15 LOS PEORES VAMPIROS DEL UNIVERSO

Los intentos de Eldwen por tranquilizar a Irina no funcionaron. Sin embargo, la joven elfa trató de respirar hondo antes de explicarles:

—Volvía de la biblioteca del CIC cuando oí la conversación de Anred con los agentes de seguridad: ¡hay una orden de busca y captura contra vosotros! Tenéis que huir antes de que sea demasiado tarde.

—No lo entiendo —la interrumpió Quiona—. El jurado nos ha dejado libres de todos los cargos. Pensaba que la intervención de Zen-O y el hecho de que Niko viese la superposición habían bastado para que el jurado le permitiese quedarse en nuestro mundo.

—Sí, pero algo sospechoso ha sucedido. Al terminar el juicio vi como los servicios médicos se llevaban al director. Parecía muy enfermo. Mientras él esté ausente, Anred tomará el control del CIC. ¡Con él en el poder corréis un grave peligro!

—No hay que exagerar —la tranquilizó Eldwen—. Como mucho, a Niko le borrarán la memoria y lo mandarán de vuelta a su mundo. Sé que es una decepción, tras esperar tanto tiempo a que alguien atravesase la puerta de los tres cerrojos…

Irina estaba cada vez más nerviosa. Grandes lágrimas brotaban ahora de sus ojos, mientras sollozaba:

—¡Despertad ya! No solo os buscan los agentes de seguridad. Han invocado a los

Espectros Negros

para que os den captura.


A Quiona se le escapó un grito de pavor. Eldwen se quedó totalmente blanco.

—¿Qué son los espectros negros? —preguntó Niko, sin estar seguro de querer saberlo.

Eldwen y Quiona se miraron entre sí, pero no le contestaron. Finalmente, el hada dijo:

—Irina tiene razón, ¡salgamos de aquí cuanto antes!

—Vayamos a casa del Maestro Zen-O —propuso el elfo cargando de nuevo su mochila—. Él sabrá qué debemos hacer. Irina, tú ve a casa. Allí estarás a salvo, no tienen que relacionarte con nosotros.

—Es una buena idea —dijo el hada.

A continuación se dirigió hacia el armario teleportador, pero Eldwen la detuvo tomándola del brazo y le explicó:

—No podemos teleportarnos. El CIC tiene controlada toda la red y sabrían al instante hacia dónde nos dirigimos.

Irina y Quiona dieron la razón al elfo. Niko los miraba atónito. No quería imaginar qué clase de monstruos serían los espectros negros para causar tanto pánico.

El hada suspiró:

—¡Ojalá tuviese ya mis alas de hada!

—¿Podrías volar con esas alas? —preguntó Niko

—Qué bobada, ¡claro que no! Pero podría teleportarme a donde quisiera sin necesidad de esas máquinas, igual que el Maestro Zen-O. Pero ahora salgamos de aquí. No tardarán en rastrear el armario teleportador de Eldwen para dar con nosotros.

Tras salir de la DIS-Q, corrieron a esconderse en un pequeño callejón. Eldwen se apoyó en la pared, pálido de miedo. Quiona parecía más tranquila que él, así que Niko le preguntó:

—¿Qué son los espectros negros?

—Son unas criaturas horribles. Están hechas de la esencia de los agujeros negros.

—¿Y por qué os asustan tanto?

—¿Sabes lo que son los agujeros negros?

—No, pero por su nombre imagino algo así como un hoyo hueco muy oscuro.

—¡Error! Un agujero negro es justamente todo lo contrario. Aunque se les llame agujeros, no están vacíos. Están llenos de materia superconcentrada, y a su alrededor no puede haber nada.

—¿Por qué no puede haber nada? —preguntó Niko a su hada.

—Mejor empiezo por el principio. ¿Sabes qué es la fuerza de la gravedad?

—¡Claro que sí! Es lo que nos mantiene sujetos a la Tierra. Si no existiese, volaríamos por todas partes sin necesidad de tener aviones.

