11 SUPERPOSICIÓN

Irina entró primero. Al seguirla, Niko sintió que algo rozaba su pierna. El gato había aparecido de nuevo y se dirigía discretamente hacia un lateral oscuro de la sala. Nadie más se dio cuenta de la presencia de aquel curioso animal.

La sala era parecida a la de un juzgado. El tribunal, compuesto por media docena de seres, estaba reunido en una tarima semicircular. Murmuraban entre ellos mientras miraban y señalaban a Niko. En el centro del jurado se sentaba el director del CIC, que con un movimiento de mano hizo callar al resto.

Nervioso ante lo que pudiera suceder, Eldwen sonrió tristemente a Irina y Niko cuando se sentaron a su lado en el banquillo de los acusados.

—Señorías, ahora que todos los implicados están presentes podemos iniciar el juicio —dijo solemnemente el director del CIC antes de dirigirse a Niko—. Tú debes de ser el humano, ¿me equivoco?

—Mi nombre es Niko… —balbuceó.Miró de reojo y vio como Eldwen bajaba la cabeza e Irina se removía ansiosa en su banco. En ese momento recordó que sus amigos estaban metidos en un lío y añadió:

—… su señoría.

—Analicemos los hechos… —prosiguió el director—. Habéis infringido nuestra ley principal: el contacto con humanos está prohibido. Y, por supuesto, un humano no debe, bajo ningún concepto, entrar en nuestro mundo cuántico. Esta ley existe desde hace más de mil setecientos años. No olvidemos que la finalidad de esta estricta norma es la de proteger a los humanos de sí mismos.

—Puede que hace mil setecientos años los seres humanos no estuviesen preparados para comprender nuestro mundo —se defendió Eldwen—. Pero eso está cambiando. La humanidad debe descubrir que el mundo que la rodea es más mágico de lo que se imagina. De no ser así, los humanos acabarán destruyéndose.

Uno de los elfos del jurado se levantó de su asiento rojo de indignación. Niko lo reconoció al instante: era el elfo de la proyección holográfica.

—¡No seas ingenuo! —gritó Anred—. Algunos científicos humanos han llegado a manipular parte del mundo cuántico. ¿Y qué han conseguido con eso? ¿Creéis que les ha servido para darse cuenta de lo maravilloso que es nuestro universo? ¡No, señorías! Tan solo han creado bombas atómicas. Por eso, los humanos no deben comprender nada de lo que sucede aquí. Si conocieran nuestro mundo a fondo, lo destruirían todo en un abrir y cerrar de ojos. No debemos permitir que este niño salga de aquí. Es un peligro para todos nosotros. ¡Debemos encarcelarlo inmediatamente!

Un elfo del tribunal interrumpió y le dio la razón a Eldwen:

—No exageres, Anred. Podemos devolverlo a su mundo y borrarle sus recuerdos. Eso sería suficiente. Sin embargo, debo añadir en defensa del acusado que parte de lo que dice es cierto. A pesar de que la Biblioteca de Alejandría y toda la información que había en ella quedó destruida, unos pocos humanos comprendieron y preservaron los secretos del mundo cuántico, un conocimiento que ha estado solo en manos de algunos maestros. Ellos nunca han dado muestras de agresividad, sino todo lo contrario: han ayudado a dar pasos en la evolución del ser humano.

El director del CIC observó la expresión confusa de Niko y le explicó:

—Hace muchos años, siglos, para ser precisos, había unos cuantos portales que conectaban el mundo de los humanos con el nuestro. Existía un punto de reunión donde los sabios se encontraban y escribían pergaminos con lo que habían visto y aprendido de nuestro mundo. Ese lugar era

¡Un nido de conocimiento! Sin embargo, la codicia de los humanos por poseer aquellos pergaminos y todos sus secretos desató una guerra descomunal. La Biblioteca de Alejandría quedó destruida y, desde entonces, hemos velado por que todos los accesos al mundo cuántico se mantengan sellados. ¡Prohibido a los humanos! No estoy seguro de que estéis preparados para tener todo este conocimiento. Temo que podría ser como dejar una bomba en manos de niños de parvulario. Sin embargo, el problema es que hoy, después de casi dos milenios, un humano ha conseguido atravesar la puerta de los tres cerrojos. Si vuelves a atravesar la puerta, de regreso a tu mundo, el sello que mantenía todos los accesos cerrados quedará destruido. Niko, de ti depende que cualquier humano pueda entrar y salir del mundo cuántico.

Niko lo escuchaba atónito. Por unos momentos pensó que todo aquello le quedaba grande y que lo mejor sería que el tribunal lo devolviese sano y salvo al mundo al que pertenecía. Tal vez aún llegaría a tiempo a las clases de la tarde.

En aquel momento, Anred tomó la palabra:

—¡TODO ESTO ES ABSURDO! ¿NO VEIS QUE NO ES MÁS QUE UN JOVEN HUMANO IGNORANTE? NO TIENE EL MÁS MÍNIMO CONOCIMIENTO CIENTÍFICO. PROCEDAMOS CON EL VEREDICTO DE ESTA SESIÓN Y NO PERDAMOS MÁS EL TIEMPO. ¿QUIÉN ESTÁ A FAVOR DE QUE AL HUMANO SE LE BORRE LA MEMORIA Y SEA REPATRIADO A SU MUNDO?

