Capítulo 14

 

 

 

 

 

SAM observó cómo aterrizaba el pequeño avión y se volvió hacia el aparcamiento.

Haley estaba sentada en su coche, con la expresión en blanco. Pero Sam sabía lo que sentía. No se terminaba de creer que Sam realmente fuera a mandarla a casa.

La cena de despedida la noche anterior había estado rodeada de un ambiente bastante tenso. Sam no había tenido valor de enfrentarse a ella a solas, así que había invitado a Andy y a Gail, a Eleanor y a Jake. Incluso Chester se había acercado para despedirse.

Prudie se había quejado en un par de ocasiones de que la dejara marchar, pero Sam sabía que no tenía otra opción.

Nadie parecía entender que Haley tenía su propia vida fuera de Reflection Lake, y aquella vida no lo incluía a él.

Movió la cabeza y entró en la terminal. Aunque Haley tenía billete, quería comprobar que el avión despegaría sin retrasos. Esperaba que Haley hubiera llamado a su amiga Melanie para que fuera a buscarla al aeropuerto en Nueva York. No le gustaba la idea de que tuviera que tomar un taxi, sola, para llegar a casa.

Se quedó mirando el panel informativo; sentía que su cuerpo había perdido toda la sensibilidad, como si estuviera dormido.

—¿Esperabas que el avión despegara antes de tiempo?

Se dio la vuelta para encontrarse con Haley a su lado, seria, solemne.

—Sabes que no es eso lo que siento.

Haley suspiró.

—La verdad es que no tengo ni idea de lo que sientes. Después de que encerraran a Cy, creía que tendríamos ocasión de hablar tranquilamente. Pero en vez de eso, invitaste a todas esas personas a cenar con nosotros.

—Todos querían despedirse.

Ella asintió y se dirigió hacia una máquina expendedora.

—Yo te invito —dijo él y al alargar el brazo para sujetarla, le rozó un pecho. Haley se sobresaltó.

—Lo siento —murmuró él.

—No te preocupes —dijo ella—. Ha sido un accidente.

Un accidente que él quería que se repitiera todos los días de su vida, pero no sería así. No podía ser así porque la estaba echando. ¿Cómo podía dejarla marchar como si nada hubiera ocurrido?

Sam apretó el botón de la máquina y se agachó para recoger la lata de tónica.

La conocía tan bien que no le hacía falta preguntarle qué quería.

Le ofreció la lata después de abrirla y ella asintió agradecida. Después, dio un largo trago. Sam observó cómo bajaba el líquido por su garganta y apartó la mirada. Aquella visión de su cuello, bajando hacia sus pechos y hasta el borde de su falda lo excitaba.

Ella lo miró y sonrió.

—Eres un buen hombre, Sam Matthews. Pero no se te da muy bien el trato con las personas. Te di todo lo que tenía, pero o no lo quieres, o no lo necesitas. No sé muy bien cuál de las dos.

Él alargó la mano para tocarla, pero se detuvo en el último momento. No quería complicar las cosas.

—Eso no es cierto. Es solo que nuestras vidas van por caminos separados en estos momentos.

—El vuelo 134, con destino a Nueva York va a efectuar su salida.

Los dos se miraron y se hizo un denso silencio a su alrededor. De repente, fue como si el mundo entero hubiera desaparecido.

—Te echaré de menos —susurró ella.

—Yo también.

—No tengo por qué marcharme. Puedo quedarme.

—No. No puedes. Todo un mundo te espera ahí afuera.

—Un mundo me espera en Reflection Lake.

Sam sonrió.

—Vete. Disfruta de la vida y vuelve después.

—No vas a cambiar de opinión, ¿verdad?

Él negó con la cabeza.

Ella se acercó a él y echó los brazos alrededor de su cuello, estrechándolo contra ella.

—Te amo, Sam, y quisiera que no fueras tan testarudo como para no verlo.

—Disfruta de tu vida, Haley.

Ella lo besó con fuerza mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Sam la apartó y le secó las lágrimas.

Haley sonrió y se alejó sin mirar atrás. Ni una sola vez.