12 LA LEYENDA DE LOS GEMELOS ETERNOS

Una vez el aparato emprendió el vuelo, lejos de la vista y oídos de los humanos que habían quedado en tierra, Niko y Eldwen se cambiaron de nuevo de ropa, y el elfo se abrazó a los gemelos:

—¡QUÉ ALEGRÍA NOS HABÉIS DADO!

—Tenemos el don de la oportunidad —bromeó uno de ellos—. Rumbo a Londres, al Big Ben, si no nos han informado mal, ¿verdad?

—¿Quién os ha enviado? —preguntó Niko esperando en su fuero interno que hubiese sido Zen-O. Eso significaría que el Maestro había salido victorioso de su enfrentamiento con los agentes del CIC.

—Rovi-Ra, por supuesto —respondió el otro gemelo—. Nos avisó de que necesitabais nuestra ayuda para llegar hasta la puerta del reino de Tiempo.

—Pero todavía tenemos un problema —añadió su hermano—. En esta época, por la primera guerra mundial, es peligroso sobrevolar Inglaterra. En cuanto nos vean llegar con el zepelín, la fuerzas armadas británicas pueden pensar que somos el enemigo y nos atacarán…

—¡TENGO UNA IDEA!

—dijo Niko.

Sacó de su bolsillo el amuleto de las cuatro fuerzas y llamó a los fotones, las partículas de luz responsables de la fuerza electromagnética, que aparecieron obedientemente.

—CUANDO RODEASTEIS EL ESCUDO DE METAMATERIALES, EN LA MOTO DE DLANOD, FUIMOS INVISIBLES. ¿PODRÍAIS HACER LO MISMO CON EL ZEPELÍN, AUNQUE NO TENGAMOS ESE ESCUDO TAN GENIAL?

—¡Dalo por hecho! —respondió uno de los fotones antes de desaparecer por estribor.

—Resuelto —dijo entonces Niko a los gemelos—. ¡Seremos invisibles!

Los dos gemelos lo miraban asombrados.

—Amigo, ¡eso ha sido fotónico! Nos planteamos seriamente dejar de ser el par EPR y convertirnos en tres. ¿Te unirías a nuestro selecto equipo? Con ese amuleto en nuestro poder… ¡se me ocurren unos cuantos trucos con los que seríamos el terror de los casinos!

Niko se sintió halagado, pero antes de que pudiera responder, una fuerte sacudida azotó el zepelín. Los cuatro amigos se asomaron por las ventanillas para descubrir contra qué habían impactado.

Lo que vieron los dejó boquiabiertos.

Habían llegado al canal de la Mancha, que separa Francia de Gran Bretaña, mucho antes de lo esperado.

Y estaban a punto de

descubrir el porqué.

—¡Sentaos todos y ataos los cinturones de seguridad! —exclamó uno de los gemelos—. Este viaje va a ser alucinante…

Exactamente igual que cuando estiras un chicle por sus extremos, que se   a  l   a r  g   a   pero se hace más fino por el centro, el espacio que separaba la costa francesa de la inglesa estaba deformado. En consecuencia, la separación entre Francia e Inglaterra se había acortado muchísimo. Para llegar de un extremo al otro hubiese bastado con dar un pequeño salto.

Con el zepelín invisible llegaron hasta la gran capital en un santiamén. Aunque breve, el viaje resultó accidentado pues, al parecer, atravesar un espacio deformado es tan movido como cruzar un río bravo.

—¿Alguien puede explicarme qué está sucediendo? —preguntó Niko al divisar el río Támesis.

—Algo anda mal con Espacio… —dijo Eldwen con preocupación.

—Rovi-Ra nos advirtió de que esto podía pasar —suspiró uno de los gemelos.

—¿Espacio? —preguntó Niko intranquilo—. Es otro de los Eternos, ¿verdad? ¿También le han atacado a él?

De ser así, su enemigo les llevaba la delantera.

—Puede que sí, pero no necesariamente… Espacio y Tiempo son gemelos, como nosotros —respondió el otro par EPR señalando a su hermano—. De modo que cuando uno está mal, el otro también lo está.

—¿DOS DE LOS ETERNOS SON GEMELOS?

—preguntó Niko asombrado.

—CLARO, ¿ACASO NO CONOCÉIS SU LEYENDA?

Niko y Eldwen negaron con la cabeza. Uno de los gemelos se levantó entonces para empezar a narrar la historia:

—La leyenda de los gemelos Espacio-Tiempo es muy antigua. Se remonta a los orígenes de los Eternos, y esa parte de la historia se ha perdido. Pero lo que sí ha llegado hasta hoy es lo que sucedió en el reino de los Multiversos, antes incluso de que nuestro universo naciese. Y esa historia involucra a otros dos gemelos:

el Príncipe Clásico y el Príncipe Cuántico.

