La mente de Niko funcionaba a toda máquina trazando un plan para sobrevivir. «Quizá pueda tunelear a Quiona y a Eldwen conmigo a través de este espectro negro.» Pero sabía que era una opción tan desesperada como imposible.
—Mi dama os espera —dijo una voz infantil que surgía del espectro.
Aquello desorientó totalmente a Niko y Eldwen.
—No temáis… —dijo la sombra—. No os voy a hacer ningún daño. Solo tenéis que manteneros prudentemente alejados de mí. Mientras no atraveséis mi horizonte de sucesos, todo estará bien.
—¿Horizonte de qué? —le preguntó Niko, todavía sorprendido por la amabilidad de aquel ser.
—ES EL PUNTO DE NO RETORNO QUE TENEMOS TODOS LOS AGUJEROS NEGROS. PERO PARA SER MÁS GRÁFICOS, ES PARECIDO A LO QUE HABÉIS VISTO EN EL LAGO DEL ESPACIO-TIEMPO. LA ESTRELLA QUE ESTABA EN MEDIO DEL LAGO HUNDÍA EL COLCHÓN CÓSMICO. SI HUBIÉSEMOS PUESTO UNA ESTRELLA MÁS GRANDE…
—Se habría hundido todavía más.
—¡Exacto! Y si ponemos algo tan tan grande que hunda el tejido del cosmos hasta crear un agujero, ¡voilà! Lo conseguiste: un agujero negro. Igual que un desagüe, todo caerá dentro de él. Y de igual modo que habrá un punto en que un piragüista que se acerca demasiado a la cascada ya no se librará, lo mismo pasa con nosotros. Si te acercas a nuestro horizonte de sucesos ya no hay marcha atrás. No podrás escapar a nuestra irresistible atracción.
Eldwen retrocedió hasta donde estaba Niko y le susurró:
—NO PODEMOS FIARNOS DE ÉL; LOS AGUJEROS NEGROS SON LOS SERES MÁS DESTRUCTORES DEL COSMOS.
Apenado, el espectro negro respondió tímidamente:
—ESO NO ES DEL TODO CIERTO, ALGUNOS HACEMOS COSAS MUY IMPORTANTES. POR EJEMPLO, GRACIAS A NOSOTROS EXISTEN LAS GALAXIAS.
—Lo que dice es cierto —intervino Quiona, aún débil—. Los agujeros negros agruparon el polvo interestelar que se produjo en la creación del universo, dando lugar a las primeras estrellas y galaxias.
—¡Así es! Yo soy la esencia del agujero negro que está en el centro de la Vía Láctea, vuestra galaxia. Gracias a mi madre se creó también el sistema solar.
—Entonces —dijo Niko—, tampoco sois tan monstruosos…
Eldwen no parecía muy convencido, pero sus dos amigos ya estaban decididos a seguir a su guía oscuro.
—Necesitamos hablar con la Fuerza Gravitatoria —dijo Quiona—. ¿Nos puedes ayudar a llegar hasta ella?
—¡Por supuesto! De hecho, es ella quien me ha enviado a buscaros. Os está esperando.
Tras esta conversación, se pusieron en camino por los corredores del castillo, manteniendo una distancia prudente con su oscuro guía hasta llegar a una sala cavernosa. Estaba iluminada por unas antorchas que colgaban de las paredes, como estalactitas. Pero una gran fuente de luz provenía del centro de aquella estancia.
Era el trono situado en el centro de la sala, en el que estaba sentada la Fuerza Gravitatoria, que brillaba como una estrella. Cuando se levantó y se acercó a ellos pudieron verla perfectamente. La cuarta hermana tenía el pelo blanco y largo, casi le llegaba a los pies. Era mucho más alta y estilizada que sus hermanas y sus invitados, que tenían que levantar la cabeza para verla bien. Su tez era blanquecina, y el vestido de seda verde con mangas alargadas le daba un toque feérico.
—BIENVENIDOS A MI CASTILLO. CON ESTA, HABÉIS SUPERADO YA TODAS LAS PRUEBAS DE LA SENDA DE LAS CUATRO FUERZAS. ¡ENHORABUENA!
—los felicitó mientras se acercaba a Niko—. Esto es para ti, os lo habéis ganado.
La Fuerza Gravitatoria le entregó la última parte del colgante. El último cuadrante estaba construido de piedra, e igual que los otros tres fragmentos, tenía un dibujo grabado, en este caso, de un extraño sistema planetario.
Cuando Niko encajó la última parte, el amuleto brilló con una intensidad cegadora.
