17 FUEGOS FATUOS

Los tres amigos decidieron tomar el primer túnel, cuyo cartel indicaba:

Tan pronto como se adentraron en él, todo cambió a su alrededor. Ya no se encontraban en los escarpados pasadizos de aquellas cuevas, sino en un camino de tierra en campo abierto con un sereno cielo azul.

A unos cien metros, el sendero llevaba a una arboleda.

Los tres amigos siguieron la senda, adentrándose en el frondoso bosque que los obligaba a saltar las retorcidas raíces de los árboles que crecían a su alrededor. A medida que avanzaban, el silencio se hacía cada vez más presente. En los laterales de la senda, a Niko le pareció distinguir resplandores fugaces, como si pequeños grupos de luciérnagas los escoltasen en el camino.

Un escalofrío recorrió la espalda de Niko, no solo por aquel tenso silencio, sino también porque la temperatura había descendido considerablemente. Al dejar ir un resoplido, de su boca salió una pequeña nube de vaho por el contraste con el aire, que cada vez era más frío.

Anduvieron un buen trecho más hasta que el camino por el denso bosque desembocó en un claro con un gigantesco lago. Al otro lado se encontraba una bella y descomunal construcción, iluminada por unos pocos rayos de luz que se filtraban en el claro. Las paredes eran de piedra blanca, y el tejado del torreón, que acababa en punta, de pizarra negra. El musgo se había apoderado de la parte baja del muro, dándole una apariencia de castillo de cuento de hadas.

—Ese debe de ser el castillo de la Fuerza Electromagnética —dijo Quiona con admiración mientras agitaba sus manos para entrar en calor.

—El lago está congelado, quizá podamos cruzar sobre sus aguas —añadió Niko pisando prudentemente la superficie para comprobar la estabilidad del hielo.

—No parece un lago común —opinó Eldwen mientras inspeccionaba la superficie—. Está demasiado liso.

En cuanto Niko intentó caminar por lo que parecía una pista de patinaje, cayó de espaldas dándose un buen porrazo. No se atrevió a volver a intentarlo.

Quiona le alargó el brazo para ayudarlo a volver a la orilla. Niko protestó dando un puntapié contra el suelo.

—Y ahora, ¿cómo llegaremos hasta la puerta del castillo?

Como respuesta a su pregunta, dos de los resplandores que los habían acompañado a lo largo del camino se acercaron hasta ellos.

En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca, Niko comprobó que no se trataba de grupos de luciérnagas, ¡sino de fuegos fatuos! Había oído hablar de ellos en un documental. Antiguamente pensaban que eran seres de leyendas, pero en el programa le daban una explicación científica. Estos fenómenos se dan en zonas pantanosas o bien en cementerios. El fósforo o el metano se libera de los vegetales o cuerpos en putrefacción y se enciende al liberarse en el aire, creando extraños efectos de luz.

—¿QUÉ OS TRAE A NUESTRO BOSQUE, INTRUSOS?

Les acababan de hablar dos figuras diminutas, y Niko no pudo distinguir si eran hombres o mujeres. Envueltas en una llama de fuego dorado sobrevolaban el suelo a un metro. Se movían vivamente y saltaban de un lado a otro.

—NECESITAMOS HABLAR CON LA FUERZA ELECTROMAGNÉTICA

—respondió Quiona a una de aquellas criaturas—, pero no sabemos cómo cruzar el lago, pues resbala tanto que es imposible tenerse en pie. ¿Nos podríais ayudar a llegar hasta el otro lado?

—Os puedo decir cómo cruzarlo —respondió uno de los fuegos fatuos—: necesitáis la interacción de los fotones.

—¿Y eso qué significa exactamente? —preguntó Niko.

—Claro, tú eres el humano —dijo aquel ser acercándose a él con curiosidad—. Deja que te explique un poco más entonces.

¿QUÉ CONOCES DE LA FUERZA ELECTROMAGNÉTICA?

Niko recordó el experimento que había vivido en el universo de bolsillo de Dlanod. Allí el padre de Eldwen le había explicado cómo funcionaba aquella fuerza.

—CONSIGUE QUE LOS ELECTRONES SE REPELAN ENTRE SÍ POR SER IGUALES, Y QUE UN PROTÓN Y UN ELECTRÓN SE ATRAIGAN. ESTO PERMITE QUE NO ATRAVIESE AHORA MISMO EL SUELO.

