15 QUIONA

El eternizador de Tiempo, aquel reloj de bolsillo que Kronos había dado a Niko en su primer viaje al mundo cuántico, se abrió en manos de Hora para mostrar su interior. Un potente destello de luz impedía que Niko pudiese ver con claridad lo que estaba sucediendo, pero intuyó cómo el pequeño reloj y Hora se unían con el fin de construir una máquina para viajar a través del tiempo:

el kronoportador.

Tal como había dicho Segundo, aquel transporte les permitiría desplazarse por el núcleo.

Era como el trineo de Papá Noel pero metalizado. No iba conducido por renos, sino que la cabeza de Hora surgía de la parte delantera del trineo, como la bestia en el mascarón de proa de los barcos vikingos. La parte trasera la cerraba la esfera del reloj, que medía casi dos metros.

Niko y Eldwen observaban boquiabiertos aquel fascinante kronoportador cuando Hora los arrancó de su embelesamiento:

—Pensaba que teníais prisa en encontrar a vuestra amiga… ¿o preferís estar todo el día aquí con la boca abierta?

La puertecita de aquel singular trineo se abrió entonces, invitándolos a subir.

—Con el kronoportador podréis moveros por el núcleo de Tiempo sin problema. Yo os conduciré por él —les dijo Hora mientras los dos amigos se montaban en el transporte.

En cuanto estuvieron sentados, la máquina se elevó del suelo para, acto seguido, dirigirse hacia el reloj de arena.

Niko se protegió el rostro frente al choque inminente contra el cristal, pero lograron atravesarlo sin romperlo, como si se tratara de una pompa de jabón.

Y allí estaban, en el núcleo de Tiempo.

Los rodeaba un espacio que a Niko se le antojaba infinito, pero no estaba totalmente vacío.

El kronoportador se movía a toda velocidad a través de aquel espacio. A su alrededor, de vez en cuando aparecían imágenes flotando en el aire.

Al principio pasaban tan rápido que Niko no podía distinguirlas, después fue reconociendo alguna de ellas: la casa de los tres cerrojos, una imagen fugaz de Eldwen y él mismo observando el partido de la materia contra la antimateria, una clase de física del año anterior con Blanca…

No pudo evitar dar un respingo al reconocer la imagen de Quiona, la primera vez que la vio tras tunelear la pared de la casa de los tres cerrojos.

Pero las imágenes pasaban fugaces a su alrededor y Hora no tenía la menor intención de detenerse para contemplarlas.

—ESTAMOS EN EL NÚCLEO DE TIEMPO

—susurró el elfo a su lado—.

AQUÍ ESTÁ TODO: LO QUE HA SUCEDIDO, LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO Y LO QUE SUCEDERÁ.

—Lo importante es que también esté Quiona —respondió Niko, que no podía evitar perderse en el océano de imágenes que iban apareciendo a su alrededor—. Pero ¿cómo la encontraremos?

Hora respondió desde el frontal de la máquina.

—Esa es tu labor, Niko. Debes concentrarte para dirigirnos hacia donde quieres llegar. Si no, estamos condenados a vagar por el núcleo durante toda la eternidad.

—Concéntrate en Quiona —le suplicó Eldwen—. Igual que hacías cuando modificaste las teleportaciones para llegar hasta Kronos y Zen-O.

Niko cerró los ojos. No le costó visualizar a Quiona. La vio suspendida en el aire, rodeada de un aura de luz, tal y como la había visto cuando estaba perdido en el espacio de Planck.

La máquina viró entonces y cambió de dirección. Niko y Eldwen se agarraron a sus asientos cuando se produjo el acelerón. Atravesaron nuevas nubes de imágenes: creaciones y destrucciones de estrellas, galaxias y mundos.

Cuando finalmente redujeron la velocidad, a su alrededor todo era oscuridad. Parecía que no había más retales visuales de tiempo.

A Niko le llevó un tiempo ajustar sus ojos a aquella negrura, mientras la nave seguía lentamente su rumbo, flotando en el espacio vacío, sin rumbo.

