LA CONFUSIÓN fue intensa.
Henries estaba tratando de arrancarse los zapatos mientras le gritaba obscenidades a Talker y Melville le exigía que ampliara la información, las enfermeras corrían con toallas y una fregona, y Lyndie…
Lyndie estaba agachada a su lado, recostando su frente contra su sien y tarareando una canción. Talker también tarareaba.
—Trata de olvidar esto —murmuró el resto de la letra de su canción, y escuchó a Lyndie tararear al ritmo—. Trata de borrar esto… de la pizarra…
—Esa es una canción muy triste —murmuró Lyndie y él asintió.
—¿La conoces? —preguntó, un tanto sorprendido. El caos continuaba alrededor de ellos, pero él y la tía Lyndie estaban bien.
—Sí —dijo suavemente—. ¿Qué te parece si escuchas la mía?
Después de un minuto, Talker logró ignorar todo menos la suave melodía. Los gritos del Jeremy de su canción llamando la atención, se ahogaron por algo que había escuchado hacía mucho tiempo, pero que no podía recordar el título.
—Es una canción muy bella, tía Lyndie —murmuró y ella le acarició la cabeza con la suya otra vez.
—Se la solía cantar a Brian, justo después de la muerte de sus padres—murmuró. Mantuvo el tono de su voz bajo y su boca justo al lado de su oreja derecha, era como si los dos, Talker y esa linda mujer que lo había defendido como una mamá osa, estuvieran en una burbuja—. No soy religiosa, pero sabes, esta melodía es muy bonita y la idea de que Dios pueda bailar, me gusta. Solía animar a Brian cuando se sentía triste.
Hubo silencio y Tate se preguntó si el choque de sus dientes podía escucharse en todo el corredor.
—Ta-ta-ta-ta-también fu-fu-fu-fu-funciona con-conmigo —dijo después de un momento de silencio. Relajó ligeramente su mandíbula—. ¿Crees que dejarán que me duche?
Lyndie volvió a mirar a los dos policías quienes habían dejado de gritar y simplemente los oteaban, como si quisieran reventar su burbuja.
—Sí, cariño… Creo que vomitarles encima fue una buena forma de lograr que te dejaran de joder. Pero la enfermera me ha preguntado si deseas tomar un sedante, ¿qué opinas?
Talker parpadeó. Sus temblores se estaban calmando y los puntos negros frente a sus ojos habían comenzado a desvanecerse.
—No quiero ser una víctima —dijo silenciosamente. Un doctor estaba caminando por el pasillo con una jeringa en la mano y Tate tuvo que repetirlo más fuerte—. ¡No quiero ser una víctima! —El silencio era ensordecedor y miró fijamente al doctor—. Por favor, no me drogue. Brian todavía espera a ser operado… y yo… Yo limpiaré todo esto. Me cambiaré. Yo… Dios… oh, Jesús. Me calmaré. Solo… no me ponga eso en el brazo. —Tembló y miró a Lyndie suplicante—. No le tengo miedo a las agujas —dijo, y ella asintió seriamente—. No me asustan. Yo… conozco esto muy bien… —dijo a modo de conversación—, de niño pasé un año en el hospital. He vuelto varias veces. No me gustan, pero, ¿sabes? Puedo lidiar con todo esto. Es solo que… No quiero estar sedado. No quiero… No quiero sentirme vulnerable.
La tía de Brian asintió y miró con hostilidad a los policías.
—¿Lo escucharon, detectives? —preguntó, su voz reflejaba su irritación—. No quiere sedantes. No desea que un par de bastardos le griten en la cara. Quiere ducharse y un poco de jodido respeto, y quizás podrán recibir una respuesta que nos complazca a todos. Talker no lastimó a nadie, ¿de acuerdo? Fue a él al que lastimaron y ambos necesitan recordar eso. ¡Estúpidos!
—Lo sentimos, señora —dijo Melville, cediendo. Miró a Henries mientras este trataba de limpiar sus zapatos con una de las toallas que le había entregado una de las enfermeras.
—¡Deberían, joder! —dijo Lyndie furiosa, luego se acercó y le ofreció la mano a Tate. Este la tomó y se puso de pie, después le dio la espalda a los policías y al corredor caótico. Lyndie miró hacia el dormitorio de Brian y luego a la perpleja enfermera—. ¿Es verdad que tienen duchas?
