8 LA FAMILIA ESTÁNDAR

Cuando salieron de la curiosa relojería, Eldwen y Quiona arrastraron a Niko hacia calles menos concurridas para evitar ser el blanco de todas las miradas. Niko no daba crédito a lo que veía: todo parecía una ciudad mediana corriente, pero mucho más limpia y acogedora que las ciudades humanas. Y mucho menos ruidosa. Por no hablar de sus habitantes.

Al cabo de un rato (que a Niko le pareció demasiado corto), el elfo anunció:

—Ya hemos llegado.

La vivienda ante la cual se habían detenido era muy curiosa. Sobre las paredes, construidas con grandes bloques de piedra, el tejado estaba cubierto de césped. Una verja y un pequeño jardín muy bien cuidado separaba la casa de la calle y le daba un aire confortable y hogareño.

—Con un poco de suerte, mis padres ya se habrán marchado —añadió mientras abría la puerta.

A Niko le sorprendió el comentario. Aunque Eldwen no parecía mucho mayor que él, daba por supuesto que un científico no podía vivir con sus padres. Y aquella actitud tan adolescente hizo que el elfo le cayera aún mejor.

—Eldwen, ¿eres tú? —preguntó una voz cuando entraron.

—Es mi madre —susurró el elfo a sus acompañantes—. ¡Soy yo! Traigo visita.

La madre de Eldwen apareció sonriente. Era un poco más bajita que su hijo, y su cara era amable y sonrosada. A Niko le cayó bien con tan solo mirarla. Mientras se secaba las manos en su delantal, los saludó:

—Hola, Quiona, ¡qué sorpresa tan agradable verte! ¿Quién es vuestro amiguito? He preparado canelones de sobra, así que os podéis quedar todos a comer.

—Encantado, señora, me llamo Niko y soy un humano.

No sabía muy bien por qué se había presentado de ese modo. Puesto que Eldwen tenía que aclararlo cada dos por tres, prefirió ahorrarle tiempo y esfuerzo.

Al instante, Quiona lo pellizcó en el brazo y susurró:

—Psst. Deja de decir que eres un humano.

Demasiado tarde. La madre de Eldwen pilló a la primera el comentario.

—¿Un humano? —preguntó extrañada a su hijo—. Pensaba que los contactos con humanos estaban prohibidos. ¿Lo sabe tu padre?

—El padre de Eldwen trabaja en el Centro de Inteligencia Cuántico —le aclaró Quiona.

—Y también mi pequeño trabajará allí —añadió la madre—. Ahora está de prácticas, pero es un gran científico. Id a sentaros a la mesa, que os traigo la comida en un minuto.

Los tres obedecieron y entraron en el salón. Era una habitación amplia con una ventana que daba al jardín. Estaba decorada acertadamente con muebles rústicos, y aquello la hacía acogedora. La madre del elfo se dirigió apresuradamente hacia la cocina, de donde se esparcía un olor delicioso por toda la casa.

Los tres amigos se sentaron alrededor de la mesa. Niko, sin embargo, al sentarse en su silla la atravesó y cayó de culo al suelo. Asombrado, exclamó:

—¿Qué diablos me ha ocurrido?

Quiona soltó una risotada y el elfo le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

—Perdona, Niko, debí avisarte. Esta silla es un poco especial…

—No hace falta que lo jures… ¿Cómo he podido atravesarla?

—Es por los átomos que la forman. Mi padre se divierte manipulándolos.

—¿Los átomos?

Quiona contestó más ampliamente a su pregunta:

—Todo lo que ves a tu alrededor está formado por átomos. Son los «ladrillos» que construyen el universo físico.

Niko asintió. El curso anterior les habían explicado los átomos en el colegio. El profesor había llevado a clase plastilina y unos cuantos alambres. Con bolitas de plastilina habían hecho los núcleos, y gracias a los alambres conseguían que los electrones, bolitas más pequeñas, estuvieran a su alrededor. Se parecía mucho al sistema solar.

Contento de recordarlo, les explicó a sus amigos lo que sabía:

—Los átomos están formados por un núcleo y por electrones que dan vueltas a su alrededor. A su vez, el núcleo está formado por

protones y neutrones.

Niko se sentó en otra silla que Eldwen le ofrecía con aire compungido mientras la golpeaba para cerciorarse de que no estaba «alterada».

—Más o menos… —dijo el elfo—. Pero ni siquiera los protones y los neutrones son las últimas piezas de la materia, sino que están formados a su vez por otras partículas más pequeñas llamadas quarks.

Esa explicación de partículas dentro de partículas le hizo pensar en las matrioskas, las muñecas rusas que decoraban el comedor de su tía. Le encantaba desmontarlas e ir sacando una figura tras otra hasta llegar a la más pequeña de todas. Parecía que lo mismo sucedía con las partículas. Podías ir abriéndolas y cada vez aparecía otra más pequeña.