—¿NOS HEMOS PERDIDO?

—preguntó Eldwen alarmado.

—AQUÍ ES DONDE NOS HA TRAÍDO NIKO

—respondió Hora con tranquilidad—. Él sabrá…

—¡Ahí! ¿Lo veis? —exclamó entonces el muchacho señalando un minúsculo punto de luz en el horizonte.

Hora dirigió el kronoportador hacia el lugar que Niko indicaba.

A medida que se acercaban, el punto de luz se hacía cada vez más grande, hasta que lograron distinguir una figura en su centro.

Niko ya había visto aquello antes, cuando se encontró con Quiona más allá del espacio de Planck.

—Acércanos hasta allí con cuidado, Hora —le pidió.

Quiona estaba suspendida, con los ojos cerrados y envuelta por un aura de luz. El corazón de Niko se aceleró al sentir que su amiga se encontraba a unos pasos de distancia. Se levantó de su asiento, y con la ayuda de Eldwen, que lo sujetaba para que no cayera en el abismo, tendió los brazos para agarrarla con delicadeza e introducirla en el kronoportador.

Quiona seguía con los ojos cerrados, ahora tumbada entre Niko y Eldwen, que al tomarle el pulso tranquilizó a su amigo:

—Su corazón aún está latiendo. Será mejor que salgamos de aquí y veamos cómo reanimarla.

—¡Volvamos, Hora! —le pidió Niko—. Salgamos del núcleo de Tiempo.

La máquina viró y tomó gran velocidad. Atravesaron múltiples nubes con imágenes, pero Niko no les prestaba atención. Solo tenía ojos para su hada, que respiraba débilmente.

Había perdido la noción del tiempo cuando atravesaron de nuevo la pared de cristal del gigantesco reloj de arena.

Con la ayuda de Eldwen, bajaron con cuidado a Quiona del kronoportador y la tendieron en el suelo.

Hora y el eternizador sufrieron entonces una transformación inversa al recuperar su apariencia original.

Completada la misión, Hora le devolvió a Niko el reloj, que volvió a colgar en la cadena de su cuello, junto con la llave de Decoherencia.

El hada abrió lentamente los ojos.

—¿NIKO?

—susurró.

Acudiendo a su llamada, el joven se arrodilló a su lado.

—Tranquila, Quiona, ya estás fuera del núcleo de Tiempo. ¡Estás a salvo!

—¿Cuánto tiempo llevo atrapada allí?

—Ahora mismo, esa es una pregunta un poco difícil de responder… —los interrumpió Eldwen—. Todo depende de a qué tiempo te refieras. En el mundo cuántico va a una velocidad, en el mundo clásico va hacia atrás, y para nosotros… ¡La verdad es que no tengo ni idea de cómo está yendo!

—Vaya, veo que todavía no habéis arreglado el embrollo del tiempo —refunfuñó el hada sacudiendo sus alas al incorporarse.

—Estábamos ocupados rescatándote —respondió Niko un poco molesto.

—No te enfades —sonrió ella mientras se acercaba y le plantaba un dulce beso en la mejilla—. Te estoy muy agradecida. Sabía que vendrías a por mí.

Niko se puso más rojo que un pimiento y Hora estalló en una metálica risotada.

—¿Llegaste a ver quién atacó a Tiempo? —los interrumpió Eldwen.

—Cuando llegué al núcleo, Tiempo todavía estaba aquí, pero se encontraba malherido. Y no estaba solo…

—¿Quién lo acompañaba?