La enfermera asintió, les dio las indicaciones y luego, para el agradecimiento eterno de Tate, le dio ropa del hospital y unas muestras gratis de champú del puesto de enfermería. Lyndie lo acompañó a la ducha y le dijo que regresaría en un momento. Él pasó veinte gloriosos minutos bañándose, cubierto de deliciosa agua caliente y pensando que el mundo no existía.
Algo así.
TALKER estaba perdiendo la calma en el pulcro despacho de Sutherland, específicamente sobre su cómodo sofá, mientras Brian lo abrazaba.
—Dijiste que no —susurró Brian.
—Así es.
—No fue tu culpa.
—No debí de haber…
—No fue tu culpa.
—¿Tú qué sabes?
—Yo sé la verdad.
Tate levantó la mirada, se sentía destrozado y vulnerable.
—La verdad es que no te vi. Estabas justo ahí, frente a mí y no te vi. No sé cómo toleras mirarme después de lo que pasó.
Brian hizo un gesto de dolor, sus ojos azules se alejaron de él y luego volvieron.
—Por supuesto que me viste. Eres la única persona en mi vida que lo ha hecho.
LOS OJOS de Brian estaban llenos de ilusión el primer día que se conocieron cuando Tate buscaba un lugar en donde sentarse en el autobús.
Sus ojos estaban llenos de esperanza, no de asco, lástima o molestia, ni tampoco reflejaban pensamientos como «mierda, me tendré que sentar al lado de Tate, el energético tatuado», ni «Oh Dios mío, no ese marica con esa cara». Sus ojos azules color cielo, simplemente estaban llenos de deseo, aunque solitarios, y su hermoso rostro reflejó felicidad al haber sido escogido, a pesar del hecho de que su forma de vestir, lo hacía pasar desapercibido.
Tate en verdad lo había visto. No importaba si Brian era gay o heterosexual, eso era lo de menos. Pensó en cosas como que su corazón parecía más dulce que la lluvia, pues eso era lo que Tate necesitaba y fue esa lluvia purificadora y caliente lo que caía sobre él ahora.
Tate salió de la ducha, se sentía consternado pero decidido. Había descubierto su alma y perdido su almuerzo frente al mundo entero, mientras su novio estaba inconsciente del otro lado del plexiglás. Podría sobrevivir a lo que seguía.
Oh, eso esperaba.
—Hola, Dr. Sutherland —dijo, sintiéndose contrariado y sorprendido.
—Hola, Talker —el psiquiatra estaba esperándolo fuera de la ducha, tejiendo.
—¿Usted es el que hace todas esas rebecas? Creí que era su esposa la que las hacía —Tate tenía una bolsa con su ropa sucia debajo de un brazo, mientras que con la otra mano, sujetaba el elástico de los pantalones aguamarina. Debió parecer una pregunta extraña, pero aparentemente le agradó al Dr. Sutherland, porque sonrió.
—Mi esposa también teje —levantó un pie envuelto en una obra de arte de lana—. Hace calcetines. —Sutherland guardó su costura, su labor en progreso, en una bolsa a su lado, luego se levantó y caminó por el corredor al lado de Talker.
—¿Qué está haciendo aquí, Doc? —preguntó Tate, pero tuvo que admitir que el estar con el hombre barrigón en este corredor estéril, lo relajaba. Sería más fácil esperar noticias si él estaba ahí.
—La tía de Brian me llamó. Supongo que encontró mi número en tu billetera mientras te duchabas. Al parecer creyó que necesitarías apoyo moral.
Talker lo miró fijamente. Se dio cuenta de que el cabello del hombre no estaba sujeto como de costumbre, sino que caía sobre sus hombros de forma desaliñada y que su rebeca (una de color gris oscuro muy hermosa) estaba mal abotonada.
—Vino aquí muy rápido. Dios, ¿cuánto tiempo estuve en la ducha?
—Un buen rato —dijo Sutherland con amabilidad—. Aunque yo vivo a tan solo cinco minutos de distancia.
Hubo una pausa y Talker tragó fuertemente porque el hombre parecía estar preocupado por él y había venido a las… Mierda, ¿ya era de día?
