¿Qué se supone que deben hacer los hombres cuando no hay tierras en las que asentarse ni nadie con quién luchar?
Una de las ideas básicas de la psicología evolutiva es que, como la evolución humana tuvo lugar a lo largo de un periodo de tiempo muy largo y después una explosión tecnológica nos lanzó al mundo moderno en un período de tiempo comparativamente corto (historia documentada), los humanos están más adaptados física y psicológicamente al mundo como era de lo que lo están tal y como es hoy en día.
Nuestros cuerpos y mentes están adaptados a funcionar en un mundo más duro. Las situaciones que nos alegran, deprimen o asustan están relacionadas de algún modo con nuestra habilidad para funcionar en lo que algunos llaman el Ambiente de Idoneidad Evolutiva . Las decisiones que tomamos en el mundo moderno pueden parecer “ilógicas”, pero reflejan el tipo de decisiones que habríamos tomado para sobrevivir hace miles de años. Pensad en la cantidad de tiempo, energía y recursos que empleamos en el sexo, incluso cuando no tenemos intenciones reproductivas. La lógica no tiene nada que ver con ello.
Nuestros cuerpos y mentes primitivos aún hacen cálculos basados en datos antiguos. Puede que sea un error o tal vez un rasgo —solo por si acaso todo se va a la mierda.
La primera tarea de los hombres siempre ha sido conservar el perímetro, afrontar el peligro, cazar y luchar. Los hombres se unen en bandas y forman una identidad grupal fuerte. Siguen este patrón una y otra vez, sea lógico o no.
Haciendo un esbozo sobre su comprensión de los primates, los biólogos evolucionistas Richard Wrangham y Dale Peterson elaboraron una teoría sobre el comportamiento de las bandas masculinas al que apodaron, quizás de forma poco halagüeña, demonismo masculino .
“ Los machos demoníacos se unen en bandas pequeñas, autoperpetuables, que se alaban a sí mismas. Ven o inventan un enemigo ´por ahí´, más allá de la cumbre, al otro lado de la frontera, al otro lado de la división lingüística, social, política, étnica o racial. La naturaleza de la división apenas parece importar. Lo que importa es la oportunidad de participar en el vasto y acuciante drama de pertenecer a la banda, identificar al enemigo, salir de patrulla, participar en el ataque ”. 49
Llamar “demonismo” a este fenómeno es darle un giro inmoral a la estrategia básica de supervivencia de nuestra especie. Es una estrategia que nos ha funcionado durante mucho tiempo y a la que recurriremos en una emergencia.
Pero una vez habéis fundado Roma... ¿qué hacemos?
Algunas veces hay un buen motivo para ir a la guerra, para identificarlos a ellos y movilizar a nuestros hombres contra los suyos. Otras veces no lo hay. No se puede garantizar una gran crisis o una guerra para cada generación de jóvenes, simplemente para darles una oportunidad de explorar su naturaleza primitiva “demoníaca” o darle sentido a sus vidas. Comenzar una guerra porque sí, parece frívolo, aunque me pregunto si lo hacemos de forma inconsciente... por puro aburrimiento. A veces los hombres se meten en peleas solo por hacer algo —solo para sentir cosas como la amenaza del daño y la posibilidad de triunfo.
La mayor parte del tiempo los hombres buscan sustitutos de la lucha. En las sociedades tribales probablemente era lo suficientemente sencillo. Cazar es similar a luchar, y por eso los hombres siguen haciéndolo aunque no lo necesiten. Jugar a luchar —hacer sparring — es parte del aprendizaje de la lucha, y los hombres ritualizan el jugar a luchar por medio del deporte.
En 1906, William James demandaba un “equivalente moral de la guerra”. Dejando a un lado si la guerra es moral o inmoral, la frase “equivalente moral de la guerra” capta nuestra necesidad de suprimir y redirigir la masculinidad primitiva en tiempos de paz. James reconocía que los hombres parecen estar perpetuamente en busca de un modo de vida de “campaña”. Como pacifista, sugería que todos los jóvenes fueran reclutados durante un período determinado en una “guerra contra la naturaleza”, donde podrían afanarse y sufrir juntos como pescadores, mineros, obreros y demás.