—SPIN-O, EL HERMANO DE ZEN-O, ESTABA ALLÍ. HABLABA CON EL ETERNO, QUE ESTABA MALHERIDO Y LE EXIGÍA SU ETERNIZADOR. SE ENFURECIÓ AL SABER QUE TIEMPO NO LO TENÍA CON ÉL. ENTONCES EL ETERNO HIZO ALGO PARA SALVARSE Y UNA LUZ MUY POTENTE ME CEGÓ. EL ESPACIO-TIEMPO SE FRACTURÓ Y TIEMPO DESAPARECIÓ. SPIN-O FUE TRAS ÉL. INTENTÉ LLEGAR ANTES DE QUE EL PORTAL SE CERRASE, PERO ERA DEMASIADO TARDE. QUEDÉ ATRAPADA POR LOS RESTOS DE LA LUZ EN LA QUE SE HABÍAN ESFUMADO LOS OTROS DOS.

—Si nuestro regente no vuelve a su reino, o si ese Spin-O lo ha herido mortalmente —suspiró Hora, preocupado—, ¡el tiempo jamás volverá a la normalidad! Estaremos todos condenados.

Quiona le respondió:

—Tranquilo, Hora, haremos todo lo posible por encontrar a Tiempo y devolverlo sano y salvo. No creo que Spin-O acabase con él. Logró escapar por aquel agujero en el espacio-tiempo.

—Por como lo describes —los interrumpió Eldwen—, entiendo que Tiempo creó un agujero de gusano para huir. El haz de luz que te rodeaba debía de ser energía negativa, y quedaste atrapada en ella.

—¿UN AGUJERO DE GUSANO?

—preguntó Niko—. ¿Qué es eso?

—Si estuvieses sobre una manzana gigante —explicó Quiona—, para ir desde el tallo hasta la base de la manzana, no tendrías otra opción que recorrer la superficie de la apetitosa fruta. Igual que si quisieras ir del polo Norte al polo Sur en la Tierra. Pero si fueses un astuto gusano, podrías agujerear la manzana y atravesarla por el centro mientras disfrutas del banquete.

En el universo, los agujeros de gusano son también atajos que atraviesan el espacio-tiempo y te llevan de un punto a otro, igual que el gusano hace con la manzana. Aunque no es exactamente lo mismo, lo puedes imaginar como si te metieses en un agujero negro y este, en vez de dejarte allí atrapado, se convierte en un túnel que conecta con otro punto del espacio-tiempo.

¡Es un atajo cósmico!

—Puedo imaginarme el agujero en la manzana, pero no en el espacio-tiempo.

—¿Recuerdas cómo se creaba un agujero negro? —le preguntó el hada.

—Sí… —respondió Niko—. Cuando colocamos en el tejido del espacio-tiempo una masa muy grande en un espacio muy pequeño, el tejido se va hundiendo hasta que al final se rompe el espacio-tiempo y creamos el agujero negro.

El hada movió su varita y en sus manos apareció una hoja de papel y un lápiz.

—Te lo mostraré con este ejemplo. Imagínate que quiero llegar desde la parte superior de la hoja hasta abajo de todo.

»Con el lápiz marcó una «x» en la parte superior y otra en la parte inferior. Niko asintió con la cabeza.

—La opción más normal sería recorrer la superficie del papel hasta llegar al punto deseado —prosiguió el hada mientras trazaba con el lápiz una línea recta sobre la hoja que unía las dos «x»—. Pero las ecuaciones de la relatividad general me permiten crear un atajo cósmico.

Quiona volvió a situar el lápiz en la «x» que señalaba el punto de partida. Entonces dobló la hoja, haciendo que las dos cruces quedasen una encima de la otra. Con la punta afilada del lápiz perforó el papel atravesando las dos «x», y declaró:

—¿Lo ves? De este modo puedo llegar a cualquier punto de la hoja mucho más rápido. Pues con el espacio-tiempo sucede lo mismo; puedo hacer un agujero de gusano, doblar el espacio-tiempo y aparecer en cualquier punto.

—Y lo bueno es que puedes aparecer en cualquier lugar del espacio, pero también en cualquier instante del tiempo —añadió Eldwen.

—Y uno de estos atajos es el que usó Tiempo… —añadió Niko mirando directamente a Quiona—. ¿Podemos crear uno de estos agujeros y seguirlo?

