9 QUE LA FUERZA TE ACOMPAÑE

Después de teleportarse a casa de Eldwen, a Niko le sorprendió no experimentar ningún mareo. Orgulloso, se sentía uno más en aquel extraño mundo cuántico. Pero la alegría le duró poco. Pese a que los padres de Eldwen eran encantadores, Niko no podía dejar de pensar que todos cumplían una misión especial menos él.

La madre de Eldwen le dio un fuerte abrazo de bienvenida seguida por su marido, Dlanod, el más distinguido científico del CIC.

A Niko solo le hizo falta un segundo para que le cayese bien. Se lo había imaginado mucho más serio y estricto, pero nada más lejos del elfo que tenía enfrente.

Dlanod era un par de centímetros más alto que su hijo. Tenía el pelo muy corto y grandes entradas que delataban un inicio de calvicie. Unas arrugas pronunciadas bajo sus ojos verdes acompañaban a una sonrisa que convivía constantemente con su rostro. Como todos los elfos, sus características pupilas negras eran ovaladas en vez de redondas. Y las de Dlanod no paraban quietas. Parecían estar constantemente inspeccionándolo todo.

El científico movía frenéticamente las manos cada vez que hablaba, como si fuese un director de orquesta.

—Me parece fascinante, Niko, cómo en vuestro mundo habéis llegado a comprender tantas cosas del universo cuántico —le decía en ese momento.

—Mi padre es muy aficionado al mundo clásico —le aclaró Eldwen—. Estudia sobre todo cómo vuestros científicos han descubierto las propiedades cuánticas.

—Sí, y es fascinante… —corroboró Dlanod—. Me atrevo a decir que vosotros conocéis mejor lo que ocurre en el ámbito cuántico que muchos científicos del CIC el mundo clásico.

A Niko le sorprendió agradablemente ese punto de vista. Se había acostumbrado a sentirse tonto en el mundo cuántico. Nunca había pensado que sus amigos, o muchos de los intelectuales del CIC, también se sentirían extraños en el suyo.

Cuando compartió sus pensamientos, Dlanod le respondió tajantemente:

—CUANDO VEAS ARROGANCIA EN ALGUIEN, DESCONFÍA DE LO QUE TE QUIERA HACER CREER. SI EN ALGO COINCIDEN LOS CIENTÍFICOS MÁS BRILLANTES QUE HE CONOCIDO ES EN ADMITIR QUE NO SABEMOS NADA. NUNCA ACEPTES UNA VERDAD PORQUE SÍ, MUCHACHO. BUSCA POR TI MISMO LAS RESPUESTAS Y, ANTE TODO, CONSERVA UN ESPÍRITU CRÍTICO.

«Ojalá Anred fuese igual que Dlanod», pensó Niko.

—Pero, bueno, no nos quedemos de pie hablando. Siéntate, por favor.

Antes de depositar su trasero en la silla, Niko golpeó el asiento con la mano para asegurarse. La última vez que se había sentado en aquella casa había acabado con el culo en el suelo al atravesar la silla como si fuese mantequilla. Gracias a ese pequeño accidente, Niko había aprendido que, en realidad, los átomos, que son los ladrillos que lo forman todo, están casi vacíos. Y también gracias a ello su hada le había dado aquel dulce beso.

Tras comprobar que la silla era segura, se sentó confiado. Sin embargo, en cuanto Dlanod hizo lo propio… aterrizó directamente en el suelo.

—¡POR TODOS LOS QUARKS!

—exclamó sorprendido el científico.

Rojo como un tomate y visiblemente avergonzado por el comportamiento de su padre, Eldwen lo regañó:

—PAPÁ, TENDRÍAS QUE DEJAR DE JUGAR CON LOS MUEBLES. ¿POR QUÉ HAS VUELTO A ANULAR LA FUERZA ELECTROMAGNÉTICA?

Niko observaba divertido la escena. A diferencia de su amigo elfo, a él le parecía genial el hobby de Dlanod. Reprimiendo una carcajada, y para relajar la tensión, le dijo al geniecillo:

—A mí me pasó lo mismo la última vez que estuve aquí.

—Vaya, te pido disculpas entonces.

Niko fijó su atención en un cuadro que estaba en la pared y que el hada le había mostrado en su última visita. Allí aparecía retratada la familia de partículas fundamentales.

—Quiona me explicó que todo lo que vemos está formado por los quarks y los leptones, que ellos son los que forman los átomos. Lo pude ver en la atracción atómica. ¡Parece mentira que estas partículas tan raras formen toda la materia del universo!

—No toda —lo corrigió Dlanod mientras Eldwen lo ayudaba a levantarse del suelo—. Solo forman la materia ordinaria. Ahí fuera, muchacho, hay mucho más de lo que podemos ver. En vuestro mundo lo llamáis

MATERIA OSCURA.

—Vaya, suena como algo terrorífico…

—La llaman oscura simplemente porque es desconocida, y demasiado a menudo, aquello que nos es desconocido nos da miedo. ¡Pero eso no significa que sea mala! Aunque, como bien dices, todo lo que puedes ver a tu alrededor está formado por electrones y los dos quarks:

up y down.

Niko se acercó a inspeccionar la silla de Dlanod. La atravesó con la mano como si fuese una nube y preguntó:

—Entonces, ¿es cierto que los átomos están un 99,999999999999999% vacíos, como me contaron Eldwen y Quiona? ¡Cuesta imaginarlo!

