Eldwen se pasó el viaje en la sala de mandos del zepelín, tratando de comprender los detalles de aquella máquina oscura.
Mientras tanto, Quiona iba respondiendo a las preguntas de Niko, muy interesado por la materia oscura.
Le asombró saber que la materia formada por átomos y sus partículas fundamentales tan solo representa una pequeña porción de lo que existe en el universo: un mísero 4%. El resto lo rellenan la materia y la energía oscura.
—Solo ese cuatro por ciento del total es materia ordinaria —le explicó Quiona—. Y por materia ordinaria me refiero a ti, a mí y a todo aquello que ves a tu alrededor, menos, claro está, el motor de este zepelín.
—A mí no me pareces muy ordinaria —le respondió sonriendo el chico antes de preguntar—: ¿Y de qué está hecha esa materia oscura, si no es de quarks y electrones?
—No lo sabemos, o casi nadie lo sabe. Los gemelos EPR y tres o cuatro más en el mundo cuántico serán los únicos que la han conseguido dominar. Para el resto es invisible. Por eso, Eldwen está inspeccionando todo con tanto interés; como joven científico le encantaría poder verla.
—Y además de impulsar zepelines que te lleven a la Atlántida, ¿para qué más sirve?
—Que sea invisible para nosotros no quiere decir que sea inútil. ¡Sin la materia oscura no existiría el universo! Sabemos que conforma el esqueleto de las galaxias. Es como una gran tela de araña donde las estrellas quedan atrapadas. No es lo que brilla en la luz, sino lo que se esconde en la oscuridad lo que alberga los verdaderos secretos de cielo.
—Hablas como una poetisa, Quiona. Ya solo por llevarnos hasta Rovi-Ra me parece genial esta materia, por muy oscura que sea, pero después de lo que me acabas de contar, todavía me cae mejor —bromeó Niko, antes de preguntar preocupado—: ¿Crees que la anciana nos ayudará a encontrar a Decoherencia?
—No tengo ni idea. No solo no sabemos dónde encontrarla, sino tampoco cómo liberarla, si es cierto que la han capturado. Pero lo sabremos pronto —dijo el hada mientras miraba a través de los ventanales del zepelín—. No falta mucho para llegar, ya se ve la isla.
En el centro del océano azul emergía una hermosa isla, pequeña y muy frondosa. Parecía extremadamente irregular, con una montaña que sobresalía respingona en medio del islote. Quizá fuera lo que quedaba de un antiguo volcán, ahora cubierto por una vegetación exuberante.
Mientras la sobrevolaban, Niko distinguió una sutil cúpula que cubría la isla y parte del océano que la rodeaba como una fina campana de cristal.
—Quiona, ¿ves ese escudo semitransparente que cubre la isla?
—Sí, también me he dado cuenta. Debe de ser el motivo por el que es imposible teleportarse aquí o llegar de otro modo que no sea con este zepelín. La materia oscura logra hacer un agujero en el escudo.
—Hablando de agujeros —recordó Niko de repente—.
TENGO LA SOLUCIÓN A TU ENIGMA: ES PRECISAMENTE ESO LO QUE PUEDES LLEVAR EN UN BOLSILLO Y NO PERDERLO: ¡UN AGUJERO!
Satisfecha, Quiona le plantó un beso en la mejilla, lo cual provocó que Niko se pusiese tan rojo como un pimiento asado. Casi no acertó a decir:
—Y ESTA VEZ TENGO YO UNO PARA TI: SI EN UNA CARRERA PASO AL SEGUNDO CORREDOR, ¿EN QUÉ POSICIÓN ME SITÚO?
—No pensarás de verdad que me vas a pillar con un enigma como este, ¿verdad? —dijo riendo el hada—. Si alcanzas y superas al segundo, ocuparás el segundo puesto.
Eldwen los interrumpió en ese momento:
—¡Ya llegamos! Sentaos, vamos a aterrizar.
Atardecía cuando el zepelín descendió justo frente a la casa de Rovi-Ra, si es que se podía llamar casa a la cueva donde vivía.
Al bajar de su singular transporte, los viajeros descubrieron que la anciana era una ermitaña. Su hogar consistía en un saliente en medio del antiguo volcán. Un florido huerto y el gran patio donde habían aterrizado nuestros héroes precedían a la pequeña entrada de la cueva.
