20 LOS TRES SENDEROS

El camino de la verdad subía por la pequeña montaña que habían visto desde la entrada del laberinto.

El sendero se adentraba en los terrenos de un bosque. A los lados solo podían verse troncos de distintos árboles cubiertos de musgo.

Niko estaba satisfecho. Habían conseguido superar todas las pruebas y solo les faltaba un nivel para llegar a la meta. Para ello tenían que enfrentarse a una encrucijada final de tres caminos.

Aunque había una señal clavada en un poste de madera, no era de mucha ayuda. Tres flechas indicaban las direcciones de los distintos caminos, pero en todas ellas había exactamente la misma información:

—¡Qué señal más inútil! —se quejó Niko.

¿CUÁL DE ESTOS CAMINOS HABRÁ QUE TOMAR?

—No tengo ni idea —dijo Quiona—. Pero estamos muy cerca del centro del laberinto, así que podemos recorrer los tres. Si no encontramos la puerta en el primero, tenemos tiempo de volver hasta el cruce y explorar los otros dos hasta dar con ella.

De repente, Eldwen empezó a temblar mientras señalaba la parte baja de la montaña. Se había quedado pálido de miedo y sin habla. Quiona y Niko cesaron de hablar y miraron horrorizados lo que les mostraba el elfo.

Tres sombras amenazadoras se adentraban en el laberinto de piedra y corrían hacia ellos.

¡Espectros
Negros!

—exclamó Quiona aterrada—. Nos alcanzarán enseguida… No habrá tiempo de rectificar si nos equivocamos de camino. Una vez tomemos un sendero, ¡no podremos volver atrás o nos atraparán!

Niko añadió angustiado:

—¡Pero ninguna pista nos indica cuál es el camino correcto!

Eldwen, que al parecer había recuperado el habla, declaró:

—Esta vez no hay otra alternativa. Quiona, tienes que crear una superposición. Debemos ir por los tres caminos al mismo tiempo.

—Solo Niko puede recorrerlos todos a la vez. Yo iré con él por el camino de la derecha. Tú, Eldwen, lo acompañarás por el de la izquierda. Niko, nadie te acompañará por el camino del medio.

Dicho esto, el hada levantó su varita, de la que surgió un poderoso resplandor.

En un abrir y cerrar de ojos, Niko se había triplicado. La sensación era muy extraña. Más aún que teleportarse o bailar en la pista de la incertidumbre de Heisenberg.

Quiona tomó la mano de uno de los Nikos y se despidió de los otros dos dándoles sus últimas instrucciones:

—ELDWEN, SI VES QUE NIKO SE

DESINTEGRA,

AGÁRRALO FUERTE POR EL BRAZO. SI HE HECHO BIEN EL HECHIZO DE SUPERPOSICIÓN, EN CUANTO SE COLAPSE PODRÁS APARECER Y DESAPARECER CON ÉL. ¡SUERTE, AMIGOS!

Acto seguido, tomaron el camino de la izquierda.

Eldwen miró a uno de los dos Nikos que quedaban y le dijo:

—A nosotros nos toca este camino. ¡Vamos allá!

De ese modo, los tres amigos, ahora convertidos en cinco, se separaron.

EL CAMINO DE LA DERECHA

Niko y Quiona recorrieron a toda prisa su sendero. Avanzaban entre los árboles, evitando tropezar con sus raíces, que se enredaban y retorcían dificultándoles el paso. A medida que se adentraban en el sendero, los árboles se hacían más altos, espesos y oscuros.

No se oía nada, pero ambos tenían la incómoda sensación de que los espectros les pisaban los talones. Se encontraron echando rápidas miradas hacia atrás, esperando un ataque repentino. El sendero desaparecía al llegar a la pared de una escarpada montaña. No había manera de trepar por ella ni de rodearla.

El camino moría allí.

En la pared leyeron una inscripción gigantesca:

La luz es una onda

—¿Qué significa esta inscripción? —preguntó Niko a su hada.

—Hace referencia a la naturaleza de la luz. Una onda es como los círculos que se forman cuando tiras una piedra en un lago. En 1801, un físico llamado Thomas Young demostró que la luz era una onda, como las señales de radio o televisión: se extienden por todas partes y no pesan.

—Gracias por la clase de física… pero me temo que hemos tomado el camino incorrecto. Está claro que esta pared no es la entrada a Shambla. Espero que los demás tengan más suerte, o los espectros negros nos atraparán a todos.

EL CAMINO DE LA IZQUIERDA

Niko y Eldwen recorrieron a toda prisa su sendero. Avanzaban entre los árboles, evitando tropezar con sus raíces, que se enredaban y retorcían dificultándoles el paso. A medida que se adentraban en el sendero, los árboles se hacían más altos, espesos y oscuros.

No se oía nada, pero ambos tenían la incómoda sensación de que los espectros les pisaban los talones. Se encontraron echando rápidas miradas hacia atrás, esperando un ataque repentino. El sendero desaparecía al llegar a la pared de una escarpada montaña. No había manera de trepar por ella ni de rodearla.

El camino moría allí.

En la pared leyeron una inscripción gigantesca:

La luz es una
partícula

—¿Qué significa esta inscripción? —preguntó Niko al elfo.

—Hace referencia a la naturaleza de la luz, que está formada por unas partículas llamadas fotones. Son muy hippies y les encanta ir siempre en grupo, pero es difícil seguirles el ritmo… ¡Nadie puede ir más rápido que ellos!

—¡Me acuerdo de los fotones! Estaban en el Big Bang que vimos al abrir la caja del universo por estrenar.

—En 1905, Albert Einstein publicó un trabajo donde explicaba que la luz estaba formada por pequeñas partículas o cuantos de energía, que después se llamaron fotones.

—Gracias por la clase de física… pero me temo que hemos tomado el camino incorrecto. Está claro que esta pared no es la entrada a Shambla. Espero que los demás tengan más suerte, o los espectros negros nos atraparán a todos.

EL CAMINO DEL MEDIO

Niko recorrió a toda prisa su sendero. Avanzaba entre los árboles, evitando tropezar con sus raíces, que se enredaban y retorcían dificultándole el paso. A medida que se adentraba en el sendero, los árboles se hacían más altos, espesos y oscuros.

No se oía nada, pero tenía la incómoda sensación de que los espectros le pisaban los talones. Se encontró echando rápidas miradas hacia atrás, esperando un ataque repentino. El sendero desaparecía al llegar a la pared de una escarpada montaña. No había manera de trepar por ella ni de rodearla.

El camino moría allí.

En la pared leyó una inscripción gigantesca:

¿Qué es la luz?

Niko estaba aterrado. Si no encontraba la respuesta correcta, él y sus amigos estaban condenados. Serían prisioneros de los espectros negros hasta el final de sus días. Sabía que todo dependía de él.

Antes de que pudiera buscar una respuesta, dos voces que conocía bien sonaron a la vez en su mente.

Por un lado, distinguió la voz de Quiona, que afirmaba:

«LA LUZ ES UNA ONDA».

Por el otro, el elfo aseguró con tono profesoral:

«LA LUZ ES UNA PARTÍCULA».

Fue así como Niko supo lo que debía contestar. Alzó la voz, como si quien había escrito aquella pregunta fuera un genio situado en lo alto de la cumbre.

—¡LA LUZ ES UNA ONDA Y UNA PARTÍCULA A LA VEZ!

Justo entonces, la montaña se abrió con gran estruendo, descubriendo al otro lado un jardín que deslumbró a Niko con su belleza radiante.