre despeinada correspondencia. Primero de todo: me hace feliz ver que lo que te deseaba es justamente lo que tienes o tenías al escribirme: sol, playa, agua azulísima y tus chicos contentos y sanos. Además tus noticias sobre los cronopios me llenan de contento, porque yo los quiero mucho a esos bichos y me parecía que mis amigos eran injustos con ellos. Daniel me señaló con elegancia un reparo: se ve la facilidad, y que yo podría seguir indefinidamente agregando cuentos de cronopios y famas. Es cierto. Todo eso fue fácil, pero simplemente porque, al revés de lo que escribimos casi siempre los argentinos, fue obra de alegría y no de queja o protesta (como El examen, que no fue nada fácil). Los cronopios me nacían en la calle, en el métro, en los cafés: cronopios por todos lados, metiéndose en unos líos horrendos, y siempre deliciosos y radiantes de simpatía. Contra esa facilidad me tracé un límite: septiembre de 1952. Escribí mi último cuento y decidí el basta. Con Gide, creo que no se debe profiter de l’élan acquis.358 Daniel retiró vivamente su reparo, pues no se debe confundir facilidad con felicidad, sobre todo cuando se tiene la honradez de no sacarle el jugo a esta última.* Lo que me gusta en tu juicio es: a) que has visto los aciertos formales, que son muchos y evidentes; b) que no te repele el valor de “enxiemplos”. Lo importante es que no he escrito para moralizar, sino que, postulados los cronopios, los famas nacen automáticamente y se oponen a ellos. El esquema cronopios-famas es primario y obvio. Hacer residir ahí la intención de mi librito es absurdo. Ni lo pensé ni lo quise así. Bueno, de veras me alegro de que te gusten. (Al “basta” ci-dessus le hice una sola y última infidelidad, que aparecerá en B.A. Literaria. Es una crónica a un maravilloso concierto de Louis Armstrong del que creo te hablé ya, y que se titula “Louis Enormísimo Cronopio”.359 Le aposté a Daniel que no se animaban a publicarla… y perdí. Me gusta, claro, haber perdido. Y creo que te va a gustar esa manera de hablar de Louis desde el clima mismo de total y absoluta irresponsabilidad infantil que es Louis.) (En Sur, el pelotudo inefable de Hurtado360 habla de jazz… Es increíble cómo se puede macanear en este terreno. Pasemos.) Veo que coincidimos sobre el cuento de Onetti. ¡Claro que es bueno! Aurora me cuenta que la mujer existió, que un tipo le contó a Onetti la historia un día en que estaban todos de visita en casa de Vico Rosenthal y la mujer (clínicamente una “loca”) se coló en el grupo sin conocer a nadie. El tipo en cuestión le hizo luego la confidencia a Onetti, que la ha aprovechado comme il faut.
Sí, Albano era ese muchacho que conociste en el café. Pobre chico, lleno de sed, de rigor (era un juez terrible, un cátaro; lo digo con profunda admiración –hasta con gratitud). Pienso mucho en él, y para su recuerdo he escrito algo que se llama “Viaje aplazado”361 y que quisiera digno. En otra carta te lo copiaré.
Tomo buena nota de lo que me dices sobre mi semejanza actual con Guk camello.362 Sé que puede armárseme un lío de la mancuspia si voy a B.A. Para colmo, hace un mes mandé al carajo a un empleado del Consulado. No creo que eso tenga consecuencias, porque luego supe que el tipo es un buen muchacho y bastante amigo de Daniel (es el hijo de Bonet; yo tengo mala suerte con esa familia). Lo que me gustaría saber –si te acuerdas todavía– son los fundamentos de la calificación emitida (justísima palabra) por el Radiodelestadofunktionar. La puta que los parió, by the way.
Me gusta tu exposición chez Krayd, y la de María chez Poísa. Trabajad, cronopios cronopios, bailad tregua y bailad catala sobre telas y papeles y cartones. Transmitiré al Sire De Castro tus démelés (hay un acento que no anda) con Malino. Gracias por explicarme St. Sever, ahora entiendo. Te mando esta carta a Ocampo. Supongo que estás de vuelta o casi. Dile a María que me perdone si no le escribo a ella sola, y que la abrazo fuerte.
Julio
París, 16 de marzo de 1953
Mi querido Eduardo:
Tengo dos cartas tuyas sin contestar. Mil perdones. He querido hacerlo cada día, y no a máquina sino a mi gusto, con el papel en las rodillas, y de preferencia en algún café desde donde, por una ventana más bien sucia, se vean las torres de Nuestra Señora de París, que en estos días que preludian la primavera –al fin, al fin, qué invierno inacabable– está rosada y contenta, con su aire de gran gallina clueca sentada sobre el tiempo en una incubación misteriosa. Hace una semana, Aurora y yo subimos a las torres; hacía frío y viento, pero el día era clarísimo y se veía todo París y las colinas circundantes con una nitidez que tenía algo de estereoscópica. Qué delicia, reconocer uno a uno los edificios, los puentes, hasta las casas que conocemos por andar junto a ellas día a día… Pero todo esto viene de que te estaba diciendo cuánto detesto escribirte a máquina, y cómo lo estoy haciendo, hélas! Ocurre que el tiempo se me huye entre los dedos, no porque lo esté perdiendo sino todo lo contrario, porque le pongo tantas cosas adentro que al final se me rompe como la red de nylon cuando la sobrecargo de naranjas, y me quedo con un montón de piolincitos en la mano y docenas de planetas corriendo por el suelo para especial regocijo de los titis parisienses, seres execrables y encantadores.
Ya sé que no necesito disculparme contigo. He vivido tres meses muy raros, y el día de hoy no es precisamente tranquilo, ni ayer, ni mañana. Aurora y yo nos hemos embarcado en un navío cuyo piloto desconocemos, cuyo itinerario nos es oscuro, cuyas escalas están por verse. Proa y popa, mar y cielo, todo es materia indagable. Advertirás que esto suena a ejercicio analógico, pero me apoyo en tu sensibilidad para que entiendas lo que hay que entender; sé muy bien que lo entenderás perfectamente. ¿Qué puedo decirte que tú, con la sola resonancia de tus propios recuerdos, de tu propia vida, no puedas sentir y comprender? Este barco en el que navegamos desde hace unas semanas es el tuyo y el de todos los que han jugado las grandes cartas en su hora. No creas que he cruzado la planchada con mis cuentas en orden. Me resulta muy extraordinario pensar que, antes de salir de Buenos Aires, mi idea del barco (perdóname que siga con la imagen náutica) era bien distinta. Pero un mes antes, exactamente un mes antes, descubrí lo que nunca hubiera creído posible descubrir en mí sin sospecha de mentira o de autoengaño. Tuve el valor de hacerme las preguntas esenciales, y salí limpio de la prueba. Pude hablar, pude decirle a Aurora lo que tenía que decirle, y pude venirme a Francia sin ninguna esperanza, pero con una serenidad que era por sí sola una altísima recompensa a mi cariño. El resto lo sabes, ella ha venido a su vez, está aquí, su mano duerme de noche entre las mías. Y esta felicidad se parece tanto a un huracán que me da miedo, y no quiero decir más nada, ni siquiera a ti, a quien por amigo comprensivo –y cuánto, Dios mío– debo estas palabras. Si te sientes tentado de juzgarme, quiero solamente pedirte una cosa; elige el criterio que te parezca, pero no vayas a pensar un sólo segundo que esto nace de un deseo de rangement. Sé que al decírtelo me expongo a que lo pienses doblemente; pero te lo digo lo mismo. Aquí tuve un año y medio para vivir a mi gusto; y en ese año y medio no sentí de veras más que el duro vacío de su ausencia, y la esperanza de que alguna vez vendría. Ya ves, contra mis más ahincadas previsiones, esta ciudad donde todo es posible me ha servido para mostrarme –un poco tarde, es cierto– la sola cosa necesaria.
En fin, todo esto te explicará mi especial falta de regularidad epistolar. Veré si me rehabilito en el futuro, y para empezar te descerrajaré montones de noticias parisienses y otras. La primavera, ante todo; calendariamente no está todavía, pero todos los árboles están llenos de yemas, tendidos como arcos, ansiosísimos por soltar todas las flechas verdes en una semana. Hace veinte días que tenemos sol y más sol y muchísimo más, y verdaderamente es una barbaridad el mucho sol que hay. Por lo cual nuestra vida (lo sumo a Daniel por lo que verás) es más o menos la siguiente. A mediodía salgo de mi empleo, me vuelvo a casa donde encuentro a Aurora traduciendo a enorme velocidad y eficacia el Leonardo de Marcel Brion (en esta misma máquina, que nos disputamos como dos leopardos). Salimos en seguida, y bajo el sol caminamos por la avenue Leclerc hasta el león de Denfert Rochereau, que es nuestro gran amigo, todo verde y notablemente parecido a un gato provisto de una pañoleta en forma de melena, pobre. De ahí seguimos por la calle epónima, no sin que antes yo me detenga a comprarme un cartucho de papas fritas, con especial indignación de A., quien sostiene que esa bazofia aceitosa me va a quitar el apetito. Cosa que no le impide arrebatarme la mitad a lo largo del camino; que tanto puede una mujer con hambre… Llegamos así a Port Royal, pero en vez de comer en la dulce Closerie des Lilas –oh ideal inalcanzable, oh hors d’œuvres frutos de mar coq au vin sambayon sauternes moët et chandon– desviamos unos metros y llegamos al Restaurant diététique, insólito establecimiento estudiantil consistente en que los enfermos del hígado y anexos pueden comer por 75 francos una comida que sería perfecta de no mediar el desagradable detalle de que no tiene una sola gota de sal. De donde se deriva que todos nosotros le echamos tales cantidades del marino producto, que el resultado debe ser mucho más dañoso que en cualquiera de los restaurantes corrientes. Pero hay unos bifes de gran tamaño, yoghurt, espinacas, y zanahoria rallada. Admite que por la suma ci-dessus, ça vaut le coup. En la puerta del establecimiento suele esperarnos Daniel, quien ha perdido DOCE KILOS, cosa que le queda muy bien aunque yo me he permitido insinuarle que no sea animal y que no extreme las cosas. Su respuesta no es publicable. También está Guida Kágel,363 y los 4 nos zambullimos a comer. Pero el sol allí afuera… De modo que otra vez a la calle. Por lo regular Aurora y yo nos vamos por nuestro lado, pues Daniel inventa unos programas japoneses en los que siempre figuran visitas a lo de Bathori, remates donde se pueden comprar viejos abanicos de marfil, o tés en casa de filólogos y otros monstruos equisecantes. Derivamos, entonces, por París, entrando en algún café a beber algo, comprando raros bizcochos, averiguando precios de hoteles y pensiones por el solo gusto de pensar qué bonito sería vivir en la rue du Bac o en la rue de Seine o en la place Furstenberg. Vemos venir la tarde, sin conciencia del tiempo; si hace gris, nos metemos en el Louvre, o en una iglesia, o exploramos el Marais. Bien puedes imaginarte que el diálogo con Aurora me es aquí particularmente delicioso; tiene una sensibilidad sin los arrebatos culpables de la mía, y un sentido del humor que nos lleva a reírnos como dos adolescentes por las cosas más absurdas. Como te imaginas, ya está organizado y crecido ese maravilloso mundo de las frases-clave, de las alusiones con valor secreto, de las coincidencias telepáticas, de los encuentros mágicos, de las coincidencias y divergencias necesarias. Pero a todo esto es de noche, y nos volvemos a casa, pues los dos tenemos una horrible conciencia de culpa, ella a causa de Leonardo y yo a causa de Diógenes, ambos héroes antiguos. (Diógenes es la revista de la Unesco que traduzco para Sudamericana.) Por lo regular cenamos en nuestros aposentos: sardinas, margarina, paté, diversos hallazgos baratos en los que descollamos. (Yo batí un récord: pasta de naranja a 80 francos una enorme lata: ¡Y DE LA MARTINICA! ¡Y CON AZÚCAR DE CAÑA! Aurora se luce con los quesos: Munster, Chester, Brie… ¿Se te hace agua la boca, gran goloso?) Después fumamos un rubio, y tomamos mate, gracias a un amigo uruguayo de Daniel que le mandó carradas de yerba, que me fueron acordadas. Y leemos, y escribimos, y otro día de París queda a la espalda. Pero ya el próximo pone sus deditos en la ventana, y estas imágenes empiezan a ponerse asquerosas. Debes pensar que estoy reblandecido. O que realmente me he entregado a la literatura. No tengas miedo, todavía soy un honesto cronopio.
Cosas extraordinarias: El Piccolo Teatro de Milano, en el Marigny: Arlequin, servidor de dos amos de Goldoni. ¡Qué maravilla! Daniel, très calé en commedia dell’arte, se babeaba en su butaca. Un ritmo, una gracia, un sentido de las cosas como nunca habíamos sospechado en ese teatro que uno sospecha poco interesante. En la galería Charpentier: 100 cuadros con temas religiosos. Nada menos que el Juicio Final de Van der Weyden, oh terrible máquina de hermosura. ¡El ángel con la balanza! Montones de Grecos, Memling, Bellini, los sieneses… ¿Pero de dónde sacan esas cosas estos parisienses? Es de quedarse semanas allí. Yo estuve tres veces y tengo la triste impresión de que no vi nada… En el Museo de Arte Moderno: LE CUBISME, gran retrospectiva, simplemente fenomenal. He vuelto esta tarde, y pensé mucho y mucho en vos, por lo siguiente: una vez, todavía estudiantes, me prestaste un libro que creo es de Raynal. Una presentación biográfica de los pintores contemporáneos. ¿Lo ubicas? Para mí fue la verdadera introducción a ese mundo del cubismo que ya Cocteau me había anunciado verbalmente. Ahora, en esta exposición, ocurre algo simplemente emocionante: y es que frente a cada cuadro, reconozco los originales de aquellas malas reproducciones en blanco y negro de tu libro. ¡Cómo las habré mirado entonces para que ahora surjan tan vívidamente! Sabes, es como ver por fin el ser después de haber conocido solamente el parecer. Las hojas de tu libro, enormes, verdaderas, colgando de las paredes… Ahí están los Picasso del cubismo analítico, los primeros Braque, Delaunay, Roger de la Fresnaye, Gleizes, Metzinger (un as, ce gars-là), y montones de esculturas, Brancusi, Gargallo, Lipchitz, la locura desatada y absolutamente parabólica. Ahora que, a treinta y pico de años, basta pegar una vuelta por las salas para ver cómo el malagueño se los pone a todos en el bolsillo de una manera total y definitiva… Ah, y Juan Gris, qué diablos, ese increíble bicho Juan Gris. En fin, una exposición capaz de desesclosarle las meninges a cualquiera. (Detalle curioso: la concurrencia de esta tarde la componían en su casi totalidad ancianas de grandes pamelas negras o violetas, que naturalmente estaban furiosísimas delante de los cuadros y opinaban cosas que impacientarían a una ostra. Yo tuve la rara sensación de que nada había cambiado, y de que estaba en 1914, en pleno cubismo, en pleno escándalo…)
Quisiera contarte tanto más, pero esta tercera página será la última por hoy. Releo tus cartas y quisiera responder a una cantidad de cosas que me interesan. Bref: Avísame cuando esté lo de Le Soleil Noir, para buscarlo en seguida. Si veo números en librería, los exploraré en tu búsqueda, oh Livingstone. Me gusta que a la gente le guste “Las puertas del cielo”. Sigue siendo, para mí, mi mejor cuento. En cuanto al que tiene Pepe, supongo que no saldrá por mi culpa. Pepe me escribió pidiéndome una crónica mensual con motivos de París, pero como yo andaba en esas semanas bastante del lado persecutorio, ni le contesté. Supongo que me excolmugará en justa represalia. Bah, no importa. Espero en cambio que te guste en B.A.L. una nota sobre Armstrong que va a salir y que escribí en un rapto de entusiasmo y gratitud. (Sic.) Me acaban de avisar que puedo cobrar los 30.000 anunciados. Ergo llevaré 20.000 a la señora del hotel Madison, y con los 10.000 tuyos me pondré a mercar los libros. Aprovecho para decirte (para pre-justificar un posible retardo en los envíos de los bouquins) que estoy trabajando como una estrella de mar (no sé por qué las imagino muy laboriosas, bestias inocentes) en un plan que si cuaja me puede liberar en parte de labores a horario, y darme más dinero para viajar y tener una pieza como la que A. y yo necesitamos. En estos días llega a París el director de la editorial Abril, a quien le propuse hacerle una amplia corresponsalía: noticias, cuentos, notas, críticas, etc. Me ha contestado amabilísimamente, y espero su llegada para ver si cerramos algo en firme. Imagínate que contando con A., con Daniel, y eventualmente con Marta Mosquera, puedo armar un equipo de primera línea para todo lo que se ofrezca, desde trabajos en serio hasta cuentos rosas que acontezcan bajo los puentes de París, que en Buenos Aires las lectoras de Chabela364 deben suponer sumamente románticos. Guárdame el secreto, y ya te diré cómo me va. Hablando de secretos, guárdame todos los secretos. Por supuesto que la familia B. se va a enterar presto; pero que no sea por un comentario procedente de mí. (Es idiota decirte esto, que verbalmente sería tan cómodo; las cosas por escrito se ponen horribles. Perdón, perdón. Cuando digo secreto, naturalmente no la incluyo a María. Pero a ella también le pido le pido le pido. Oh, no me odien!)
