Antes de que pudiera abrir los ojos, unos brazos rodearon su cuello. Por unos picosegundos, la esperanza brilló en su corazón.
Pero tampoco esta vez era Quiona quien le daba ese cálido recibimiento.
—NIKO, ¿ESTÁS BIEN? ESTÁBAMOS TAN PREOCUPADOS…
—dijo Irina mientras lo abrazaba con fuerza—.
¿DÓNDE TE HABÍAS METIDO?
En cuanto la elfa lo soltó, el chico pudo ver que se encontraba en una modesta cocina-comedor, iluminada por el titilante brillo de una chimenea. A su lado estaba Eldwen con el Maestro Zen-O y, un poco más allá, alrededor de la alargada mesa de madera, lo observaban expectantes los padres de Eldwen: Dlanod y Vera, junto con los gemelos Oort y Opik y dos elfos más a los que Niko no conocía.
—¡Kronos! —exclamó Zen-O—. ¿Qué ha ocurrido? Mientras veníamos hacia aquí, Niko abrió otro canal de teleportación. ¡Menos mal que al final estamos todos!
El relojero, cada vez más débil, les narró a todos lo que había pasado desde que Niko apareciera en la celda donde estaba preso. Todos lo miraron sorprendidos. Un poco incómodo, el humano preguntó para desviar la atención de sí mismo:
—ENTONCES… ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿SEGUIMOS EN EL MUNDO CUÁNTICO?
—En la práctica, sí, pero técnicamente, no —respondió Dlanod mientras el Maestro ayudaba a Kronos a sentarse a la mesa y Vera le preparaba una infusión radioactiva.
—MI PADRE CONSTRUYÓ UN UNIVERSO DE BOLSILLO QUE SE HA CONVERTIDO EN NUESTRO REFUGIO
—le explicó Eldwen, y añadió en voz baja para que no lo oyese su madre—. Es un poco mayor que el que tenemos en el garaje.
Dlanod retomó la explicación de su hijo:
—Hemos construido esta casa donde nos reunimos los únicos dispuestos a plantar cara a Anred y al CIC. Desde aquí investigamos quién está tras los ataques a los Eternos. Pero déjame que te presente a todos; ya conoces a Oort y Opik.
Los gemelos saludaron a Niko con la cabeza.
—Y ellos son Ara y Apus —prosiguió el científico—. Ara trabaja en el departamento de regulación de teletransportes cuánticos, y Apus investigaba en mi grupo que, como sabes, se dedica a la física clásica. Antes de que cerraran mi división, claro…
—Eldwen y sus padres están buscados por el CIC —le aclaró Ara mientras le daba la mano—, igual que el Maestro Zen-O. Por suerte, al resto todavía no nos han descubierto, así podemos seguir infiltrados. Sabemos que el CIC está investigando lo que ocurre con el tiempo, pero creen que Kronos, Zen-O y sus aliados estamos detrás de esta anomalía. También saben que Quiona se adentró en el reino de Tiempo, y eso no ayudó mucho a disipar sus sospechas sobre nosotros.
Dlanod le entregó una caja a Niko.
—EL HADA DEJÓ AQUÍ ESTO PARA TI…
Al abrirla, reconoció enseguida el objeto que había dentro. Era un críptex, y si su hada cuántica lo había dejado a su nombre, solo él podría descifrarlo.
Niko, si estás leyendo esto, es que no he sido capaz de arreglar este lío.
Alguien está jugando con el tiempo, y me temo que sé tras lo que va: el eternizador de Tiempo.
No he querido que me acompañes porque prefería que el reloj estuviese a salvo contigo, perdóname.
No se te ocurra venir a buscarme sin antes reunirte con Rovi-Ra.
Ella estará en el sitio donde las mariposas dan besos.
Solo tú sabrás encontrarla.
Quiona
P. D. Para mantenerte un poco entretenido… te dejo este enigma:
Tres hermanos viven en una casa.
El primero no está, ha de venir.
El segundo no está, ya se fue.
Solo el tercero, el menor de todos, está. Sin él no existirían los otros.
Aun así, el tercero existe porque el primero se convierte en el segundo. Y cuando quieres mirar al tercero, se convierte en uno de sus hermanos.
Niko observó emocionado la nota que tenía entre sus manos. Cuando recobró el aire, leyó al resto aquel mensaje, omitiendo el enigma que Quiona le había dedicado.