—Así es. La fuerza de la gravedad nos ancla a la Tierra. Para que una pelota pudiera escapar de esta fuerza y salir al espacio exterior tendrías que lanzarla a una velocidad de 11,2 kilómetros por segundo. Es decir: a más de 40.000 kilómetros por hora.

—¡Qué barbaridad! Y si la lanzase más despacio, ¿qué pasaría?

—Pues que volvería a caer a la Tierra atraída por la fuerza de la gravedad. Y hay lugares del universo más «atrayentes» aún. Cuanta más masa tiene un planeta, mayor es la fuerza de su gravedad. En la Luna, que tiene menos masa, solo tienes que saltar a 2,37 kilómetros por segundo, unos 8.500 kilómetros por hora, para escapar de su fuerza de gravedad. Eso explica por qué los astronautas saltaban allí con tanta facilidad.

—¿Y eso qué tiene que ver con los agujeros negros?

—Ahora vamos con ellos: un agujero negro tiene tanta masa concentrada que la velocidad para salir de él supera los 300.000 kilómetros por segundo, o sea 1.080.000.000 kilómetros por hora . ¿Te suena esa velocidad?

—Sí, es la velocidad de la luz. ¡Vaya! Entonces, ¿tampoco la luz puede escapar de un agujero negro?

—No, por eso es negro. Si la luz no puede salir de su interior, no lo podemos ver.

—Pues si la luz no logra escapar y nada puede superar la velocidad de la luz…

—Ves el problema, ¿verdad? —añadió el elfo aterrado—. ¡Nada puede escapar de un agujero negro! Es la cárcel más segura del universo. Si te acercaras demasiado a uno de ellos, serías absorbido a una velocidad increíble. Sentirías un gran estirón en los pies y tu cuerpo se alargaría hasta quedar más delgado que un espagueti.

A Niko se le pusieron los pelos de punta al escucharlo. El miedo le llenó el cuerpo y sus piernas empezaron a flaquear. El elfo seguía apoyado en la pared, ahora con las manos en la cabeza. A pesar de todo, el pánico no dejó mudo a Niko, que preguntó:

—¿Y quién excava esos agujeros negros?

—En realidad, son grandes estrellas que se han apagado —explicó el hada—. Cuando a una estrella enorme se le acaba el combustible que la hace brillar, se vuelve negra y supermasiva. Toda la materia de la estrella se concentra en una bolita de pocos kilómetros. Imagínate si está superconcentrada que un trocito de esa estrella del tamaño de un terrón de azúcar pesa como un camión cargado de hierro. Cuando esto sucede, decimos que una estrella se ha colapsado.

Aquella explicación le angustió. Si uno de esos agujeros negros se acercaba a su ciudad, ¿qué pasaría con sus padres y con todos sus amigos?

—¿Y existen muchos agujeros negros? —preguntó Niko asustado.

—No debes preocuparte por ellos. Los más cercanos están tan lejos que no hay peligro de que se traguen nuestro sistema solar.

Eldwen se sumó a la conversación con voz temblorosa:

—Lo que debe preocuparnos ahora son los espectros negros. Ellos sí pueden llegar aquí cuando son invocados. Y parece que Anred se ha vuelto lo suficientemente loco para hacerlo. ¡Si te capturan, estás perdido! No hay manera de huir de ellos, pues funcionan igual que los agujeros negros. Te chupan entero hasta hacerte desaparecer. ¡Son los peores vampiros del universo!

—Se dice que existe una manera de escapar de ellos —lo interrumpió Quiona—. Pero no es tu fuerte, ¿verdad, Eldwen? Para salir de un agujero negro hay que conseguir tunelearlo. La mala noticia es que no se sabe de nadie que lo haya conseguido… vivo.

—Sea como sea, lo mejor será no encontrarnos con esos vampiros —sentenció el elfo.

—Sí, debemos marcharnos —admitió Niko—, pero ¿cómo llegaremos hasta casa de Zen-O?

—Yo sé cómo —exclamó Quiona, y señaló el fondo del callejón.