Niko apenas se dio cuenta de cómo salieron del Centro de Inteligencia Cuántico. Ni siquiera se opuso cuando Zen-O y Eldwen lo hicieron entrar con ellos en el armario teleportador. Las náuseas que llegarían a continuación ya no le asustaban, después de que lo hubieran llevado a juicio.
Un hormigueo conocido atravesó su cuerpo, seguido de un vacío en el estómago que le volvió a causar un pequeño mareo. Sin embargo, la segunda vez no fue tan mala.
Antes de que pudiera preguntarse dónde estaban, se encontró de nuevo en el acogedor comedor de Eldwen, donde alguien se le lanzó directo al cuello.
Quiona lo recibía con un cálido abrazo. ¡Aquello sí que era un buen antídoto contra el mareo de la teleportación!
Al soltarlo, el hada regañó al elfo:
—¡Me marcho durante media hora y no eres capaz de cuidar de Niko!
El Maestro Zen-O sonrió y añadió con voz calmada pero imponente:
—Toma asiento, chico humano. Eldwen, tráele una infusión radiactiva. Lo ayudará a relajarse.
Niko no quiso sentarse.
—Estoy bien. Solo necesito una explicación: ¿qué diablos ha ocurrido al final del juicio? El director se había convertido en dos… ¡y luego volvía a ser uno solo! ¿Me estoy volviendo majareta?
—No, amigo, no te estás volviendo loco —dijo el Maestro—. Pero es normal que te haya chocado. Lo que has presenciado en el tribunal es algo que los humanos no han llegado a ver nunca con sus propios ojos. Has presenciado una superposición.
Quiona interrumpió en ese momento con cara de asombro:
—¿Niko ha visto una superposición?
Eldwen explicó en pocas palabras al hada Q lo que había ocurrido en el juicio del CIC.
—Mmm… Al abrir la puerta de los tres cerrojos has despertado a una nueva realidad —prosiguió el anciano—. ¡Bravo, muchacho! Sé que te parece extravagante, pero todo sigue unas reglas, aunque les resulten extrañas a alguien de tu mundo. Una de ellas es el llamado
principio de superposición.
En nuestro mundo cuántico, las cosas pueden estar en dos sitios al mismo tiempo. O de dos maneras…
—¿En dos sitios? —preguntó Niko—. ¿Cómo es posible?
—Eso es lo que ha ocurrido cuando has visto cómo el director del CIC se desdoblaba. Uno de ellos se iba a la izquierda, y el otro, a la derecha. Estabas viendo una superposición: el mismo director decidía expulsarte y a la vez creía en ti. Dos posibilidades, un sujeto. Eso es la superposición. Aquí las cosas no son blancas o negras, sino blancas y negras a la vez.
—¡No entiendo nada! Entonces… ¿todo sucede al mismo tiempo?
—Imagina que eres un futbolista que chuta un penalti en la final de un mundial —explicó Zen-O—. En tu mundo, marcas gol o no, ganas o pierdes. Pero en el mundo cuántico suceden ambas cosas a la vez, ganas y pierdes, porque aquí conviven todas las posibilidades.
Quiona retomó la conversación:
—Puedes entenderlo como si fueran universos paralelos. He leído un montón de cómics humanos y en muchos de ellos existen.
A VER, IMAGÍNATE QUE ESTÁS ENAMORADO DE MÍ —DIJO GUIÑANDO EL OJO A UN NIKO ACALORADO—. EN UN UNIVERSO ME PIDES SALIR CONMIGO Y NOS HACEMOS NOVIOS, Y EN UN UNIVERSO PARALELO YO TE DIGO QUE NO Y TE LLEVAS CALABAZAS.
Lo que sucede en la superposición es que esos dos universos se mezclan. Ambas cosas ocurren al mismo tiempo: te hago feliz y paso de ti al mismo tiempo.
—¡Dejadlo ya! Aceptado el principio de superposición —dijo Niko, incómodo con el ejemplo—. Pero hay algo que no entiendo…
Los tres lo miraron expectantes.