“Balada de Dulle Griet” es muy hermosa. De arriba abajo, como un pez. Y se mueve como un pez en la mano. Me gusta mucho más que “Un Nadador”. Es un poema para no tocarle ya ni un pelo, porque está cabal. Y qué lindo ese pedacito copiado con la letra de María. (Nadie tendrá jamás una edición como la mía, con la letra de ustedes dos. Soy realmente un tipo de suerte.) He mirado tu lista de libros. No te hagas ilusiones de que 10.000 balles alcancen para todo eso. Los etruscos solamente se te van a comer un cacho considerable. Pero veré de seleccionarte lo que me parezca que te puede resultar más agradable recibir por lo pronto.
No iré por ahora a B.A. Lo que acabas de leer más arriba te lo explicará sin más. Por una vez en la vida voy a ser egoísta y me voy a quedar hasta que llegue esa hora, ese tiempo, en que uno puede alejarse sin sufrir demasiado. Si todo marcha bien, A. y yo pasaremos todo mayo en Italia. La idea general es más bien insensata, y consiste en mandar la Vespa por tren (cuesta barato) a Génova, mientras nosotros nos vamos en auto-stop. Genial, ¿eh? Allí atrapamos el motoscafo de dos ruedas y visitamos montones de lugares. Tendremos 30.000 francos cada uno, y creo que con estos sanos principios de viaje, plus les auberges de jeunesse (jeunesse, hein?) nos arreglaremos. Si nos puedes dar buenos tuyaux para Italia (no el sud, pues no es cosa de llegar hasta allá con la Vespa, que más que correr se arrastra) no te olvides de mandármelos. ¿Tienes buenos mapas de caminos? Préstamelos: un paquetito postal, ¿eh? Nada de avión, dispendioso.
María, perdóname otra vez, Daniel estaba encantado con tu carta para los dos. Yo, ya sabes cuánto te agradezco que me escribas. Te lo pago mal, ya ves. Pero en la próxima irá mucho para ti. Aurora los abraza muy fuerte a todos, y yo también. Con todo el afecto de
Julio
La anécdota de Maricló contándole al vecino que tú hacías “pintura abstracta” me pareció encantadora. Dile a su heroína que Julio se acuerda mucho de ella.
París, 2 de abril / 53
Mi querido Eduardo:
Gracias por tu carta, por tu hermosa carta que, junto con todas las cosas deliciosas que nos agregó María, fue para Aurora y para mí un encuentro maravilloso con la amistad y el cariño de ustedes dos. Para ser digno de una carta así, yo, por lo menos, tendría que valer más de lo que valgo. De todos modos, palabras así le prueban a uno lo que vale en el corazón de los otros, y eso obliga y empeña. De mí puedo decirte que haré cuanto pueda para que, en ese plano de la eternidad que es “la suma de los actos”, merezca un día realmente haber recibido palabras tan extraordinarias de ustedes. Sabes, vuelvo a deplorar escribirte a máquina, pero pasa que mi patrón se ha ido a Italia por quince días, et me voici avec toute la boîte sur le dos.365 Mañana y tarde, con el tiempo de almorzar e irme volando hasta nuestro hotelito de la rue Dupin para tomar un Nescafé y charlar un rato antes de volverme aquí. En realidad es justo, pues con eso me gano el derecho de pasarme un mes entero en Italia. Por cierto que cuando le dije a mi jefe que me tomaba todo el mes, hubo que echarle agua en la cara, porque el pobre no se convencía de que mi desapego comercial llegara a semejantes extremos. (Él se va por 15 días, y supongo que en este instante, en pleno foro romano, suspira desconsolado por sus ficheros de la rue d’Alésia, que así son los famas de este mundo, como bien lo sabes tú que los padeces rue Sainte Foi.) Te diré que nos hemos pasado una semana bien movida. Tuvimos que irnos de mi casa, pues mi patrona no aceptó la posibilidad de que Aurora trasladara sus lares y los superpusiera o yuxtaponiera a los míos. Dimos con un hotel en la zona de Sèvres-Babylone (super flumina, además, y super Louvre, y super rue du Bac, de modo que perfecto). 500 francos por día, o sea exactamente lo que A. y yo pagábamos por dos piezas rue d’Alésia. Pero como se trata de tirar este mes, y estábamos hartos de buscar sin encontrar, allá nos fuimos. Mandé gran parte de mis cosas a un guardamuebles (Daniel nos ayudó a hacer paquetes, pobre ángel) y con lo indispensable nos plantamos rue Dupin. Tenemos un réchaud à alcohol, sin lo cual una pareja no puede subsistir en esta ciudad, tomamos mate y A. se procura una misteriosa diversidad de quesos, aparte de que ha conseguido el inaudito triunfo de hacerme abandonar la manteca por la margarina, sustancia especialmente repugnante pero tres veces más barata. Daniel nos visita seguido, y también Guida. Caminamos como locos, planeamos itinerarios italianos (mil gracias por los planos) y yo escucho obedientemente los razonados argumentos de Aurora en el sentido de que no tengo la menor idea de cómo hay que lavar toallas y camisas, cosa que además me prueba extrayendo de dichas prendas, que yo daba ya por limpias, una cantidad adicional de mugre que me deja atónito. Anoche estuvimos en el prodigioso pisito de Andrée Delesalle en la isla Saint Louis. Estaba Susana, que sale el sábado para B.A. y a quien sin duda verás pronto, y lo pasamos muy bien los cuatro, comiendo a la bonne franquette.366 Por momentos yo siento pasar sobre mi cabeza como nubes de irrealidad, y me pregunto si todo esto que me ocurre es verdaderamente algo que me ocurre, o si estoy, a semejanza de lo que le ocurrió al tipo de los axolotl, metido de cabeza en la maraña de uno de mis cuentos. Por supuesto mis cuentos son siempre excelentes, como es ya del dominio público, de manera que estoy lejos de lamentarlo. Pero es asombroso advertir cómo una cadena de decisiones, de choix deliberados, puede modificar una vida y su circunstancia, por lo menos la circunstancia, de modo tan radical. ¿Soy yo aquel que traducía pasaportes en una oficina de la calle San Martín? ¿No estará todavía traduciendo? Deberías ir a ver. A lo mejor yo soy mi ka que planea en un vago viaje entre sueño y música, y el otro continúa su correcto perfil de ciudadano de catorce a dieciocho todos los días hábiles. Assez, il faut pas jongler avec le bonheur, c’est trop fragile et trop précieux.367
Te escribo esta “carta” a vuelamáquina y por una razón concreta, o sea los Davidov. Por supuesto que me alegra la idea de poder ayudarlos entregándoles ese dinero que mandarías por mi cuenta, pero si como tú mismo prevés la plata será cobrable en mayo, yo andaré lejos de París, ya que nos vamos el 1º mismito. No sé entonces qué decirte. Esta tarde misma voy a averiguar si puedo dejar una especie de autorización para que otro cobre por mí, pero lo veo muy difícil, pues los del comité d’accueil sont pas du tout accueillants, et plutôt vaches.368 Si se pudiera dejar un “poder”, te lo diré en dos líneas al pie de esta carta, que me llevo ahora conmigo a casa a fin de hacer la consulta. En cuanto a los libros para ti, ten paciencia hasta que vuelva mi patrón, pues es lástima no aprovechar los descuentos que te lograré con su ayuda. Te agradezco que pongas a mi disposición esos 10.000 francos. No creo que me harán falta, y será mucho más lindo que te lleguen de vuelta convertidos en hojas de papel llenas de monitos de colores y numerosas palabras conteniendo diversas proposiciones estético-literarias. (No sé si te dije que cumplí el encargo de llevarle sus 20.000 francos a esa señora del Madison Hotel de parte de la Sra. Stévenin o sea Weibel Richard. Asunto liquidado.) Espero escribirte largo y a mi gusto, no sé si pronto, no sé si desde París o en algún albergo italiano. Me cruzan por la cabeza montones de cosas para contarte y decirte y preguntarte, pero les hago un nudo en la cola y las dejo esperando su hora. Si ves a Baudi dile que un gran abrazo y que carta una semana de éstas. Él entiende este lenguaje telegráfico, ya que es uno de los cronopios más enormísimos que conozco. Por mi ventana está entrando el sol de las cinco de la tarde, gordo y caliente. Faute éclatante?369 Macana! Abrazos a los chicos, y uno muy fuerte para María, y otro para ti,
Julio
21 de abril / 53
Querido Eduardo:
Sigo recibiendo cartas tuyas y me veo precisado a mandarte estas dos líneas para que no entiendas mal mi silencio. Había decidido de común acuerdo con Aurora y Daniel no escribir a nadie hasta sentirme mejor, pero dada la urgencia de tu pedido para Troquel prefiero enterarte de lo que ocurre. Tuve un accidente con la Vespa, resultado fractura pierna izquierda y hôpital Cochin donde hace una semana que estoy. Como no pueden enyesarme (trop gonflé)370 la cosa será desgraciadamente bien larga. Ahora bien: SILENCIO total a todos los conocidos, porque no quiero que lo sepan en casa hasta que pueda escribirles ya convaleciente. A Jorge y a Baudi puedes decirles, con la misma promesa. Te ahorro mi estado de ánimo y el resto. No me importa por mí, pero la forma en que le estropeo el verano a Aurora no tiene perdón. Abraza a María y dile a Maricló que sus cronopios son iguales iguales a los que yo pienso. Tu siempre
Julio
Creo que Daniel se ocupará de Troquel, le diré que te escriba en seguida.
Yo añado unas palabras para agradecer las lindísimas cartas de los dos y tu poema, Eduardo. Dentro de unos días, cuando esté un poco más tranquila, les escribiré largo. Cariños
Aurora
París, 12 de mayo/53
Mi querido Freddy:
Me creerás un ingrato por este largo silencio, pero tal vez ya te hayan llegado noticias de algunas cosas que me ocurren. Algunas son buenas, y otras malas; la proporción de siempre. Tu dois te rappeler de quelques poèmes que te lus à la Jonchère, et que tu trouvas assez beaux.371 À ce moment-là, je croyais avoir perdu cette femme pour toujours, et il ne me restait que me souvenir avec le plus de dignité possible. Mais les choses se passèrent autrement, elle vint en Europe et je la retrouvai à Paris. Ma liaison avec Edith était déjà finie, car elle n’était bâtie que sur un plan primaire et sans lendemain. (D’ailleurs nous sommes restés très bons amis, car elle ne se trompait pas sur mes sentiments et nous n’avions jamais tombé dans des mensonges à ce sujet.) Aujourd’hui je puis bien te dire que je suis très heureux, que je me sens en quelque sorte sauvé (de quoi, je ne le sais pas clairement, mais je sens que je viens d’être sauvé de quelque chose qui aurait fini avec moi). Comme tu dois te rappeller du ton de mes poèmes, tu pourras aisément concevoir ce que cette rencontre définitive signifie pour moi. Ma femme (je dois me marier avec elle, mais je ne l’ai pas encore fait à cause de ce que tu vas voir tout de suite) est argentine, et je suis sûr que Natacha et toi aimeront faire sa connaissance quand vous viendrez à Paris (chose que j’attends toujours!). Voilà pour les bonnes nouvelles.372 Las malas son que me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y luces verdes; resultado, que hice una maniobra brusca para no matarla, la agarré de costado, me hizo volar la Vespa por el aire, y los sesenta kilos de fierro me cayeron encima, reduciéndome a un sándwich entre el asfalto y el scooter. Resultado, la cara rota, y una doble fractura de la pierna izquierda. Esto pasó hace un mes, el 14 de abril. La policía me llevó al Cochin, y durante 18 días mortales aguanté una sala común, con todo lo que eso supone y que podrás imaginarte bien. Lo pasé muy mal, con fiebres de cuarenta grados, porque tenía un derrame tan brutal que la pierna estaba tres veces más grande que la otra. Era bastante trágico. Por suerte Aurora (un nombre justísimo para ella y para mí) me acompañó maravillosamente, y Daniel se portó como un gran amigo y se ocupó de las mil cosas que quedaban en el aire. Al décimo día, como la cosa iba mal, me hicieron una punción. No te quiero explicar todo lo que salió de esa rodilla, pero empecé a mejorar, y cinco días después me enyesaron. A todo esto, conseguimos dos piezas y una cocinita en una meublé de la rue de Gentilly, cerca de la Place d’Italie. Pas marrant comme quartier, mais on a les deux chambres, pleines de soleil et assez grandes, et la cuisine, pour 12.000 balles.373 No es caro, si piensas que por piezas separadas pagábamos 7.000 cada uno. Te imaginarás que el moblaje es apenas lo esencial, pero nos alcanza perfectamente por ahora. Cuando yo esté en condiciones de moverme (dentro de dos meses, hélas!) aprovecharé ratos libres para bricoler y poner las cosas a punto. Lo pasamos muy bien, aunque Aurora tiene conmigo el trabajo que te puedes imaginar: cocinar, lavarme, arreglar la cama, etc. Pero estamos juntos, y en realidad nos divertimos mucho. Tu radio nos resulta ahora una compañía preciosa, pues nos trae aquí toda clase de programas excelentes, conciertos y teatro. No sabes cuánto te lo agradezco. Et voilà, mon vieux… Lo triste es que en el momento en que me accidenté, nos disponíamos a pasar todo el mes de mayo en Italia, que yo quería mostrarle a Aurora. Teníamos un plan genial: mandábamos la Vespa por tren (1.500 francos hasta Milán) y nos íbamos en tren hasta allá. Sacábamos la Vespa y recorríamos toda Italia. (Hoy, por ejemplo, hubiéramos estado en Siena…) Si me mejoro en la forma en que espero, me entrenaré lentamente estos tres meses, y en septiembre nos iremos. Pero en tren, no en Vespa. Ahora, después de lo que me ha ocurrido, tengo miedo de matar a Aurora y matarme yo. Si esto me hubiese ocurrido en Italia, hubiera sido la catástrofe total. De modo que les dejo los scooters a otros que tengan mejores reflejos que yo, o que tengan la suerte de que viejas idiotas no se les tiren bajo las ruedas. (Es curioso el problema moral que esto plantea. En el hospital tuve largas noches de fiebre e insomnio para pensar que si en ese momento yo hubiera elegido por mí en vez de por la vieja, no me hubiera pasado nada grave… Agarrándola de frente, es decir aceptando matarla, me hubiera salvado con un porrazo y nada más. El problema moral está en saber si yo elegí hacer la maniobra para salvarla, o simplemente fueron mis manos las que mecánicamente hicieron lo necesario. Me es imposible responder a esto con certeza. Y tal vez en el fondo no tenga tanta importancia.) Te aseguro que en esas noches del Cochin tuve también tiempo para reflexionar en tus enseñanzas y tratar de reducir todo mi sufrimiento y toda mi angustia a términos metafísicos. Fracasé en toda la línea, mi cuerpo fue el tirano y el señor durante esas semanas, y nunca pude controlar ni el dolor, ni la imaginación, ni todas las miserias hospitalarias. Escribí, sin embargo, y leí libro tras otro, pero ésas, como siempre, eran maniobras de escape, de sustitución.
