6 LA TABERNA BRAKET

A la derecha del gran salón vieron al tabernero tras una larga barra de madera. Estaba de espaldas y limpiaba cuidadosamente las botellas de la estantería, más por aburrimiento que porque estuviesen sucias.

Las mesas de la taberna, que eran redondas, estaban todas vacías, a excepción de una al fondo del local, ocupada por cuatro elfos. Tres de ellos bebían aburridos de unas jarras blancas. El cuarto se había abandonado a un sueño profundo y roncaba de lo lindo.

A su lado descansaban varios instrumentos: un gran tambor, una trompeta que iba cambiando de tamaño, algo parecido a un saxofón, pero con más clavijas de las que diez dedos pudiesen cubrir, y unos platillos diminutos. Iban vestidos de uniforme, a Niko le recordaron a la banda de música del pueblo de sus abuelos.

Quiona fue a saludar al posadero, y al ver a Niko plantado en la puerta observando a los cuatro músicos, lo llamó:

—¡Ven aquí! Puedo ver en tu cara las preguntas que no haces, y eso es igual de molesto. —Mientras lo acomodaba en un taburete frente a la barra, le explicó—: Esos elfos de allí son parte de la comitiva de bienvenida.

—¿Bienvenida… para quién?

—¿Pues para quién iba a ser? ¡Para los humanos! —gritó una voz familiar a sus espaldas.

Niko se dio la vuelta para recibir al recién llegado con alegría.

—¡Eldwen! —exclamó mientras corría a dar un fuerte abrazo a su amigo, que sonrió complacido.

—Vaya, no esperaba este entusiasmo después de tanto tiempo…

A su lado, Niko reconoció enseguida a la elfa que lo acompañaba y que lo saludó:

—¡Me alegro de volver a verte!

—Yo también, Irina —y al momento le guiñó un ojo a Eldwen, que se hizo el despistado no sin antes sonrojarse.

—Todos aquí pensamos que una vez abiertos los portales que permitían a los humanos entrar en el mundo cuántico, tendríamos visitas. Pero no ha sido así —acabó de explicar Eldwen encogiéndose de hombros mientras se sentaban a la barra junto a Quiona.

El posadero se acercó para atenderlos, y Niko quiso aprovechar para curiosear un poco más. No tenía ni idea de lo que se serviría en una taberna cuántica, así que le preguntó:

—¿Puedo ver la carta?

El camarero le alargó un librito de cinco páginas con una larga oferta de productos.

Niko conocía pocas de las bebidas que ofrecían, pero le llamó la atención que tuviesen su bebida favorita.

—Un batido de chocolate, por favor —pidió sin pensárselo dos veces.

Para sorpresa de Niko, el tabernero se quedó mirándolo atónito, sin saber cómo reaccionar. Tras unos incómodos segundos, respondió con un tono dubitativo:

—Lo intentaré.

Quiona disfrutaba de lo lindo al ver la cara de desconcierto de Niko. Eldwen salió a su rescate:

—En la taberna Braket no están acostumbrados a que nadie pida nada en concreto…

AQUÍ SE CUMPLEN LAS LEYES DE LA FÍSICA CUÁNTICA: TODO FUNCIONA AL AZAR. TIENES UN NÚMERO LIMITADO DE PROBABILIDADES DE CONSEGUIR QUE TE SIRVAN LO QUE HAS PEDIDO.

No te decepciones si no consigues lo que quieres, amigo, pues según la mecánica cuántica, cualquier posibilidad podría cumplirse. Puede suceder que te sirvan tu batido, un zumo de naranja o un té radioactivo. En realidad, de las treinta y cinco bebidas que hay en la carta, te puede tocar cualquiera de ellas.

Niko no quedó muy convencido con esa explicación.

Cuando el tabernero le plantó delante un gran vaso con un líquido azul humeante, Niko no supo si aquello se debía a las cosas raras típicas del mundo cuántico, o si el tipo le estaba tomando el pelo.

El hada, a su lado, estalló en carcajadas.

—No deberías reírte así, Quiona. Al fin y al cabo, Niko es un humano y no conoce todos los detalles de nuestro mundo —la amonestó Irina.

—¡¡¡UN HUMANO!!!

—exclamó el posadero—. ¿En mi taberna? Por todos los corchetes, debería haberme dado cuenta… ¡Ya decía yo que vuestro amigo era un poco raro! Pero es que después de tanto tiempo esperándolo, ya había perdido la esperanza.

