En el centro de la estancia estaba ella:
Decoherencia.
La Eterna no aparentaba más de siete años, pero su juventud contrastaba con la profundidad de sus ojos achinados y llenos de sabiduría. De su rostro, que parecía tallado en marfil, destacaba la piedra preciosa en forma de lágrima de su entrecejo. Dos hermosas trenzas entrelazadas con hilos de plata decoraban su lacia melena negra.
—NUESTROS CAMINOS VUELVEN A CRUZARSE, NIKO
—dijo la Eterna antes de saludar también al elfo y al Maestro—.
OS AYUDARÉ A LLEGAR HASTA QUIONA, O AL MENOS, HASTA LA ENTRADA DEL REINO DE MI HERMANO, Tiempo. PERO ANTES NECESITO SABER SI ESTÁIS DISPUESTOS A IR MÁS ALLÁ.
—¿A qué te refieres? —le preguntó el humano.
—Sabéis por qué Quiona puso en riesgo su vida, ¿cierto?
—Supongo que pretendía arreglar ella sola el lío que hay con el tiempo… —le respondió Niko—. Tú puedes contarnos qué ha pasado… ¿Han herido a Tiempo? ¿Quién lo ha atacado?
En mi mundo los relojes y
calendarios se han vuelto locos.
—Desde mi secuestro, del que afortunadamente me salvasteis, sabemos que alguien quiere hacerse con los eternizadores. Esta vez lo ha intentado con el de mi hermano mayor. Consiguió entrar en su reino y fue a por él. Por supuesto, el atacante desconocía que el eternizador no estaba allí, aunque a estas alturas ya se habrá enterado.
—¿Sabes que Niko tiene el reloj? —preguntó preocupado el Maestro.
—Claro que lo sé… —respondió ella—. Lo utilizó hace poco para ayudar a Kronos, ¿verdad?
Él asintió con la cabeza al recordar cómo habían conseguido fugarse de la prisión en la que Anred había encarcelado al relojero, y les contó:
—Kronos mencionó que, al utilizarlo, estábamos poniendo un punto en el mapa.
—Así es —aclaró ella—. Yo también pude sentirlo en cuanto el reloj se abrió. A estas alturas, quien atacó a Tiempo en busca de su eternizador ya ha abandonado su reino y va tras vosotros. Pero me temo que algo grave le ha pasado a mi hermano, quizá ha quedado malherido tras enfrentarse al intruso. No he logrado tener más noticias de él. Hasta que no recupere su poder, el tiempo seguirá alterado. Incluso corremos el riesgo de que acabe fracturándose para siempre.
¡Eso sería una tragedia!
Niko se sacó el reloj del cuello para ofrecérselo a Decoherencia.
—No puedo aceptarlo, Niko —le respondió ella con afecto—. Me temo que es tu labor cargar con él. Soy consciente de que ahora tu prioridad es salvar a Quiona y ayudar a Tiempo a restablecer su reino, pero debo preguntarte si estás dispuesto a ir más allá: a aceptar tu misión.
El joven asintió con solemnidad, aunque no sabía a qué misión se refería Decoherencia.
—Lo que te pido no es sencillo… Esta vez no es el universo el que está en peligro, sino todo el multiverso. Y solo tú puedes enfrentarte a nuestro enemigo para evitar que se haga con el poder de los eternizadores.
El Maestro interrumpió la conversación:
—¿SABES ALGO MÁS SOBRE ESTE ENIGMÁTICO ENEMIGO?
La Eterna miró con compasión a Zen-O y le explicó:
—Cuando lo atacaron, Tiempo intentó ponerse en contacto conmigo. No fui capaz de hablar con él. Solo llegué a vislumbrar unas imágenes perdidas. Fue solo un instante, pero suficiente para reconocerlo: era tu hermano, Zen-O.
Niko y Edlwen intercambiaron una mirada de asombro, mientras el Maestro suspiraba preocupado.
—Así pues, mis miedos se han vuelto realidad… Hace mucho tiempo que no sé nada de mi hermano pequeño, Spin-O. Cuando éramos jóvenes anhelaba encontrar un conocimiento más allá de la física cuántica que pudiera darle un poder descomunal. Es probable que en sus viajes descubriese la existencia de los eternizadores, pero nunca imaginé que sería capaz de poner en peligro los multiversos por su hambre de poder.
Decoherencia posó su pequeña mano en el antebrazo de Zen-O para animarlo:
—SERÁ MEJOR NO ADELANTAR ACONTECIMIENTOS. TODAVÍA NO SABEMOS EL PAPEL QUE JUEGA TU HERMANO EN TODO ESTO. OS CORRESPONDE A VOSOTROS AVERIGUARLO.
Niko asintió a la vez que añadía:
—Puedes contar con nuestra ayuda.
Decoherencia sonrió agradecida:
—Y tú podrás contar con la mía. Esto es para ti…
Acto seguido, la Eterna le entregó una llave plateada.
Niko puso los ojos como platos. Sabía perfectamente de qué se trataba aquel objeto: era el eternizador de Decoherencia. Como si no tuviese suficiente con el de Tiempo, ahora tenía que cargar con la responsabilidad de un segundo objeto poseedor de un poder ancestral.
—¿No estará más a salvo contigo? —titubeó Niko.
—Necesitas el poder de este otro eternizador para llegar a la puerta del reino de Tiempo.
—Pero si ya sabemos dónde está… —se animó a añadir Eldwen—. En la ciudad de Londres del mundo clásico.
—Lo sé —afirmó Decoherencia—, pero para llegar hasta allí necesitaréis del poder del amuleto de las cuatro fuerzas y, como bien sabéis, sus poderes cuánticos no funcionan en el mundo clásico… a no ser que tengáis la llave que lo conecta con el mundo cuántico.
—Con este eternizador, Niko podrá utilizar las propiedades del mundo cuántico en el suyo —exclamó el Maestro Zen-O—. ¡Cósmico!
La niña Eterna asintió con la cabeza.
—Será mejor que no perdáis más tiempo. En cuanto rescatéis a Quiona y restauréis el tiempo, deberéis encontrar el camino que os lleve a los otros tres reinos de los Eternos: Espacio, Entrelazamiento y Simetría.
Niko utilizó el mismo colgante donde guardaba el reloj de Tiempo para colgar la llave de Decoherencia. Ahora ya no solo poseía un eternizador, sino dos.
—Es momento de partir, amigos —les dijo la Eterna—. Os puedo dejar a las puertas del mundo clásico. A partir de allí, tendréis que seguir vuestro camino solos.
¡MUCHA SUERTE EN VUESTRA AVENTURA!
Decoherencia hizo un elegante movimiento con sus brazos y, al momento, todo su entorno se desvaneció. Era como si hubiesen lanzado aguarrás a una pintura y los trazos se deslizasen por el lienzo. Solo quedaron el Maestro, Eldwen y Niko. El resto quedó en completa oscuridad.