Mientras bajaban las escaleras del zepelín, Rovi-Ra los observaba expectante en el patio, apoyada en un palo florido que usaba como bastón.
—¡Justo a tiempo! Os estaba esperando. Pasad, amigos —los invitó con una sonrisa—. He preparado infusiones para todos.
La anciana distaba mucho de lo que Niko había imaginado. Pensó que sería como los sabios de Shambla: serios, ataviados con bonitas túnicas y viviendo entre libros y textos ancestrales. En lugar de eso, Rovi-Ra iba vestida con una túnica marrón, como los monjes de los monasterios, gastada por el tiempo. Como sombrero llevaba algo parecido a un nido de pájaros, que cubría una melena blanca llena de rastas. Su amplia sonrisa multiplicaba las arrugas en un rostro surcado por la edad y los vientos del océano.
Antes de que pudieran presentarse, Rovi-Ra ya había prendido una linterna de aceite y se adentraba en la cueva.
Los tres amigos la siguieron llenos de curiosidad. Niko iba justo detrás de la anciana y pudo ver cómo un pequeño pajarillo salía del nido-sombrero y bostezaba. Antes de emprender el vuelo, hizo sus necesidades justo en la cabeza de la mujer, que no se dio cuenta.
La estrecha entrada a la cueva se iba agrandando hasta desembocar en una abertura que hacía las funciones de cocina-comedor de la anciana. A Niko le sorprendió la claridad de la estancia, iluminada con luz natural que hacía patrones geométricos por las paredes. Instintivamente miró hacia el techo y descubrió que los últimos rayos del sol se filtraban por unos ojos de buey naturales.
—Son los cristales que se formaron cuando estalló el volcán, están por toda la montaña —le explicó Rovi-Ra—. Generan un curioso fenómeno: multiplican la luz que llega a la superficie y la rebotan como si fueran espejos hasta llegar a esta cueva. Bonito, ¿verdad? Pues deberías ver esto al amanecer. ¡Es una obra de arte de la madre naturaleza!
Los tres amigos se sentaron sobre unos cojines en el suelo alrededor de una pequeña mesa donde Rovi-Ra había dispuesto una tetera y cuatro tazas. Era obvio que sabía a qué venían.
—Sentimos habernos presentado sin avisar —empezó Quiona—. Aunque por lo que veo, ya nos esperaba. ¿La avisaron los gemelos EPR de que veníamos hacia aquí?
—No, esos pillos no me dijeron nada —sonrió la anciana mientras les servía la humeante infusión de té de roca—. Fue Zen-O.
—¿El Maestro sabe que estamos aquí? —preguntó Eldwen entre sorprendido y avergonzado.
—Por supuesto, chiquillos, ¿por quién lo habéis tomado?
—¡Entonces también sabrá por qué estamos aquí! —interrumpió Niko impaciente—. Necesitamos llegar hasta Decoherencia. Creemos que corre un grave peligro, y con ella, todo nuestro universo. ¿Nos puede ayudar?
—Paso a paso, amigo… —dijo la mujer lentamente mientras degustaba su infusión—. ¿Habéis pensado qué haréis cuando lleguéis a sus tierras? Si lo que dicen es cierto y la tienen presa, ¿cómo pensáis liberarla?
Los tres amigos se miraron cabizbajos. Habían elaborado un plan para llegar hasta Rovi-Ra, pero allí terminaba todo de momento.
—¿Qué sabéis exactamente sobre ella? —les preguntó.
—Quiona nos contó la leyenda.
DECOHERENCIA ES LA ETERNA QUE MANTIENE EL EQUILIBRIO EN LAS FRONTERAS, ENTRE EL REINO CUÁNTICO Y EL CLÁSICO. SIN ELLA, EL UNIVERSO NO HABRÍA PODIDO EXISTIR.
—Excelente síntesis, Niko —apreció la anciana.
—Y desde que la han capturado… —dijo Quiona tomándole el relevo—. Sin ella, nuestro mundo está
—La destrucción avanza cada vez con más rapidez —añadió Eldwen asustado.
—Todo lo que decís es cierto, pero ¿describía la leyenda el reinado de Decoherencia? —les preguntó.
—Lo único que sabemos es que es un territorio neutral entre los dos mundos —dijo Niko haciendo memoria—. Por lo que nos contó Zen-O, allí se cumplen unas leyes distintas a las de cualquier otro lugar, ni las clásicas, ni las cuánticas.
