14 LOS LADRONES DE GUANTE BLANCO

Los tres amigos se encontraron en una sala privada, donde alrededor de dos mesas con tapetes verdes tenían lugar partidas clandestinas de cartas. Estaban iluminadas por lámparas tan bajas que casi tocaban las cabezas de los jugadores, que fumaban grandes puros cuyas serpientes de humo creaban una espesa niebla.

Estaba claro que aquella parte del casino era furtiva y no estaba abierta al público.

Quiona pegó un codazo a Niko y les dijo:

—Al fondo, ¡allí! Los gemelos EPR… o al menos uno de ellos.

Al mirar en la dirección que les indicaba el hada, los dos amigos distinguieron a un joven vestido con frac que congregaba a unos siete elfos alrededor de su mesa.

—Mis habilidades extrasensoriales, combinadas con mi inteligencia sublime, y eso obviando mi atractivo natural —decía el joven a la vez que guiñaba el ojo a una de las camareras que servía copas al reducido público—, me permitirán adivinar con precisión si la moneda que está bajo este pañuelo nos muestra cara o cruz.

—¡Vaya fantasmón! —se le escapó a Eldwen.

—Bien, ¿quién apuesta?

Un par de elfos, uno de ellos con un estrafalario sombrero, depositaron una montañita de monedas sobre la mesa.

—Aquí y ahora os digo que cuando levante el pañuelo, la moneda mostrará cara —dijo el joven dandi—. ¿Alguien más se atreve a apostar en contra de mi predicción? La ganancia que ofrezco es 10 a 1.

Efectivamente, al retirar el pañuelo de seda, la moneda se comportó tal y como había predicho el gemelo.

Hecho esto, lanzó la moneda al aire tapándola enseguida con el pañuelo y repitió el mismo juego una y otra vez, mientras distintos elfos iban perdiendo sus apuestas con expresiones de asombro.

—Aquí tiene que haber truco… —susurró Niko a sus amigos—. Este tipo me recuerda a los trileros que estafan a los confiados y a los turistas.

—Es más que un truco —suspiró el hada—. Lo que no saben esos elfos es que están apostando contra uno de los gemelos EPR. ¡Aquí no hay poderes extrasensoriales ni nada! Los hermanos viven entrelazados, eso es lo que utilizan para ganar las apuestas.

—Pero ¿cómo lo hacen? —preguntó Niko.

—Seguramente su gemelo está por ahí escondido con otra moneda. Al estar entrelazados, cuando el hermano escondido observa su moneda y le muestra cara, la del hermano que está aquí frente al público marcará también cara. Lo único que tiene que hacer es chivarle el resultado sin que nadie se dé cuenta.

La conversación quedó interrumpida cuando un elfo ataviado de crupier irrumpió en la sala gritando:

—¡UNA REDADA! ¡LOS AGENTES DEL CIC ESTÁN AQUÍ!

El aviso creó un gran alboroto. Los elfos que jugaban en las mesas tomaron rápidamente sus bolsas de monedas y salieron en estampida hacia la salida.

En medio del caos, aparecieron un par de elfos con traje y corbata que se colocaron a ambos lados del gemelo EPR y lo agarraron cada uno por un brazo.

—¡Queda usted detenido por estafa cuántica! —le recitó el agente mientras sacaba una insignia del CIC.

Eldwen se había quedado paralizado por el terror, pero, afortunadamente, Quiona reaccionó con rapidez. Aprovechando la confusión, le arrancó el sombrero a un elfo que huía y se lo puso a Niko. Luego tomó una chaqueta de frac de un colgador y se la lanzó a Eldwen para que se cubriese la camiseta, mientras ella se tapaba la cabeza con un pañuelo.

—¡No pueden reconocernos o nos detendrán! —les dijo el hada mientras los empujaba hacia un lateral—. Escondámonos aquí.

Los tres se agacharon tras la barra del bar, desde donde todavía podían ver lo que sucedía en el salón de apuestas clandestino.

Uno de los agentes del CIC esposaba al gemelo EPR mientras el otro le encontraba un dispositivo de comunicación oculto en su oreja.

—Así que a través de este micro te pasaba la información tu hermanito, ¿verdad?

—No sé a qué se refiere, agente —dijo el joven con expresión ingenua.

—Conmigo no funcionan tus jueguecitos, tunante. Hemos pillado a tu hermano.

Por la puerta aterciopelada aparecieron entonces dos agentes más con un joven exactamente igual al recién detenido.

Niko se sobresaltó al oír una voz sensual a sus espaldas:

—Los agentes del CIC son unos ilusos —dijo Sira, que se había escondido tras la barra igual que ellos—. No es tan sencillo capturar a este par de ladrones de guante blanco. ¡Son el terror de los casinos cuánticos!

Tras decir esto, le guiñó el ojo a Niko, apretó un botón escondido bajo la barra y se abrió una puertecita que daba al callejón.

—Nos vemos pronto, guapo —dijo antes de escapar.

En una nueva escena de confusión y pánico, Niko vio desde detrás de la barra que los gemelos habían logrado librarse de las esposas y se daban a la fuga, perseguidos por los agentes del CIC.

Justo antes de cruzar la puerta aterciopelada, ambos hermanos se dieron la vuelta orgullosos y, con la arrogancia de los ladrones de guante blanco, se dirigieron a su público al grito de:

—¡Hasta que la Decoherencia nos separe!