—¡Esa parte la conocemos! —exclamó Niko—. Quiona nos contó la leyenda de Decoherencia. En ella se narra la historia de los hijos del Rey de los Multiversos, que eran tan distintos como la noche y el día. Cuando el Rey decidió que era el momento de que naciese nuestro universo, que debía ser gobernado por los gemelos, surgieron todos los problemas. No se ponían de acuerdo con las leyes fundamentales que debían regir la naturaleza. Cuando parecía imposible que pudiesen coexistir y todo el mundo daba por imposible que naciese el nuevo universo, justo entonces apareció Decoherencia, la Eterna. Ella fue quien encontró la solución al conflicto.

Llegado ese momento de la explicación, Niko se levantó entusiasmado, y con aire teatral, continuó con su narración personificando a la pequeña Eterna:

—TÚ REINARÁS EN LO GRANDE, AQUELLO QUE SE PUEDE VER CON LOS OJOS. ESE SERÁ TU MUNDO CLÁSICO Y ALLÍ SE SEGUIRÁN TUS LEYES

—le dijo al Príncipe Clásico—.

Y TÚ REINARÁS EN AQUELLO QUE NO SE PUEDE VER, EN EL MUNDO DE LO MÁS PEQUEÑO, Y SERÁ EL MUNDO CUÁNTICO

—indicó al hermano—.

PARA QUE PODÁIS COEXISTIR EN EL UNIVERSO QUE ESTÁ POR NACER, TENDRÉ QUE ACOMPAÑAROS. YO SERÉ QUIEN MANTENGA LA ARMONÍA ENTRE AMBOS MUNDOS Y HABITARÉ EN LAS FRONTERAS, ENTRE VUESTROS DOS REINOS. SI ACEPTÁIS ESTA SOLUCIÓN, LAS FRONTERAS SERÁN MIS TIERRAS, PERO ALLÍ NO TENDRÉIS PODER NI UNO NI OTRO.

»DE ESTE MODO QUEDÓ RESUELTA LA GRAN BATALLA ENTRE LOS DOS PRÍNCIPES. SE CELEBRÓ UNA FIESTA POR TODO LO ALTO Y NUESTRO UNIVERSO PUDO NACER. DESDE ENTONCES, DECOHERENCIA HA VELADO PARA QUE HAYA

UN EQUILIBRIO ENTRE EL MUNDO CLÁSICO Y EL CUÁNTICO.

Eldwen aplaudió con entusiasmo al final de la narración. Pero el gemelo al que había interrumpido Niko no parecía nada contento, así que dijo tajante:

—No era esa la parte de la leyenda que iba a contar. Pero si no te interesa mi historia…

—No soporta que lo interrumpan —susurró el otro hermano por lo bajini para que lo oyesen Niko y Eldwen—. Es su narración.

—¡Oh! —dijo el humano—. Perdona. ¡Por supuesto que me interesa! Las historias de los Eternos son fascinantes… Por favor, cuéntanosla. ¡No puedes dejarnos en ascuas!

El ofendido, satisfecho por la insistencia de Niko, prosiguió con la narración de la historia:

—Como iba diciendo… La parte de la leyenda de Espacio-Tiempo que nos ha llegado hasta hoy cuenta lo sucedido justo antes de que naciese nuestro universo.

—Con el —interrumpió Eldwen.

El gemelo le lanzó una mirada asesina, y Niko dio un codazo a su amigo élfico para que se callase.

—Como bien ha contado Niko en su parte de la leyenda —prosiguió el EPR ignorando a Eldwen—, al Rey de los Multiversos le preocupaba que sus hijos gemelos no fuesen capaces de reinar en el universo que tenía que nacer, incluso bajo la influencia de la sabia Decoherencia. Lo que Niko no ha contado en su parte de la historia es que el caballero que regresó con Decoherencia no fue el único en retornar de sus aventuras. Otro valiente caballero llegó un día más tarde con dos Eternos, los hermanos mayores de Decoherencia:

Espacio y Tiempo.

Estos dos hermanos eran gemelos, igual que los príncipes.

»A diferencia de los príncipes Clásico y Cuántico, los dos Eternos eran como uña y carne. Después de que Decoherencia hallase la solución para que los hermanos gobernasen en harmonía el nuevo universo, el Rey de los Multiversos invitó a sus hermanos, Espacio y Tiempo, para que también formasen parte de la nueva creación. Pensó el Rey que serían una buena influencia para sus hijos. Quizá al ver cómo trabajaban los gemelos Eternos, sus hijos acabaran imitándolos.