—No quiero hablar de eso otra vez —dijo después de un minuto—. Lo saqué todo en su despacho y luego… Esta noche… —se encogió de hombros. Estaba seguro de que Lyndie debió haberle dicho al doctor todo lo que había acontecido hasta ese momento.
De repente el doctor se acercó más de lo usual, estiró su brazo colocándolo alrededor del hombro de Talker. Olía como a talco de bebé, debió haberse duchado antes de que lo llamaran para cuidar de sus dos chicos.
—No te preocupes, Talker. Los detectives volverán para preguntarte dentro de aproximadamente una hora y tenemos que esperar las noticias de Brian. No tienes que decir ni una palabra, ¿de acuerdo? Sin embargo, Lyndie está preocupada y parece sentir que mereces la pena el esfuerzo, así que aquí me tienes.
Tate asintió y parpadeó rápidamente.
—Muy bien —dijo con voz ronca—. ¿Ya vio a Brian?
La respiración cuidadosa del doctor Sutherland fue lo único que lo delató cuando llegaron al dormitorio de Brian, estaba impactado, Tate pudo notarlo.
—La hinchazón es muy mala —dijo Lyndie suavemente. Estaba sentada, trabajando en su propia costura y Tate sintió por un momento como se desconectaba, imaginando lo que la tía de Brian y su psiquiatra se dirían: «¡Sí, prefiero la cosita con el ganchito, con el hilo que tiene mucha pelusa!». Y el otro le respondería: «Yo soy un gran fanático de los palitos y me gusta mi hilo sin pelusa, como todos mis suéteres».
El ruido de su cabeza desapareció y se acercó a mirar el rostro de Brian otra vez. Parecía que le habían agregado un vendaje más y miró a Lyndie confundido.
—Le drenaron la herida en su pómulo y la otra cerca de su ojo —dijo en voz baja, sus manos apretaron la aguja de crochet en su mano—. Dicen que parece peor de lo que es.
Talker asintió y luchó porque su labio inferior no temblara, luego se sentó al lado de Brian. El Dr. Sutherland bajó la barandilla para él y así pudo sentarse en la cama sosteniendo la mano de Brian, al silencio lo único que le hacía contrapunto eran los monitores con los signos vitales de Brian y su respiración forzada por su recién fracturada nariz. Talker comenzó a soñar que estaba sentado a su lado, exhausto, ansioso y asustado. Por primera vez, no tuvo pesadillas. Era como si su cuerpo hubiese dejado de funcionar en este momento de tensión y había encontrado uno de paz, como si todo lo que le quedaba eran los buenos momentos.
—¿QUÉ? —Brian acababa de despertarse, era la mañana siguiente después de su sesión con el Dr. Sutherland. Había sido una noche muy agotadora, habían mirado todo con detenimiento y literalmente habían peinado la información, luego se turnaron para ducharse, saludaron a Sunshine, la rata, y se quedaron dormidos.
Sin embargo, esa mañana, la luz estaba brillando por su ventana como un martillo y un cincel sobre sus ojos y Tate se había despertado para encontrarse con Brian a su lado, en el mismo lugar que había estado los últimos seis meses, roncando lo suficientemente fuerte como para sentirse avergonzado si se enteraba que lo hacía.
Talker no se lo había dicho todavía. Era como una cosa secreta que solo él sabía. (Bueno, Tate y Virginia, ya que ella había sido la única otra persona con la que Brian había pasado la noche. Debido a que Virginia le había ayudado a su novio a salir del armario, Tate le hacía el favor de hacer como si ella no existiera.)
Había otros pequeños secretos que Tate sabía. Como que había cinco pecas en la mejilla izquierda de Brian y que eran ligeramente más oscuras que las otras cuatro que estaban en la derecha. También sabía que Brian estaba muy orgulloso de sus cuatro perforaciones en las orejas y la que tenía en la nariz, porque pensaba que era alguien bastante aburrido y que los piercings le ayudaban a cambiar eso. Tate sabía que Brian era un esnob con cierta clase de personas: no le gustaban las que hacían mucho ruido con tal de llamar la atención o las que decían cosas crueles solo para hacer reír a la gente. También sabía que Brian odiaba la música pirateada porque comparaba a los músicos con su tía Lyndie, la artista, y detestaba estafarlos.