—Habéis superado todas las pruebas. Ahora las cuatro hermanas somos tus aliadas, y los súbditos de nuestros reinados te obedecerán y servirán fielmente.
Los tres amigos se abrazaron satisfechos, pero no tardaron mucho en darse cuenta de que no sabían cómo debían utilizarlo para llegar a Decoherencia.
Niko fue el primero en romper el hielo y preguntarle a la dama:
—Sabemos que Decoherencia halló un modo para que pudieses reunirte con tus tres hermanas en sus tierras. Necesitamos encontrarnos con ella sin falta, ¿puedes contarnos cómo viajar hasta allí?
—Yo misma te acompañaré al portal que lleva hasta ella. Pero solo tú podrás pasarlo —dijo mirando a Niko—. Únicamente el elegido, con la ayuda del amuleto, tiene posibilidades de llegar vivo a su destino.
—¿Posibilidades? —preguntó Quiona asustada.
—Sí. Para llegar a Decoherencia, Niko debe integrar todas las fuerzas en una. ¡Tendrá que encontrar la respuesta a la gran quimera de la ciencia! Solo así logrará sobrevivir al portal negro.
—¿Es necesario que vaya solo? —preguntó ansiosa el hada cuántica.
—Eso me temo. Solo el elegido puede continuar a partir de ahora.
La Fuerza Gravitatoria se acercó al altar-estrella y lo desplazó con suavidad, desvelando un pasadizo secreto que se adentraba en las profundidades del castillo.
—Seguidme —les dijo mientras se introducía en él.
Unas escaleras descendían por el hueco que el altar había dejado al descubierto. Tras llegar al final de aquel pasadizo, los tres amigos vislumbraron un panorama aterrador: un agujero negro supermasivo.
—¡¿Cómo?! —bramó aterrorizado Eldwen—.
¡EL PORTAL ES UN AGUJERO NEGRO!
—Así es… Los agujeros negros son la conexión entre el gigantesco mundo de las estrellas y el minúsculo mundo cuántico. En un agujero negro la fuerza de la gravedad es muy fuerte.
Los tres amigos asintieron.
—Por otro lado, toda esa gravedad se concentra en un punto diminuto, un agujero en el tejido del cosmos.
—¡Atómico! —exclamó Quiona—. Ya veo la conexión. Es aquí donde se encuentran todas las fuerzas, las que corresponden al mundo macroscópico y al microscópico. Si hay una forma de unificar las Cuatro Fuerzas, Niko la encontrará aquí dentro.
—Y si la halla, el agujero negro lo llevará directamente a las tierras de Decoherencia, ¿es así? —preguntó Eldwen.
La dama se limitó a asentir con la cabeza.
Niko fue abrazado por Eldwen y Quiona, que le preguntó:
—¿Estás seguro de que quieres entrar?
—No tenemos otra opción. Por peligroso que sea, si no hago nada, estamos todos condenados.
Dicho esto, Niko se separó de sus amigos, y haciendo de tripas corazón, le dio las gracias a la Fuerza Gravitatoria por su ayuda, dispuesto a adentrarse en el agujero negro.
—Un momento —le dijo la cuarta hermana—. Tengo algo más para ti.
La dama se acercó a él y le puso un objeto en la palma de la mano. A simple vista, podía confundirse con una antigua llave de hierro, pero al tacto desprendía un suave calor. El elfo y el hada estaban lo suficientemente lejos como para no ver ni oír la conversación entre ambos.
—Decoherencia me pidió que te lo entregase. Es su eternizador. Me dijo que ya sabías de la existencia de estos objetos y de lo poderosos que son.
En un acto reflejo, Niko introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón. Allí seguía el reloj que Kronos le había dado el año anterior.
—¿Sabes cómo funciona? —le preguntó a la dama mientras aceptaba el eternizador que le ofrecía.
—Lo desconozco. Solo los ETERNOS lo saben en el universo. Únicamente sé que Decoherencia temía por su seguridad y quiso poner esto a salvo contigo.
Niko guardó el preciado objeto en su bolsillo junto con el reloj. Ya resolvería el enigma de los eternizadores más adelante. Se concentró en el reto que tenía frente a él:
cruzar el horizonte de sucesos de aquella esfera oscura que lo atraía como un poderoso imán.
Al atravesar el punto de no retorno, un empujón invisible le hizo perder la orientación de dónde estaba el suelo y el castillo. Luego sintió un estirón desde la cabeza.