Como efecto final, lanzaron al aire las monedas «entrelazadas» que usaban para su truco y estas empezaron a multiplicarse generando todavía más caos.

Los elfos que corrían despavoridos se detuvieron para recoger las monedas del suelo, bloqueando así el paso a los agentes del CIC.

Aprovechando la aglomeración, los gemelos desaparecieron.

—No los veo… —susurró Eldwen a sus amigos, sacando peligrosamente la cabeza por encima de la barra que los ocultaba.

—No hace falta que mires muy lejos —le respondió el hada, tirando de él hacia abajo para que volviese a esconderse—. ¡Están aquí!

—Veo que esta barra está muy solicitada —dijo uno de los gemelos alegremente—. Ahora solo tenemos que encontrar un modo de salir de aquí.

—Esta vez lo tenemos difícil, hermano —añadió el otro gemelo—. La puerta de entrada está llena de agentes.

—Está la salida secreta —los interrumpió Niko, y accionó el botón que solo él había visto utilizar a Sira.

La puertecita de salida se abrió invitándolos a escapar.

—¡Por todos los quarks, chico! Tendríamos que ampliar a tres nuestro equipo, eres un genio del escapismo —dijo uno de los gemelos mientras se escabullía por la puerta.

—Sigámoslos de cerca, ¡no los perdamos de vista! —apremió Quiona a sus amigos, empujándolos tras los hermanos hacia la salida—. Ya habéis oído lo que han gritado antes, ¿no? Deben de saber algo sobre lo que ocurre con Decoherencia.

Una vez fuera, a salvo de la redada que se vivía en el casino, los gemelos EPR se acercaron a Niko.

—Gracias por ayudarnos a escapar, compañero. Esta vez lo teníamos difícil, así que te debemos una —le dijo uno de los EPR mientras le daba la mano.

—Pues precisamente mis amigos y yo os estábamos buscando —respondió Niko, incluyendo al hada y Eldwen en la conversación.

—¡Pero si es Quiona! —exclamó el otro hermano, lanzándose a darle dos besos—. Con ese disfraz no te reconocía. Pero estás tan guapa como siempre.

De repente, a Niko ya no le caían tan bien aquellos personajillos, uno de los cuales preguntó:

—¿EN QUÉ OS PODEMOS AYUDAR?

—NECESITAMOS ENCONTRAR A ROVI-RA

—le respondió Niko sin preámbulos.

—No es sencillo llegar hasta ella, muchos lo han intentado sin éxito.

—¡Venga ya! —protestó Quiona—. Sé que vosotros la habéis visto en más de una ocasión. Y algo sabéis de lo que está pasando… Si no, ¿a qué venía eso de «hasta que la Decoherencia nos separe»?

—Eres lista, además de guapa —añadió con insolencia uno de los gemelos.

—Si no nos vais a ayudar, decidlo y no nos hagáis perder el tiempo —protestó Niko, que ya estaba perdiendo la paciencia.

—Claro que sí —dijo conciliador el gemelo—, pero Rovi-Ra no vive en un sitio normal. Allí no se puede llegar de cualquier modo. Necesitaréis esto para ir.

El gemelo EPR se acercó a la pared del callejón. Hizo un movimiento aparentemente extraño, como si tirase de una manta invisible, y para sorpresa de Niko y sus amigos, descubrió un hermoso zepelín anclado al muro. La góndola estaba tallada en madera y el globo tenía unos llamativos colores violeta. Parecía mentira que pudiesen tener aquel aparato aparcado en el callejón sin que nadie se diese cuenta.

Eldwen, que se había mantenido prudentemente a distancia, no pudo evitar exclamar:

—¡Atómico! Este modelo es un clásico. Su motor funciona con materia oscura. ¿Lo que ven mis ojos es un modelo Zwicky de 1933?

—Será mejor que no nos entretengamos —los apremió preocupada Quiona—. ¡Los agentes del CIC todavía pueden encontrarnos!

—Rovi-Ra vive en la isla de Atlas, lo que los humanos llamáis la Atlántida —dijo uno de los gemelos—. Ni siquiera Quiona puede teleportarse allí, pues la isla está altamente protegida. Solo con la materia oscura se puede llegar a ella, eso es lo que nadie sabe. Con el zepelín lo tendréis fácil, es uno de los pocos métodos de transporte que funcionan con esta materia peculiar. Las cartas de navegación están en el timón, te indicarán cómo llegar a ella. No tiene pérdida. ¿Sabrás conducirlo?

Esto último se lo preguntó a Eldwen, que asintió entusiasmado con la idea de manejar aquel artilugio.

—Mucha suerte, amigos —se despidieron los gemelos—. Sabemos, por la anciana, que algo terrible está ocurriendo con la Decoherencia. ¡No hay tiempo que perder, el universo os espera!

—Gracias por vuestra ayuda —dijo Niko dándoles la mano a cada uno—. Os devolveremos el zepelín, tenéis nuestra palabra.

Sus amigos también agradecieron la ayuda de los gemelos, y Eldwen abrió emocionado la portezuela de la góndola de aquel aparato volador. En cuanto se acomodaron en el centro de mandos, emprendieron el vuelo a la Atlántida en busca de Rovi-Ra.

«Un hombre sale de viaje y otro hombre es el que vuelve»,

había dicho un escritor norteamericano. Fuera lo que fuera lo que les deparara en aquella aventura, Niko tuvo la certeza de que si lograba llegar al final, su vida cambiaría para siempre.