—Por mucho que pudiésemos hacer un agujero de gusano, no sabríamos adónde iríamos a parar con el atajo cósmico —suspiró Eldwen resignado—. No tenemos ni idea de adónde se escapó.

—Yo no sé crear agujeros de gusano —dijo el hada cuántica encogiéndose de hombros—, pero creo saber dónde se refugió Tiempo. Antes de quedar suspendida en los restos de energía negativa, oí a Spin-O decirlo en voz alta. Tiempo está en el reino eterno de su hermano gemelo, Espacio.

—Hora, ¿tú sabes dónde está el reino de Espacio? —le preguntó Niko—. ¿Cómo podemos llegar hasta allí?

—Lo siento, amigos, pero ese reino se escapa a mis territorios. Nunca he salido de aquí.

Los tres amigos se miraron sin saber cómo proceder, hasta que Niko tomó la decisión:

—Pues no dudemos más. Quiona, si estás recuperada, volvamos a la entrada del reino de Tiempo. Allí nos esperan los gemelos EPR con su zepelín. Contactaremos con Zen-O o con Kronos. Seguro que ellos saben cómo llegar hasta Espacio.

Hora dio un silbido y al momento se dividió en 60 minutos, y los minutos se deshicieron en sus respectivos segundos. En menos que te atraviesa un neutrino, la plaza estaba llena de aquellos ruidosos seres que corrían en todas direcciones.

Segundo se acercó a los tres amigos:

—Nosotros os llevaremos hasta la entrada del reino eterno de Tiempo. Es hasta donde podemos llegar, pues no nos está permitido salir de aquí. Pero antes… —El pequeño ser se acercó a Quiona y le dijo—:

YA HE RESUELTO TU ENIGMA: PUEDO TRANSPORTAR AGUA EN UN COLADOR SI ESTÁ CONGELADA.

El hada sonrió y le plantó un sonoro beso en la mejilla.

Niko refunfuñó a su lado:

—En realidad se lo chivó Eldwen, no cuenta.

Segundo le lanzó un estridente trompetazo en la cara, y Quiona y Eldwen se echaron a reír.

Los segundos se organizaron para alzar a los tres viajeros en sus espaldas. Luego emprendieron a toda velocidad el camino hasta la puerta por la que habían entrado al reino eterno de Tiempo.

—Yo también he resuelto tu enigma —le dijo Niko por lo bajini a su hada—.

EL QUE ME DEJASTE EN EL CRÍPTEX. LOS TRES REGENTES SON EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO. Y ENTRE LOS TRES FORMAN EL TIEMPO, ¿VERDAD? AUNQUE POR LO POCO QUE HE ENTENDIDO SOBRE EL TIEMPO, LOS TRES EXISTEN, TODOS ESTÁN AHÍ.

—Así es… —le respondió Quiona con afecto—.

El enigma iba sobre la percepción humana del tiempo. La ilusión de que el pasado se fue, el futuro está por llegar y el presente ya está aquí.

Quiona se acercó para darle su premio, pero, justo entonces, los segundos los interrumpieron, rompiendo la magia del momento:

—¡Ya hemos llegado! —anunciaron.

Estaban en la torre del reloj, frente a la gigantesca esfera donde las dos espirales estaban a punto de coincidir anunciando una sincronicidad.

Aquella era la otra cara del reloj del Big Ben que daba a Londres, donde los gemelos EPR los debían de estar esperando con su zepelín.

Eldwen, Quiona y Niko se despidieron de los segundos.

—En cuanto halléis a Tiempo —les dijo Segundo—, su eternizador lo ayudará a recuperar fuerzas. Eso es lo único que debéis hacer. Llevarle ese pequeño reloj.

—¡Así lo haremos! —le prometió Niko—. Muchas gracias por vuestra ayuda. Nos vemos en poco tiempo… espero.

Eldwen abrió la puertecita que conectaba el reino eterno de Tiempo con el mundo clásico, pero al asomarse se encontró con una inesperada sorpresa…

Al otro lado no los esperaban los gemelos ni el zepelín ni siquiera la torre del Big Ben.