El tabernero sacó un palo que se alargó por sí mismo hasta llegar a los cuatro elfos que tomaban sus bebidas, ajenos a los visitantes de la barra. Con él dio un coscorrón al que estaba dormido.

—¡Chicos, espabilad! Tal y como ensayamos, adelante con el concierto de bienvenida. ¡Que empiece el espectáculo!

Los cuatro se levantaron de un salto, tomaron sus instrumentos y empezaron a tocar con un entusiasmo contagioso.

Quizá por el volumen de la estridente música, la taberna empezó a llenarse de curiosos.

Elfos y hadas, un poquito más jovencitas que Quiona —todavía no tenían alas— pero también muy guapas, empezaron a rodear a Niko. Todos querían estrecharle la mano para darle la bienvenida al mundo cuántico, entusiasmados con la llegada de aquel humano.

Todos menos Quiona, que seguía sentada con cara malhumorada. Finalmente espetó:

—Irina, podrías haber sido un poco más discreta. Sabía que tarde o temprano se enterarían de que Niko estaba aquí… pero esperaba que hubiese sido más tarde que temprano.

La expectación en la taberna Braket iba creciendo. No paraba de llenarse de curiosos. Todos querían conocer y dar la bienvenida al humano. Incluso llegó la televisión para retransmitirlo por las noticias.

La reportera, que tenía el pelo erizado de color verde, se abrió paso entre la comitiva de bienvenida hasta llegar, junto con el cámara, hasta Niko.

—Humano, somos del canal Quantum TV. Queríamos hacerte una entrevista para retransmitirla a todo el mundo cuántico.

Un poco cohibido, Niko asintió con la cabeza y se colocó frente la cámara. La intrépida reportera empezó a retransmitir:

—En directo con todos ustedes, Nina Sharp desde Quantum TV para hacerles llegar las últimas noticias: ¡finalmente un humano ha entrado al mundo cuántico!

—¿PODRÍA DECIRNOS SI ES USTED EL REPRESENTANTE DEL MUNDO CLÁSICO?

—NO ESTOY SEGURO DE QUE SEA REPRESENTANTE DE NINGÚN MUNDO…

Antes de que pudiese acabar su frase, la reportera volvió a preguntar:

—Pero fue usted quien entró hace un poco más de un año a nuestro mundo, ¿no es cierto?

—Sí, entonces crucé la puerta de los tres cerrojos.

—Pero si todos los portales quedaron abiertos, como ya informamos en nuestro programa especial a todos los telespectadores, ¿por qué nadie más de su mundo ha venido a vernos? ¿Por qué ni siquiera usted había vuelto hasta ahora? —Mirando a cámara, la reportera aprovechó para hacer una cuña de publicidad—. Aquellos que no hayan visto el programa especial, pueden recuperarlo en nuestra página quantumworldtv.qua.

Acto seguido, le enchufó el micro a Niko esperando una respuesta.

—PUES, LA VERDAD… ES QUE EN VEZ DE LA PUERTA, SOLO ENCONTRÉ UN CARTEL QUE ANUNCIABA UNA PIZZERÍA.

—Así que no vino porque estaba usted en una pizzería —repuso incisiva la reportera.

—¡No! ¡Yo no he dicho eso!

Niko pudo advertir cómo Quiona, sentada a la barra, resoplaba indignada.

—Bueno, vayamos a temas más importantes —prosiguió la entrevistadora separándole el micrófono—. Su presencia aquí, puesto que algunos lo señalan como

el elegido

¿tiene algo que ver con los extraños sucesos que están ocurriendo en las fronteras de nuestro mundo?

De nuevo, la reportera se encaró a la cámara y volvió a hacer una cuña publicitaria.

—Recuerden que pueden recuperar nuestro programa sobre el tema en nuestro especial ¿Conspiración o cortina de humo? Mientras el CIC sigue negando cualquier anormalidad, desde los confines de nuestro mundo continúan llegando señales de alarma. ¿Tendrá el humano la respuesta a estos misteriosos acontecimientos?

Niko miraba a la reportera sin entender absolutamente nada. Por fortuna, las preguntas fueron interrumpidas por otro canal de televisión que irrumpió en aquel particular escenario.

La periodista elfa recién llegada, que llevaba un elegante vestido de seda rosa y un moño bien peinado, se abalanzó sobre Niko sin ningún reparo.

—Así que aquí lo tenemos… ¡por fin! —Con un pequeño empujón apartó a la anterior reportera y ocupó su lugar—. No te preocupes, Nina, ya cubro yo la noticia. Nuestros espectadores buscan cosas más interesantes que tus teorías conspiratorias.