La idea de una guerra contra la naturaleza no gustaría mucho hoy en día, pero si se la retorciera un poco podría ser la forma más honesta y realista de reimaginar la masculinidad. James se reiría de los ahora reivindicados miedos de sus coetáneos, que creían que sin el suficiente nacionalismo belicista los Estados Unidos degenerarían en una sociedad “de tenderos y profesores, de co-educación y zoofília, de asociaciones de consumidores y organizaciones benéficas, de industrialismo ilimitado y feminismo descarado”. Sin embargo, también advirtió de que “una economía de paz constantemente próspera no podría ser solo una economía del placer”. 50
El plan de William James para la paz podría haber funcionado un tiempo, aunque dudo que ningún plan para la paz sea viable a largo plazo. El problema de proscribir la violencia es que hacerlo requiere violencia, y el problema de proscribir la guerra es que hacerlo requiere de un acuerdo simultáneo y universal para llevarlo a cabo, si no, las palomas de la paz acaban siendo patos de feria.
Funcionara o no, los hombres nunca se embarcaron para luchar en una guerra contra la naturaleza —pero aún nos mantenemos ocupados con “equivalentes” de la misma. Al igual que la energía, la virilidad de la banda ni se crea, ni se destruye. Ese “demonismo” es parte de lo que los hombres son y para lo que han evolucionado. Siempre está ahí; solo toma diferentes formas.
Si una civilización quiere crecer y prosperar, la tendencia de los hombres de separarse en bandas pasa a ser una amenaza a la seguridad interna. Las bandas de hombres siempre suponen una amenaza para los intereses establecidos. Los “equivalentes” de la virilidad de la banda tienen el potencial de mantener a los hombres interesados en una sociedad determinada y de evitar que la hagan pedazos. Los sustitutos viables del “modo de vida de campaña” masculino evitan que éstos impongan sus propios intereses sobre los del conjunto, o sobre los de aquellos que están en el poder.
Cuando los hombres están materialmente dedicados a una sociedad —cuando creen que se puede conseguir más trabajando con el grupo en vez de en su contra— controlarán y redirigirán sus energías al servicio de una sociedad prospera.
Cuando los hombres están emocionalmente dedicados a una sociedad —cuando sienten una fuerte conexión con el grupo, un fuerte sentido del nosotros— controlarán y redirigirán sus energías al servicio de una sociedad pacífica, mientras que a los hombres más agresivos (los que son mejores siendo hombres) se les suministren “equivalentes” deseables de la agresividad de la banda.
Conforme aumentan la prosperidad y la seguridad, y la necesidad de los hombres de cazar, pelear y luchar disminuye, el deseo masculino de participar en actividades de la banda puede controlarse y canalizarse por medio de la simulación, la derivación y la intelectualización.
Masculinidad Simulada
• La agresividad primitiva de la banda y la adhesión a ésta son simuladas directamente a través de la participación en el servicio militar, policial y actividades de “guardia” parecidas.
• La agresividad primitiva de la banda y la adhesión a ésta son experimentadas a través de la participación en actividades de la banda, simbólicas y ritualizadas, como los deportes de equipo y el juego cooperativo.
• La agresividad primitiva, la competitividad y la necesidad de demostrar la virilidad ante el grupo son canalizadas a través de la participación en deportes individuales, juegos de supervivencia o competiciones individuales que requieren demostraciones de fuerza, coraje o maestría.
Masculinidad Derivada
• Los machos observan a otros machos participar en guerras, tareas de guardia y juegos de supervivencia.
• Los machos observan a otros machos participar en deportes de equipo o individuales.
• Los machos observan a otros machos demostrar fuerza, coraje, maestría u honor.
• Los machos estudian las historias de machos que participaron en guerras, tareas de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en deportes individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje, maestría u honor.
• Los machos leen historias sobre machos que participaron en guerras, tareas de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en deportes individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje, maestría u honor.
• Los machos ven películas o interpretaciones sobre machos que participaron en guerras, tareas de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en deportes individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje, maestría u honor.
