11 LA GRAN RECEPCIÓN

La madre de Eldwen se puso a recoger frenéticamente el comedor mientras se quejaba de lo desordenada que era su familia. Niko no pudo evitar sonreír con aquella escena que le resultaba tan familiar. En eso eran iguales las madres del mundo clásico y del cuántico.

Dlanod ya estaba de pie para darle la bienvenida al director del CIC. Era tal y como lo recordaba: un elfo con una barba media canosa y gafas que resaltaban las arrugas de sus ojos rasgados.

—Buenas noches, Kahel.

—¿Quieres tomar algo? —le propuso la madre de Eldwen—. Justo estábamos a punto de empezar a cenar.

—Muchas gracias —le respondió el director mientras se quitaba el sombrero de copa—. Tu invitación es tentadora, recuerdo lo bien que cocinas, pero en esta ocasión no puedo quedarme mucho tiempo.

—¿A qué se debe tu visita, viejo amigo? —le preguntó Dlanod—. Hacía mucho que no venías a casa.

—EN REALIDAD HE VENIDO POR ÉL

—dijo señalando a Niko—. Pero tienes razón, buscaré un hueco en mi agenda para cenar con los viejos amigos.

El elfo le susurró a su amigo:

—Él y mi padre estudiaron juntos desde pequeños. Eran de la misma pandilla. Todos pensaban que mi padre llegaría a ser director del CIC, pues era con diferencia el mejor estudiante de todos, pero nunca se interesó por la política, y Kahel fue quien ocupó el cargo. Mi abuelo siempre le recrimina que no es lo suficientemente ambicioso.

Niko pensó que, aunque Kahel no le parecía mal tipo, al fin y al cabo le había permitido quedarse en el mundo cuántico, hubiese preferido que Dlanod fuese el director del CIC.

—¡Y aquí tenemos a nuestro protagonista del día! —dijo mientras se acercaba a saludarlo—. Querido Niko, no sabes cuánto me alegra verte de nuevo. Siento presentarme tan de sopetón en vuestra casa y llevarme a vuestro huésped, pero en el CIC hemos preparado una gran recepción. Todas las personalidades están allí ya esperándolo.

—Aprovechando que estás aquí —añadió oportunamente Dlanod—, quería preguntarte por esas partículas extrañas que llegaron al CIC como emisarios. ¿Qué son esos fenómenos que se están dando en las fronteras? Me gustaría poder hablar con ellas, o al menos, leer los informes sobre la investigación que se está llevando a cabo.

—Oh, no hace falta que pierdas el tiempo en algo así —dijo Kahel visiblemente incómodo—. Al parecer no son más que habladurías. Anred ya se ha ocupado personalmente de todo. Y ahora tendríamos que marcharnos, Niko; hay mucha gente importante esperándote.

Dicho esto, agarró a Niko por el brazo y tiró de él, invitándolo a entrar en el armario teleportador.

Afortunadamente, Eldwen no estaba dispuesto a dejarlo solo, así que pese a no haber recibido ninguna invitación, se metió también en el armario.

En menos que se tarda en decir quark, los tres se encontraban en el CIC.

Una ráfaga interminable de flashes los deslumbró nada más abrir la puerta de la máquina teleportadora. Una legión de fotógrafos y periodistas, hambrientos de obtener la primera fotografía del humano junto al director del CIC, se apelotonaban detrás del cordón de seguridad formado por elfos. Kahel, ya acostumbrado a posar para los medios, se colocó al lado de Niko estrechándole la mano, justo frente a unos carteles con el sello del CIC.

Niko pensó que era como estar en la alfombra roja de la entrega de los Óscar.

Un elfo vestido con traje y corbata se les acercó:

—Un placer, Niko, soy el responsable de comunicación del CIC. Seguidme a la sala de prensa, ya os están esperando.

Abrumados por la situación, Niko y Eldwen obedecieron sin rechistar.

La sala de prensa era alargada y contaba con un pequeño escenario al fondo con un atril y tres grandes micrófonos. Sobre este, se proyectaba un holograma en tres dimensiones con sello del CIC.

El encargado de prensa dio la bienvenida a todos los periodistas, que ya se acomodaban en las sillas, y presentó al director, que se subió al atril para empezar su discurso.

—Gracias a todos por haber venido. Nuestro amigo humano ha vuelto al mundo cuántico como representante de los clásicos. Estamos muy felices de acogerlo y de afianzar la hermandad con ellos.

Muchos de los periodistas aplaudieron las palabras del director.