—Niko hizo memoria antes de continuar—.

TAMBIÉN ES LA ENCARGADA DE MANTENER UNIDOS ÁTOMOS Y MOLÉCULAS. ES ADEMÁS LA RESPONSABLE DE LA ELECTRICIDAD Y EL MAGNETISMO, LA BASE DE LA LUZ, LOS RAYOS X, EL MICROONDAS Y LAS ONDAS DE RADIO.

—¡Bravo, Niko! —aplaudió el hada orgullosa—. ¡Te doy un excelente!

—Pero… —insistió el fuego fatuo— ¿sabes cómo funciona la Fuerza Electromagnética? Cuando un electrón lanza un fotón contra otro electrón, ambos quedan separados.

—¡Por todos los aceleradores! —interrumpió el hada—. Está claro, ¡necesitamos a los fotones para cruzar el lago!

—Pues yo no entiendo nada.

—Estamos de acuerdo en que dos electrones —empezó a explicar Quiona—, al tener cargas negativas, se repelerán. Pero ¿qué es lo que los empuja a separarse? ¿Qué pasó cuando intentabas avanzar en el lago helado?

—Me era imposible porque resbalaba demasiado —respondió Niko sin entender qué tenía que ver una cosa con la otra.

—Pero si te colocas sobre el hielo y te lanzo un balón, en el momento que lo recibas, el impacto hará que te deslices un poquito por la superficie.

—¡Cierto!

—Y eso no es todo: si me vuelves a lanzar el balón, también te impulsarás un poco más allá.

—¡Así es como podremos llegar hasta la puerta del castillo! —exclamó Niko entusiasmado.

—Y así es como funcionan las fuerzas —concluyó Quiona—, solo que intercambiando bosones en vez de balones.

—¡ATÓMICO!

—Sí, pero tened en cuenta —puntualizó el fuego fatuo— que los balones os los podéis pasar todas las veces que queráis, pero los fotones solo los podéis usar una vez.

—¿Y cómo haremos para que los fotones nos ayuden a cruzar? —preguntó Eldwen al fuego fatuo, que parecía divertido con la explicación del hada.

—PARA ESO TENDRÉIS QUE SUPERAR LOS ENIGMAS DE LOS FUEGOS FATUOS. POR CADA RESPUESTA CORRECTA, UN FOTÓN OS AYUDARÁ EN VUESTRA EMPRESA.

Justo al terminar la frase, aparecieron cinco fuegos fatuos zigzagueando y se situaron alrededor del lago. Los dos que los recibieron ocuparon también su sitio.

—¡Adelante, chicos! —los animó el hada—. Me encantan los enigmas.

—Quiona, no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos; en caso contrario, no llegaremos al castillo —dijo preocupado el elfo.

—Lo sé, pero ya que hay que hacerlo, mejor disfrutemos, Eldwen.

Los tres amigos se acercaron al primero de los fuegos fatuos que, igual que sus compañeros, flotaba a poco más de un metro de altura. La figura que se distinguía en medio de la llama y se movía también vivamente les dijo sin rodeos:

—Ahí va el primer enigma:

la semana pasada, un conejo del bosque se cayó por la ventana de ese castillo de 25 plantas, pero sobrevivió. ¿Cómo lo consiguió?

Lo primero que le vino a la cabeza a Niko fue el experimento que Dlanod había hecho en su universo de bolsillo. Allí había trucado las leyes de la física para que Eldwen no se hiciese daño al caer, pero algo le decía que aquella no era la respuesta correcta.

—NO NOS HAS DICHO DESDE QUÉ PLANTA DE LAS 25 QUE TIENE EL CASTILLO SE CAYÓ EL CONEJO

—apuntó Quiona triunfante—. Si fue desde la planta baja, lo normal es que sobreviviese.

El fuego fatuo sonrió satisfecho y añadió:

—Muy bien, veo que habéis aprendido a no dar por sentadas las cosas.

La luz que emitía se hizo más fuerte y de su interior desprendió una partícula que Niko reconoció al instante:

un fotón.

—¡Hola, amigos! —saludó la partícula con alegría—. Podéis contar con mi ayuda.