—Recuerdo algo de los quarks —murmuró Niko—. Los vimos en el partido, cuando se inició el pequeño universo. Ellos construyeron todas las galaxias y estrellas, ¿no es así?

Quiona se levantó de un brinco y descolgó un cuadro de la pared.

Era un retrato con doce extraños personajes. Niko reconoció a alguno del partido de la materia contra la antimateria.

El hada le acercó el cuadro y le explicó:

—Desde el pedacito de materia más pequeño hasta la estrella más gigantesca, todo está formado por algunos de estos tipos de nombres tan raros. Estos seis de la izquierda pertenecen a la familia de los quarks. Se llaman

Up, Down, Charm,

Strange, Top y Bottom.1

Los otros seis pertenecen a la familia de los llamados leptones, y tres de ellos se llaman

Electron, Muon y Tau.

Los tres fantasmas de la derecha son los denominados neutrinos.

—¿Fantasmas? —preguntó Niko sintiendo un escalofrío.

—Miles de millones de esos fantasmas están atravesando tu brazo en este momento… —dijo el Hada Q.

Niko agitó el brazo como si tratara de desprenderse de aquel ejército de fantasmas microscópicos.

—Los llamamos fantasmas —intervino Eldwen— porque es imposible verlos y lo atraviesan todo… incluido tu brazo. No te preocupes, no hacen daño.

—SI ES IMPOSIBLE VERLOS, ¿CÓMO SABÉIS QUE EXISTEN?

—dijo Niko.

Eldwen se ajustó las gafas en su nariz de elfo antes de responder con autoridad:

—En tu mundo se pueden detectar gracias a algunas máquinas, por ejemplo, la que hay en Japón, llamada Super Kamiokande.

En ese momento, la madre de Eldwen entró en el salón con una bandeja llena de comida. El delicioso aroma a canelones les hizo la boca agua, y Niko deseó que el hambre que de pronto había notado también acechase a sus amigos y les hiciera posponer un rato la lección.

Pero Eldwen golpeó con su mano la superficie de la mesa y reflexionó en voz alta:

—Parece muy sólida, ¿verdad? Como ha dicho Quiona, los átomos son los ladrillos que construyen la materia. Pero, aunque te cueste creerlo, los átomos están formados en su mayor parte por espacio vacío. Imagínatelo:

SI EL ÁTOMO TUVIESE EL TAMAÑO DE UN ESTADIO DE FÚTBOL, EL NÚCLEO SERÍA COMO UNA PELOTA DE PINGPONG EN EL CENTRO DEL CAMPO, Y LOS ELECTRONES, UNOS CUANTOS PUNTOS MINÚSCULOS CORRIENDO POR LAS GRADAS. EL RESTO ESTÁ VACÍO. AUNQUE LO QUE VES TE PAREZCA SÓLIDO, HAY MÁS AGUJEROS QUE QUESO.

—Por eso te la pegaste contra el suelo —se mofó Quiona mientras se comía un canelón.

—Puede que estos canelones estén vacíos, como decís, pero ¡saben de muerte! —dijo Niko, un tanto mosqueado por el recordatorio de su ridícula escena.

El hada era increíblemente guapa, pero tenía unas maneras de sabelotodo que…

Quiona se acercó sigilosamente a Niko. Antes de que este pudiese reaccionar, la hermosa hada le dio un rápido beso en los labios. Niko se quedó petrificado. Ella rio.

—Aunque parezca que te he besado, en realidad, los átomos de mis labios ni siquiera han rozado los tuyos. ¿Lo entiendes ahora?

Niko no entendía nada de nada. Era la primera vez que lo besaban en los labios (los besos pegajosos de sus tías no contaban), y le había parecido de lo más real. Le importaba un comino si sus átomos estaban o no contentos… El beso del hada cuántica le había hecho perder la cabeza.

Eldwen y su madre estaban disfrutando de lo lindo con la escena.

—Vaya, se me ha hecho tarde —anunció Quiona—. Tengo que irme pitando. Ha llegado un grupo de turistas de un universo paralelo y tengo que hacerles de guía. Tan solo será media hora. Eldwen, te dejo al cuidado de Niko. Por cierto, deberías comprobar tu correo. Seguro que el Maestro Zen-O ya ha contactado contigo. ¡Nos vemos!

Dicho esto, desapareció por la puerta. Con el corazón aún acelerado, Niko preguntó al elfo:

—¿Quién es el Maestro Zen-O?

En ese instante, Quiona volvió a aparecer por la puerta dándoles un sobresalto y dijo:

—Por cierto, Niko, ahí va otro enigma para que no me eches de menos mientras estoy fuera:

¿CÓMO SE PUEDE PINCHAR UN GLOBO SIN QUE SE ESCAPE AIRE Y SIN QUE EL GLOBO HAGA RUIDO?

Acto seguido, volvió a esfumarse. Eldwen contestó entre risas a la pregunta anterior de Niko:

—Luego te cuento sobre el Maestro Zen-O. Sube conmigo. Quiero ver si me ha enviado algún mensaje.