Le alargó el micrófono a Niko, dejando al descubierto unos largos dedos con sus uñas perfectamente aporcelanadas. Un fuerte perfume casi lo anestesió al acercarse a él.

—Aquí Melinda Strange para vuestro programa favorito: Quantic Love. ¡Hoy haremos en exclusiva la entrevista que todos estabais esperando!

Los elfos y las hadas de la posada se acercaron llenos de emoción para disfrutar del espectáculo en directo.

—TU NOMBRE ES NIKO MIR, ¿CIERTO? PERO QUEREMOS CONOCERTE UN POCO MEJOR, ¿VERDAD, CHICoS?

El público gritó un «sí» unánime en medio de fervorosos aplausos.

—¿Cuál es tu color favorito? ¿Y tu número de la suerte?

—Me gusta el blanco, pues tiene todos los colores en él. Y mi número favorito es el 10.

«Ojalá fuese mi nota en los exámenes» —pensó para sí mismo.

—Dicen que eres el elegido —dijo Melinda sonriendo pícaramente—. Además de ser un chico tan apuesto, eso debe de darte mucha popularidad entre las chicas. ¿Hay alguna en especial esperándote en el mundo clásico?

Las hadas se habían sumido en un silencio sepulcral, todas a la espera de la respuesta de Niko, que estaba rojo hasta las orejas en medio del corro de espectadoras.

—¡No, no! Nadie.

—Entonces, ¿alguna pretendiente aquí, en el mundo cuántico?

Niko solo acertó a hacer un signo negativo con la cabeza, pero la reportera chismosa no parecía dispuesta a dejar escapar a su presa.

—Si no es así, estoy segura de que entre el público tenemos a bastantes admiradoras dispuestas a cubrir esa plaza. De momento, veo aquí a muchas fans que están esperando a que terminemos para que nuestro héroe les firme un autógrafo.

Hasta entonces, Niko no había visto a nadie que le pidiese un autógrafo, pero con solo oír a la periodista, la multitud de hadas y elfas empezaron a sacar bolígrafos y rotuladores para ser las primeras en obtener el recuerdo de su ídolo.

—¡Se acabó el espectáculo!

Quiona, que se había abierto paso entre las hordas de fans, se interpuso entre la entrevistadora y Niko.

—Tenemos que marcharnos, no hay tiempo para más entrevistas del corazón.

—Vaya, vaya… —La reportera no estaba dispuesta a zanjar tan rápidamente su programa—. Aquí tenemos a la famosa hada Quiona, tan inteligente como cascarrabias, por lo que veo. Deberías saber que el mal genio no te favorece. Chicas, ¿os parece que le haga algunas preguntas sobre nuestro héroe?

—Sííííííííííí —gritó la multitud.

—¿Eres tú la encargada de guiar a nuestro ídolo por el mundo cuántico? ¿Te presentaste voluntaria para el trabajo? Debiste de pensar que era una ocasión perfecta para flirtear con él. ¿Ya has logrado conquistarlo con tus dotes?

Quiona se limitó a lanzarle una mirada fulminante. Sin dignarse a responder, tiró del brazo de Niko hasta sacarlo de la taberna, dejando atrás a un grupo de desilusionadas fans.

Eldwen los esperaba afuera con una sonrisa de oreja a oreja. Había disfrutado de lo lindo del espectáculo. A su lado, una cabizbaja Irina susurró a modo de disculpa:

—Lo siento mucho, Niko… Quiona, me temo que hablé más de la cuenta frente al tabernero al descubrir que era humano.

—No estamos de humor para las entrevistas tontas de Melinda y su frívolo Quantic Love —masculló el hada con indignación—. ¡Por el Big Crunch! Si incluso el nombre del programa es un error, debería ser Quantum Love.

—Pues a mí, Quantic Love me mola —se le ocurrió decir a Niko.

Aquello le costó otra mirada fulminante de su hada. De nuevo, Eldwen salió al rescate:

—El Maestro Zen-O nos ha pedido que vayamos lo más rápido posible a su casa. Allí te explicará por qué hemos venido a buscarte. Podemos usar el teleportador público que hay en la plaza.

Los cuatro amigos se apretujaron en el armario, muy a pesar de Niko, al que no le apetecía volver a telemarearse.

Eldwen introdujo unas monedas y manipuló los botones para llevarlos a su destino. En menos de lo que se dice quark, nuestros protagonistas estaban en el comedor del Maestro Zen-O.