—Durante los próximos días recorreremos las distintas ciudades y centros de investigación de nuestro mundo. La gira finalizará con un gran congreso para profundizar en la nueva colaboración entre los humanos y nuestro mundo.

Niko no entendía a qué diablos se refería el director. Nadie le había preguntado ni dicho nada sobre realizar ninguna gira.

—Ahora procederemos a responder a vuestras preguntas —prosiguió el director dirigiéndose a la audiencia llena de reporteros.

Uno de los sentados en primera fila preguntó:

—Disculpa, Niko, sin afán de ofender, pero ¿no es un poco extraño que los humanos hayan escogido a un niño para que los represente?

El director esbozó una sonrisa nerviosa y le dio a Niko unas palmaditas de suficiencia en la espalda. Sin dejarlo ni siquiera decir esta boca es mía, Kahel respondió por él:

—No os dejéis engañar por su juventud. Al fin y al cabo, fue él quien abrió el sello que mantenía cerrados los portales entre nuestros mundos. ¿Otra pregunta?

—Sí, señor —saltó otra periodista—. ¿Qué hay de los temores de que los humanos utilicen todo el conocimiento que pueden obtener de nosotros para crear armas que acaben destruyendo todo el universo? Su vicedirector, Anred, siempre ha mostrado una gran preocupación al respecto.

—Bueno, bueno, no dramaticemos. Justamente por eso hacemos el congreso con nuestros mejores científicos y asesores políticos. Y precisamente, Anred es el responsable de este comité, si eso la deja más tranquila.

Aquello no tranquilizó a Niko. Anred había intentado acabar con él la última vez que estuvo en el mundo cuántico.

—Creía que lo habían metido en prisión —susurró Niko a Eldwen.

—Tiene demasiados contactos —le respondió su amigo al oído—. Pocas semanas después de que te marchases ya había salido, y al cabo de un mes ya volvía a ocupar su puesto. Ya sabes lo que dicen: mala hierba nunca muere.

Una reportera sentada en la última fila, con un pañuelo que le cubría el pelo y unas grandes gafas de sol, interrumpió el discurso del director:

—YO TENGO UNA PREGUNTA PARA NIKO. ¿VAS A HACER ALGO CON LOS PROBLEMAS QUE HAY EN NUESTRAS FRONTERAS? DICEN QUE TODO EL MUNDO CUÁNTICO ESTÁ EN UN GRAN PELIGRO. ¿ES ESE EL MOTIVO REAL POR EL QUE HAS VUELTO A VISITARNOS?

Niko la reconoció al escucharla hablar. Sin duda era Nina Sharp, la misma reportera que ya lo había entrevistado en la taberna Braket.

Automáticamente, el responsable de prensa hizo una señal a los dos elfos encargados de la seguridad, que la agarraron por ambos brazos y la sacaron a la fuerza de la sala.

El director se puso pálido por unos segundos, pero recuperó rápidamente la compostura. Volvió a mostrar una amplia sonrisa y simplemente ignoró a la periodista. A continuación, declaró:

—Bueno, fin de la rueda de prensa. Yo tengo que acompañar a nuestro visitante a sus aposentos. No queremos agotarlo en su primer día, ¿cierto?

Una pequeña comitiva de elfos uniformados guio a Niko y Eldwen por unos estrechos pasillos. Niko aprovechó para preguntarle al director:

—Señor, respecto a lo que preguntaba esa periodista, si el mundo cuántico está en peligro y puedo ayudarlos de algún modo…

—No hay nada de que preocuparse, Niko, no hagas caso a esos rumores. En el mundo cuántico solo hay paz y tranquilidad. Así que te agradecería que no mencionases nada al respecto a ningún periodista; mejor pensado, a nadie.

Antes de que Niko pudiese responder, una figura conocida apareció por la espalda del director.

—¡Anred, qué bien que hayas llegado! —lo saludó Kahel—. ¿Puedes ocuparte tú de acompañarlos a sus aposentos? —Y dirigiéndose a continuación a Niko y Eldwen, añadió—: Él es el responsable del tour que realizarás por el mundo cuántico y te acompañará en todo momento.

Niko no podía dar crédito, pero antes de que pudiese protestar, el director ya se había marchado.

Con un gesto brusco, Anred les indicó que lo siguiesen hasta una gran puerta de madera custodiada por dos guardas armados con una gran lanza cada uno.

