3 KRONOS

Niko necesitó unos minutos hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad de la sala. Solo entonces reconoció a la figura acurrucada en el suelo, al fondo de la estancia.

Era Kronos y parecía malherido.

Niko se acercó a él y se arrodilló a su lado con cuidado.

—KRONOS, SOY YO, NIKO. ¿ESTÁS BIEN?

El relojero alzó la cabeza con lentitud y agarró sus manos al responderle.

—Es el tiempo…

—Lo sé, se ha alterado.

—Alguien está jugando con fuego.


—Y añadió con expresión grave—. Ya te lo dije cuando nos conocimos: con el tiempo no se puede jugar. Se está fracturando; si seguimos así, el multiverso entero corre el peligro de desaparecer.

—¿Qué te ha hecho Anred? —preguntó Niko, tratando de apartar de su cabeza lo que acababa de oír.

—A mí solo me ha encerrado… Me siento mal por lo que está pasando con el tiempo: cuanto más se altera, más débil estoy.

Niko inspeccionó su alrededor. Estaban en una celda, de eso no había duda. Seguramente en alguna prisión del CIC. Le preocupaba el mal aspecto de su amigo relojero.

—TENEMOS QUE ESCAPAR DE AQUÍ

—pensó Niko en voz alta.

Su prioridad era poner a salvo a Kronos. Se apresuró a palpar una de las paredes de la celda con la mano. En su primera visita al mundo cuántico, Niko había aprendido que allí era posible atravesar una pared, por sólida que fuese. Tunelear era una de las peculiaridades de su mundo favorito. Además, no se le daba nada mal.

Se apartó unos metros y arrancó a correr contra el muro.

Pero su intento fue en vano. Se pegó un tortazo contra la pared y cayó de bruces al suelo.

—No te esfuerces. No conseguirás tunelear esta pared, Niko...

Las celdas del CIC están blindadas con capas antituneleo.

Lo que no entiendo es…

¿cómo has conseguido llegar hasta aquí?

Niko se encogió de hombros y le contó lo sucedido al desaparecer de su habitación:

—La verdad es que no tengo ni idea. El Maestro nos estaba teleportando a Eldwen y a mí al mundo cuántico cuando algo salió mal. Aunque lo que realmente quería yo era encontrarte y contarte que el reloj zumbaba y estaba caliente, además de pedirte ayuda para entrar en el reino de Tiempo para salvar a Quiona… y, sin saber cómo, he aparecido aquí.

Kronos se apoyó en la pared y se irguió, lentamente y con dificultad, a la vez que decía:

—Muéstrame el reloj que te di. ¿Qué ha ocurrido?

—Esta mañana —le explicó— empezó a emitir calor y a hacer este molesto zumbido.

Antes de que Kronos pudiese inspeccionar el eternizador, la puerta de la celda se abrió de par en par. Allí plantado, con cara de asombro, se encontraba el mismísimo Anred.

—PERO… ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ OCURRE AQUÍ?!

—Al reconocer a Niko, su rostro pasó de la ira a la sorpresa—.

¡POR TODAS LAS PARTÍCULAS FUNDAMENTALES!
¡¿CÓMO HAS LLEGADO A ESTA CELDA SECRETA?!

Sin pensárselo dos veces, el nuevo director del CIC sacó un comunicador holográfico y alertó a los guardas de seguridad.

—Sea como sea –dijo cruzando los brazos—, jamás podréis salir de aquí. Has cometido una imprudencia, estúpido humano, y a mí me has hecho el mejor de los regalos. Ahora os tengo a los dos. Es cuestión de tiempo que uno de vosotros confiese y me entere finalmente de los planes de Zen-O para arrebatarme el poder.

Kronos actuó con rapidez tomando el reloj de las manos de Niko. Como ya había sucedido un año antes, el eternizador se abrió.

El tiempo se ralentizó a su a  l  r  e  d e  d  o  r  .

Anred parecía ahora una figura de cera.

—¡No podemos perder ni un

ZEPTASEGUNDO!

—apremió Kronos a Niko—. El eternizador me ha devuelto un poco de fuerza, pero no durará mucho tiempo. —Tras haber recuperado su apariencia normal, le advirtió—: Me temo que el precio que tendremos que pagar será alto. Al utilizar este reloj, estamos poniendo un punto rojo en el mapa. Si quien está buscando el eternizador de tiempo está atento, ahora mismo podrá detectarlo y descubrirá que el reloj no está en el reino de Tiempo, sino aquí, con nosotros. ¡Debemos teleportarnos lejos de aquí!

—¿Tú también puedes teleportarte sin armarios teleportadores, Kronos? —preguntó Niko emocionado.

—Estoy demasiado débil para llevarnos a los dos, pero, por lo que veo, tú has aprendido a hacerlo… Así es como has llegado aquí.

—No fui yo, Kronos, sino Zen-O. Él fue quien hizo la teleportación, solo que algo salió mal…

—No lo creo, Niko. En el momento en que te teleportabas me viste a mí, ¿no es cierto? —El joven asintió con la cabeza—.

Entonces has sido tú, consciente o no de ello, quien ha modificado el destino de la teleportación para aparecer aquí. Y si quieres que te diga la verdad, es la primera vez que conozco a alguien capaz de teleportarse, no a un sitio que desea, sino allí donde se encuentre alguien que quiere ver. Esa peculiaridad facilitará nuestra huida.

Mientras Kronos lo tomaba por los hombros, añadió muy serio:

—Necesito que te concentres, que visualices la cara del Maestro Zen-O. Yo iniciaré la teleportación, tú nos guiarás hasta él.

Acto seguido, cerró el reloj y volvió a colgárselo al joven en el cuello.

Niko cerró los ojos para visualizar al Maestro. Pudo oír cómo Anred salía de su congelación y volvía a gritar, pero no dejó que eso lo desconcentrase.

Sintió de nuevo el familiar tirón en el estómago. En menos que se dice quark sus pies volvieron a tocar suelo firme. A su lado, agarrado de su brazo, sentía a Kronos, pero… ¿habría funcionado esta vez? ¿Dónde habrían aterrizado?