—Vale que esto del principio de superposición es raro. Pero desde que he entrado aquí, han pasado un montón de cosas extrañísimas. He asistido al partido más raro de mi vida en medio de un Big Bang. He atravesado paredes, mejor dicho, he «tuneleado». He conocido al relojero más genial del mundo. También, a gemelos que envejecen a ritmo distinto. Me he teleportado gracias a eso del entrelazamiento… Todo esto es tanto o más extraño que la superposición. Por eso, mi pregunta es:
¿POR QUÉ HA CAUSADO TANTO REVUELO QUE YO VIESE AL DIRECTOR EN UNA SUPERPOSICIÓN?
—Una observación muy aguda, Niko. —El maestro Zen-O sonreía satisfecho—. Hay algo que nos hemos saltado al explicarte el principio de superposición.
—Disparad. Soy todo oídos.
Por algún motivo, Niko ya no se sentía perdido. Había visto y vivido tantas cosas que se escapaban al sentido común que se estaba haciendo inmune a las rarezas.
El elfo contestó a su petición:
—El principio de superposición funciona hasta que alguien observa el objeto superpuesto. El simple hecho de mirar neutraliza la superposición. A eso lo llamamos
colapso de la superposición.
Por lo tanto, deberías haber visto a un solo director, que te habría dicho si podías o no quedarte aquí. Un humano no puede ver dos posibilidades a la vez. ¡Por eso se escandalizaron!
—Pero vosotros… sí que visteis la superposición de los dos directores —preguntó Niko asombrado—, ¿no es así?
—Si te soy sincero, pocas veces he logrado ver una superposición —respondió Eldwen—. ¡Muchos elfos nunca han visto ninguna! Y eso que vivimos en el mundo cuántico.
—Entonces no estoy seguro de que eso sea una buena noticia —susurró Niko.
—Igual es buena y mala a la vez —se burló Quiona—, como la pelota que entra y no entra en la final de fútbol.
Niko se dejó caer en uno de los sofás que había en la habitación. De repente se sentía agotado. En su mundo ya se sentía un bicho raro, pero serlo también entre aquellos personajes extravagantes no era precisamente un alivio. Desde que había atravesado la puerta de los tres cerrojos, se había visto envuelto en un sinfín de fenómenos que no comprendía. Se sentía estúpido por tener que estar siempre a remolque de las explicaciones de Eldwen y Quiona.
—Entiendo que estés algo confundido, Niko —le dijo el Maestro—. Pero recuerda el viejo dicho humano:
si preguntas, parecerás tonto un día; si no preguntas, serás tonto toda tu vida.
No desperdicies nunca una oportunidad para aprender.
—Creo que ya basta de conversaciones serias —intervino Quiona—. Es momento de celebrar que Niko tiene un permiso especial para visitar nuestro mundo. ¡Nos vamos ahora mismo a la DIS-Q!
—Creo que ir a una discoteca no es lo más apropiado ahora mismo —le objetó el elfo con tono responsable.
—No seas aguafiestas. Niko es el primero en casi dos mil años que tiene permiso para estar en el mundo cuántico, ¡y no voy a permitir que salga de aquí pensando que todos somos tan aburridos como tú!
—¡Yo me apunto! —se apresuró a decir Niko.
La idea de ir a bailar con su hada le parecía genial. Con un poco de suerte, el elfo y el Maestro no los acompañarían.
Como si le hubiera leído el pensamiento, Zen-O se despidió de ellos oportunamente:
—Me parece buena idea. Se ha hecho tarde, así que será mejor que sigamos con las conversaciones serias mañana por la mañana. Si me disculpáis, yo no os acompañaré. Tengo asuntos que resolver. ¡Pasadlo bien!
Dicho eso, desapareció dentro del armario teleportador.
Por desgracia para Niko, el elfo no parecía tener la misma intención que el maestro.
—Está bien… Supongo que puedo hacer una excepción y salir esta noche.