Brian le perdonaba por hacer eso, porque la música era lo único que lo mantenía en esta tierra, cuando nada, ni si quiera las caricias de su novio, podían lograrlo.
—¿Qué pasa? —Talker sonrió. Algo acerca de la forma en la que Brian lo miraba le hizo olvidar los tatuajes, cicatrices y sus dientes torcidos.
—¿En qué piensas? En lo que sea que fuera, pensabas tan fuerte que me despertó.
Talker se acercó y chocó su nariz contra la de él, haciéndolo sonreír una vez más.
—Pensaba que usas demasiada ropa —mintió.
Brian se estremeció. Tenían calefacción, pero era demasiado cara y el sistema central era… inconsistente. Tenían a la rata en su dormitorio, con la lámpara y una pequeña estufa, dormían con ropa deportiva y jerseys, debajo del saco de dormir doble que Brian había encontrado en una tienda de segunda mano en el mes de junio.
—Eres un mentiroso de mierda —dijo, hizo un gesto de molestia y Talker se sintió obligado a confesarlo todo.
—Me preguntaba si lo extrañas.
—¿Que si extraño qué?
—Esa cosa que no hacemos.
Brian frunció el ceño.
—El… el… —se sonrojó, siempre se sentía desconcertado cada vez que discutían temas sexuales.
—¿Sexo anal? —preguntó Talker con un tono de burla, Brian arrugó la nariz y giró su cuerpo, de manera que pudieran verse cara a cara. A Talker le gustaba cuando hacían eso. Le hacía pensar que eran un par de niños que estaban durmiendo en la casa del otro, excepto que Brian solía introducir su mano debajo de la ropa de Talker y frotar su pecho, y hasta donde él sabía, los niños pequeños jamás hacían eso.
—¡Está bien, dilo de esa forma! —bromeó Brian. Suspiró e introdujo su mano en la camisa de su novio. Talker sintió un poco de frío, pero aun así valió la pena cuando comenzó a acariciar sus músculos, y jugó con sus pezones, lo acarició, cosa que a veces necesitaba con desesperación, era como si su piel le gritara que era eso lo que quería.
—Lo haré, gracias. ¿Lo extrañas?
Brian hizo un puchero (sus labios se abultaban mucho cuando hacía eso).
—A veces lo hacía con chicas y no era del todo malo —dijo y Talker abrió tanto la boca que sintió que babearía la almohada a pesar de estar despierto.
—¿Tú qué?
Brian arrugó la frente y trató de explicar.
—¡Las chicas son muy distintas en la vida real que en la ficción! —dijo, parecía estar ansioso—. Son… agresivas, ¡joder! Una chica llevó sus propios condones y lubricante y solo… solo… se acomodó sobre sus manos y rodillas, se lubricó y dijo “métela” y bueno, ya sabes. Esa cosa tiene su propia manera de pensar… ¡así que se metió!
Talker se estaba carcajeando porque Brian parecía estar muy… consternado, al recordar cuando una hermosa chica le pidió que le follara el culo.
—¿Sí?
—¡Sí! —luego se carcajeó, pero sus orejas estaban rosadas. Talker quería besarlo con desesperación, pero no tanta como para interrumpir el final de la historia.
—Y… ¿cómo fue?
—Apretado —respondió Brian—. Fue apretado… Y estuvo muy bien —se encogió de hombros—. Pero fue la última vez que la vi, me dijo que el sexo fue asombroso y pareció gustarle, pero ya sabes… —levantó el hombro que no estaba presionado contra el colchón.
—No, no lo sé.
Brian suspiró.
—Era… era como con todas las chicas con las que estuve. Eran divertidas y me gustaba su compañía, pero sus caricias no… no me hacían sentir calidez. No me hacían sentir pasión, éxtasis o arrebato. —Su mano se movió por el cuello de Talker, hasta que sus latidos pulsaron contra la palma de Brian—. No me hacían sentir las cosas que experimento cuando tú me tocas, o me sonríes o… ya sabes, cantas en la ducha, dejas tus zapatos en el corredor o conversas con la rata cuando crees que no puedo escucharte.
—Mmm… —suspiró Tate, pero arqueó su cuerpo contra el de Brian y se negóa abandonar el tema—. Pero, no extrañas… ya sabes, ¿follar algo?