Sin perder tiempo, y animados por el éxito del primer intento, se despidieron del fuego fatuo y se dirigieron al segundo, que les planteó el siguiente enigma:

—Tres muones se encuentran con dos electrones descansando a las orillas de un río. Los muones necesitan cruzar al otro lado, pero los electrones solo disponen de una pequeña barca que no aguanta mucho peso. Puesto que los muones son mucho más pesados que los electrones, la barca solo puede llevar o bien a dos electrones, o bien a un muon. Pero no aguanta a un electrón y un muon juntos. ¿Cómo consiguen los dos electrones ayudar a cruzar a los tres muones y quedarse descansando exactamente en el mismo sitio?

—¿No pueden teleportarse? —preguntó Niko inocentemente.

—Dejadme pensar… —dijo Eldwen—. Estos juegos de lógica son mi fuerte.

Después de cavilar unos pocos minutos, el elfo dio con la solución:

—SEGUIRÁN EL SIGUIENTE ORDEN: PRIMERO, LOS DOS ELECTRONES CRUZAN EL RÍO, Y SOLO UNO VUELVE CON LA BARCA. DESPUÉS, UN MUON LA UTILIZARÁ PARA CRUZAR, Y CUANDO LLEGUE AL OTRO LADO, EL ELECTRÓN QUE QUEDE COGERÁ LA BARCA PARA VOLVER A LA ORILLA INICIAL. EN TERCER LUGAR, LOS DOS ELECTRONES VOLVERÁN A REPETIR EL PRIMER MOVIMIENTO, CRUZARÁN LOS DOS Y SOLO UNO VOLVERÁ CON LA BARCA. DE REGRESO A LA ORILLA, EL SEGUNDO MUON CRUZARÁ AL OTRO LADO, Y AL LLEGAR LE CEDERÁ LA BARCA AL ELECTRÓN QUE QUEDABA PARA QUE REGRESE CON ELLA. EL QUINTO PASO VUELVE A SER IGUAL QUE EL PRIMERO: LOS DOS ELECTRONES CRUZARÁN Y SOLO UNO VOLVERÁ AL PUNTO DE PARTIDA. FINALMENTE, EL TERCER MUON CRUZARÁ SOLO LA ORILLA, Y CUANDO LLEGUE, SE LA OFRECERÁ AL ELECTRÓN PARA QUE VUELVA CON SU COMPAÑERO AL LADO DE LA ORILLA EN LA QUE AMBOS DESCANSABAN TRANQUILAMENTE.

—¡Atómico, Eldwen! —exclamó Quiona mientras Niko intentaba asimilar todas aquellas idas y venidas.

Para celebrar el ingenio del elfo, del interior del fuego fatuo brotó una potente luz y un segundo fotón se unió a la comitiva.

Sin perder tiempo se dirigieron al tercer fuego fatuo, que sin dilación les planteó el tercero de los enigmas:

—Las cuadras del castillo de la Fuerza Electromagnética tienen un tejado desigual. Por el lado norte, la inclinación es de 68º, y por el lado sur es de 57º. Mi duda es la siguiente: si un gallo pone un huevo, justo en el centro del tejado, ¿hacia qué lado caerá?

Niko sabía la respuesta al enigma. Lo había oído en la última cena de Navidad, y se habían reído de lo lindo con la respuesta: un gallo no pone huevos.

Estaba a punto de decir en voz alta la solución cuando Eldwen, animado por los éxitos anteriores, se le adelantó:

—¡OBVIO! CAERÁ POR EL LADO NORTE.

Niko le puso la mano en la boca para evitar que continuase, pero ya era tarde. Habían fallado la prueba.

El fuego fatuo, decepcionado, dio la solución que Niko sabía tan bien y les comunicó:

—LO SIENTO MUCHO, PERO NO PUEDO DAROS LA RECOMPENSA. HABÉIS FALLADO ESTA PRUEBA.

Quiona le dio una colleja a Eldwen y le reprochó:

—¿Se puede saber en qué pensabas? Hagamos un trato: a partir de ahora primero hablamos juntos de la respuesta antes de meter la pata, ¿de acuerdo?

Más colorado que los fuegos fatuos, Eldwen asintió con un grave pesar. Si cometían otro error, les sería imposible llegar al castillo de la Fuerza Electromagnética. Habrían fallado en su cometido ya en la primera de las sendas.