Masculinidad Intelectualizada
• Agresividad económica y actividad de bandas: hombres o grupos de hombres compiten para ridiculizar a los otros a través de la competición económica. Demuestran fuerza y coraje poniéndose a prueba entre ellos, para ver quién cede antes y quién aguantará más defendiendo sus intereses. Un ejemplo es un vendedor a comisión vendiendo un automóvil a un comprador informado. La masculinidad económica se demuestra asumiendo riesgos y creyendo que sois lo suficientemente competentes para imponeros. Las compañías se benefician de la masculinidad intelectualizada cuando los hombres son más productivos porque se les anima a competir entre sí.
• Agresividad política/ideológica y actividad de bandas : los hombres forman equipos políticos o ideológicos y compiten para ganar debates y batallas de ingenio y estrategia. Entre los ejemplos se incluyen la estrategia política, el debate filosófico, científico, académico o religioso, y los tipos que pasan horas en foros de discusión intentando demostrar que tienen razón sobre una misma cuestión.
• Masculinidad metafórica : por motivos religiosos, ideológicos o personales, los hombres interiorizan la virilidad. Las batallas externas se convierten en metáforas de batallas internas, y se concentran en el autodominio, el control de los impulsos, en un comportamiento disciplinado y en la perseverancia. Luchan por ser buenos hombres, hombres racionales, buenos padres, buenos ciudadanos, hombres fieles, por inventar y crear, por alcanzar metas.
• Masculinidad ascética : el autodominio y la autodisciplina de la virilidad metafórica conducen a una orientación concentrada en la autonegación y el rechazo del deseo natural masculino por el sexo, la comida, las cosas mundanas, la acción viril o la violencia.
Primero visualicé la masculinidad simulada, derivada e intelectual como una progresión en una sola dirección. Mi pensamiento era que, conforme las sociedades se hacían más seguras y prósperas, la masculinidad es simulada, después sobre todo derivada y después mayoritariamente intelectualizada. Tiene cierto sentido en el cuadro general, pero no funciona exactamente así.
La mayoría o todos esos sustitutivos de la masculinidad de la banda han estado presentes en todo tipo de organización social y civilización. Casi siempre ha habido deportes y hombres que disfrutaban viendo deportes y otros concursos de fuerza, velocidad o agilidad. Los pueblos primitivos y civilizados, indistintamente, han contado historias de grandes hazañas y reflexionado sobre lo que significa ser un buen hombre. Los humanos llevan comerciando y negociando durante mucho tiempo y casi siempre ha habido curas, monjes y ascetas.
Es más, la mayoría o todos estos métodos para canalizar la virilidad de la banda pueden estar presentes y ser importantes para cualquier hombre. Hay, y siempre ha habido, guerreros píos y atletas. La mayoría de hombres normalmente esperan ser buenos hombres, ejercer el autocontrol y comportarse éticamente. Hombres que consideramos de acción se posicionarán políticamente o debatirán entre ellos. Los hombres que practican deportes normalmente disfrutan viéndolos. Superar las luchas internas resulta esencial para superar las luchas externas, para sobrevivir y conseguir cualquier cosa.
Así que, tanto los individuos como las civilizaciones pueden y canalizan la virilidad por medio de la simulación, la derivación y la intelectualización, llegado cierto punto en su desarrollo. Lo que varía es el énfasis y la oportunidad.
Como las bandas son una amenaza para el orden, a menos que estén organizadas al servicio de una civilización, normalmente habrá oportunidades disponibles para que un porción más pequeña de la población masculina pueda experimentar directamente la masculinidad de la banda —participación en el esfuerzo de guerra, protección y defensa— mientras que la gran banda que maneja la civilización, de una forma u otra, “logra la impunidad”. Algunos hombres lucharán, pero serán los menos. La tecnología moderna acelera esto. Si tienes la posibilidad de atacar de forma segura e indirecta con drones a distancia, pocos hombres tendrán que matar alguna vez a alguien directamente.