Brian se tornó más rojo, lo que significaba que estaba por decir palabras obscenas. Tate lo observó con deleite mientras este luchaba por encontrar las palabras adecuadas. No pasaba a menudo.
—Quieres decir además de tu mano, boca, muslos o cualquier otra alternativa. Solo porque no tengamos… sexo “orificial” no significa que no sea sexo oficial, ¿cierto?
Talker no pudo evitarlo. Se carcajeó, el sonido sacudió su pecho, estómago y testículos.
—¿Sexo “orificial”? —continuó carcajeándose hasta que pudo respirar—. ¿Sexo “orificial”? ¡Oh Dios mío! ¿Acaso te inventaste esa palabra?
Las orejas de Brian pasaron de rojas a un color púrpura, luego ocultó su rostro avergonzado con la almohada y Talker no pudo evitar besar su oreja. Brian se sacudió debajo de él y este lo besó nuevamente, luego usó la punta de su lengua y Brian se estremeció todavía más.
Besar la oreja de Brian no le fue suficiente. Tate se movió hacia su nuca (todavía estaba rosa, pero se estaba tornando roja, como si Brian estuviera más excitado que avergonzado) y la mordisqueó por un minuto. Habían logrado ducharse la noche anterior y Brian sabía a champú. Su cabello era lo suficientemente largo como para tener que quitarlo del camino y Tate continuó besando su nuca hasta llegar al cuello de su camisa. Brian hizo un sonido que era una mezcla entre una carcajada y un suspiro y Tate de repente sintió muchos deseos… Oh, Dios, cuánto lo deseaba.
Gruñó y mantuvo alzadas las caderas, frotándose contra el triángulo formado por los muslos y el trasero de Brian. Este gruñó también, se hizo hacia atrás y Tate continuó besando su espalda. Luego subió la camisa de Brian y jugó con la piel dorada. Brian tenía tres pequeños lunares en su espalda, eran oscuros y estaban distribuidos sobre ella, Tate besó la piel entre ellos jugando a algo que solo él conocía. Bajó hasta el elástico de sus pantalones y Brian se separó de la cama para darle mejor acceso. Tate aprovechó la oportunidad y le quitó toda la ropa: pantalones, calzoncillos y calcetines.
Brian comenzó a darse la vuelta, pero Tate lo detuvo.
—¡Quédate quieto! —rio, continuando su exploración de besos hacia su destino final. Los glúteos de Brian eran firmes y cuando contenía la respiración, se contraían. Tate quería jugar con ellos. Podía ver que los testículos de Brian (que se endurecían y se tornaban pesados), caían en el centro de ese triángulo mágico, misterioso y cubierto de vellos rubios, y deseaba jugar con ellos desde este nuevo ángulo. Esto era divertido, eso era en lo que Brian lo había adiestrado en su cama: diversión, exploración, placer y absoluta felicidad.
Brian facilitaba las cosas. Acercó sus rodillas y las puso casi debajo de su pecho, mientras ponía sus hombros sobre la cama… Luego comenzó a buscar algo en el cajón de su mesita de noche.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Tate mientras besaba la abertura de ese firme trasero.
—Grrrrrrrrr—gruñó Brian y Tate sonrió, luego se movió sobre ese delgado y musculoso cuerpo para acariciar la laaaaaaaaaarga y razonablemente gruesa polla de Brian mientras rebotaba sobre su abdomen. (Brian no se había dado cuenta de la majestuosidad de ese hermoso pene entre sus muslos. Tate, hasta ahora, había controlado el deseo de decirle que podría entrar en cualquier club gay de la ciudad, bajarse los pantalones y gritar: «¿quién quiere mantenerme de por vida?», y recibir muchas ofertas. ¡Planeaba mantener eso en secreto también!)
Tate continuó acariciándolo y comenzó a lamer los testículos de Brian, (se sentía agradecido de que su novio se hubiera duchado con mucha dedicación, porque esta podría llegar a ser una posición muy incómoda), que dejó de buscar en el cajón por un minuto, presionó su cabeza contra la almohada y se carcajeó.