—Por eso ningún habitante del mundo cuántico ni del clásico puede llegar a ella —añadió la anciana—. Con una excepción:
solo aquel que domine y unifi que las cuatro fuerzas de la naturaleza obtendrá el poder y el conocimiento para llegar a ella y liberarla.
Un solemne silencio se apoderó de la cueva. La encargada de romperlo fue Rovi-Ra:
—Será mejor que cenemos algo, chicos. Con el estómago vacío os costará más prestar atención a lo que tengo que deciros.
Mientras sus invitados recogían las tazas, la anciana prendió un fuego en una chimenea excavada en la pared de piedra y colocó una vieja cazuela encima.
Luego encendió unas cuantas lámparas de aceite para mantener iluminada la estancia a medida que caía la noche.
El pajarillo que había escapado del nido de la cabeza de la anciana reapareció, y tras sobrevolar durante un rato la caverna, regresó a su apacible refugio.
Los tres amigos ayudaron a Rovi-Ra a preparar la mesa para la cena. Cuando se sentaron por fin a cenar, la anciana empezó su explicación:
—En la leyenda que os han contado faltan algunos detalles, son pequeños matices, pero para vuestra misión son esenciales, así que prestad mucha atención.
Los tres la escuchaban absortos.
—Para que un universo pueda existir, no solo necesitamos las partículas que forman toda su materia, tanto la ordinaria como la oscura. Hay otro ingrediente esencial: las fuerzas, que se encargan de que todo funcione.
NIKO, ¿SABES CUÁLES SON LAS CUATRO FUERZAS DE LA NATURALEZA?
—CREO QUE SÍ:
la fuerza gravitatoria, la electromagnética y las dos nucleares, la fuerte y la débil,
AUNQUE NO TENGO MUY CLARO QUÉ HACEN ESTAS ÚLTIMAS.
—Muy bien, pues ahora prestad atención a lo que os contaré.
En las tierras del Rey del Multiverso, antes del Big Bang, aparecieron cuatro hermanas: las Cuatro Fuerzas. Ellas debían estar presentes en la creación del nuevo universo, como ya os he dicho, para que todo funcionase bien. Pero al estallar el conflicto entre los dos príncipes, el Clásico y el Cuántico, también se iniciaron largas discusiones entre las hermanas. Unas se ponían del lado del Príncipe Cuántico, y las otras, del Clásico. Cuando Decoherencia llegó con su solución conciliadora, todo el reino celebró la noticia. Todo el reino… menos las cuatro hermanas. Si querían mantenerse unidas, tenían que decidir a qué Príncipe seguían: al Cuántico o al Clásico, pues no podían habitar en ambos mundos a la vez. Como su dilema no había quedado resuelto, decidieron consultar con Decoherencia.
—Y seguro que ella lo arregló —interrumpió Eldwen, inmerso en la leyenda.
Rovi-Ra sonrió tristemente y prosiguió:
—Por desgracia, su respuesta no fue la que esperaban. Al llegar frente a Decoherencia, esta les preguntó una a una:
«¿CUÁL ES VUESTRA MISIÓN EN EL UNIVERSO QUE ESTÁ POR NACER?».
»La primera en responder fue la Fuerza Nuclear Fuerte:
“Yo me encargaré de mantener los quarks unidos para formar protones y neutrones. Así construiremos los núcleos de los átomos. Seré la encargada de un trabajo fundamental”.
»Decoherencia le respondió: «Me parece una misión hermosa y esencial. Muy bien».
»Entonces, la segunda hermana, la Fuerza Electromagnética respondió:
“Pues yo mantendré unidos los electrones a los núcleos; así, gracias a mí, se formarán los átomos y las moléculas. Entre las dos —dijo mirando a su hermana— formaremos los ladrillos que construyen toda la materia del cosmos”.
»La tercera hermana, la Fuerza Nuclear Débil, se animó y añadió:
“Mi tarea es más sutil, pero no por eso menos importante: yo me ocuparé de hacer que las partículas no tengan vidas aburridas. Con mi ayuda, un protón podrá cambiar y ser un neutrón cuando le apetezca, crearemos radiación. Así el universo no será estático, sino que podrá cambiar y adaptarse. Le daré el brillo a las estrellas. Será un cosmos creativo, un lugar mucho mejor donde vivir”.