»Así fue como se decidió que la creación del universo, el Big Bang, empezaría con la creación del Espacio-Tiempo, el tejido que formaría el cosmos. Los gemelos Eternos serían la base donde nacería todo los demás: las estrellas, los planetas, las galaxias…, todo lo que hoy en día forma nuestro
universo.

Niko recordó su aventura al recorrer la senda de la fuerza gravitatoria. Allí se habían enfrentado a la difícil prueba de atravesar un lago de Espacio-Tiempo. Entonces había aprendido, gracias a la teoría de la relatividad general, cómo funcionaba el tejido del cosmos y, en consecuencia, por qué la Luna gira alrededor del Sol. Pero lo que seguía siendo un misterio para él era la conexión entre el espacio y el tiempo.

El gemelo que narraba la leyenda hizo una pausa para tomar aliento. Entonces Niko aprovechó para preguntar:

—¿CONSIGUIÓ EL REY DEL MULTIVERSO SU PROPÓSITO? ES DECIR, ¿SIRVIÓ DE ALGO QUE EL TEJIDO DEL COSMOS ESTÉ HECHO DE ESPACIO-TIEMPO? YO MISMO NO TENGO MUY CLARO CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE ELLOS.

—Lo cierto —respondió el otro hermano EPR— es que los príncipes Clásico y Cuántico no hicieron mucho esfuerzo por imitarlos, más bien al contrario. El príncipe Clásico se ocupó de que en la parte de su reino, las leyes de la naturaleza ocultasen esa relación. En el reino Clásico, en tu mundo, Niko, el espacio y el tiempo se perciben como dos cosas totalmente separadas, ¿no es así?

Niko asintió. En realidad, para él la conexión entre ambos seguía siendo un enigma. Al fin y al cabo, el tiempo era lo que se podía medir con un reloj, y poca relación tenía con el espacio que veía a su alrededor y por el que podía desplazarse.

—Con las leyes del príncipe Clásico —explicó el EPR—, la conexión entre el espacio-tiempo ha quedado oculta durante mucho tiempo. A pesar de que Albert Einstein desarrolló la teoría de la relatividad hace ya más de cien años, a los humanos todavía les cuesta entenderla.

—Y sin embargo, ahí está esa conexión entre ambos —se añadió Eldwen a la conversación—.

El movimiento en el espacio afecta al movimiento en el tiempo.

—Eldwen, amigo, no te entiendo… —replicó Niko.

—Mira la brújula del comando de mandos —le indicó un gemelo EPR—. Puedes ver claramente que ahora nos desplazamos hacia el norte, ¿cierto?

—Así es —respondió Niko—. ¡Rumbo a Londres!

—Ahora voy a girar para ir al noroeste. Fíjate cómo, aunque voy a la misma velocidad, no me muevo con la misma eficacia hacia el norte, ¿verdad?

—Claro —afirmó Niko—, porque también te mueves hacia el oeste.

Seguía sin acabar de comprender la relación entre el espacio y el tiempo y lo que le estaba contando el gemelo.

El otro hermano, sentado al lado de él, retomó la explicación.

—Ahora mismo me ves parado. ¿Dirías que no me muevo?

—Respecto a mí, no te estás moviendo —respondió Niko con prudencia, pues ya había aprendido que esas preguntas siempre tenían trampa.

—EN REALIDAD, PARA TI SOLO ME ESTOY MOVIENDO EN EL TIEMPO, PORQUE EL RELOJ SIGUE SU CURSO, NO EN EL ESPACIO. PERO SI ME LEVANTO Y ME ACERCO HACIA TI

—dijo el gemelo mientras se incorporaba de su asiento y se dirigía a Niko—,

AHORA ME ESTOY MOVIENDO EN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO. PERO ALGO EXTRAÑO SUCEDE ENTONCES… SI LOS DOS LLEVÁSEMOS ENCIMA UN RELOJ MUY PRECISO, PODRÍAS VER AL MÍO IR MÁS DESPACIO QUE EL TUYO.

—Oh, eso es lo que descubrí la primera vez que estuve en la relojería de Kronos. Los primeros gemelos que conocí en el mundo cuántico, antes que a vosotros dos, se llamaban Oort y Opik. Uno de ellos se fue con su nave de viaje, y para él el tiempo pasó más despacio que para el hermano que se quedó en la Tierra. Para Oort, al volver de su aventura, solo había pasado un año, pero para Opik habían pasado siete, y se veía como un viejecito. Así aprendí que el tiempo va más despacio cuanto más rápido te mueves. Esa es la teoría de la relatividad especial.