—¡Diooooooooooooos! ¡Talker! ¡Mátame! ¡Mátame! —Tate abrió la boca y succionó su testículo por completo, solo para escucharlo gritar algo contra la almohada. Continuó haciéndolo, después de un minuto o dos, y luego escuchó que Brian volvió a buscar algo en el cajón—. ¡Gracias, Dios! —La mano volvió y buscó la de Talker con torpeza mientras acariciaba su miembro.
Talker soltó la polla (no fue algo fácil de hacer. Dios, estaba tan bien) y envolvió sus dedos alrededor de…
De una botella plástica de lubricante.
—¿Qué? —estaba sorprendido.
—Dios, Talker—suspiró Brian—. Estoy… todo… Solo lubrícame y fóllame ¿sí? —movió su culo hacia atrás, como para resaltar la idea, y Talker abrió la boca sorprendido, su erección, debajo de sus pantalones, ya estaba tornándose dolorosa.
Brian gimió y se dio la vuelta para quitarle la botella, mientras Talker trataba de buscar qué decir.
—Pero… ¡Pero tú eres el activo! Se supone que… Oh, Dios —Brian vertió lubricante en sus dedos y los movió hacia atrás, y… y… y… Oh, mierda, introdujo un dedo en el interior de su ajustado ano y Talker no podía dejar de mirar.
Brian suspiró y gruñó, su cuerpo entero se sacudió como un perro cuando es acariciado en el lugar idóneo, y luego introdujo otro dedo.
Todos los pensamientos sobre ser un activo o un pasivo desaparecieron de mente de Talker. Quería tocar a su amante de la misma forma en la que este lo hacía, quería hacerlo gemir como lo estaba haciendo ahora contra la almohada, cada molécula de su cuerpo vibraba por la excitación, incluyendo las de su cabello y tatuajes.
Se movió, tomó la mano de Brian y sacó sus dedos.
—Permíteme —masculló.
Brian movió su mano y se quedó inmóvil, con el culo en el aire, vulnerable, vibrando y suplicándole sin decir una palabra, las manos de Talker se movieron tan rápido que comenzaron a sacudirse. Se quitó la ropa, tembló por el frío de su dormitorio, recogió el lubricante de donde Brian lo había dejado en la cama y después vertió un poco sobre sus dedos.
Tendía a morderse las uñas y la piel alrededor de estas, para asegurarse que no había nada afilado en su cuerpo que pudiera herir la piel sensible de su novio, y usó dos de sus dedos para penetrarlo… hasta el fondo.
El ano de Brian se aferró a sus dedos, haciendo un canal ajustado y humedecido por el lubricante. Brian gimió y Talker comenzó a embestirlo suavemente, sintiendo la textura del interior del cuerpo de su amante.
Su pene, que era de tamaño medio y algo deforme, literalmente estaba expulsando líquido preseminal sobre las sábanas. ¡Oh Dios!
—Dilátame —le ordenó Brian, su voz reflejaba su impaciencia—. Separa tus ded… ¡oh, sí!
Tate nunca había poseído delicadeza.
—¿Ya? ¿Ya estás listo? —oh, Dios, ahora su amante, estaba sobre sus manos y rodillas, lubricado, dilatado y rogándole, ¡por supuesto que Tate ya estaba listo!
—Estoy más que listo. Vamos, Talker… hazlo. Cielos… —continuó rogándole con la almohada frente a él y con el culo moviéndose de forma provocativa. Tate lo deseaba con desesperación, pero…
—No quiero lastimarte… —Se sentía inseguro y Brian tenía que calmarlo rápidamente.
—Aaaaaghhhhh, mierda, Talker, ¿podrías por favor follarme de una buena vez?
Bueno. No había nada más claro que eso, ¿o sí? La cabeza del pene de Tate estaba casi sin cicatrices y parecía, bueno, perfecta contra el ano de Brian. Se veía… majestuosa, penetrándolo. Increíble. Jodidamente fantástica. Brian dejó de hacer ruidos y se quedó inmóvil, su respiración se calmó. Tate se dio cuenta de que Brian se estaba forzando a sí mismo a relajarse. Movió su mano y acarició el costado del cuerpo de Brian, luego su espalda y continuó penetrándolo lentamente y con suavidad. Este no era el momento para acobardarse.