Bueno, basta de tanto ego. ¿Cómo están ustedes? Sergio, que vino el otro día a verme, me dijo que había recibido carta tuya y que estabas bien. El de Castro anda dando los últimos toques a su taller, por el lado del Parc Montsouris (sitio mágico, absolutamente mágico, cargado de mil fuerzas que yo he sentido profundamente cada vez que he ido a pasearme por ahí). Parece que el taller va a quedar muy bien, aunque con Sergio nunca puede saberse nada seguro hasta no verlo. Naturalmente hace mucho que no veo su pintura, aunque según él ha entrado en otra etapa que lo tiene deslumbrado; pero ya sabes que Sergio es el espejo de sí mismo y vive por tanto en un encandilamiento absoluto. Lo digo sin malicia, ya que él mismo es el primero en reconocerlo. Además la egolatría es necesaria para ciertos artistas; es lo que les da fuerza y ánimo para salir adelante, sobre todo aquí donde hay buenos pintores en crecida cantidad. Por cierto que tuvimos una inmensa exposición retrospectiva del cubismo, con pinturas traídas de EEUU y de todos los museos. Ocupaba íntegramente las salas de exposiciones del Musée d’Art Moderne, y era para tirarse al suelo. Veinte Juan Gris maravillosos, y la completa evolución de Picasso y Braque, año tras año. Roger de la Fresnaye, Gleizes, Delaunay, Léger, Villon… algo para quedarse asombrado durante días. Yo fui no sé cuántas veces, y me alegro enormemente de haberlo hecho antes de quedarme con una pata dura. Con respecto a Buenos Aires, Le Monde y Le Figaro nos tienen al tanto de las noticias más importantes, de modo que podemos seguir más o menos bien la situación de nuestro país. Tuve carta de Jorge hace pocos días, y sé que está muy bien. Ojalá pueda darse otra vuelta por aquí, porque realmente lo extraño mucho y me haría muy feliz tenerlo conmigo un par de semanas por lo menos. A Andrée la veo bastante seguido, porque me estuvo acompañando bastante en el hospital y ahora en casa. Está muy bien. Trato de pasar mi tiempo de la mejor manera posible, pero con la primavera en la ventana, hay momentos en que esta pierna enyesada me parece una cárcel horrible. Sueño que paseo, que tomo el autobús, que bajo a la punta del Vert-Galant… Me despierto furioso, naturalmente. Parece que dentro de un mes me cambiarán este plâtre por otro de marche374 con el cual podré hacer unos pasos dentro de casa. Pero pasará un rato antes de poder bajar las escaleras y salir a la calle… Y todo por dos huesitos rajados.
Bueno, Fredi, perdóname esta carta un poco incoherente, pero aparte de que escribirte a máquina me fatiga mucho (la penicilina lo deja a uno a la miseria, flojo y sin ánimos), no tengo todavía suficiente equilibrio mental y espiritual para que mis ideas sean medianamente inteligentes o entretenidas. De todos modos quise ponerte al corriente de todas mis noticias, para que no creyeras en olvido o negligencia. Le dirás a Natacha que la abrazo muy fuerte y que espero estará bien repuesta y que habrá encontrado bien a todos los suyos. A ti te deseo que estés bien de salud, pues la otra salud ya la tienes para siempre, y bien que te la envidio. Yo, a mi manera, he alcanzado una felicidad personal que me llena de alegría. Me parece haber salido de un pozo, estar de nuevo bajo las estrellas, respirando el aire hermoso de la noche.
Escríbeme cuando puedas, mira que las cartas de mis amigos me hacen mucho bien y me traen como una libertad, como un viaje a otros planos. Hasta siempre, con todo afecto, y un gran abrazo,
Julio
Écris a 10, rue de Gentilly (13º).
Querida Maricló:
Para agradecerte los lindos cronopios que me mandaste, te regalo estos versitos donde estás vos y tu amiga la Luna.
Espero que te gusten y te mando un beso
Julio
MARICLÓ Y LA LUNA
Maricló salió a pasear
y la luna la seguía
como si fuera un perrito
de lana blanca y pulida.
Maricló se fue a la plaza
para ver las siemprevivas,
y la luna daba vueltas
en todas las calesitas,
se bañaba en los estanques
se adornaba con glicinas,
y tomaba coca-cola
jugando a las esquinitas.
–Luna, no corras así,
luna, quédate quietita–
le decía Maricló
que se moría de risa.
Pero la luna perrito
rodando hasta ella venía,
y los pies le acariciaba
con lengua de plata fría.
Maricló vació su red
donde llevaba vainillas,
y metió la luna adentro
para tenerla tranquila.
Todos venían a ver,
todos tenían envidia,
y Maricló se paseaba
con su luna calladita.
Pero cuando fue de noche
y a su casa se volvía,
las estrellas la llamaron
con sus blancas vocecitas.
–¡Oh, Maricló, no te lleves
nuestra luna tan querida!
El cielo está triste y negro
sin su lámpara encendida!
Ella miró hacia lo alto,
vio llorar las estrellitas,
con lágrimas como peces
que caían y caían.
Y como le daban pena,
Maricló soltó las cintas,
y dejó salir rodando
la luna medio dormida.
Y antes de entrar a su casa
vio que la luna subía
como un globo de domingo
llevado por golondrinas.
París, junio 8 / 53
Mi querido Eduardo:
Por supuesto las cartas volvieron a cruzarse. Pero no puedo quedarme esperando que tú escribas, o que no lo hagas para escribirte yo. Si tu carta me trajo la gran alegría de tu cuento, por otro lado me habla de esa operación que te han hecho y cuyo resultado aún no sabías. ¿Qué pasa? Supongo que nada serio, pero naturalmente hablo en el aire y sin certeza. Por favor dime pronto cómo estás y qué era eso. Supongo que estoy un poco hiperestésico en materia de enfermedades, en parte por mi propia zarandeada persona, y en parte por la amplia ocasión que tuve de ver a mi alrededor toda clase de miserias más o menos graves. Al final queda uno enfermo de enfermedades, y me ocurre soñar cosas horrorosas que se explican muy bien después de mi saison en enfer.375 Y basta, qué diablos. Pero escríbeme, eh.
El cuento está muy bien. Redondamente así, y conste que es un veredicto matrimonial y conjunto, pues la implacable Aurora, que no cuenta entre sus rasgos el de ser blanda en materia crítica, lo leyó con un entusiasmo incluso superior al mío. Yo, zorro viejo en la materia, tengo ya inevitablemente una deformación profesional que me fuerza a ver todo cuento desde adentro, como una construcción cuyos jalones voy midiendo y pesando paso a paso. En este terreno tu autocrítica es justa: hay fallas de tempo, que en tu relato es tan importante ya que de él depende que el lector ingrese en la angustia creciente que tú, protagonista y relator, sientes y evocas. Lo malo es que no sé cómo sugerirte una mejora en ese sentido. Quizá, como tú lo dices, hagan falta algunos desarrollos. Pero fíjate que sería peligroso alargar el relato, ya que la situación es una, pese a la sucesión de actores. Siempre es lo mismo: alguien se sienta allí a sufrir esa operación que sólo por fuera es un corte de pelo. De modo que la reiteración o la prolongación serían inútiles y fatigantes. Tú has dado intuitivamente en el número justo y mágico: tres. Después te toca a ti, y es el final. No agregues clientes; pero en cambio, si te parece, ventila un poco el texto aquí y allá, donde te parezca demasiado sucinto. (Ojo, sin embargo; esos revoques suelen verse, como las polleras con una franja de otro color, donde uno adivina que la chica creció y que mami tuvo que arreglar la cosa…) Para mí el defecto del cuento está en que tú, de entrada y sin vueltas, nos anuncias que esa peluquería no es una peluquería (“íbamos a conocer por fin la sonriente igualación de la muerte…”). Fíjate que, dicho así, uno coloca inmediatamente la peluquería en un plano de alegoría, de imagen. Es el equivalente al barco, no sé si te acuerdas, en la pieza de Sutton Vane, donde embarcan gentes que creen tomar realmente un barco y que en realidad acaban de morirse. Yo creo que tú lograrías tu fin con muchísima más fuerza si, ingenuamente (es decir con esa falsa ingenuidad llena de astucia que por ejemplo meto yo en ciertos cuentos), describieras tu sesión de peluquería sin trascendencia alguna; tu estilo es tan denso y sugiere tanto, que no necesitas decir nada explícitamente. Créeme que de cada frase rezuma la muerte; ¿para qué, entonces, nombrar algo que está, que es?
En materia de lenguaje, has acertado de plano. Aurora brinca de entusiasmo por tu prosa. Yo no brinco por razones ortopédicas, pero te digo que está muy bien. (Reparo: no me gustan las expresiones musicales; en cuanto a tu cliente que con la uña marca un tema de La Traviata, llevé mis escrúpulos hasta hacer el experimento con Daniel, pues yo opinaba que tú, como relator, no podías deducir una melodía de un ritmo. El ex-gordo me probó airadamente que estaba equivocado pues golpeó en la mesa y yo adiviné en seguida. Di Provenza il mare… Ergo también tú podías. Fíjate a qué extremos llevo la crítica, puesto que así me lo pediste.)
No sé lo que va a resultar de escribir esta página de ambos lados, probablemente tendrás que comprar una lupa.
Noticias: gracias a esos sutiles juegos de amistades, de interposiciones cordiales, he reencontrado (creo que puedo decir que he encontrado, a secas) a Damián Bayón. El tercero en concordia fue Elva de Lóizaga376 que es amiga de Aurora, y por ella yo acepté ir chez Damián antes de mi rodada, y por fin pude hablar con él de frente y no en la forma tonta que me había enfriado y retraído la primera vez. Luego (víspera de mi luctuoso revolcón) fuimos a visitar castillos y pasamos un día perfecto. Damián andaba con un auto prestado, y salimos, además de Aurora y yo, Elva, Carlos Couraud (un escultor muy simpático), Félix Cobo y Bayón. Lo pasamos admirablemente: Dampierre, Gros Bois, para rematar en Vaux-le-Vicomte, que es maravilloso. Ahora Damián ha venido a verme a casa, y por cierto que estimulado por mis cronopios que Elva le había pasado llena de entusiasmo, se animó a darme a leer unas prosas de viaje, que muy bien titula Viaje dentro del viaje y donde hay cosas excelentes. Yo no dudaba que Damián sabía ver; ahora sé que sabe decir su visión con mucha belleza. Hay una descripción de un viaje en ómnibus de Santiago de Compostela a no sé dónde que es impagable.
No escribo nada pues tengo la cabeza tristemente vacía (¿el porrazo? ¿las penicilinas?). Mañana me llevan al Cochin y sabré qué dicen los rayos X. Me dedico a hacer collages con viejos Paris-Match, que Aurora pone en las paredes y que provocan toda clase de reacciones en nuestros visitantes. Ejemplos: Elizabeth II con la corona y la capa de armiño, vomitando fideos; el cardenal de París con una enorme nariz obscena de negro, y una mujer con las fesses377 al aire colgada de la cruz que lleva el buen monseñor en el pecho, etc. etc. Ya ves qué decadencia…
Aurora fue a ver la exposición de las obras recientes del cronopio Pablo Ruiz, y volvió llena de admiración y entusiasmo. Daniel sigue su vida de B.A. en París, es decir que no ve nada, no se interesa por nada, salvo la Biblioteca Nacional, Bathori, las librerías y la bonne chère.378 Él mismo es el primero en admitirlo, por lo cual no tengo reparo en decirlo. Yo estoy harto de recriminarle tan insensata conducta, pero su deformación es tan fenomenal que no hay nada que hacerle. Viene diariamente a verme, como un ángel que es, me trae peonías maravillosas y botellas de calvados (qué bebida, oh dioses!). Anoche tocó Satie a 4 manos con Bathori. Aurora me dice que estuvieron muy bien. Pero de ahí no lo sacás. Y lo malo es que se da cuenta, que anda triste y neura y lleno de complejos… Empiezo a lamentar que haya venido, creo que al final no le hará bien. Por mí no lo lamento, como gran egoísta que soy, pues su compañía y su cariño son admirables.
Bueno, amigo amigo, quiero pronto una carta con buenas noticias sobre ti y los tuyos. Dile a María que la otra noche soñé que los tres estábamos de nuevo en aquel encantador bodegón de la Boca, donde nos sentimos tan contentos de estar vivos, de ser quienes éramos, y de estar juntos.
Mil cariños a los chicos y un gran abrazo para ti de
Julio
París, 10 de julio / 53
Mi querido Eduardo:
Te vas a caer de espaldas cuando te enteres que esto te lo escribo instalado en un despacho del sexto piso de la Unesco. Pues sí, ya me muevo, ya salgo (en taxi, horror) y desde ayer estoy aquí para cumplir un bonito contrato de dos semanas, que me pondrá en el bolsillo unos ochenta mil francos, o sea más o menos el déficit que mi pata rota produjo, como te imaginarás, en mis pobres finanzas. De modo que es un regalito perfecto, que acepté con mucho gusto. El 22 quedo libre, y creo que ya la semana que viene podré venir aquí en autobús. Aurora me trae y me lleva, de modo que dentro de un rato la encontraré esperándome abajo. Está muy bien, y contentísima al ver mis progresos. Te diré que todavía me falta mucho para caminar. Por el momento repto ayudado por un bastón y el brazo de algún voluntario. Pero ya puedo subir y bajar las escaleras de casa sin fatigarme demasiado, y el solo problema es que a lo largo del día el pie se me hincha como un sapo. Quizá haya algo de flebitis; van a ponerme una venda elástica, y veremos. Pero me siento como un dios, viendo a París en verano, y pensando que el 14 iré a la Butte a emborracharme en la Place du Tertre; quiero mostrarle a Aurora lo que es un 14 de julio en Montmartre; sé que le va a gustar.