La abundancia producida por la tecnología moderna también reduce las oportunidades de los hombres de participar en “guerras contra la naturaleza”, como exponía James. Cada vez serán necesarios menos hombres para trabajar de forma activa con sus manos, tal y como hubieran hecho en una banda de supervivencia primitiva. La agricultura reemplazará la caza en grupo, y la agroindustria mecanizada o la agricultura controlada por los Estados convertirán el oficio del granjero en un “trabajo” de baja cualificación que no requiera implicación emocional por parte de los hombres. La caza cede el paso a los mataderos en cadena y la eficacia de este sistema asegura que incluso sea necesario que participen menos hombres en el proceso de caza. La caza sobrevive únicamente como deporte para la mayoría de los hombres. Conseguimos la carne en el supermercado. Hoy en día, para la mayoría de nosotros, lo que hacemos para conseguir dinero para comprar carne tiene poco o nada que ver con cazar. No tiene que ser así, pero así es.
Según disminuyen las oportunidades para que los hombres hagan aquello para lo que han evolucionado, se pone mayor énfasis en la canalización simulada, derivada e intelectualizada de la masculinidad para mantener el orden y la unidad cultural. Los hombres aún consiguen sentirse como hombres, pero la amenaza que suponen para el orden, para los intereses establecidos y para los intereses de las mujeres queda mitigada.
Los hombres compiten por status y quieren ganarse la aprobación de sus compañeros, por lo que los canales para la masculinidad que les ofrecen estarán relacionados con sus aptitudes y temperamento naturales. Los tipos con esqueletos delgados y metabolismos altos puede que no sean los mejores levantadores de peso, pero normalmente son buenos corredores. De forma similar, los hombres intelectual y verbalmente dotados aceptan especialmente bien los canales intelectualizados de la masculinidad.
La mayoría tiene el talento suficiente para poder participar de una mezcla de formas simuladas, derivadas e intelectualizadas de virilidad, mientras que sigan involucrados de otra manera en una determinada civilización.
Una minoría de hombres necesitarán, con extrema frecuencia, oportunidades y equivalentes vitales de caza y guerra para seguir siendo productivos y evitar que se autodestruyan. Charles Darwin opinaba que estos hombres “incansables” eran una “gran puesta a prueba de la civilización”, pero que podían “convertirse en pioneros útiles”. 51 Estos hombres suelen meterse en un montón de problemas en civilizaciones superiores —llenan nuestras prisiones y, a menudo, tienen problemas con el consumo de sustancias narcóticas— aunque probablemente lo harían bastante bien en un escenario de supervivencia.
Otro pequeño grupo de hombres son felices viviendo casi por completo en su mente, y se satisfacen fácilmente con búsquedas intelectuales y demostraciones abstractas de masculinidad. Del mismo modo que los deportistas presumen de que los auténticos hombres practican deportes porque son buenos en ello, los pensadores abstractos pretenderán haber conquistado sus instintos básicos por hacer, simplemente, lo que mejor se les da de forma natural. Los hombres compiten por status y quieren sentir que van ganando.
Una vez identifiquéis esto, los debates entre hombres sobre la auténtica naturaleza de la masculinidad se volverán divertidamente predecibles. Los ingenieros creen que la hombría consiste en la tecnología, los especialistas de las artes liberales creen que consiste en la virtud civilizada y los atletas piensan todo se resume en fuerza, velocidad y perseverancia. Los machos afeminados creen que están más “evolucionados” que sus embrutecidos hermanos y, con ello, que son los auténticos hombres superiores. En una sociedad equilibrada, unificada y patriarcal que proporciona oportunidades para que la mayoría de los hombres pongan en juego sus talentos, todos ellos pueden tener razón —al menos parcialmente. Todos pueden demostrar fuerza, coraje, maestría y honor de diferentes formas ante sus compañeros, y todos pueden sentirse valorados por un sector concreto. Idealmente, estos tipos podrían llegar a cultivar una pizca de respeto por los diferentes roles —aunque como la búsqueda de status es el camino de los hombres, aquellos con mayores egos normalmente pensarán que su papel es un poco más importante y un poquito superior.