»Decoherencia aprobó la visión de la tercera hermana y esperó a que la cuarta, la Fuerza de la Gravedad, hablase:
“Mi misión está en las estrellas. Yo gobernaré las danzas de las galaxias. Seré la responsable de que los planetas del sistema solar giren alrededor del Sol, de que los habitantes de la Tierra estén pegados a su superficie y las manzanas caigan sobre las cabezas de grandes científicos”.
»Las misiones de las cuatro hermanas eran igual de necesarias para el universo, y Decoherencia solo veía una solución posible: “Vosotras tres —les dijo a las primeras que hablaron— os encargaréis del reino de lo más pequeño. Trabajaréis mano a mano con las partículas del mundo cuántico”.
»Luego se acercó con compasión a la cuarta hermana, la fuerza gravitatoria: “Sin embargo, tú te encargarás de lo más grande, de las estrellas y las galaxias. Tu lugar está en el mundo de lo más grande”.
»Y finalmente sentenció:
“POR MUCHO QUE QUERÁIS ESTAR JUNTAS, OS VAIS A TENER QUE SEPARAR”.
»Las cuatro hermanas entendieron, aunque con gran tristeza, que deberían vivir en mundos distintos. Desde entonces, en nuestro universo no existe una teoría o una sola ecuación que pueda describirlo todo, desde la partícula más diminuta hasta la estrella o la galaxia más grande. Las Cuatro Fuerzas no podían unirse.
»Sin embargo, Decoherencia, al ver el sufrimiento de las hermanas al comprender que debían separarse para toda la eternidad, se compadeció de ellas:
“CREARÉ UN LUGAR ESPECIAL EN MIS TIERRAS DONDE PODRÉIS ESTAR UNIDAS. ALLÍ SERÁ POSIBLE LA TEORÍA DEL TODO: LA UNIFICACIÓN DE TODAS LAS FUERZAS”.
»Y entonces describió con todo detalle a las cuatro hermanas qué debían hacer para llegar a sus tierras y cómo sería esa gran teoría.
Rovi-Ra se quedó en silencio, mirando la llama titilante de una de las linternas de aceite.
—¿Y cuál es la teoría del todo? —preguntó Eldwen con ansia—. Ese ha sido el gran desafío de toda la ciencia, ¡una teoría que lo pueda explicar todo!
—Una sola ecuación que sirva para unificar los dos mundos… —suspiró Quiona—. Ningún científico, ni de este mundo ni del clásico, ha solucionado el gran enigma.
La anciana los miró y sonrió, pero no dijo nada más.
—Entonces —dijo Niko impaciente, más interesado en el paradero de Decoherencia que en la teoría unificada—. ¿Nos dirás cómo acaba la historia? ¿Qué instrucciones les dio para llegar a sus tierras?
—Eso es todo lo que puedo deciros —concluyó Rovi-Ra—. Nunca he sabido cuál era esa teoría del todo que unificaría todas las fuerzas ni el modo de llegar a Decoherencia. Lo siento, chicos, no os puedo ayudar con eso.
Eldwen y Quiona suspiraron, visiblemente decepcionados.
—Tenía la esperanza de que nos podrías ayudar a encontrarla, pero te estamos agradecidos de todos modos. ¡Gracias por tu hospitalidad, Rovi-Ra!
—Querido Niko, no sé si te han enseñado que
para llegar al sitio correcto, debes hacer las preguntas correctas
—añadió con serenidad la anciana—. No sé qué instrucciones dio Decoherencia a las Cuatro Fuerzas para ir a sus tierras, pero sí sé dónde encontrar a las hermanas.
Recuperando la esperanza, los tres amigos se incorporaron. Rovi-Ra miró profundamente a Niko y le dijo:
—DEBES RECORRER LA SENDA DE LAS CUATRO FUERZAS. TENDRÁS QUE SUPERAR SUS PRUEBAS, Y SOLO ENTONCES ELLAS TE LLEVARÁN A DONDE NECESITAS IR.
Mañana, en cuanto salga el sol, yo misma os acompañaré hasta el inicio de este camino lleno de aventuras. Ahora, descansad.
Los tres amigos se acomodaron en el suelo de una pequeña cavidad anexa a la cueva.
—Buenas noches, Niko —dijo suavemente Quiona—. Intenta dormir.
Eldwen respondió con un ronquido, pero Niko solo acertó a responder un leve sí. Le iba a costar mucho conciliar el sueño, porque era incapaz de imaginar lo que le esperaba a la mañana siguiente.