Como no tengo aquí tu última carta ni la de María, contesto un poco de memoria. Primero de todo el notición: Puerto Rico aceptó mi enérgica propuesta para la traducción de Poe, y me paga 2.500 dólares. Es para que a uno se le caigan las medias, realmente. Moralité: en vez de ver rápidamente Italia en un mes y volvernos a París, largaré mi puestecito matinal (ya lo hice hace tres días), nos vamos a Italia de recorrida durante septiembre y octubre, en octubre nos plantamos en Roma, donde Aurora tiene ganas de vivir, y nos quedamos ahí a pasar todo el invierno y a traducir a Poe como dos enanos. ¿No te parece absolutamente genial? El Comité d’Accueil se desentenderá de mí, y es natural, pero admitirás que Roma bien vale un laissez-passer y dos o tres beneficios estudiantiles. On est déjà tellement débrouillard, à Paris, que tout ira bien en 1954.379 Tengo la impresión de que a Poe seguirán otros trabajos, de modo que no tengo miedo del futuro. En marzo volveremos a París, a fin de atrapar el nacimiento de su primavera maravillosa. Y Aurora se habrá dado el gusto de conocer a Roma a fondo (de mí no te hablo, pero puedes imaginarme enloquecido en la Via del Babuino, en el Pincio y en el Campidoglio, de los que me acuerdo con una ternura constante). Alquilaremos dos piecitas y viviremos como aquí, yendo al mercado, cocinándonos huevos pasados por agua y kilos de pasta asciutta, cultivando las pequeñas trattorias. Y los fines de semana nos premiaremos yéndonos en auto-stop a Nápoles, a las tumbas etruscas, a Orvieto…
Me da algo de pena escribirte todo esto, porque pienso que te dejará gusto a sal en la boca; ya sé que vas a alegrarte por nosotros, y mucho, pero también sé el tono de todas las cartas de amigos y parientes que he recibido en estos tiempos.
Nos alegramos muchísimo al enterarnos del resultado del análisis que te hicieron. De todos modos supe por María que no estabas bien en general, y que una serie de médicos se iban a ocupar de ti a fondo. El espectáculo de la salud perfecta es una de las cosas más bellas que puede darnos la vida. Me maravillo viendo a Aurora levantarse todos los días con una salud total, sin haber tenido en toda su vida una sola jaqueca, sin saber lo que son esos malestares, esas dispepsias, esos hígados a contramano, todo lo que a mí me preocupa continuamente. Un ser sano es una obra de arte, a thing of beauty.
Me escribió Viola que podría financiar su edición. Le he contestado diciéndole que se apure a mandarme el dinero, para cerrar contrato con Seghers. Como ahora se agrega el asunto de Puerto Rico y mi rápida partida para Italia, te agradeceré que si lo ves le digas que no me gustaría irme de París sin dejar su asunto andando, de modo que cuanto antes me escriba mejor será. Acabo de leer Sexto de Wilcock. Uno no sabe si el individuo está loco, si es un imbécil donde a veces se alberga un poeta, o si directamente se entretiene en una especie de humorismo reblandecido que me repugna. Hay poemas innegablemente logrados, pero al lado de eso se producen tales aberraciones mentales y formales, una lluvia de ripios tan monstruosa, que es de quedarse perplejo. ¿Trabajas mucho? Daniel anda por España; esta mañana recibimos una carta suya, de donde deducimos que está contentísimo. Me manda una tarjeta firmada por notabilidades (Ungaretti, por ejemplo) a quienes se ha puesto en el bolsillo con su simpatía y su talento. Dile a María que su lavada de cabeza (a mí) a propósito de Daniel, originó una agarrada histórica entre éste y yo, con el arbitraje de Aurora que, para mi desdicha, se alió con el chivudo, y me revolcaron horrendamente. Quedó demostrado que tengo la tendencia a pretender que los demás vivan la vida que yo vivo, etc.; yo me limité a aducir que si bien eso es una actitud natural en el ser humano, en lo concerniente a Daniel lamentaba su empecinada manera de recortar la realidad, dejando de lado cosas que no sólo son elementales para mí sino para alguien como él, es decir un poeta, un artista, un hombre abierto a todos los vientos. Pero no hubo forma de entendernos, y todo acabó en inmensas puteadas y largos tragos de coñac.
Bueno, Eduardo, como aquí nos sacan el jugo (y es natural pues nos pagan bien) me vuelvo a mis actas y discursos. Dile a María que le agradezco su larga carta, y que espero que la exposición marche perfectamente. Nos encanta saber que nos va a mandar alguna muestrecita. A ti te deseo la salud, mucha salud, y que estés trabajando mucho. Cariños a los tres pequeños cronopios, y un gran abrazo de
Julio
Aprovecho el viaje en avión de una amiga para darle ésta y ahorrarme el franqueo.
París, 19 de julio
Mi querido Eduardo:
Ayer por la mañana nos llegó tu carta, justamente cuando salíamos a las ocho y media, y Aurora me acompañaba hasta Place d’Italie para dejarme en el métro. Pues sabrás que camino (con un bastón), que tomo el métro (en primera clase) y que voy diariamente a la Unesco a traducir (por suerte termino el miércoles, pues es mortalmente aburrido). Bueno, supongo que recibiste una mía que le di a una amiga que viajaba a B.A. en avión. Por ella sabrás lo de Puerto Rico. Mucho más tengo que decirte sobre esto, pero antes quiero ocuparme de tu carta. Yo la leí en el métro, pues en la calle el viento se la llevaba de entre los dedos, los poemas se desparramaban, y Aurora tuvo que aguantarse hasta mi regreso y entonces pudo leerla. Veo por lo que me cuentas que la salud de todos no es mala, y la noticia de la fecha de la exposición de María, y la de que el hermano de Aurora nos trae grabados, nos ha llenado de contento. En cuanto a ti, pintor, buscaré en seguida Le Soleil Noir para leerte y para verte. Sobre tus poemas, déjame hablarte en mi próxima carta, porque quisiera hacerlo largamente y bien, y hoy me sería imposible; solamente te doy las gracias por mandármelos, y te digo, como un adelanto, que de los tres que he leído, “Qué cortos van mis pasos” me parece de una grandísima belleza. La razón por la cual no puedo concentrarme hoy en tu poesía ni en la de nadie, es que nuestros planes de vida han entrado en una etapa de ebullición volcánica, y no me queda tiempo para nada. Algo te dije en mi anterior; ahora, por lo que verás, voy a ser más explícito. Primero te doy las gracias por ofrecerme dinero, cosa que a Aurora y a mí nos llena de esa sensación de paz y de seguridad que da siempre la presencia distante de un amigo en quien se puede confiar. Pues mira, me alegra que me hayas hecho ese ofrecimiento, pues me encuentro (me encontraré) en la graciosa situación de un individuo que es millonario –ya que lo que cobraré por Poe andará no muy lejos del millón de francos– y al mismo tiempo se pregunta cómo se las va a arreglar para vivir estos meses intermedios. Pero te voy a explicar las cosas dulcemente (mira qué bien empiezo a traducir literalmente del francés!): Cuando tuvimos el O.K. de Puerto Rico, hace dos semanas, y decidimos que lo mejor era irnos en agosto a Italia y trabajar en Roma hasta la primavera, descontábamos que, como se hace en todos los contratos de traducción importantes, tendríamos un adelanto de por lo menos un tercio del total. Con eso, y mis ahorros, nos alcanzaba perfectamente para vivir, viajar y trabajar tranquilos hasta la vuelta a París en marzo de 1954. Ahora bien, ayer llegó carta de Ayala.380 Me confirma la traducción en toda la regla, así como el precio de 2.500 dólares redonditos, pero me informa de que las tradiciones de la Universidad no le permiten adelantarnos nada hasta la entrega total del material. Bueno, tú ves ya claramente la situación. Nosotros tenemos dinero para irnos a Italia, dar una vuelta de 45 días, llegar en octubre a Roma e instalarnos. Pero a partir de ahí… stop. Y hay que vivir de octubre a febrero en Roma, y de marzo a junio en París. Te digo junio, porque es el momento en que cobraré mi milloncito. Quizá los cobre antes, si el trabajo anda rápido, pero con todas las maravillas italianas a tiro de paseo, te imaginas que no haremos más que unas honradas jornadas de trabajo y nada más. He estado echando cálculos, y resulta que voy a necesitar para esta temporada unos (agarrate) trescientos mil francos. Sé cómo puedo hacerme prestar unos cien mil, ya que no tengo empacho alguno en pedir lo que sé perfectamente que voy a poder devolver el mismo día en que cobre mis dolarejos. La pregunta que te hago a ti es la siguiente; suponiendo que tú o María tengan conexiones en Roma o cualquier punto de Italia, y suponiendo que eso fuera posible, ¿habría la manera de recibir entre octubre y diciembre (mejor, entre noviembre y diciembre) el equivalente de unos 200.000 francos? Reconozco que la suma es piuttosto brutta, pero entre millonarios…
Huelga decirte lo que me urge tener una respuesta tuya en ese sentido, pues todos mis preparativos de viaje dependen de eso. (Me olvidaba decirte que la suma sería reintegrada en junio de 1954, como máximo.) En caso de que no haya arreglo, me temo que tendré que pedirle a Aurora mucha paciencia, y quedarnos en París hasta el año que viene, trabajando aquí. Con eso se ahorrarían todos los gastos de nuestra jira pre-Roma, el tren, los equipajes, las visas, y entonces yo podría tirar hasta el año que viene en París, máxime cuando aquí siempre tengo algo en la Unesco o alguno que otro doblaje de película. De todos modos, sentiría profundamente tener que cambiar de planes, pues ya estábamos absolutamente “embarcados” en Italia. Tú lo comprenderás mejor que nadie. Y se acabó; ahora espero tu respuesta, y sobre todo no vayas a hacerte líos o problemas.
Cierro volando esta carta y la despacho para que atrape el primer avión de mañana. Mil perdones por no hablarte más que de este asunto, pero mi próxima será, espero, digna de tu contento. Voy a buscar el diario de Mauriac para Babino.381 De esto y de lo referente a libros también te hablaré en la que viene.
Aurora los abraza a todos, yo le mando mis cariños a María y a los tres bichos, y para ti un grandísimo abrazo,
Julio
Mi pierna va cada día mejor. Los músculos están flacos y hundidos, y me duele mucho hacia la noche, pero los progresos son bien perceptibles. Ya me verás jugando al fútbol en algún noticiero. Gracias por la foto de mi colega. Siempre alegra ver que alguien se ha roto algo más que uno. ¡Somos tan caritativos…!
París, 24 de agosto / 53
Mi querido Eduardo:
Rompiendo el maldito bloqueo de 20 días, tu carta me llegó ayer de mañana. Te la contesto en seguida, aunque maldita la esperanza que tengo de que te llegue, porque los PTT382 andan aquí como la mona, y tu carta puede acabar en algún bled, un café de Alsacia, o en las ruinas de Machupichu, santuario incásico. Este brusco cambio de escritura que notas aquí se debe a que la incontenible Aurora acaba de arrebatarme la Royal para entregarse a una traducción, y yo tengo que arreglarme ahora con una repugnante Hermes baby que me prestó Andrée Delesalle, y que entre otras abominaciones tiene la de carecer de acentos, damn her. Bueno, vamos a lo que cuenta: tuve carta de mamá donde me dice que la tranquilizaste sobre la huelga de Francia. La verdad es que nada tempestuoso sucede, pero la maldita nos ha fregado en muchos sentidos, siendo el primero de ellos que no tenemos ya ninguna confianza en los trenes, y no sabemos si en vez de irnos el 10 de septiembre a Italia nos iremos el 20 o aun después. Puede que todo se componga en estos días, pero el ambiente sigue espeso. Gracias por calmarla a mamá, pues en casa son maestros en el arte de darse cuerda, pobres. Hoy les escribí, y supongo que con eso se quedarán tranquilos. Además les doy la noticia de que Aurora y yo incurrimos en matrimonio hace dos días, sábado 22, en la Mairie du 13. Nos casó un maire condecorado, con banda tricolor al pecho y pelo cepillo, muy francés y muy simpático. Nosotros también le fuimos simpáticos. Tuvimos de testigos a Lipa Burd383 y a su mujer Esther Herschkovich,384 y los cuatro nos fuimos a celebrar la boda a un restaurant chino de la rue Monsieur Le Prince, donde entre otras barbaridades indescriptibles sucumbimos bajo la dorada inmortalidad de un pollo al ananás que era verdaderamente Mallarmé.
Si te doy las gracias por el contenido de tu carta, me vas a mandar al diablo, de modo que me ahorraré palabras. Te digo, eso sí, que encuentro perfectamente bien que le hayas hablado a Baudi de mi problema, y solamente lamento la doble molestia, los teléfonos, las idas y venidas, pues no ignoro que los dos tienen mucho que hacer. En cuanto a ti, la ayuda que me ofreces me parece perfecta, y me alcanza. Me apuro a decirte esto para que te tranquilices por completo. Aquí va la explicación: como mi pierna, aunque mucho mejor, no me permite todavía caminatas excesivas, Aurora y yo pensamos que la conducta más prudente es invertir nuestro plan, irnos a Roma a traducir todo el Poe, vivir allí seis meses, y en primavera recorrernos toda Italia (ya con los dólares in tasca) para llegar a París en mayo o junio. ¿No te parece que es mucho más sensato? Naturalmente, si dejamos el gran giro para el final, nuestros gastos se reducen, ya que vivir este tiempo en Roma es como vivir en París, sin extras aparte del viaje en sí. He echado cuentas, y puedo aguantar perfectamente hasta que Puerto Rico (que Dios tenga en la palma de su mano) nos pague. El dinero que me ofreces para fin de año, llenará el período crítico del final, ese hiato proceloso entre mis últimos francos y mis primeros dólares. Lo que quiero saber (y no me vayas a macanear, pintor, eh!) es si esos cinco mil pesos tuyos de los que estarás separado unos meses, no te van a jorobar grandemente. Eso tienes que decírmelo sin rodeos, porque creo que siempre podré encontrar la manera de salir a flote. De modo que PIENSA BIEN y escribe con la mano derecha en el pecho, allí donde reside la verdad y el pulmón izquierdo. Y muchas, muchas gracias de nosotros dos.
Para dejar liquidado el asunto, te digo que el dinero lo necesitaré en Roma, de modo que ya verás tú si por medio de la familia de María se puede arreglar la entrega allá; de todas maneras la cosa no corre prisa alguna. No usaré el dinero de Viola (de quien no tengo noticias que me mande nada, aunque supongo que su carta está en viaje) pues preferiría dejar la cosa arreglada con Seghers antes de irme, ya que después pasará una enormidad de tiempo y no te equivocas al suponer que el buen Pierre, poeta y todo, no va a querer saber nada de dilaciones. El hecho es que puedo arreglarme SIEMPRE QUE TAMBIÉN TÚ LO PUEDAS. Si no es así, me lo dirás y se acabó.
Nos alegra muchísimo que María haya expuesto sus grabados, y estamos muy deseosos que el hermano de Aurora nos haga llegar lo que nos trae, pues tenemos ganas de ver las últimas cosas de María. Y ahora –last but not least– Aurora y yo les agradecemos a los dos, y de todo corazón, el precioso quillango que nos han mandado, y que es una maravilla de abrigado y hermoso. Tú no nos dices nada en tu carta, pero la madre de Aurora se lo avisó hace un mes, y Ricardo Bernárdez,385 que anda por España, nos lo hizo llegar hace unos días por intermedio de un amigo que venía a París. Te imaginas nuestro entusiasmo al ver salir de la valija ese inmenso león espumoso, que en seguida, manso como un gran gato, se puso a acariciarnos las manos, a lamernos el cuello, y acabó subiéndose a la cama, de donde con gran pena nos vimos precisados a expulsarlo anoche, ya que hacía un calor de treinta grados y la cosa no estaba para quillango. Pero nos refocilamos pensando en el invierno, y yo he jurado que me lo pondré como una enorme capa (como los indios patagones en las aventuras del capitán Grant) y me pasearé por la vía del Babuino y la piazza di Spagna. Mil gracias de Aurora y mías a los dos por un regalo tan hermoso; a cada rato nos dan ganas de ir a meter las manos y acariciarlo. Es como un pequeño mar doméstico, con olitas en punta.
