Niko recordaba perfectamente las tierras de Shambla. En su viaje anterior al mundo cuántico había tenido que llegar hasta allí para que los ancianos del templo lo ayudaran a regresar sano y salvo a casa. Pero en aquella ocasión, no pudo volver a disfrutar de los hermosos jardines o de las poblaciones de las hadas, pues tanto él como Zen-O aparecieron directamente en una de las salas del templo. Decoherencia se había encargado de teleportarlos directamente hasta allí.
La estancia en la que habían aterrizado tenía una gran cúpula iluminada por miles de velas. En el centro, alrededor de una gran mesa, los esperaban los nueve ancianos. Los sabios de Shambla.
—Sentaos con nosotros —los invitó el mayor de todos—. Estamos ansiosos por escuchar vuestras aventuras. No escatiméis en detalles, pues las cosas pequeñas acostumbran a ser las más relevantes.
—Gracias, gran anciano —respondió ceremonioso Zen-O, que tomó la palabra y contó cómo Niko, Eldwen y Quiona habían conseguido recorrer la Senda de las Cuatro Fuerzas.
Niko agradeció en su fuero interno que el Maestro hubiese tomado la iniciativa. No se sentía con fuerzas para dar explicaciones.
Los ancianos escucharon con especial admiración el paso de Niko por el portal negro. Finalmente, Zen-O les resumió la conversación con Decoherencia, pero omitió el detalle de las sospechas sobre su hermano.
Aun así, los ancianos rompieron su silencio cuando les explicó que detrás del secuestro de Decoherencia no había un triste humano, sino alguien mucho más peligroso que conocía el secreto del poder de los ETERNOS.
—ME TEMO QUE SU INTENCIÓN ES HACERSE CON LOS ETERNIZADORES
—zanjó Zen-O—.
Quien esté detrás de esto, no solo quiere destruir el mundo cuántico, sino apoderarse de los Multiversos.
A Niko no le pasó por alto que el maestro había evitado también contar el detalle de que ahora tenía el reloj de Kronos.
El eternizador de tiempo.
—Por cierto, ¿dónde está el humano que apresamos? —preguntó Zen-O.
—En una de las cámaras de la torre central del templo —respondió un anciano—. Está custodiado por agentes del CIC. También nos esperan allí el director y el subdirector. Quieren saber con todo detalle lo que ha sucedido.
—Mucho me temo que no podemos dar todos los detalles —argumentó el Maestro.
—Por supuesto que no, Zen-O. Somos muy conscientes de que el conocimiento sobre los eternizadores crearía unos peligros que es mejor evitar. Si os parece bien —dijo mirando a Niko a los ojos—, nos limitaremos a decirles que el humano, el profesor Verrader, logró llegar hasta Decoherencia y la secuestró. Omitiremos las sospechas que tenemos de que hay alguien muy poderoso detrás de todo esto, así como la información sobre los ETERNOS y sus poderosos objetos. De momento, seguirán pensando que no es más que una leyenda que cuentan los abuelos.
Se creó un momento de silencio que incomodó a Niko, pues los ancianos dirigieron sus miradas a él, que desvió su atención mirándose la punta de los pies.
El mayor de todos dijo entonces:
—NIKO, HAS ARRIESGADO TU PROPIA VIDA PARA SALVAR AL MUNDO CUÁNTICO. ¡TE ESTAMOS TODOS MUY AGRADECIDOS! TU GRANDEZA DE ESPÍRITU ES IMPRESIONANTE, PESE A TU JUVENTUD. HAS DEMOSTRADO POR QUÉ ERES EL ELEGIDO. Y LA SITUACIÓN A LA QUE TE VAS A ENFRENTAR AHORA SERÁ DURA, Y PARA NADA JUSTA.
—¿A qué se refiere? —preguntó Niko desconcertado.
—Al no revelar muchos detalles de lo que ha ocurrido, la noticia que se extenderá es que un humano ha logrado entrar en el mundo cuántico para destruirlo. Mucho me temo que eso provocará una reacción de rechazo hacia tu mundo.