—¿Cómo estás? —preguntó Tate lentamente. Ya casi estaba en su interior… Casi… ¡pop!
—¡Aaaaaaggggghhhhhhh! —gritó Brian contra la almohada y Tate se hubiera separado de él, de no ser porque temía hacerle daño—. ¡‘toy bien! —masculló Brian—. ¡‘toy bien! Mierda, ¡sigue!
Talker desaceleró su ritmo. Fue un gran triunfo. Él… él… oh Dios… tenía que hacerlo despacio. Se movió lentamente hasta que estuvo completamente en el interior del cuerpo de su pareja, hasta que ya no pudo introducirse más y Brian se aferró a su polla. Tuvo que detenerse, estaban unidos, fusionados, teniendo sexo “orificial”, y vibrando por la presión que el placer les provocaba.
—Esto… ¿Talker? —la voz de Brian temblaba al igual que su cuerpo.
—¿Sí?
—Hombre… ¿te moverás pronto?
La sonrisa de Talker era tensa; él también se sacudía.
—¿Agarrarías tu pene para que los dos podamos corrernos?
—Podría hacer eso… mmmmmm…. —Esa última parte probablemente significó que ya lo había hecho. Talker alejó sus caderas hasta que comenzó a gemir. Ahí, sabes, justo ahí. Y luego las empujó hacia adelante, con fuerza suficiente para que Brian lo sintiera. Ambos gruñeron y repitió el movimiento.
Continuó haciéndolo, lento al principio, luego aceleró. Después le agregó más fuerza y luego (jadeo), luego (gemido), luego (¡¡¡¡aaaaaagggggghhhhhhh!!!) comenzó a follarle lo más fuerte que pudo, sin delicadeza ni reprimiéndose. Brian gemía contra la almohada, su mano se movía sobre su miembro sin ningún tipo de ritmo que Tate pudiera discernir. Además, aunque quisiera, no podía controlarse, solo podía dominar su propio placer. ¡Dios! ¡Estaba follando! Tate lo estaba haciendo, él era el que follaba y…
Miró hacia abajo y notó como su verga desaparecía en el interior del cuerpo de su amante por enésima vez, y lo que estaba haciendo lo hizo alcanzar el clímax. Cerró los ojos y dejó que el mundo explotara como fuegos artificiales blancos alrededor de la oscuridad. Debajo de él, alrededor de él, Brian se estremeció, gritó y luego su ano se estrechó y tiró de él con tanta fuerza que Tate eyaculó.
Tate se dejó caer sobre su espalda y Brian colapsó sobre la cama, con Tate sobre él, ambos estaban jadeando, carcajeándose y gruñendo.
Brian cambió de posición y Tate se quitó de encima de él, luego volvieron a verse las caras como niños. El abdomen de Brian se contraía y Tate se preguntaba si estaba flexionando su ano, para asegurarse que todo estuviera como antes.
—¿Estás bien? —preguntó Tate, pasando una mano sobre el abdomen de su novio, Brian lo miró a los ojos y asintió.
—¡Genial! —asintió y Tate sonrió—. ¿Tú?
—¡En la jodida luna! —respondió Tate. Los ojos de Brian se movieron un momento y su expresión indicaba que estaba pensando—. ¿Estás seguro de que estás bien?
—Sí… solo… Ya sabes. Si salgo corriendo al cuarto de baño en un minuto, no te lo tomes a mal, ¿sí?
Talker rio. No pudo evitarlo. Le daban risa los chistes del baño.
—De acuerdo, te perdono.
Brian sonrió.
—Entonces, ¿eres feliz? Hemos… ya sabes tenido…
—¡Sexo “orificial”! —respondió Tate y Brian asintió.
—Sí, “sexo orificial”… Lo hicimos y ya sabes, ahora somos… “orificiales”. —Brian se puso serio y miró a Tate a la cara—. No hay nada malo con nosotros. No nos hace falta nada. No tienes que disculparte. Estamos muy bien.
Tate parpadeó rápidamente. Dios. Todos esos meses en el despacho del psiquiatra y Brian llegó a la raíz del problema.
—Somos geniales —respondió—. Te amo.
—Yo también te amo.
Antes de esa prometida carrera al baño, tuvieron tiempo para un largo, húmedo, sudoroso y tembloroso beso matutino.