Te debo una carta “de poesía”: será la próxima. Ahora destino el final de esta hoja para escribirle a Baudi, y te ruego se lo hagas llegar por correo, con lo cual me ahorras bastante plata (economías, economías). Dile a María que la abrazamos con todo cariño, y a Marisandra que no se coma tus pinturas, salvo el naranja que como su nombre lo indica es un rico postre. Besos a Maricló y a Alberto. Para ti los afectos de mi señora (como diría un porteño de ley) y un gran abrazo de
Julio
Venimos de ver la retrospectiva de Dufy. ¡Qué infinita delicia! Deslumbrante es la sola palabra que puede aproximar una noción de lo que es eso. Una pintura liviana como los barquitos y los jinetes que atrapa, pero detrás uno adivina la solidez que la guía y la organiza. Como un gato: o como el símil del puño de hierro en guante de seda. Pero todas éstas son palabras. Él es el color vuelto alegría.
París, 25 de agosto/53
Mi querido Fredi:
Tengo tus dos cartas, que me llegaron con muchísimo retraso a causa de esta huelga que todavía no ha terminado. También recibí una de Zoltan, dándome sus noticias in abstract, pero diciéndome que sólo pasaría contados minutos en París. Todo esto ha llegado demasiado tarde a mis manos, por la razón antedicha, y supongo que a estas horas Zoltan está ya en la India. Ojalá a su vuelta pueda verlo si hace escala en Europa, pero como me dice que volverá a fin de año, y para ese entonces yo estaré en Roma, me parece difícil que nos encontremos.
Todo lo que me cuentas de Zoltan no me sorprende demasiado, pero me alegra saber que el impulso definitivo, la llamada, nació directamente de él. En su carta reconoce que no tenía la menor intención de hacer el viaje, hasta que de pronto fue como si diera vuelta un disco, y en vez de una música empezó a sonar otra, y ya no le quedó otro deseo que se débiner en vitesse.386 Creo que si el impulso es tan violento y, sobre todo, espontáneo, Zoltan lleva en el avión la semilla de su mejoría y de su Encuentro (lo escribo con mayúscula porque creo, en mi infinita ignorancia, que debe ser así). Ahora sólo me queda desear que su guru le muestre el camino; demasiadas cosas buenas hay en el corazón de Havas como para no esperar y desearle lo mejor. En cuanto a ti, has hecho lo que debías, es decir mostrarle que en esa pared cerrada en que se debatía como el minotauro, había una puerta invisible que de pronto podía ser visible. También me lo mostraste a mí, pero yo me fabrico diariamente toda clase de puertas, salgo y entro, y ya no sé en qué habitación estoy; todas me parecen hermosas, y en todas me siento bien –en la medida en que le cabe sentirse bien a un hombre de este tiempo.
Mi famosa y ultrajada pierna va mejor, aunque todavía los músculos están débiles y tengo que usar bastón (con lo cual cunde en torno de mí un ambiente de piedad y respeto, y todo el mundo me cede asiento en el métro, lo cual es una ventaja que extrañaré en el futuro). Me hubiera gustado poder consultar a Douglas pues sin duda debe haber una serie de ejercicios y técnicas de recuperación; pero de todos modos un médico argentino (y una médica igualmente argentina) me han dado bastantes elementos para seguir adelante. Creo que en un mes más podré enfrentar a Zapotek, que supongo sabrás es el corredor más veloz desde los tiempos de Paavo Nurmi.
Aurora y yo, unidos por los santos lazos del matrimonio (nos casamos en la Mairie del trezième, en plena Place d’Italie, y para mejor el día de la Liberación, con bailes nocturnos y miles de banderas), vivimos en este pequeño departamento de la rue de Gentilly, que no es nada famoso pero suficiente por el momento. Como creo haberte dicho, me han confiado la traducción de todas las obras en prosa de Edgar Poe, trabajo para seis meses por lo menos, ya que además hay que escribir un estudio crítico-bibliográfico. En vista de eso, largué mi empleo matinal, y me voy a Roma a trabajar allá. Parece que en Roma se pueden conseguir pequeños studios o departamentos por unas 20.000 liras mensuales. Tendríamos así seis meses romanos, tiempo suficiente para llegar a conocer muy bien la ciudad. Luego volveremos a París a lo largo de la primavera, dando toda la vuelta de la Toscana y el norte. (Al principio pensamos en hacer este recorrido antes de ir a fijarnos a Roma, pero preferimos, dado el estado de mi pierna, dejarlo para la primavera próxima.) Está demás que te diga que si tienes tuyaux para Roma, dímelos en alguna carta próxima, ya que al principio estaremos un poco perdidos en la ciudad.
París, a pesar de la huelga, está hermoso como siempre. Ayer estuvimos en la gran retrospectiva de Dufy, que es admirable. En el Louvre hay una exposición de vitrales, desde los más antiguos hasta el Renacimiento. Vimos Versailles iluminado (fuimos con Andrée) y nos pasamos un espléndido día en Chartres. Ya ves que me muevo bastante. La huelga nos ha tenido encerrados casi veinte días, pues no había ni métro ni autobuses. Los aprovechamos para traducir, leer y caminar por el barrio. Tenemos una ducha municipal a ocho cuadras, donde te bañas espléndidamente por veinticinco francos. Vimos varias veces a Andrée, que anda ahora por Saint Tropez. And such is our life.387
Me alegra saber que Natacha va mejor, pues realmente ha pasado unos meses bien duros. Dile que Aurora y yo le mandamos nuestro afecto, y créeme que mucho esperamos que se decidan a darse una vuelta por París para estar juntos. Me da un poco la impresión de que tú y yo jugamos a las esquinitas; en Buenos Aires, te imaginaba todo el tiempo en París, y ahora es al revés. Naturalmente, el día en que llegues aquí, yo estaré en Venecia o en Budapest. Quién sabe si no somos piezas de algún misterioso ajedrez que se está jugando poco a poco. Y ya se sabe que no puede haber dos piezas en el mismo cuadro.
Un gran abrazo a Natacha y otro muy fuerte para ti de
Julio
Roma, 18/9/53
Mi querido Eduardo:
Tu carta, tu Dufy (aún no leído, porque de leído, mal leído con todos estos trajines) llegaron justo la víspera de nuestra salida. Por suerte, pues de lo contrario habríamos tardado un mes en juntarnos con tus noticias. Salimos de París anteayer a las 8, y llegamos ayer a las 8 a Roma. Lindo viaje, cansador porque no se pudo dormir, pero delicioso con los paisajes de Suiza, los Alpes, el lago al pasar por Lausanne y Montreux. Te escribo desde el Albergo Pelliccioni, via Cavour, cerquísima de la estación Termini, que yo vi en esqueleto en el 50, y que ahora está estupenda con su gran ola-marquesina de cemento y vidrio. Creo que hemos caído con buen pie en Roma. Un muchacho de la embajada, para quien teníamos una carta, nos promete para fin de mes ubicarnos en una estupenda pensión nada menos que (sujetáte) en la Piazza di Spagna, adonde llevé esta tarde a Aurora que casi se muere de delicia cuando vio aquello desde lo alto de Santa Trinità. Yo, que adoro ese rincón por la razón keatsiana que tú sabes, me siento feliz de habitar cerca de esas ventanas queridas. Pagaremos 20.000 liras, tendremos uso de la cocina, etc. Perfecto. Por 22.000 se tiene un departamento, pero eso supondría la esclavitud de Aurora, ya que hay el problema de las camas, el plumero, etc. En fin, la cosa andará bien. He encontrado una Roma veraniega deliciosa, yo que la conocí austera y lloviznada, en pleno febbraio. Ya nos hemos dejado resbalar por el Corso, el Tritone, y qué placer encontrarse con todo eso de nuevo, de nuevo. Aurora se adhiere a las vidrieras, hace innumerables observaciones sobre nylon y scarpe, que yo escucho con la bonhomía que me conoces; ella a su vez me escucha gentilmente cuando yo me extasío frente a un Alfa Romeo o una sobrenatural frittata di pesce. Esta mañana estrenamos el Onarmo, o sea el restaurante económico de la via del Buffalo: por 320 liras los dos comimos generosamente. (Anoche pagamos una mala cena en una trattoria, 1.300 liras. ¿Te das cuenta la diferencia?) Aurora descubrió una pizzeria, y lo que yo consideraba como mi mujer se convirtió en una especie de saeta incontenible, que se precipitaba fulgurante sobre una pizzetta. Yo creo que debe haber una rama genovesa de los Bernárdez. Las diferencias, viniendo de París, son asombrosas; el ocre de la ciudad nos fascina, ayer los foros estaban prodigiosos al caer la tarde, y por todos lados las torres románicas, los campaniles, y las canciones, porque aquí los ragazzi cantan a destriparse desde la seis de la mañana. (París, ciudad silenciosa: ahora lo veo.) Mi pierna va muy bien, y desde mi llegada ando sin bastón. Creo que pronto estaré como antes del accidente.
Dile a Maricló que sus lindísimas palabras nos han llenado de alegría, y que tiene una letra muy simpática y personal. Qué bueno saber que los dos chicos dibujan y pintan. Bueno, con los papás que les ha dado la cigüeña… Sentimos mucho no poder ver por ahora los grabados de María, pero supongo que alguna vez nos juntaremos con alguno. Aurora y yo nos hemos reído mucho con tus reflexiones sobre el matrimonio, aunque nos inclinamos reverentes ante tu experiencia ya considerable. Te juro que trataré de no ser demasiado “marido”; por el momento A. y yo damos más bien la impresión de dos camaradas que arriman el hombro (el de ella me da en las costillas) para que las cosas sean más divertidas y verdaderas. Tenemos una buena costumbre: estamos de acuerdo en casi todo lo fundamental, y discutimos como leopardos sobre lo nimio. En esa forma desahogamos los humores sin malograr nada de lo que cuenta. En cuanto a vos, veo que te sigues desollando minuciosa y encarnizadamente, y que no te tienes la menor compasión. No sé, si estuviera en mi temperamento disertar sobre los destinos ajenos creo que intentaría demostrarte que lo que has hecho y haces (o sea lo que eres, sartrianamente hablando) es muchísimo más de lo que puede mostrar el común de los hombres. Nadie está cumplido del todo (¡si lo sabré!). Cuando pienso que un Daniel llega a dudar de su talento… Lo importante es que toda esa insatisfacción y esas dudas vayan siendo obra; es un lugar común y manido, pero pregúntate si tú no estás en ese caso. Trabajas, vives, haces; no como quisieras, pero sí lo más que las circunstancias te permiten. ¿Y entonces? ¿Por qué esa angustia continua, que vuelve y vuelve en tus cartas? Yo creo que sólo puede provenir de la circunstancia, no de lo hondo de ti; y la circunstancia es superable. En último caso ven a Europa; pienso que María ha de sentir lo mismo que tú, y que no vacilaría. Piénsalo: ¿no podrías ganarte la vida en Francia? Mal, ya sé. Y ya sé que tienen tres hijos. Y que estoy diciendo burradas. Y basta, porque creo que meto la pata. (En el fondo lo que deseo es verlos pronto; razón de puro egoísmo. ¡Qué monstruo!)
Por fin puedo hablarte un poco de los poemas que me mandaste hace ya tiempo (del Dufy te diré algo en la próxima): me gustan por sobre todo “El dedo en la llaga”, “Alba”, “Qué cortos van mis pasos” (desde: “Cambiemos de arma a la esperanza” tiene una fuerza estupenda) y “Absolución”, tan desnudo y seco, y tan verdad.
Yo siento en tu poesía mucho de ganado, si la comparo (pues que tengo todos tus libros, oh autor prolífico) con la anterior. No sé cómo decírtelo, pero la idea general es ésta: antes partías de fuera para avanzar hacia el centro mediante la labor del poema mismo. Se adivinaba el resultado mezclado y revuelto con el trabajo mismo. Ahora tu poesía está ya instalada en un centro, desde el primer momento. No siempre el centro es lo que yo, o X o Z preferirían, lo cual es lógico, desde que estamos a nuestra vez en otros centros u otras periferias; pero lo que importa es comprobar que has eliminado ya las etapas de arribo, que trabajas en y desde la cosa misma. Ganas en fuerza, sobre todo, porque antes tu poesía quería ser fuerte y dura (ya que aspiraba a un plano óntico, esencial) pero se quedaba muchas veces en la intención; las cosas se decían, mientras que ahora uno siente que son. Esto es oscuro y mal escrito, en parte porque todavía sien-to las 24 horas de tren, y además desde todas las ventanas frente a la nuestra del noble albergo Pelliccione, brotan canzonettas y radios en profusión. De todos modos, no vayas a creer que tu poesía anterior ha dejado de gustarme. Hay dos poesías (dos modos de manifestarla), y la que trabaja su camino, del radio al centro, no es menos hermosa que la que se instala de entrada en lo suyo. De todos modos, tu obra actual tiene para mí el gran mérito de liquidar digresiones (inevitables en la otra forma) y morder la manzana en forma tal que ni el gusano se salva. Tú verás si entiendes algo de todo esto, porque a mí no me parece precisamente clarificante.
Estoy de acuerdo: le paso a Daniel la lista de tus libros, y que te los envíe él. Estoy amargamente avergonzado de no haberlo hecho en mi convalecencia, pero créeme que andar me resultaba muy penoso, y que me arrastraba bastón en mano para las cosas imprescindibles. Cuando pude moverme algo más, hubo que casarse, hubo que sacar las visas… tú ya sabes lo que es. Hay un pequeño problema, que resolveré dentro de ocho o diez días: y es saber si las listas tuyas están en mi equipaje de Roma (parte del cual duerme en la Stazione Termini) o si por desgracia están entre las cosas que dejé en París en un guardamuebles. Si es lo primero, se las mando en seguida al Danielupto (desinencia inventada por mí para designar al chivo letrado, que se ha quedado tristísimo sin nosotros); si no las tengo, espero que sin maldecirme demasiado intentarás rehacerlas hasta llegar a los 10.000 francos de marras. Lástima que, habiendo dejado mi empleo, no hay ya descuentos como al principio; de todos modos pienso que saldrán más baratos que comprados allá, a juzgar por lo que oigo decir. Leí a Francastel, Peinture et Société; realmente es un libro estupendo, lleno de incitaciones a pensar un poco más allá de los límites acostumbrados. Leí también el breviario del Fondo don-de Romero Brest nos enseña lo que es el Harte. Los aciertos se alternan con burradas impresionantes, y el final es simplemente inaguantable. Me alegran tus noticias sobre la forma en que se venden los libros de Fatone y de Jorge; el de este último acabo de recibirlo, y voy a leerlo.
Aurora acaba de volver de la calle, donde hizo sus primeras armas de menagère romana, es decir que compró nescafé, leche condensada, burro e formaggio, para el desayuno de mañana. Llueve finito sobre Roma, y hace calor. Ahora le escribo a María. Un gran abrazo para ti, y hasta bien pronto,
Julio
Por favor, pasale a Viola la carta-sobre adjunta.