—¡EXACTO!

—asintió el otro gemelo—.

Pero hay más: el movimiento en el espacio afecta al movimiento en el tiempo y viceversa.

No solo el tiempo va más despacio al ir más rápido, sino que también el espacio se encoge.

—¿Cómo que el espacio se encoge? —preguntó Niko sin comprender esa parte.

—Déjame que te lo explique con lo que les pasó a los gemelos de la relojería relativista —intentó aclarar Eldwen—. Pongamos que cuando empezó su viaje, Oort se movía al 99,99999 % de la velocidad de la luz. Solo tardó 0,001 segundos en llegar a Plutón. Pero para Opik, en la Tierra, el viaje de su hermano duró una hora.

—El tiempo para Oort pasaba más despacio… Eso es lo que dije antes —comentó Niko sin entender qué pintaba el espacio en esa explicación.

—¡Y no solo eso! —insistió Eldwen—. Para Oort, la distancia entre los planetas era de solo unos pocos metros, mientras que para Opik era de millones de kilómetros.

—A H,  E N T O N C E S   E L   T I E M P O   SE  E S T I R A

Y EL ESPACIO SE ENCOGE…

—pensó Niko en voz alta—. ¡Qué interesante!

—Hay una relación oculta entre Espacio y Tiempo —sentenció el otro hermano—. Por eso, como el Eterno que se ocupa del tiempo no está cumpliendo su misión…, tampoco el Eterno del espacio puede desempeñar la suya.

—¡Mirad! —los interrumpió Eldwen señalando el gran edificio que tenían delante—. ¡Ya hemos llegado!

El elfo sacó el comunicador para contactar con Kronos. Al activarlo, apareció una pequeña imagen holográfica del relojero, que les ordenó:

—Muy bien, amigos míos, ya estáis cerca del portal del reino de Tiempo… Acercaos a la gran torre del Big Ben, al reloj orientado hacia la cara norte.

Gracias al buen trabajo de los fotones, que siguiendo las órdenes de Niko los mantenían invisibles, y a la pericia de los gemelos conduciendo aquel aparato, acercaron el zepelín hasta el lugar que Kronos les había indicado.

—Escucha atentamente, Niko —le instó el relojero—.

Debéis saltar a la aguja que marca las horas y recorrerla hasta llegar al centro del reloj. Una vez allí, abre el eternizador de Tiempo.
Así entrarás en su reino.

—Pero, Kronos—le dijo Niko asustado—, ¡nunca he sido capaz de abrir este reloj!

—No te preocupes, el eternizador ya sabe lo que tiene que hacer. ¡Confía en ti mismo! —Luego el Maestro se dirigió a Eldwen para darle instrucciones—. Vuelve a conectar conmigo una vez estéis dentro, ¿de acuerdo?

El elfo apagó el comunicador. Mientras uno de los gemelos abría la portezuela del zepelín, el otro maniobraba con maestría para acercarse lo máximo posible a la aguja de las horas.

Una gélida ráfaga de viento golpeó la cara de Niko al asomarse al vacío.

«NO MIRES PARA ABAJO, NO MIRES PARA ABAJO…»,

se repetía a sí mismo. Haciendo de tripas corazón, saltó con precisión y logró agarrarse con fuerza a la aguja principal.

A Eldwen le costó un poco más dar el salto, pero también lo consiguió. Afortunadamente, el gran reloj marcaba las dos de la tarde, con lo que no les fue complicado bajar por la aguja de las horas hasta llegar al centro de la esfera. Simplemente, se dejaron deslizar como si de un tobogán se tratase.

Una vez en el punto indicado por el relojero, Niko sacó el eternizador que llevaba colgado al cuello. Tal y como había predicho Kronos, entonces se abrió el pequeño reloj.

Una puertecita minúscula, que parecía dar acceso al interior del gran Big Ben, apareció frente a ellos.

—Vaya… —dijo Niko decepcionado—. Esperaba que la entrada al reino eterno de Tiempo sería más espectacular.

Eldwen se encogió de hombros mientras abría el portal dispuesto a atravesarlo.

A sus espaldas, los gemelos gritaron:

—¡BUENA SUERTE, AMIGOS!

—OS ESPERAREMOS AQUÍ HASTA QUE HAYÁIS RESCATADO A QUIONA Y AYUDÉIS A TIEMPO A ARREGLAR ESTE EMBROLLO. ENTONCES OS LLEVAREMOS DE VUELTA A LA PUERTA DE LOS TRES CERROJOS.

Niko levantó su pulgar a modo de despedida antes de seguir a Eldwen y adentrarse en el reino de Tiempo.