Zen-O fue el primero en hablar:
—Muy bien, hoy pasaremos la noche en este universo-refugio. Mañana a primera hora partiremos en busca de Rovi-Ra. Niko, confío en que conozcas el lugar que te indicó Quiona.
Niko asintió con la cabeza, pero esperar al día siguiente le parecía una eternidad sabiendo que su hada lo necesitaba.
—Sé que querrías partir hoy mismo
—respondió Zen-O como si le hubiese leído la mente—. Pero necesitamos a Kronos para entrar en el reino de Tiempo, y antes debe recuperar fuerzas.
El relojero cada vez tenía peor aspecto. Niko dudaba que pasar una noche allí fuese suficiente para que el relojero se recobrara, y por el modo en el que el Maestro lo miraba, tampoco él parecía tenerlo claro.
Eldwen y su madre pusieron una suculenta comida sobre la mesa, y el peculiar grupo tomó asiento a su alrededor. Niko se dispuso a sentarse en una de las sillas que había en el extremo, pero la atravesó y se dio de bruces contra el suelo.
—¡¿CUÁNTAS VECES TE TENGO QUE DECIR QUE NO DEJES POR AHÍ TUS JUGUETES?!
—gritó Vera a su marido.
Arrepentido, Dlanod le alargó enseguida la mano para ayudarlo a levantarse.
—LO SIENTO MUCHO, NIKO. HOY POR LA MAÑANA ESTUVE COMPROBANDO CÓMO SE MODIFICABA LA FUERZA ELECTROMAGNÉTICA SI CAMBIABA ALGUNA DE LAS CONSTANTES FUNDAMENTALES…
QUIERO QUE EL UNIVERSO DE BOLSILLO QUE HE CREADO SE PAREZCA LO MÁS POSIBLE AL NUESTRO PARA QUE ESTEMOS MÁS CÓMODOS…
—¡Eso es, Dlanod! —exclamó entonces Zen-O—.
Las constantes;
¡así podremos ayudar a Kronos!
Con caras de perplejidad, todos desviaron su atención hacia Kronos, que verdaderamente tenía peor aspecto. Niko se sintió reconfortado al ver que no era el único que no había comprendido al Maestro.
—Este universo de bolsillo que has creado —preguntó Zen-O a Dlanod—, lo entrelazaste de algún modo con el nuestro, ¿cierto?
—Así es —confirmó el gran científico—.
El único modo de seguir en este tiempo de locos era que este universo refugio estuviese construido con partículas , unas están aquí, y sus gemelas, en el mundo cuántico.
—¿Podrías construir otro universo de bolsillo dentro de este universo? No hace falta que sea muy grande, lo justo para tener una bonita habitación —preguntó Zen-O.
Dlanod se rascaba la cabeza mientras pensaba en voz alta:
—UN UNIVERSO DE BOLSILLO DENTRO DE UN UNIVERSO DE BOLSILLO… NO LO HE PROBADO NUNCA, PERO NO CREO QUE SEA IMPOSIBLE, SOLO HAY QUE INTENTARLO.
—Pero en él deberíamos alterar las constantes de la naturaleza —prosiguió el Maestro—. Si lo consigues, modificaremos el tiempo de Planck, y Kronos podrá estabilizarse. No sufrirá las consecuencias del cambio temporal que vive nuestro universo.
Zen-O se dirigió entonces al relojero, que hacía esfuerzos por mantenerse sentado.
—Amigo, en tu estado, dudo mucho que nos puedas acompañar en el viaje al reino de Tiempo, pero necesitamos tu guía para movernos por allí sin peligro y rescatar a Quiona. Deberás permanecer en este pequeño universo hasta que consigamos arreglar este caos. Ya encontraremos el modo de que nos ayudes desde aquí.
Kronos asintió agotado.
—Ahora mismo me pongo a ello —dijo Dlanod convencido—. Antes de cenar tendrás tu universo-hospital, Kronos. Eldwen, Niko, venid, me serán útiles dos pares de brazos más.
Niko miró resignado los manjares que Apus estaba poniendo sobre la mesa, pero se levantó obediente para ayudar a Dlanod. Sin embargo, Eldwen no parecía dispuesto a renunciar a semejante manjar. Agarró una fuente entera de empanadas protónicas y salió con ella tras su padre y Niko.