Desafortunadamente, hemos alcanzado un nivel de civilización, tecnología y abundancia en el que —para proteger el orden y los intereses establecidos— las oportunidades de equivalentes vitales inmediatos de caza y guerra son cada vez más raros. La tecnología armamentística ha hecho la guerra demasiado mortal y demasiado fácil para los hombres deseosos de usar esa tecnología para conseguir lo que quieren a cualquier precio. Abogados y compañías aseguradoras —y más tecnología— han hecho seguros, fáciles y aburridos los trabajos peligrosos, excitantes y participativos. Solo unos pocos y selectos guardianes, trabajadores en campos decadentes y externalizados, y hombres que favorecen a los canales intelectuales de la masculinidad participan, de forma satisfactoria, en actividades en las que sienten que arriesgan, luchan y vencen. Los demás solo juegan alrededor, y lo saben. Los hombres abandonan y se desenganchan de nuestro sofisticado, fácil y seguro mundo. Por lo que podría ser la primera vez en la historia, el tipo medio puede permitirse no preocuparse. Nada de lo que haga importa realmente y —lo que es peor— decae su esperanza de un futuro en el que lo que haga importe .
La pornografía no es lo mismo que el sexo. Es un sustituto. ¿Perdería la pornografía su atractivo sin la posibilidad de sexo? ¿Serán suficiente las simulaciones de supervivencia y guerra sin que haya la más remota posibilidad de guerra o conflicto? ¿Se quedarán, simplemente, vacíos, agotados y deprimidos?
Hay una razón para que a la gente le encanten tanto las películas de zombies y el “porno” de desastres. El apocalipsis —cualquier apocalipsis— brinda una oportunidad. Como se lee en la contraportada de los cómics de The Walking Dead , “En un mundo controlado por los muertos, finalmente estamos obligados a empezar a vivir”.
El compromiso entre la civilización moderna y la hombría promovido por los intelectuales consistirá, de forma predecible, en un énfasis sobre los canales intelectualizados de masculinidad. Hay varios problemas con esto.
Para empezar, no todos los hombres son intelectuales, por lo que van a cagarla jugando a eso. A nadie le gusta perder siempre —preguntadle a cualquier cerebrito o flojucho del que hayan abusado. Si solo una minoría de hombres son intelectuales, y la masculinidad intelectualizada es lo único que tenemos, la mayoría de los hombres se sentirán como si perdieran siempre. Si queréis crear una sociedad de perdedores apáticos, convenced a la mayoría de vuestros hombres de que ya han perdido y que, sin importar lo que hagan, nunca podrán ganar.
¿Qué sentido tiene intentarlo si sabes que el juego está amañado?
¿Por la satisfacción de saber que estáis contribuyendo a un bien mayor?
Es el tipo de estupidez que diría un intelectual.
Otro problema de la completa intelectualización de la masculinidad es que resulta igualmente accesible a las mujeres. Demostrar vuestra hombría ante otros hombres no significa gran cosa si las mujeres hacen lo mismo que los hombres. El “coraje intelectual” no es específico de los hombres o del papel de estos. Las mujeres también pueden ser “intelectualmente valerosas”. Las mujeres también pueden apretarse las tuercas entre ellas en los negocios tan bien como los hombres —puede que incluso mejor. Las mujeres pueden demostrar autocontrol, pueden ser buenas ciudadanas. Pueden ser moralmente íntegras y, aunque como conjunto están rezagadas en ciencias, hay mujeres que pueden competir con los hombres en cualquier campo académico. La masculinidad intelectualizada solo resulta viable cuando se intelectualiza de forma diferente a la feminidad y no se fuerza a los hombres a competir con las mujeres. Si los hombres están intentando, de forma subconsciente, demostrar su valía como hombres ante otros hombres y de repente se encuentran compitiendo con mujeres, la ilusión se desvanece.
La introducción de mujeres en un terreno de competición, cortocircuita su viabilidad como sustituto de la actividad de una banda masculina.
La competición no satisface la misma necesidad primitiva en la mayoría de los hombres si hay mujeres involucradas —no importa cómo se comporten éstas o lo racional que pueda parecer el motivo para incluirlas. Por norma general, si añades mujeres a esta mezcla, o bien los hombres dejan de centrarse en impresionarse entre ellos para dedicarse a impresionar a las mujeres, o bien pierden totalmente el interés y hacen lo justo para salir adelante.