—AQUÍ PASARÁS LA PRIMERA NOCHE. MAÑANA A PRIMERA HORA VENDRÉ A RECOGERTE. TÚ LIMÍTATE A SONREÍR A LAS CÁMARAS Y A DECIR QUE SÍ CADA VEZ QUE LOS ADULTOS HABLEN. SI HACES ESO, NO HABRÁ NINGÚN PROBLEMA

—dijo mientras abría las puertas y empujaba dentro a los dos amigos.

—¡Será estúpido! —gritó Eldwen indignado.

—Pues yo no pienso quedarme aquí —sentenció Niko mientras abría la puerta de nuevo.

Los dos guardas se plantaron delante de ellos impidiéndoles el paso.

—ENTONCES… ¿ESTOY PRISIONERO?

—preguntó Niko.

—Digamos que somos tu guarda personal —dijo uno de los guardas—. Tenemos órdenes de Anred de acompañarte a cualquier sitio que vayas. Es por tu seguridad, muchacho.

Al cerrar la puerta de nuevo, Niko suspiró:

—Estamos prisioneros aquí, Eldwen.

La espaciosa estancia que era su celda contaba con una gran cama antigua, envuelta por una mosquitera, y un pequeño salón con un sofá y una mesita llena de frutas, pastas y zumos.

Niko golpeó con los nudillos una de las paredes y le dijo a Eldwen:

—Quizá podamos tunelear esta pared. Si no voy desorientado, hemos venido por ese lado.

Pero su amigo solo estaba pendiente de los manjares que había en la salita.

—Al menos eres un prisionero importante. ¡Esto es una suite de lujo! No sabía que había de estas en el CIC. No tengo ni idea de cómo podremos escapar de aquí, pero pensaremos mejor con el estómago lleno.

Dicho esto, Eldwen se lanzó sobre la comida y Niko lo imitó. Con tanto ajetreo, no había probado bocado desde su entrada en el mundo cuántico.

Mientras se daban aquel banquete, las puertas se abrieron de par en par.

Para su sorpresa, en el umbral apareció la figura del relojero. Tal y como Niko lo recordaba, era un anciano muy alto en contraste con los elfos guardianes. Su calva relucía con la intensa luz de la habitación.

Mientras se acariciaba las largas barbas acabadas en punta sobre la bata azul marino, el relojero les dijo con una amplia sonrisa:

—Vaya, vaya, lambriones. ¡Y yo que estaba preocupado por vosotros…!

Los dos amigos dejaron de comer y se lanzaron hacia la puerta. Los guardas de seguridad estaban paralizados como dos estatuas de cera.

—Si queréis salir de aquí, será mejor que aprovechéis ahora —dijo Kronos.

—¿Has parado el tiempo? —preguntó Niko asombrado mientras tocaba la nariz de uno de los guardas con su índice.

—¡No se debe detener el tiempo! Va contra las leyes naturales. Tan solo lo he ralentizado lo suficiente como para que no nos puedan ver.

En el pasillo, que antes les había parecido desierto, ahora podían ver a unas cuantas partículas borrosas cruzar a toda pastilla los corredores. Algunas de ellas incluso tuneleaban las paredes.

—¿Y todas estas partículas? —preguntó Niko a Kronos—. ¿Han venido contigo?

—Estaban aquí ya antes. No las habíais visto porque viven en un instante de tiempo mucho más pequeño del que vuestros ojos pueden captar. Es como cuando dejas de ver los radios de las ruedas de una bicicleta cuando va muy rápido. Irina me ha chivado dónde estabais exactamente. Ahora, no perdamos más tiempo.

¡HAY QUE SALIR DE AQUÍ!

Mientras atravesaban los pasillos del CIC se fueron encontrando cada vez con más funcionarios. Todos parecían estatuas de cera, como los guardas de la puerta.

Al llegar a la entrada, Eldwen exclamó:

—¡A los armarios teleportadores! Iremos directamente a casa del Maestro Zen-O a esperar a que vuelva con Quiona.

Kronos negó con la cabeza:

—NO PODÉIS IR A CASA DE ZEN-O, CHICOS. SEGURAMENTE SERÁ EL PRIMER SITIO DONDE OS BUSCARÁN. ID A LA POSADA DE PLANK, YO ME ENCARGARÉ DE QUE VUESTROS AMIGOS OS ENCUENTREN. ¡Y NADA DE USAR LOS ARMARIOS! ESTÁN TODOS CONTROLADOS POR EL CIC, SERÁ MEJOR QUE COJÁIS EL TREN DE ONDAS.