Recordó que al entrar en un agujero negro quedas estirado como un espagueti, así que se preparó para soportar el dolor. Pero este no llegó. Aparte de un leve tirón, sintió poco más mientras se dirigía al centro de aquel portal negro.
En un momento de su viaje, logró girar sobre sí mismo y pudo ver a Eldwen y Quiona junto a la Fuerza Gravitatoria. La cara de sus amigos reflejaba terror.
No era de extrañar. Desde el punto de vista de sus compañeros, Niko estaba siendo estirado como un espagueti, la cabeza se le alargaba cada vez más, amenazando con deshacerse en pequeñas partículas, lo que le haría sufrir una muerte horrible.
—¡ESTOY BIEEE E EE EN!
—intentó gritar Niko.
Sin embargo, sus palabras no llegaban mucho más allá de donde él se encontraba. No tenía manera de comunicarse con ellos. «Claro, tampoco el sonido puede salir del horizonte de sucesos. Será mejor que siga adelante», se dijo valientemente. Y se centró en adentrarse en el portal, de donde ya no podía escapar.
Había perdido la noción del espacio y el tiempo cuando sintió que el aire empezaba a fallarle. Le costaba cada vez más respirar.
Instintivamente, cogió el colgante con sus dos manos y este liberó un potente brillo del que surgió un escudo envolvente en forma de escafandra que empezó a rodearlo por completo hasta convertirse en un traje de astronauta transparente que lo protegía del entorno.
Niko comprobó aliviado que volvía a respirar con tranquilidad.
Flotando en una profunda oscuridad,
allí no podía ver nada.
¿Y si no era capaz de encontrar la respuesta y quedaba allí atrapado para toda la eternidad?, se preguntaba.
Para no ceder al pánico, se forzó a pensar en sus dos mundos, que serían destruidos si no conseguía atravesar aquel portal fuese como fuese.
Justo entonces, su colgante, el amuleto de las Cuatro Fuerzas, se desmontó frente a sus narices. Los cuatro fragmentos flotaban ahora a su alrededor, brillando con fuerza en la negrura.
Las Cuatro Fuerzas estaban representadas en aquellos trozos, y Niko supo que debía encontrar el modo de volver a unirlos para conseguir su cometido.
Por un lado, se agrupaban a poca distancia las tres fuerzas del mundo cuántico. Niko sabía que incluso los científicos de su mundo habían conseguido teorías que las unificaban.
Pero quedaba el gran enigma: la Fuerza Gravitatoria, que parecía no casar con las otras tres.
Niko empezó a angustiarse. Si los grandes científicos, incluyendo a Einstein, no habían dado con la respuesta, ¿qué podía hacer él?
Mientras pensaba en todo esto, vislumbró a lo lejos unas pequeñas burbujas flotantes que emitían una tímida luz. Al pasar casi rozándolas descubrió que dentro de ellas habitaban recuerdos. ¡Sus recuerdos! Se estaban reproduciendo como pequeños hologramas.
En el más cercano, se vio a sí mismo llamando al botón rojo de la puerta de los tres cerrojos, el momento en que habló con Quiona por primera vez, su entrada en el mundo cuántico.
Distraído, casi chocó contra otra burbuja. Dentro estaban él y Eldwen curioseando unos libros en la habitación del elfo.
Había más burbujas y todas ellas contenían recuerdos agradables. En una de las más grandes vio a Quiona y a Eldwen abrazándolo antes de entrar en el portal negro.
Aquel era el recuerdo más reciente de un mundo al que no sabía si lograría volver.
Al mismo tiempo, una sensación de coraje y calidez le inundó el pecho. No podía fallarles, ellos eran sus mejores amigos y su vida dependía de él.
Entonces se percató de que su propio cuerpo emitía una luz blanquecina, la misma que la de las burbujas que lo rodeaban. Y se hacía más intensa cuanto más pensaba en sus amigos.
Sin llegar a comprender muy bien por qué, Niko supo que ya podía volver a unir las piezas del talismán. Y así lo hizo, una a una, usando como pegamento aquella luz que desprendía todo su cuerpo.
Cuando los fragmentos encajaron de nuevo en su colgante, las burbujas desaparecieron.
Pero él seguía rodeado por la luz blanquecina, y aquella calidez seguía llenándole el pecho. Ya no era todo oscuridad.
Él era la diferencia.
Un fuerte estirón lo arrancó de aquella sensación de bienestar. Un instante después, todo era luz.
¡Lo había conseguido!
Había encontrado la
salida del agujero negro.