Las demandas feministas de igualdad absoluta e integración de los sexos en la guerra y sus equivalentes —en combinación con la amenaza inminente de una destrucción masiva tecnológica y el deseo de las élites globalistas de proteger sus intereses frente a bandas intratables de hombres— han llevado a la intelectualización de la masculinidad a una fase terminal: repudiación . Aceptar la naturaleza de los hombres tal y como son, y ofrecerles equivalentes a la guerra, ya no es aceptable para las mujeres o los globalistas. Su meta compartida ha pasado a ser la repudiación completa de la idea de que los hombres deberían querer hacer las cosas para las que han sido seleccionados.
Se regaña a los niños incluso por sus fantasías violentas —por las historias violentas que quieren oír, los libros violentos que quieren leer, los juegos violentos a los que quieren jugar. El “demonismo” masculino es castigado, patologizado y estigmatizado de la cuna hasta la universidad. Incluso a los buenos tipos se los trata como si fueran malos por juntarse, por ser “xenófobos”, patriotas o demasiado exclusivos. Videojuegos, deportes de lucha y películas son censurados por ser “demasiado violentos”. El fútbol americano es considerado “demasiado peligroso” por muchos padres sobreprotectores. Se supone que todo el mundo debe estar de acuerdo en que la violencia nunca es la respuesta —a menos que provenga del filo del hacha del Estado.
Solo los ascetas naturales y los intelectuales estarán realmente satisfechos con la repudiación de la masculinidad de la banda como sustitutivo de la propia masculinidad de la banda. Para la mayoría de los hombres, esta repudiación del rol masculino y de nuestra estrategia básica de supervivencia como especie se sentirá —acertadamente— como un odio hacia sí mismos y opresión. El Camino de los Hombres pasa por juntarse y pelear entre sí, o luchar contra la naturaleza. Enseñar a los hombres a despreciar esto es enseñarlos a despreciar su historia, a odiar sus propios talentos y a rechazar su lugar natural en el mundo.
La repudiación de la masculinidad violenta es el asesinato de la identidad masculina.
Es incapacitarlos y condenarlos a una vida de derrotas, privándolos de sus mejores opciones de victoria. La repudiación cultural de El Camino de los Hombres extingue el sueño de la acción viril y hace que sus equivalentes parezcan vacíos. Elimina la esperanza secreta de los hombres, la fantasía de que un día serán puestos a prueba, de que un día serán empujados hacia un mundo desesperado, en el sangriento límite entre la vida y la muerte, donde todo lo que hagan tendrá importancia.
En un artículo reciente para el Asia Times , Spengler argumentaba que las culturas que afrontan su desaparición inminente, implosionan o atacan. Operan bajo un estándar de racionalidad diferente, como un hombre al que le han diagnosticado una enfermedad terminal. Nuestra idea moderna de comportamiento racional falla a la hora de comprender esa clase de crisis espiritual. Escribió:
“ Los individuos atrapados en una cultura moribunda viven en un mundo en penumbra. Abrazan la muerte a través de la infertilidad, la concupiscencia y la guerra. Un perro aullará dentro de un agujero para morir. Los miembros de culturas enfermas no hacen cosas tan dramáticas, pero dejan de tener hijos, embotan sus sentidos con alcohol y drogas, se vuelven pesimistas y, con demasiada frecuencia, acaban con ellos mismos. O puede que vayan a la guerra contra la percibida como fuente de su humillación ”. 52
Los hombres incansables que creen que nunca serán pioneros —que nunca encenderán el fuego, vigilarán el campamento o lucharán por sus vidas— pueden resultar ser una prueba para la civilización. Observad lo que hombres jóvenes negros sin esperanza, sin rumbo y cabreados le han hecho a ciudades que nunca fueron suyas. Mirad lo bien que han reaccionado los una vez orgullosos aztecas ante la violación de sus ciudades y el gobierno extranjero. Los hombres blancos son igualmente capaces de derribar un futuro en el que no tienen sitio —un futuro construido sobre sueños que no son suyos.
Las necesidades emocionales de los hombres no son satisfechas por un mundo que repudia El Camino de los Hombres , pero mientras sus necesidades materiales estén cubiertas puede que decidan no hacerle la guerra al mundo. Mientras tengan suficientes trastos, suficiente comida, suficientes distracciones —los hombres deben estar contentos para embotar sus sentidos, apagarlos y permitirse a sí mismos convertirse en esclavos de acuerdo a los intereses de las mujeres, los burócratas y los ricos.