María querida:
Qué linda es Roma, toda amarilla, toda ocre, toda llena de techos cuadrados con una puntita que apenas sobresale en el medio, y llenísima de italianos que invaden las calles con las manos y la voz, hablan y están contentos (o tristes, no sé, pero todos parecen contentos), y de repente en un viaje cualquiera te encontrás con montones de gatos, y te das cuenta de que Roma es también un gran gato amarillo, que de día anda despacito disfrazado de Tíber, y de noche se enrosca y duerme y es el Coliseo. Después de este ejemplo de mala prosa poética, agrego que llevamos aquí menos de dos días pero que ya nos alcanza para meter dentro una grandísima bolsa de felicidad. Nos compramos dos tazas para café con leche en Upim, en la via del Tritone. Son blancas, con listas azules y verdes. Valen 125 liras con plato. Son lindas y muy grandes. (Aurora no me deja escribir, me habla todo el tiempo de blusas y combinaciones y otras prendas más o menos íntimas que acaba de ver en la Via delle Quattro Fontane, y que son tan baratas, tan lindas, tan preciosientas, etc, etc.) Esta mañana, con un sol tibiecito y un cielo alto, entramos en Santa Maria Maggiore para ver los mosaicos. No te diré nada de ellos porque los conoces y porque el repertorio de la admiración vale menos que el silencio. Pero como comienzo de un conocimiento de Roma, ¡qué hermosura! Sabes, lo que pasa con Roma es que uno en seguida se siente cómodo en ella; es chica (el mundo en un pañuelo) y todo está ahí, mansito, esperando. Ayer veíamos a unos chicos jugando entre las piedras del foro de Augusto, y yo pensé en tus hijos, los pensé jugando entre las piedras del foro de Augusto. Los recuerdos son como los álamos de aquí, siempre al lado de las columnas, de los sitios bellos. Y luego tú, que hablas italiano, que conoces todo esto, que lo verás con tanta mayor intimidad que nosotros.
Creo que lo pasaremos muy bien en Roma. Nos gusta el sabor de la comida (más jocunda y basta que la francesa, pero llena de recuerdos argentinos, por las salsas y las pastas). Nos encantan los capuchinos, los caffè latte. Nos gusta todo, hasta el edificio del correo. Ayer el facchino que me robó 200 liras por llevarme tres valijitas unos pocos metros, rescató su robo llamándome reverendo. Aurora se tiraba al suelo de risa. Sólo la he visto reírse más una vez: cuando me oyó hablar en italiano a la dueña del albergo. Se reía de tal modo que casi nos echan. Ya ves, estoy casado con una mujer imposible. ¿Eduardo te dejaría que te rieras de él en esa forma? Sé franca y contéstame, para ajustar mi conducta a la de ustedes.
Aurora te manda un gran abrazo y te pide que beses a los chicos de su parte. Otro beso por mí (dos para la dueña de la lunita). Ciao, Maria. Te queremos mucho, y te abrazamos,
Julio
Roma, 2 / 10 / 53
Mon cher vieux:
¿Recibiste mi primera de Roma? De ahora en adelante te escribiré por barco, pues hemos descubierto con horror que aquí el franqueo es más caro que en París (horresco referens). Pero aprovecho una carta a mamá para deslizar esta hojita con noticias romanas. ¿Cómo estás, cómo están ustedes? Esta mañana me encontré con algunos argentinos que comen como nosotros en el Onarmo (obra de don Bosco, en la via del Buffalo, donde se come barato y bien). Mientras hablaba con ellos, y los oía hablar –con esas inflexiones argentinas que son las de uno, pero que después de un par de años en Europa se redescubren sorpresivamente en boca de otros, y parecen nuevas y muy hermosas–, de pronto me di cuenta explícitamente de cuánto extraño a mis amigos de allá, a ti, a Jorge, a Baudi, a Castagnino, a Salas. Siempre lo estoy sintiendo, pero esta vez se me dio como un hecho objetivo, un deseo de voltear la mesa de una patada y decirles a los criollos que me rodeaban: “¿Pero qué carajo hacen aquí ustedes? No es a ustedes a quienes quiero”. Cuando ocurren cosas así, uno se queda descalabrado por muchas horas. Creo que es por eso que ahora te escribo.
De todas maneras esta carta tenía que salir, pues quiero pedirte consejo. Aurora tiene en su casa 3.000 pesos de una traducción que acaban de pagarle, y que entra en nuestros budgets previos a la vuelta a París. Lo que quisiera saber es si ese dinero se te puede entregar a ti para que, en el momento en que me mandes tus 5.000 (me arden las mejillas cuando pienso que te arranco toda esa plata, por más breve que sea el préstamo), agregues además los 3.000 aludidos. Ignoro por completo qué combinación vas a emplear para mandarme tu dinero transformado en mágicas liras; precisamente por eso te consulto, pues si hay posibilidad de sumar el capitalito de Aurora, yo exhalaré un inmenso suspiro de alivio. ¿Tú crees que todo eso –o por lo menos lo tuyo, o lo de Aurora más algo tuyo–, podría arribarme hacia fines de noviembre? Dímelo sin ambages.
Bueno, ya tenemos casa desde esta mañana a las 11. Ecco il indirizzo: Via di Propaganda Fide, 22, Int. 3 (presso Sanvitale). ¡Vaya nombrecitos! Estamos a 100 metros de la Piazza di Spagna (¿quieres una postal de la Piazza, o ya tienes? Vi una muy linda. Dime si la quieres. Se ve muy bien la casa de Keats y la barcaccia). Dentro de dos días nos mudaremos a nuestra habitación definitiva, que es más grande que todo un departamento moderno. Una plaza de toros, ma foi (sobre todo viniendo de París). Viejos, añosos, hermosos muebles oscuros. Roperos con trabajos de forja, sillones profundos, y en la calle un ruido atroz de Vespas y Lambrettas, pero esto último ya no me asusta después del 91, rue d’Alésia, donde como recordarás se juntan cuatro avenidas importantes en un solo carrefour. Tenemos el Onarmo a una cuadra, y Aurora ya descubrió una salsamenteria donde le venden burro, formaggio y confettura a precios tan honestos como incitantes. Roma está chorreando verano, el Tritone se echa el agua por el pecho como un loco, la fontana de Trevi (donde caerán moneditas para ti y María) reluce como un combate de osos polares, y en la Piazza Navona la fuente del Bernini sigue sosteniendo su feísimo obelisco con una conciencia digna de mejor causa.
Hace tres días estuvimos en el Vaticano (buscando tesseras, que ya conseguimos, hurra!). Le mostré la Sixtina a Aurora, y no pudimos ver nada más, pero eso sí, le echamos una miradita, nada más que una miradita preliminar a las salas de los primitivos, y huimos espantados de todo lo que nos espera en esta ciudad de dioses. Ya hemos mirado bastante el Museo Nazionale (donde está la réplica del Discóbolo, y el pugilista de Apolonio, y la Venus de Cirene, y además en el primer piso los increíbles frescos de la casa de Livia, reíte vos de las ninfeas de Monet! Y mosaicos, y atletos y gladiadoros y aurigos a cual más increíble). No te sigo hablando de museos porque necesitaría un block entero. La calle es hasta ahora lo que más nos atrae. Volvemos tan cansados a casa que nos tomamos montones de mates amar-gos (todavía hay tres kilos de yerba!). Yo estoy ya hasta las orejas en Poe. Hoy traduje diez páginas de los crímenes de la rue Morgue. ¡Br…! Aurora está sentada a mi izquierda, y lee poemas surrealistas con profunda dedicación. Ahora anda por las Histoires naturelles de Benjamín Péret. ¿Quién hubiera dicho que la hermana de Paco iba a terminar en esas licencias imperdonables? El Danielupto nos mandó una carta muy graciosa desde París. Yo me esfuerzo por convencerlo de que se largue a Roma, pero me temo que no vendrá. Lo extrañamos, porque aparte de la forma admirable en que se portó cuando me rompí el ánima, nos ha acompañado con su gracia y su bondad y sus infinitas jodas, y realmente nos falta su presencia. Eduardo, mil cariños de Aurora para María y para ti. Yo los abrazo a todos con mi gran cariño,
Julio
No me olvido de tus libros. Pero todavía no abrí el cajón donde están mis papeles. Todo lo arreglaré con Danny.
Roma, 27/10
Querido Eduardo:
¡Qué lindos, qué simpáticos, qué buenos mozos están todos! Aurora y yo brincamos de gusto al ver las fotos. No las esperábamos, y volvíamos de San Giovanni Laterano calados como patos (le ha dado por llover tupido) cuando tu carta apareció sobre la mesa, cómodamente, repantigada entre variadas ediciones de Edgar Poe y otros útiles de trabajo. Fue una gran alegría verlos tan bien, en tantas poses, y además ver esa preciosidad de casa, que naturalmente y por humanísima ley, contemplamos con secreta nostalgia. (Supongo que el sueño de un tuareg debe ser una tienda de cemento armado, intransportable…) Bueno, ahora sí la conozco a Marisandra la comedora de productos varios. Es preciosa, absolutamente preciosa. Yo creo que se parece a vos, salvo mejor opinión, y en la medida en que las fotos permiten opinar. Albertito está muy bien (¡qué grande!) pero protesto con especial energía por la injusticia cometida con Maricló, que sólo aparece una vez (pero riéndose a mares, lo cual vale por dos). Te encontramos más delgado (te queda mejor) y María está lindísima; al verla parece cuento que esos tres chicos sean de ella. (A lo mejor no le gusta este piropo, mothers are very particular, como diría Damon Runyon. Lo que quiero decir es que parece una chiquilla (esto le va a gustar todavía menos. ¡Pero María! ¿Entonces no se puede hablar contigo?)).
Oye, la casa ocámpica, hipocámpica, está relinda. ¡Ese farol! Parece Dickens puro… ¡Y los afiches! De los muebles no te hablo porque ese lujo persa me revuelve el alma asiria. Lo de las baldosas Coire debe ser estupendo. Aurora se acuerda con grandes ojos (memorial eyes, dice Poe) de lo linda que es vuestra casa. Mis recuerdos son más modestos: todo estaba vacío, todo lleno de tierra, y María y vos me dibujaban con grandes gestos ventanas de aire, puertas de humo, escaleras de birlibirloque, la casa de Maese Pedro. ¡Qué lindo que ahora sea de veras! No porque yo desprecie el aire y el humo, que con ellos se hacen bellas cosas. Pero una casa es para siempre, y ahí está su grandeza y su miseria.
Tengo miríadas de cosas para contarte, pero antes contesto algunos puntos de tu carta. Mira, a Aurora y a mí se nos cae la cara de vergüenza pensando en los líos que te ocasionamos por el condenado asunto de esos pesos. Realmente no creí que, aparte de tu problema personal de prestarme el dinero por un tiempo, tuvieras encima esas dificultades para “ponérmelo” en Italia. Debí pensar que todo envío de dinero es un problema, pero no sé por qué creí que con Italia todo era más fácil. Probablemente influyó inconscientemente la idea de que la familia de María podría ser, digamos, un puente o cosa así para ese virement. En fin, el hecho es que ya no podemos prescindir del dinero, que de no ser así me daría el gran gusto de mandarte un STOP con todas mayúsculas. Estamos por supuesto bien contentos de tu postdata alentadora, y esperamos noticias. Tu idea de la mendicidad organizada en Piazza di Spagna sería buena si no incluyera la sugestión de que me vuelva a romper la pierna… ¡Cómo se ve que nunca te rompiste una, oh pintor! Merde alors, como diría tu amado Marcel Aymé que, en efecto, es un gran cronopio. “Le Passe-Muraille” es delicioso. ¿Te gustó el cuento sobre el racionamiento del tiempo? ¿Y las Sabinas? ¿Y la gloriosa “Legende Poldave”, que horroriza a Aurora?
Me joroba lo que nos dices sobre tu trabajo en la Embassy; comprendo que debe ser incómodo andar a las patadas con los W.C., I mean los W.R. y adjuntos. Y que c/vez tendrás más ganas de archiputearlos a todos. Cuántas veces he sentido lo mismo en aquel concilio de aragoneses (como llamaba Borges a la Cámara del Libro, con sus Losadas y demás patanes vestidos de tweed). Hablemos de mejores cosas. La reproducción de tu cuadro está muy bien colocada en una pared, al lado de la ventana. Me (nos) gusta(n) los ritmos tan puros, tan despojados (no sé bien de qué, pero siento una labor de defenestración previa o paralela, de no dejar más que lo que tiene una función o un valor). ¡Cómo me gustaría ver un montón de cuadros tuyos! Hace ya tanto que no los sigo de cerca… Antes de venirnos a Roma lo visitamos a Sergio en su flamante y estupendo taller del Parc Montsouris. Se ha gastado trescientos mil francos, pero de un galpón ha hecho una maravilla. Vimos sus últimas naturalezas muertas, que me siguen pareciendo lo más logrado, y dibujos. Aquí empezamos a asomarnos a las galerías (pues los museos nos tragan el tiempo, como supondrás). Descubrí (?) un pintor que me gusta: Cagli. ¿Conoces algo de él? Gutuso, tan “lanzado” por los comunistas, me parece un honesto facedor de telas. Campigli es siempre un poeta delicioso. Hablando de museos, qué barbaridad es esto, Eduardo! Sabrás que conseguimos tésseras,388 por lo cual nos damos el lujo de ver cada museo en numerosas sesiones, sin apurarnos, sala por sala. El Museo Nazionale (en las termas de Diocleciano) nos fascina. ¡El trono Ludovisi! Y la Venus de Cirene, ese prodigio, esa luz sólida. No sé si viste (creo que la sala se abrió ha-ce poco) en el primer piso, las pinturas de la casa de Livia. Reíte de las Ninfeas!! Es la misma ambición de Monet, y lo que es más, el mismo logro, dentro de la sencillez del conjunto como decía el otro.
Vimos el pequeño y encantador Museo Barroco que nos había recomendado Bayón en París, y donde hay cosas etruscas y egipcias y griegas soberbias. Y no sigo con los museos porque te llenaría seis páginas.
A propósito de Bayón, lo vimos bastante en nuestros últimos tiempos de París. Se encamotó con nosotros, y yo volví –creo que con razón– sobre mis primeras reacciones, y acabé sintiendo todo lo que ese muchacho tiene de fino y de bueno. Creo que a Daniel le pasó igual. Supongo que Bayón anda ya en los States, adonde se iba a pasar unos meses chez des amis.
Sí, señor, mándeme usted Letra y Línea. Colaboraré si me gusta. ¿Leíste un Gardel mío en Sur?389 Me gustaría saber lo que piensas. Ahora bien, como en tu anterior aludes a ecos que te han llegado de mi celebridad en las Españas, me congratulo en confirmártelos y por modesto barco te fleto unas notas que versan sobre el suscrito. Una vez que las hayas leído, te agradeceré que se las mandes a mamá en un sobre, porque a mis pobres viejas, y sobre todo a mi abuela, la letra impresa les parece palabra de Dios. Que se den el gusto de ver que la gente se ocupa de su vagabundo descendiente. En el mismo paquete, y cumpliendo una añeja promesa, te mando poemas, muchos de ellos en primera versión, otros en segunda, etc. Viola me escribe anunciándome el envío de Periplo y me da la buena noticia de que Verdevoye traduce Equinoccio. ¡Qué bien! ¿Lo ves a Verdevoye? Dale mis saludos. Me porté como un cerdo con él en su último viaje, pero en esa temporada yo no servía para nada, y quedé mal con medio mundo.
¿Leíste Mémoires d’Hadrien? Creo que algo te decía en una anterior. Cela vaut le coup. Aquí nos dedicamos a estudiar un poco de italiano, tres veces por semana, en un instituto nocturno. Aurora ya me llama Sgorbio y yo la califico de Zolfanella.390 En realidad quisiéramos llegar a hablar más o menos comprensiblemente antes de dar la gran vuelta italiana de la primavera. Como no tenemos tiempo para tratar con gente, pues entre Poe y Roma nos comen el día y parte de la noche, es difícil que aprendamos a hablar; optamos pues por seguir un curso que nos soltará la lengua.