Unas cuantas manos se alzaron.

El director del CIC se levantó entonces lentamente de su silla y reflexionó en voz alta:

—Empate técnico: seis manos alzadas contra seis que no aprueban la expulsión. A mí me corresponde inclinar la balanza en uno u otro sentido, pero, antes, demos al humano la oportunidad de defenderse. ¿Puedes explicar a sus señorías el motivo de tan inoportuna visita? ¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Señorías, la verdad es que yo solo subí mi calle en lugar de bajarla.

Una carcajada atronadora se apoderó del tribunal de elfos, que habían tomado sus palabras como una broma para bajar la tensión en la sala. El director del CIC frenó las risotadas golpeando el estrado con un pesado mazo.

—¡Orden en la sala! Y te voy a hacer una pregunta más: ¿tienes algo que oponer a tu inmediata devolución al mundo humano?

Niko meditó unos segundos antes de responder:

—Me opongo.

Un murmullo de sorpresa se apoderó de la sala ante la osadía del joven humano, que añadió:

—He hecho buenos amigos en vuestro mundo. Uno de ellos es Eldwen, y el otro… la otra es Quiona, y tengo ganas de conocerla mejor antes de volver a mi mundo. O como mínimo, no quiero olvidarla. Por favor, ¡no borréis mis recuerdos!

La reacción del jurado fue una mezcla de aplausos y silbidos de desaprobación, hasta que el director del CIC logró retomar la sesión:

—De modo que tus motivos son la amistad y el amor… La decisión se complica, pero hemos sacado algo en claro: todos habéis oído el nombre de los culpables. Su castigo será nuestra segunda deliberación. Veamos… Quiona es alumna del Maestro Zen-O. Si nuestro gran sabio está detrás de esta intriga, debe de tener sus motivos, así que habrá que consultar con él. Por otra parte, en casi dos mil años nadie ha sido capaz de entrar en nuestro mundo. Tal vez nos encontremos ante una crisis más grave de lo que creemos. Parece que en el mundo de los humanos se están produciendo cambios importantes… Quizá ha llegado la hora de que sus preguntas sean contestadas.

De repente, Niko vio como el director del centro se desdoblaba. Había dos réplicas exactas de aquel elfo que se daban la espalda. Uno de ellos andaba tranquilamente hacia la izquierda de la sala mientras el otro lo hacía en la dirección opuesta. Hablaban al unísono, pero con discursos muy distintos. Mientras uno de ellos manifestaba su apoyo a Niko, el otro quería expulsarlo y castigar a Eldwen y Quiona.

Los dos directores se pararon a la vez, uno a cada lado, y emitieron su veredicto:

—¡SE VA!

—¡SE QUEDA!

Niko miro atónito a ambos directores y se atrevió a recriminarles:

—¿¡Quieren hacer el favor de ponerse de acuerdo!? Sea lo que sea lo que decidan, al menos deberían elegir una sola cosa. Me están volviendo loco…

Todos los presentes clavaron sus miradas en Niko, hasta que Eldwen intervino:

—¿Elegir qué? No te entiendo, Niko. ¿A qué te refieres?

—¿Es que no los veis? A los dos directores —le contestó señalando a ambos lados de la sala—. Cada uno de ellos tiene un veredicto distinto.

Aquellas palabras fueron recibidas con un ruidoso murmullo y caras de sorpresa por parte del tribunal. Algunos asentían con sus cabezas y otros fruncían el entrecejo. Irina lo miraba con los ojos abiertos como platos, y Eldwen lucía una sonrisa triunfal. Niko pudo entender a duras penas algunos de los comentarios:

«¿PUEDE VER LA SUPERPOSICIÓN…

… UN HUMANO?».

«¡ESO ES IMPOSIBLE!»

Una voz profunda que provenía del final de la sala acalló los murmullos.

—Parece ser que nuestro amigo no es un simple niño humano, ¿no creen? Tenemos muy poco tiempo, por lo que les pido que emitan su veredicto lo antes posible.

Niko se volvió para ver quién había hablado. Era un hombre alto con el pelo canoso. Llevaba una larga barba blanca acabada en punta y un bigote que se confundía con la barba. Sus ojos, de color dorado y perspicaces, le resultaban familiares. Aunque no recordaba dónde, estaba seguro de haberlos visto antes. Una túnica azul le cubría todo el cuerpo. Solo le faltaba un gorro terminado en punta para parecer el mago Merlín.

—¡Maestro Zen-O! —Eldwen fue el primero en reaccionar.

Niko se frotó enérgicamente los ojos con los puños. Al contemplar de nuevo al jurado, pudo ver que solo quedaba uno de los directores: el que había decidido que podía quedarse en el mundo cuántico. El otro se había esfumado.

—Dadas las circunstancias, señorías —dijo el director del CIC—, creo que el humano debería permanecer aquí hasta que averigüemos cómo ha podido ver la superposición. —Niko no entendía de qué estaba hablando—. Si no hay inconveniente por parte del tribunal, propongo que le concedamos un permiso especial para visitar nuestro mundo.

A su lado, Anred estaba rojo de indignación. Sin embargo, miró a Zen-O con temor y no dijo nada.