Niko guardó de nuevo el eternizador en la cadena que colgaba de su cuello, mientras alzaba la cabeza para contemplar la gran esfera del Big Ben desde dentro. El gigantesco reloj no se parecía en nada a la cara exterior que acababan de atravesar. En lugar de las agujas que marcaban las horas, minutos y segundos, dos finas espirales giraban en direcciones opuestas. Su movimiento era hipnótico.
—Es el reloj de las sincronicidades.
—La voz que arrancó a Niko de su ensueño era la de Kronos—.
Cuando las espirales se superponen, es el momento de realizar las hazañas más maravillosas. Como cuando piensas en un viejo amigo y de repente te lo encuentras frente a ti. Sucede mucho más a menudo de lo que los humanos sospecháis, pero dejáis pasar esos momentos sin aprovecharlos.
Eldwen había vuelto a llamar al relojero, que dio nuevas indicaciones:
—Para llegar al núcleo de Tiempo, tenéis que bajar hasta la base de la torre del reloj y, una vez fuera, atravesar la ciudadela de Hora. Pero, sed prudentes,
¡es muy fácil perderse en sus laberínticas callejuelas!
Niko inspeccionó su alrededor. No cabía duda de que estaban dentro de las entrañas del gran reloj de la torre. Los engranajes dentados, todos de distintos tamaños, seguían el compás de una sinfonía silenciosa que se encargaba de que todo funcionase puntualmente. Siguiendo las paredes de la torre, unos estrechos pasadizos se alternaban con la escalera que permitía subir y bajar por aquella monstruosa construcción.
—¿Esta máquina gigantesca
es el reino de Tiempo?
—se preguntó Niko—. Es bastante más normal de lo que imaginaba, a excepción del reloj de las sincronicidades.
—Todavía os queda mucho por descubrir sobre el tiempo, querido amigo —le respondió el relojero—. Ni siquiera yo estoy seguro de llegar a comprender lo que es… Los humanos lo tratáis con mucha familiaridad.
Decís que «el tiempo es dinero»,
que se puede «ganar tiempo»,
que «el tiempo vuela»,
que hay que «matar el tiempo»
o «ahorrar tiempo».
Pero ¿qué sabéis realmente
sobre lo que es el tiempo?
—Pues la verdad es que nunca me lo había preguntado, al menos no de este modo —respondió Niko—, pero me lo imagino como un río que fluye hacia delante, siempre hacia el futuro. ¿No es eso? Sí, así debe de ser el tiempo.
La imagen holográfica de Kronos sonrió y contestó:
—Pese a que eso es lo que acostumbras a experimentar en tu día a día, el tiempo en realidad no fluye siempre igual y hacia delante. No es algo inmutable y que transcurre de forma constante al mismo ritmo. Pero eso ya lo descubriste la primera vez que nos vimos en mi relojería… Como lo que les ocurrió a los gemelos Oort y Opik en aquella ocasión, el tiempo puede ir a distintas velocidades.
Niko lo recordaba perfectamente. Había entendido que cuanto más rápido te mueves, más despacio pasa el tiempo. Además, acababa de experimentar en aquel alucinante viaje en zepelín que esa peculiaridad también afectaba al espacio.
—Bueno —replicó Niko—, entonces es como un río que a veces puede ir más rápido y otras veces más lento… pero, aun así, siempre hacia el futuro, ¿no?
—Pese a que es algo aparentemente tan familiar, en realidad es misterioso —respondió el relojero—.
El paso del tiempo al que estáis acostumbrados los humanos, ese fluir, es una ilusión. El pasado, el presente y el futuro son mucho más confusos. Piénsalo bien: lo que está sucediendo «ahora» no es lo mismo para ti que para Oort cuando está en uno de sus viajes, moviéndose a velocidades cercanas a la de la luz. Así que para él, su presente no es exactamente como el tuyo. Del mismo modo, su pasado no coincide con el tuyo, y tampoco lo hará el futuro. Y su experiencia es tan real como la tuya, ninguno de los dos tiene más razón que el otro. El concepto de que el pasado se ha ido, el presente es real y el futuro está por llegar no sirve si conoces la teoría de la relatividad. Más que un río que fluye, en realidad, todo está ahí ya:
el pasado, el presente y el futuro.
A Niko parecía que le estallaba la cabeza con aquellas ideas. Eldwen retomó la explicación:
—Imagínatelo como el espacio. ¿Verdad que piensas que está todo ahí fuera y solo tienes que salir para recorrerlo? Pues también el tiempo está todo ahí. Lo que ha pasado, está pasando o pasará, todo existe a la vez. Desde el inicio del universo, desde tu primer día en el mundo cuántico, incluso lo que todavía tienes que vivir, todo está ya ahí.
—Es muy raro… —respondió Niko.
—Así es, amigo —suspiró Kronos—, pero ahora centrémonos en llegar hasta el núcleo de Tiempo y rescatar a Quiona. Una vez salgáis de la torre, reconoceréis sin problema el camino a la ciudadela. En cuanto estéis allí, volved a llamarme.
Eldwen guardó el comunicador en su bolsillo y siguió a Niko, que ya había empezado a descender por la estrecha y oscura escalera. Bajaron en silencio por la majestuosa construcción, temiendo interrumpir aquel sutil ritmo que marcaba el paso del tiempo.
Al salir de la torre, un único camino serpenteaba hasta lo que identificaron como la ciudadela. El paisaje era de típica campiña inglesa: grandes prados verdes se abrían en los laterales del camino, flanqueados por vallas de madera.
Pero algo no encajaba en aquel paisaje idílico. No había una sola brizna de viento, como si una invisible cúpula de cristal los protegiese del exterior.
Niko no pudo evitar levantar la vista hacia el cielo para comprobar que no estuviesen dentro de una gran bola de cristal. Entonces notó que tampoco la luz era normal en aquel lugar. Parecía no venir de ningún lado, o de todos al mismo tiempo. Las sombras que proyectaban los árboles, las vallas y ellos mismos iban todas en distintas direcciones. Era como si la luz que alumbraba a Eldwen viniese de la izquierda, Niko fuese iluminado desde la derecha, y el árbol de más allá, desde enfrente.
Antes de llegar a las puertas del pueblecito, el camino atravesaba un puente de piedra que cruzaba un río. Niko no pudo evitar pensar en el fluir del tiempo, que a él le seguía pareciendo como el del agua que pasaba bajo sus pies.
Un arco de madera delimitaba la entrada a la ciudadela. De él colgaba un cartel que rezaba:
Eldwen y Niko se miraron y juntos se adentraron en la calle principal de la ciudadela Hora.