Leí con mucho detalle tu Dufy. No creo que se pueda decir más dentro de los límites de una conferencia. Ya se ve que tienes experiencia de esos trances, y que haces el “plan de clase” con toda eficacia. Personalmente, y con el recuerdo rutilante (sic) de la gran retrospectiva del Musée d’Art Moderne (¡300 obras!!), yo me hubiera dejado llevar más por el entusiasmo. Pero reconozco que sitúas con toda justicia a Dufy en su sitio. Y lo que dices sobre el mural de la exposición del 47 es muy exacto. Ahí el hombre no caminaba.
Interrumpí anoche esta carta a la 1 de la mañana. Te la sigo a la vuelta de los museos del Vaticano, que gracias a las benditas tésseras podemos explorar como hormigas. Hoy vimos las salas Borgia, y mi buen recuerdo del Pinturicchio de hace 3 años se confirmó. Me gustan sus frescos, su gracia, y ese resumen del 400 que hay en su obra nada genial pero llena de ángel. Estuvimos mirando como locos los marfiles bizantinos, italianos y franceses de una sala que hay antes del ala Borgia. Desde los preciosos (carolingios) del museo de Cluny, no había visto otros tan admirables. Nos decíamos con Aurora que todos esos cuentos de “arte mayor” y “menor” son macanas. Hablando de arte mayor (ahora aludo sólo al tamaño) en el museo del Laterano me quedé duro con los mosaicos de los atletas de las termas de Caracalla. ¡Qué monstruos, y qué verdad en esos retratos nada “favorecidos”! Además hay allí sarcófagos que son perfectos. Y la cabeza de Musa de la escuela de Praxíteles, que canta y canta.
Está demás decirte la forma en que Aurora y yo estamos cultivando la pizza romana. Aparte de deliciosa, aparte de ser la locura más inconmensurable del sistema solar, es barata y nos deja repletos y felices como gatos. Frecuentamos a tan bucólico fin las viejas trattorias de la via della Vite, delle Carrozze, y varias más. Pedimos 2 a la napolitana y medio litro di bianco. Y lo saboreamos todo despacito, dejándonos llevar por ese gusto de no hacer nada después de un día de trabajo. Los quesos, además, son bastante gloriosientos (voz bernardesca, que tomo prestada), aunque no los cambio por las maravillas parisienses. A la verdad que no cambio nada por París… pero esto es muy hermoso. Fuimos a la Città Universitaria a escuchar madrigales por un complesso excelente. Parece que tendremos muy buena música durante el invierno.
Bueno, viejo, dile a María que le mandamos mil cariños y que siempre esperamos ver algún grabado suyo. Por favor, pásale a Viola la página adjunta. Ya me dirás lo que piensas de lo que va por barco. ¡Ojo! Emecé, creo, publicó la versión española de The Horse’s Mouth de Joyce Cary. Léelo. Te hará saltar por el aire, porque es un gran libro, una prueba de que Rabelais todavía vive… sobre el Támesis.
Abrazo muy grande de
Julio
Please tell Baudi he is a nasty dog. Has he got agraphia?391
Roma, 16 de noviembre / 53
Querido Eduardo:
Aquí van solamente dos líneas por las razones que verás. Recibí tu carta el 7, o sea hace 9 días. En ella me decías, a propósito de tu envío, que “según mis cálculos ya debes haberlo recibido”. Ahora bien, a 9 días de tu carta no he recibido absolutamente nada. Por supuesto que no me inquieto, y pienso que puede haber un retardo normal o cualquier inconveniente momentáneo. De todos modos prefiero avisarte lo que ocurre. Si en esta semana o la que viene tuviera noticias te lo haré saber de inmediato. Me fastidia intranquilizarte, pero por otra parte creo que debes enterarte, ya que yo, en total ignorancia de tus maquiavélicas argucias, no puedo hacer nada y debo limitarme a esperar.
Perdona la letra despatarrada, pero estoy metido en la cama con un bello ataque de asma. ¿Qué me dices? El clima de Roma, tan parecido al de B.A., me jorobó desde que llegamos, y ahora, con los primeros fríos, me pegó en la cabeza. No es serio, pero no me deja trabajar y me arruina un par de paseos. Me consuelo leyendo a Sidney Keyes y corrigiendo lo que llevo traducido de Poe. ¿Cómo están ustedes? Me parece estupendo tu estudio; en el dibujo se ve claramente la distribución. No creo haber visto nunca cerámicas de los Coire, pero han de ser lindas si ustedes les han dado el placet. Hablando de cerámicas, ¡qué barbaridad las salas etruscas del Vaticano! Fuimos ayer y nos tiraron de espaldas. Te imaginarás que no me olvido de los vasos griegos del Louvre, pero aquí hay 20 o 30 que son simplemente asombrosos. Te has de acordar de un ánfora –puesta en una vitrina especial– que de un lado tiene a Aquiles y a Ájax jugando a los dados (esto es un poco standard y nada más) y del otro, la despedida de Leda a Cástor que va a bajar al Hades. Esta escena me conmovió de una manera que sólo podrá quizá comunicarte un poema que escribí anoche, entre jadeo y jadeo (¡hay que ir preparando la biografía! El detalle tiene su pathos) y que copio en hoja aparte. Hace una semana fuimos a Ostia Antica, con un día de sol maravilloso. Descuento que conoces eso, y que lo amas. Pasamos un día maravilloso, sentados en los umbrales de esas casas increíbles, subidos en la escalinata del Capitolio, mirando los mosaicos de las termas… Qué paz, qué hondura! Deliciosas, furtivas lagartijas en todas las grietas, mariposas, y los pinos italianos, esos camaradas de las ruinas, con pájaros (que no hay en Roma, y que extraño).
Hace tres días fuimos a Tívoli, y pasamos toda la tarde en las viejas calles del pueblo y la Villa d’Este. Aurora tuvo su primer contacto con callejas medievales, algunas dignas de San Gimignano o Siena. En un Vino e Cucina comimos un abbachio al forno maravilloso, con un vino rojo que, como diría Sergio de Castro, destilaba directamente de la garganta abierta de un toro cretense. Y después entramos en Villa d’Este y nos enamoramos del agua, de ese increíble Sacre de l’eau. Yo pensaba en Endymion, donde hay una parte que es absolutamente los juegos de Villa d’Este. Pensar que Keats inventaba en un sucio barrio de Londres, o en un pueblito cualquiera, esto que no pudo ver y que estaba como esperándolo!
Gracias por mandarme Letra y línea, que no llegó todavía. Recibí el libro de Viola. Me gusta muy mucho, le haré una reseña para B.A.L.,392 dios cartaginés. Pronto has de recibir un paquete que te mandé con versos. Sidney Keyes era un enormísimo cronopio. Traduciré unos poemas suyos. ¿Quieres copia?
AQUÍ ME PONGO DE RODILLAS
Y RUEGO E IMPLORO TU PERDÓN.
No tengo aquí la lista de tus libros. En el inconmensurable quilombo que siguió a mi rotura tibio-peroneica, tu lista, que estaba con mis papeles “de negocios”, fue a parar al guardamuebles donde están mis libros y ropas de París. Es decir que (SIGO DE RODILLAS, PERO AHORA ME PROSTERNO Y COLOCO LA CARA CONTRA LAS BALDOSAS) será imposible rescatarla. En serio, Eduardo, me joroba mucho este descuido mío. Créeme que con todo lo que pasé y la estreptomicina a baldes que me encajaron, y además Aurora –que es lo que más vas a aceptar como disculpa–, no coordiné muy bien mis ideas durante esos meses. Lo malo es que Daniel podría perfectamente hacerte las compras, pues tiene dinero mío del cual bastaría emplear diez mil francos que son los tuyos. De modo que si quieres (ESTOY COMPLETAMENTE CAÍDO EN EL SUELO, Y NO DIRÉ NADA SI ME PONES EL PIE EN EL CUELLO COMO LOS EMPERADORES BIZANTINOS CON SUS VENCIDOS), si quieres, anímate a reconstruir la lista, mándala, y yo haré el resto con el Danielupto. JE SUIS CONFUS, JE SUIS CONFUS. SO SORRY!
Bueno, me alegro de que expusiste cuadros en La Plata y Rosario. Está bien que un pintor porteño lleve sus cosas al interior, donde hay grupos de gente macanuda. Deberías exponer en Mendoza alguna vez, pues aparte de los pintores que viven allá y que le echarían rápidamente el ojo a tus cosas (en pro o en contra, pero con entusiasmo, como debe ser), hay además gente extrañamente exquisita, hombres y mujeres escondidos, secretos, replegados en sus patios y sus bibliotecas y sus plaquetas en edición del autor. Ça vaut le coup, Mendoza.
De Daniel espero noticias. Me manda paquetes con libros de y sobre Poe que encuentra en los quais. Lo rajaron de la Cité y está metido (con gran encanto de mi parte) en un hotelito de la rue de la Sorbonne, nada menos! Sabemos que Ricardo llegó a París por una noticia indirecta. Esperamos que escriba, pero no parece muy proclive.
Querida María: Aquí va una hojita que saqué para ti en Villa d’Este. Estoy un poco fatigado y no te escribiré esta vez, pero ya sabes que mi carta es para los dos, y también el poema. Dales un beso a los chicos de mi parte. Aurora les manda sus cariños. (Cuando lea esta carta se va a enojar por un “además” que figura en cierta frase donde se la menciona.) Cariños a los dos de
Julio
ÚLTIMA HORA (con lápiz, se me acabó la tinta) Acabamos de recibir la carta de María del 7/11. ¡Pobrecita Cló! ¿Ya está mejor? Querida María, te escribiré pronto y largo, para devolver todas las noticias que me das de los amigos y de cosas de Buenos Aires. No sigo porque tengo algo que decirle a Eduardo. Un gran abrazo de
Julio
EDUARDO: En la carta de María pones dos líneas donde me preguntas si recibí la tuya “donde les explicaba lo del envío”. La carta la recibí pero allí no había ninguna explicación. Sólo que me mandabas 220.000 unidades y que suponías que ya estaban en mis manos. Ay, no es así. De modo que te agrego estas líneas para que sepas que yo no he movido ni un dedo, pues no sé nada del asunto. Si en estos días pasa algo positivo, te escribo en seguida
Abrazos de
Julio
HOJITA DE POESÍA
Recordarás que de los Dióscuros, sólo Pólux era inmortal. Cuando a Cástor lo mataron en una batalla, Pólux obtuvo de Zeus que le permitiera alternarse con su hermano en el infierno. El vaso muestra el momento en que Cástor va a partir y Leda lo está despidiendo. Pólux entra en la casa, y nadie lo ve.
Como epígrafe de este poema Aurora me sugiere éste de Blake: “La eternidad está enamorada de las obras del tiempo”.
LOS DIÓSCUROS393
Puesto que la inmortalidad es una muerte
de estrellas de infinito y que la sangre
busca un término breve, una violenta fuga de delicia,
te daremos, oh Leda, alternativamente
a tus dos hijos.
Cuando desciende Cástor a las sombras
Pólux retorna adormilado y entra
por la puerta pequeña, y sólo el perro fiel lo acoge.
De qué jornadas lamentables vuelves
con ojos cinerarios, y en el pelo
el hedor vesperal de los asfódelos.
Tú el inmortal, el que de amor hollado
cede su permanencia meridiana
para que Cástor suba hasta su madre
y a las pistas veloces de caballos.
Oh Pólux, no te ven, y como siempre
todo es preparativo o despedida.
Con una mano donde hay una flor
Leda ofrece el augurio de la ruta.
De espaldas a lo eterno, ella la eterna
preferirá por siempre al que la sangre mide,
al que murió en batalla, al que es de tierra.
Y lo más que tendrás, Pólux que aguardas
sólo de un perro huésped,
será en esa mejilla donde poses los labios
la sal del llanto por el que ha partido.
Roma, 9 de diciembre / 53
Mi querido Eduardo:
Ya sé que ésta se va a cruzar con alguna tuya. Ya sé que habrá otro lío como los de costumbre, en que no conseguimos sincronizar la correspondencia. No tuve respuesta a la que te escribí hacia el 20 de noviembre, después de recibir una tuya y otra de María. Presumo que si me escribiste, la carta se perdió. O que no me escribiste y recién lo has hecho en estos días, con lo cual nuestras cartas se cruzarán una vez más. No importa, porque no ocurre nada de grave, muy al contrario. Pero prepárate a reírte, porque te voy a contar las aventuras de dos Robinsones argentinos perdidos en la ciudad eterna, y de cómo te salvaste de saltar por el aire lleno de confusión y asombro, y de cómo me ahorré cuatro mil quinientas liras por una diferencia de tres horas, y otras muchas y aleccionantes aventuras en un solo capítulo, que te probarán mi capacidad novelesco-fáctica, o de cómo le saco el jugo a los eventos. Uf!
Seamos metódicos, resumamos, ordenemos el pequeño caos de nuestra vida. Tú me escribiste el 7/11 anunciándome el envío de las unidades, y agregando la reconfortante frase: “supongo que ya las habrás recibido”. Esto ocurría, lo repito para acentuar el “suspenso”, el 7/11. Hacia el 20, los socorros no se habían presentado. Fue entonces que, desde la cama y con un asma bárbara, te escribí tres páginas, una de intereses, otra de noticias, otra con un poema llamado “Los Dióscuros”. (Este detalle va por si la carta se perdió.)
Como en los cuentos, pasó el veinte, pasó el veintiuno, llegó fin de mes… y silencio profundo por parte de ese instrumento tan afamadamente sonoro como es la lira. No oíamos liras por ninguna parte. Callaban las liras. Estaban más enfundadas y cubiertas de polvo que la célebre arpa de Bécquer. Llegó diciembre, y con él la zozobra. (Todo esto es divertido contarlo a posteriori, pero sólo a posteriori.) Hicimos un gran arqueo: nos quedaban treinta y seis mil liras. Poca plata para Roma, believe me. Esperábamos incéssament tu carta. Aquí se reparten los martes y los viernes. Pasó un martes… pasó un viernes… Niente da fare. Yo releía tu primera carta, le buscaba señales criptográficas, me preguntaba si yo no tendría que hacer algún trámite, si no habría doble sentido en algunas frases, que quizá contuvieran instrucciones… Nada. Estuve por ponerla al fuego, frotarla con vinagre, ver si asomaban rojas letras como en “The Gold Bug”.394 Pero tu carta era inocente y cándida, era una carta carta y no una carta clave. Y así llegó el 5 de diciembre, y Aurora y yo nos mirábamos y nos reíamos, pero por debajo andaba como un bichito de inquietud. Y entonces, heroicos náufragos, encaramados en nuestra balsa (haciéndole ya competencia a la vecina Barcacchia), decidimos lo que todo náufrago inteligente e industrioso: racionarnos. Decidimos vivir con mil liras diarias, para tirar hasta fin de este mes. Decidimos almorzar solamente, y de noche comer un huevo pasado por agua y un sándwich de stracchino o de fontina (50 l’etto). Decidimos inaugurar la era del café con leche. Decidimos no subir a ningún ómnibus, renunciar a las pizzas, y vivir monásticamente y tener confianza y mirar por la ventana de cuando en cuando por si avistábamos una vela. (La verdad es que avistamos montones, pero de cera, porque con el año Mariano, Roma es una maravillosa hoguera de fe. Pero de esto [te hablo] después.)