—Ahora mismo, eso es lo que menos me importa. Lo que quiero es que mis amigos, el mundo cuántico y el mío estén a salvo.
—Es un noble deseo que te honra, jovencito, pero debes estar preparado. Resulta muy sencillo manipular desde el miedo, y en el CIC hay quien nunca ha querido restablecer el contacto entre los humanos y nosotros.
—Lo sé —dijo Niko pensando en Anred.
—¡Vayamos entonces! —zanjó el anciano—. La comitiva del CIC espera una explicación por nuestra parte. Pero antes de marcharnos, hay un par de personas que insisten mucho en verte. Creo que será mejor no hacerlos esperar.
Las puertas de la estancia se abrieron de par en par, y Niko se emocionó al ver a Eldwen y Quiona, que entraron corriendo y le dieron un gran abrazo.
—¿Cómo habéis llegado? —les preguntó Niko.
—La Fuerza de la Gravedad nos ha traído hasta aquí —respondió el hada—. Estábamos tan preocupados por ti… ¡Pero lo has conseguido! ¡El mundo cuántico se ha salvado!
—Bueno, lo único que nos han dicho es que Decoherencia ya está liberada —apuntó el elfo—. ¿Qué ha pasado, Niko?
Zen-O interrumpió la animada conversación entre los tres amigos:
—Un poco de paciencia, chicos. Ahora iremos a ver al director del CIC y sus agentes. Luego os lo contará con todo lujo de detalles. Niko, tú quédate a mi lado.
El mayor de los ancianos guio al grupo en silencio hasta uno de los pisos más altos del templo.
Allí estaba en una camilla el profesor Verrader, que seguía inconsciente. El director del CIC andaba en círculos por la salita muy nervioso. Por su parte, Anred estaba sentado en un butacón y seguía con la mirada al director mientras tres agentes hacían guardia al lado de la camilla.
—Perdonad la espera —empezó el más anciano.
—Entonces —preguntó el director del CIC directamente—. ¿Era todo cierto? Las desapariciones, toda esa destrucción, ¿sucedió por el secuestro de Decoherencia?
—Así es, Kahel. Debiste hacer caso de nuestras advertencias y las de los emisarios que fueron a pediros ayuda —explicó el Maestro Zen-O en un tono de reprimenda.
—Y EL CULPABLE DE TODO ES ESTE HUMANO, ¿VERDAD? —AÑADIÓ ANRED LLENO DE ODIO—. SIEMPRE HE SABIDO QUE NO SON DE FIAR. ¡LO ÚNICO QUE SABEN ES DESTRUIR! NO PODEMOS PERMITIR QUE SALGA IMPUNE DE ESTA. MI SUGERENCIA ES QUE LO ENVIEMOS CON LOS ESPECTROS NEGROS.
Dicho eso le lanzó una mirada envenenada a Niko, pero el anciano de Shambla sentenció con voz autoritaria:
—También ha sido un humano, con la ayuda de sus dos valientes amigos, quien nos ha salvado a todos de desaparecer, Anred. Deberías tenerlo presente. Al profesor se le borrarán todos los recuerdos y se le devolverá ileso a su mundo.
—De acuerdo —asintió irritado el director del CIC—. Yo me ocuparé personalmente de que sea así. Vámonos, quiero terminar con esto lo antes posible.
Dicho eso, Kahel, Anred y los tres agentes del CIC introdujeron la camilla en un armario teleportador, se apiñaron todos como pudieron y desaparecieron.
—Al menos podrían haberte dado las gracias —refunfuñó Quiona.
—Es mejor que se hayan marchado tan rápido y sin hacer preguntas —le respondió Niko.
—Me pregunto si seguirán escondiendo a la gente todo lo que ha sucedido —dijo Eldwen—, o si admitirán que hemos estado en gran peligro.
—Lo sabremos pronto —los interrumpió Zen-O—. Pero mientras tanto, ¿qué os parece si recobramos fuerzas? Hay algunas personas que quieren veros, antes de que Niko vuelva a su mundo. Nos esperan en la taberna Braket.
El aludido suspiró. Con todo lo acontecido no había pensado que debía volver a su mundo.