—ASÍ ES, AMIGO. Y SI QUIERES HACERTE UNA IDEA, PIENSA QUE SI PUDIÉSEMOS AGRUPAR TODAS LAS PARTÍCULAS QUE FORMAN LA HUMANIDAD, LAS DE TODOS Y CADA UNO DE LOS QUE HABITAN EL MUNDO CLÁSICO, QUITANDO EL ESPACIO VACÍO ENTRE ELLAS, TODA LA ESPECIE HUMANA CABRÍA EN UN SIMPLE TERRÓN DE AZÚCAR.

—¡Increíble!

—Pero dulce, ¿verdad? —añadió.

Niko se quedó un rato reflexionando y finalmente preguntó:

—Si la silla en la que estoy sentado está también ese 99,999999999999999% vacía, ¿por qué no me caigo también de ella?

—Oh, eso es por las fuerzas que nos acompañan. Me encanta poder decirlo, así me siento en La Guerra de las Galaxias.

Niko se rio al oír una referencia a la película de George Lucas. ¡Todo un clásico!

Dlanod entonces señaló un cuadro que había en la pared y dijo:

—En este cuadro no está toda la familia de partículas fundamentales. Faltan los bosones, los que hacen que las fuerzas existan. Si quieres ver cómo funciona la fuerza que evita que atravieses la silla al sentarte, acompáñame al garaje. Tú también, hijo. Esto será nuevo para ti.

Desde el jardín, no parecía muy distinto a los garajes que Niko había visto en las casas de sus amigos, pero todo cambió al abrir la puerta.

—¡Bienvenidos a mi lugar favorito! —exclamó entusiasmado Dlanod.

Una vez dentro, Niko vio con asombro que las dimensiones de aquella habitación no encajaban con lo que se veía desde el jardín. Era muchísimo más grande y estaba llena de curiosidades.

Lo primero que le llamó la atención fueron unos germinados que surgían de una estantería llena de cubetas.

—Estos son mis cultivos hidropónicos —explicó emocionado Dlanod.

—¿Hidro qué? —preguntó Niko.

—Fíjate en que estas plantas no están plantadas en tierra.

Era cierto: los brotes surgían directamente de las cubetas de agua.

—Son mis experimentos para cultivar vegetales en naves espaciales —contó Dlanod con orgullo—. Colaboro con unos cuantos astronautas, mi preferido es Oort. Estamos consiguiendo plantas que puedan sobrevivir en sus naves aunque no tengan tierra. Con los cultivos hidropónicos, los astronautas podrán tomar una buena ensalada espacial. Atómico, ¿verdad?

A Niko le pareció más que atómico. Probablemente, tener cultivos hidropónicos en el garaje era extravagante incluso para los elfos cuánticos.

—Acompañadme hacia el fondo del garaje, hay algo que quiero enseñaros —añadió misteriosamente el geniecillo.

Mientras sorteaban diversos artilugios, Dlanod les advirtió:

—Cuidado, ¡no os acerquéis a este aparato! Al tocarlo, tus quarks se transforman en plasma, pero todavía no sé cómo hacerlo reversible. Así que, si no queréis acabar como una sopa de partículas, apartaos de él.

El científico se detuvo a un escaso metro de la pared del fondo, la única que estaba desnuda. Sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó contra ella. Antes de que alcanzase la pared, el aire se distorsionó como si hubiese impactado con una cortina transparente, y la moneda desapareció.

Niko y Eldwen se quedaron con la boca abierta.

—¡Esta es la entrada a mi universo de bolsillo particular! —anunció Dlanod extendiendo los brazos hacia la pared.

—¿Un universo de bolsillo, papá? ¿Has creado un universo paralelo en el garaje de casa? —La sonrisa pícara del científico lo confirmó, lo cual acabó de alarmar a Eldwen—. ¡Pero si eso está prohibido! Solo existen unos pocos universos paralelos artificiales y están todos bajo altas medidas de seguridad en el CIC.

—Bueno, fui yo el que descubrió cómo crearlos. Y este fue el primero que hice antes de que se aprobase la ley que prohíbe originarlos fuera del CIC. Así que, si lo piensas bien, no he hecho nada malo. Además, tú eres el que ha ido contactando con humanos, lo cual también está prohibido, hijo.

A Niko aquello de disponer de un universo paralelo de bolsillo en el garaje le parecía de lo más atómico, así que comentó:

—Yo ya había visto un paquetito de

«UNIVERSO POR ESTRENAR».

¿Te acuerdas, Eldwen? Vimos estallar un Big Bang y cómo se creaba un universo hasta volver a contraerse de nuevo.

—¿Y te gustó el espectáculo? —le preguntó Dlanod complacido.

—¡Mucho!

—Lo inventé también yo cuando era un joven becario en el CIC. Bien, ¿preparados para entrar en mi universo de bolsillo? Solo tenéis que hacer exactamente lo mismo yo.

Acto seguido, Dlanod dio tres saltos a la pata coja, un giro de 360 grados, un salto a la izquierda y finalmente se adentró con los brazos en cruz en el universo paralelo.

Eldwen suspiró y, con una mueca de resignación, imitó los ridículos movimientos de su padre para entrar tras él. Niko lo siguió emocionado.