El 7 de diciembre, convencidos ya de que se había producido un serio accr-oc (perdoná la separación, seguro que está mal),395 y que las cosas andaban muy mal, decidimos iniciar la era de los recursos heroicos. Desechamos el más vulgar de echar suertes a fin de incurrir en el acostumbrado canibalismo. Aurora opinaba que era demasiado chiquita para alimentarme mucho tiempo, y en cuanto a mí soy un montón de huesos, y realmente no le hubiese dejado mucho para comer. (Como simultáneamente yo andaba traduciendo las aventuras de A. Gordon Pym, el tema del canibalismo volvía muchas veces a nuestros diálogos, y se adecuaba lúgubremente a nuestra situación.) Desechado este recurso extremo por grosero o inconducente, ¿qué remedio nos quedaba que no fuera suponer que tú nos habías escrito, que la carta se había perdido, y que allá en Buenos Aires, región de bifes con papas fritas, vivías en feliz ignorancia de nuestras zozobras, convencido de que habíamos hecho lo necesario para recibir las unidades, o que la persona X encargada de ello había cumplido como correspondía? (Quedaba además otra posibilidad no menos triste: la de que mi carta se hubiera perdido, y que tú creyeras que teníamos los fondos desde noviembre.) En fin, y para no abundar, nos lanzamos a la calle bras dessus bras dessous (esto es una figura, pues si le doy el brazo a Aurora, la pobre entra en completa levitación, y no estamos para fakirismos, aunque llegamos a aproximarnos mucho). Salimos, digo, y nos hicimos presentes en los teléfonos del estado italiano, para ver cuánto nos costaría hablar 3 minutos contigo. Cuando descubrimos que nos costaría casi nueve mil liras, tendimos a rajar. Pero, oh iluminación, pocas horas más tarde supimos que te podíamos mandar un cable (lo cual es absurdo, porque jamás se ha pretendido de un náufrago que tire cables, sino que los reciba) por la módica suma de cuatro mil liras, lo cual era algo menos repugnante, y nos permitía decirte en cinco palabras la historia de nuestra tragedia. Decidimos esperar exactamente hasta hoy, miércoles 9, a mediodía. Si a esa hora no teníamos noticias tuyas, te despacharíamos el cable, para enterarte de lo que ocurría.
Seguimos, pues, consumiendo café con leche, minuciosa y delicadamente preparado por Aurora, que descuella en estas tareas, y libando modestos sándwiches de queso. Cuidábamos el número de troncos que le poníamos a la chimenea (parce qu’on en a, tu sais!) y nos consagrábamos a visitar museos, que gracias a nuestra triple téssera nacional-vaticana-comunal, nos da toda Roma de arriba. Casi no hablábamos del problema, y esperábamos, sumido cada uno en su traducción o en su matecito amargo.
Esta mañana (ahora son las doce) despertamos con la decisión de hacerte el cable, pues realmente no podíamos seguir así. Y entonces empezó el cuento de hadas, exactamente empezó el cuento de hadas. Timbre, el cartero (el cartero es el heraldo del príncipe, claro), un sobrecito azul con aire insignificante (la llave del tesoro es siempre pequeña, la lámpara de Aladino estaba enmohecida al comienzo, las puertas se abren para Alí Babá con una vulgarísima frase cerealista), y dentro del sobrecito unas líneas de una señora que ostenta un nombre imperial, una referencia a un señor que ejerce una profesión liberal, y otro papelito que sonaba, ah cómo sonaba, oh qué música, qué destellos fulgurantes, oh Nerón tocando esta inmensa lira, este compendio de liras, oh música que nos devuelve a la pizza y al sueño sin íncubos!
Nos queda una espina de inquietud: tu silencio. ¿Andan enfermos, o simplemente el correo hace de las suyas? Opto firmemente por lo segundo, no quiero que estén enfermos, y estoy seguro de que Maricló se habrá mejorado completamente. Pero me quedaré esperando tu carta con muchas ganas de que todo lo que elijo sea cierto. En cierto modo elegir es crear; ojalá fuera siempre así.
Las tres semanas pasadas en la balsa no nos han hecho daño, y como los buenos náufragos de las novelas, apenas a bordo de la goleta salvadora nos recuperaremos completamente. Mi asma va mucho mejor; vi a un médico, que me encontró bastante fregado y me dio un tratamiento de inyecciones bronco-desinfectantes que me han limpiado los pulmones y pleuras. Me siento mucho mejor y creo que terminaré el invierno (muy benigno hasta ahora) sin inconvenientes. En ningún momento interrumpí mi trabajo, aunque pasé varios días en la cama o sin salir de nuestro cuarto (que es grande como una plaza de toros y se presta a vivir en él sin claustrofobias). Aurora, como siempre, está sanita como un pichón de roble, y despliega actividades múltiples.
Ayer empezó el Año Mariano, y nunca dejaré de agradecer el haber estado en Roma ese día. El Papa pasó a cien metros de nuestra casa, pues antes de ir a Santa Maria Maggiore se detuvo frente al Colegio de Propaganda Fide, en nuestra esquina. No lo vimos, porque había ingentes muchedumbres y además basta una buena foto y la salud, como decía una señora que conocí en el campo. Pero por la noche aprovechamos una temperatura primaveral, un aire delicioso, y la ciudad de fiesta, para lanzarnos a grandes aventuras exploratorias. Roma estaba deliciosa, llena de farolitos que le daban un aire increíblemente medieval, sobre todo en los barrios de calles estrechas. En la iglesia situada en la ochava de la Fontana de Trevi, habían encendido verdaderas antorchas en todo el frontón del edificio, y era de no creerlo. Santa Maria Maggiore nos deslumbró. El Papa había estado por la tarde, y cuando llegamos, hacia las nueve, todavía desfilaban multitudes para rezar, mirar la silla donde había sentado el Santo Padre, y ver la iglesia iluminada. Los italianos tienen rasgos geniales. Por ejemplo, la iluminación exterior consistía en miles de lamparitas eléctricas, pero aun a pocos metros resultaba difícil convencerse de que lo fueran; imagínate que las colocan dentro de pequeños tubos o vasos, y se las arreglan para variar continuamente el voltaje, de modo que producen la exacta impresión de cirios, de llamitas que oscilan. Era sencillamente admirable. Ni que decirte el esplendor de los mosaicos iluminados a giorno. En la calle había multitudes que iban y venían con esa convicción que pone el pueblo en sus grandes fiestas, y era un placer mirar sus caras y andar entre ellos. Fue una parranda memorable.
La semana pasada tuvimos la visita y la compañía de amigos argentinos. Vino Guida Kágel, y vinieron los Burd (los chicos que nos dejaron el departamento de la rue de Gentilly, y que son grandes camaradas). Todos ellos se han embarcado ayer en Génova, en el Augustus, y para Navidad estarán en B.A. Pasamos otra estupenda mañana en Ostia Antica. Fuera de eso, dadas las circunstancias que conoces ya por menudo, no nos movimos de Roma, pero seguimos adelante la exploración de los museos y las iglesias. Todo esto es tan absolutamente inagotable, que cuando nos vayamos en marzo o abril me temo que todavía nos quedarán cosas por ver. Pero creo que lo que vamos viendo lo vemos bien, porque volvemos, nos quedamos, miramos hasta no poder más. Oh los ojos, qué tiranos, qué déspotas! Presumo que mis orejas deben estar profundamente estupefactas del abandono en que las tengo, ya que aparte de unos poquísimos conciertos, no escuchamos nada de música. Cuando pienso que en Buenos Aires los ojos dormían y las orejas velaban… Es un vuelco completo, y necesario; quizá así llegue a un equilibrio aceptable. Lástima que al final los cinco sentidos se cerrarán para siempre y no hay tu tía. El hombre merece la inmortalidad, qué joder.
(Hablando de conciertos, el resonar de las liras producido esta mañana nos ha decidido a hacernos presentes esta tarde en el que dirige Juan José Castro, con un excelente programa: Hindemith, Malipiero, etc.)
¿Recibiste el paquete con las copias de los poemas? A mí no me ha llegado la revista de Pellegrini que me anunciabas. Me gustaría de veras leerla. Acabo de mandarle a La Torre, de Puerto Rico, unas versiones de poemas de Sidney Keyes y una notita biográfica. Si te interesan, avísame y te mando la copia. No trabajo en nada que no sea Poe, con el cual ando un poco atrasado, aparte de que da bastante trabajo. Quisiera escribir una novela, pero lo intentaré cuando [haya] terminado la traducción, y tenga tiempo en París. Hasta ahora Europa me ha invadido de tal manera que no me deja ser yo mismo. Todo el tiempo estoy siendo otras cosas, el paisaje, los cuadros, los olores, la felicidad. Te digo con enorme egoísmo que no me importa no escribir. Nunca creí en las “misiones” de los escritores, y entiendo que el escritor trabaja por las mismas razones hedónicas que el opiómano enciende la pipa o el violinista toca Bach. Y mi felicidad personal –tantos años retaceada, disminuida, ersatz-izada en la Argentina– me vale más que todo lo que pueda escribir. Si me pongo a trabajar, será para seguir siendo feliz, o para combatir alguna infelicidad (así como escribí el Keats para combatir la infelicidad de mi último año en B.A.). Sólo lamento y lamentaré siempre que no haya sido posible publicar El examen. Tampoco allí había ningún “mensaje”, pero era un testimonio, una deposición en la barra, una constancia de algo que sucedía entre nosotros y que hubiera sido bueno dar a conocer dentro y fuera del país. Pero me alegra que mis amigos lo leyeron; ya es mucho, tal vez todo.
Bueno, ahora liquido esta larguísima lata para que te llegue lo antes posible y sepas que todo va bien. Darte las gracias sería bastante torpe. Nos has resuelto un problema muy serio, nos has dado estos meses de Roma. Mide por ahí lo que te guarda nuestro corazón.
Sé que María no se enojará si hoy no le escribo directamente, pues como siempre mis cartas son para los dos. Daniel tiene que hacernos llegar los grabados, pero todavía no los hemos recibido. Perverso Danielupto. Con lo lindos que quedarían en nuestras blancas paredes. Pero confiamos en que los mandará pronto.
Espero que los chicos estén bien, y también ustedes. Escribe largo y tendido, manda poemas, manda muchos poemas.
Con todo el afecto de Aurora para los dos, y mi abrazo fuerte,
Muy feliz Navidad y un año nuevito para los cinco!
Julio
Queridos Eduardo y María:
Perdonen mi silencio sistemático. Me acuerdo muchísimo de ustedes, de la casa de Ocampo, de los chicos. Ocurre que soy el colmo de la fiaca y que todo lo que veo y hago (y lo que no hago) me ocupa el tiempo y me pone cada día más perezosa. Ahora quiero darles las gracias por todo lo bueno y lindo que recibimos siempre de ustedes y desearles una Navidad llena de pan dulce y turrón.
Los abraza
Aurora
Roma, diciembre/53
Mis queridos Alda y Eduardo:
Estas líneas van con todos mis mejores deseos para el 54, deseos a los cuales se agrega Aurora muy cariñosamente.
Vivimos al lado de la Piazza di Spagna, de donde sale la escalinata que se ve en el dibujito.396 En la casa que alcanza a verse a la derecha murió John Keats. Todo el lugar –toda Roma– tiene un color subido, ocre, rosa, amarillo oscuro, y los puestos de flores al pie de la escalinata son como estallidos de color contra el blanco apagado de las gradas.
Nos gusta infinitamente Roma, como les gustaría a ustedes. Por los dos hemos echado monedas en la Fontana de Trevi, para que se cumpla la creencia tradicional y puedan venir un día.
Trabajamos mucho en nuestro Poe, pero dedicamos largas horas a los museos, a las calles, a las cosas. Comemos pizza y respiramos un tibio invierno que, al lado de los de París, parece una primavera.
Doc, espero siempre tus noticias. Hoy me limito a este saludo, a nuestro recuerdo de siempre. Nunca camino por ciertas calles sin pensar que, en cierto modo, estás andando a mi lado como en la bajada de Seaver, como en la costanera de Buenos Aires.
Con un gran abrazo para usted, Alda, para Hugo y Bimbo, y para vos, Doc,
Julio
Querido Castagnino: feliz 54, con poco trabajo, muchas buenas novelas y un paseíto por Roma.
Aurora
* No! Ver pg. 3. Pero pudo suceder.
356 Olga Orozco.
357 Seglar.
358 Aprovechar el impulso adquirido.
* Nota bene: Si, en definitiva, el tono del recueil es melancólico, no importa. Insisto en que nació de la felicidad y que los cronopios, pese a todo, pueden más que los famas, y suben hacia el sol.
359 Publicado en Buenos Aires Literaria, n.º 6, marzo de 1953, fue incluido después en La vuelta al día en ochenta mundos.
360 Leopoldo Hurtado, crítico musical.
361 Poema incluido en Salvo el crepúsculo, dedicado a Mario Albano.
362 Alusión a “Camello declarado indeseable”, texto de Historias de cronopios y de famas.
363 Hermana del músico Mauricio Kagel.
364 Revista femenina.
365 Y aquí estoy yo con todo el trabajo a la espalda.
366 Sin ceremonias.
367 Basta, nada de malabarismos con la felicidad, es tan frágil y tan preciosa.
368 Los del comité de acogida no son nada cordiales, son más bien unos cabrones.
369 ¿Falta resplandeciente?
370 Demasiado hinchado.
371 Debía de tratarse de algunos de los poemas de Razones de la cólera; por ejemplo “Hablen, tienen tres minutos”, recogido en Salvo el crepúsculo.
372 Recordarás algunos poemas que te leí en la Jonchère y que te parecieron bastante buenos. En aquel momento creía haber perdido a aquella mujer para siempre y sólo me quedaba recordarla con la mayor dignidad posible. Pero las cosas pasaron de otra manera; ella vino a Europa y la encontré en París. Mi relación con Edith estaba ya terminada, pues se había construido en un plan primario y sin futuro. (Por lo demás, seguimos siendo muy buenos amigos, Edith no se engañaba sobre mis sentimientos y en ese sentido nunca nos mentimos.) Hoy puedo decirte que soy muy feliz, que me siento en cierto modo salvado (de qué, no lo sé claramente, pero siento que acabo de salvarme de algo que hubiera terminado conmigo). Como recordarás el tono de mis poemas, te será fácil imaginar lo que este encuentro definitivo significa para mí. Mi mujer (me casaré con ella, y si todavía no lo he hecho es por lo que sabrás enseguida) es argentina y estoy seguro de que a Natacha y a ti les gustará conocerla cuando vengan a París (¡cosa que sigo esperando!). Éstas son las buenas noticias.
373 Un modestísimo hotel de la rue de Gentilly, cerca de la Place d’Italie. Barrio poco divertido, pero tenemos dos habitaciones llenas de sol y bastante grandes, y una cocinita, por 12.000 francos.
374 Esta escayola por otra para andar.
375 Temporada en el infierno.
376 Poeta y traductora.
377 Nalgas.
378 La buena comida.
379 Nos las arreglamos tan bien en París, que todo se andará en 1954.
380 Francisco Ayala, escritor español, era profesor en la Universidad de Puerto Rico y director de su editorial, que publicó la traducción cortazariana.
381 Ernesto F. Babino, funcionario del Ministerio de Educación.
382 Postes, Télégraphe, Téléphone: compañía francesa de Correos y Comunicaciones.
383 Pintor y publicista argentino.
384 Médica, mujer de Lipa.
385 Arquitecto.
386 Picárselas a toda velocidad.
387 Así va nuestra vida.
388 Tarjetas.
389 Se refiere a “Gardel”, publicado en el n.º 223 de Sur, julio-agosto de 1953, incluido después en La vuelta al día en ochenta mundos.
390 “Mamarracho” y “Fosforita”.
391 Por favor dile a Baudi que es un perro asqueroso. ¿Le ha dado agrafia?
392 “Carlos Viola Soto: Periplo”, Buenos Aires Literaria, n.º 15, diciembre de 1953.
393 Incluido en Salvo el crepúsculo.
394 “El escarabajo de oro”.
395 El guioncito en el original corresponde a salto de línea: accr-oc.
396 Esta carta fue manuscrita en una tarjeta de Trinitá dei Monti.