19 EL DETECTOR DE BOMBAS DE ELITZUR-VAIDMAN

Niko se estiró como un gato para desperezarse antes de abrir los ojos. Había tenido un sueño maravilloso en el que Quiona y él flotaban en la inmensidad del cosmos, rodeados de estrellas y polvo estelar. Se resistía un poco a salir de ese estado de trance, pues al abrir los ojos tendría que enfrentarse de nuevo a su misión:

encontrar a Tiempo, restaurar el orden del tiempo de sus mundos preferidos y aplacar las intenciones de Spin-O de hacerse con los eternizadores para convertirse en amo y señor del multiverso. ¡Ahí es nada!

El susurro de Quiona le hizo más amable la tarea de volver a la vigilia:

—Buenos días, dormilón…

Eldwen apareció en ese momento. Estaba zampándose una empanada protónica.

—Si tardáis mucho más, no quedará nada de desayuno —los amenazó el elfo—. El cansancio pasa factura… Eso os ocurre por haber estado ayer contemplando las estrellas hasta tarde en vez de venir a dormir, tortolitos.

Niko se puso más rojo que una supernova. Se apresuró a levantarse y se dirigió a la cocina-comedor, donde Rovi-Ra había dispuesto manjares para que desayunase todo un ejército.

—Espero que hayáis comido bien —dijo la anciana, que apareció de repente por una entrada posterior—. Tenemos que ponernos manos a la obra. Hoy será un día intenso.

Rovi-Ra tomó una lámpara de aceite y les pidió:

—¡Seguidme! Iremos a la parte superior de las minas, donde está toda la dinamita y los aparatos para construir nuestro detector.

Los tres amigos fueron tras la anciana que, como de costumbre, se movía por los túneles de la cueva con una agilidad asombrosa para su edad.

No tardaron en llegar hasta una amplia cueva. En sus paredes se intuían pequeñas excavaciones cerradas con puertecitas de madera. Eran la versión cavernícola de los armarios de una casa normal.

—Aquí tenemos todo lo necesario para construir la máquina, aparte de tu medallón de las cuatro fuerzas, Niko. Llegado el momento, necesitaré que le pidas a tus amigos los fotones que nos ayuden a discernir las bombas buenas de las malas.

—Pero si entendí bien lo que dijiste ayer… basta con un solo fotón para detonar una bomba, ¿es seguro lo que vamos a hacer? —preguntó alarmado Niko—. ¿No estallaremos todos por los aires?

—Utilizaremos la propiedad de la dualidad onda-partícula y un interferómetro para que eso no pase, amigo mío.

Niko no tenía ni idea de a qué se refería, pero sacó el medallón de su bolsillo, listo para cuando Rovi-Ra le diese instrucciones. Solo recordaba que en el mundo cuántico, los fotones de luz, los electrones, los quarks y las demás partículas que existen pueden comportarse también como ondas, y no solo como las pequeñas canicas que eran las partículas. Eso lo había experimentado al llegar al final del laberinto que daba acceso a Shambla, en su primer viaje al mundo cuántico. Pero no era capaz de ver como eso los iba a ayudar con su detector de bombas.

—Después —prosiguió la anciana con su lista—, necesitaremos dos espejos y dos divisores de haces.

Rovi-Ra sacó una caja vieja llena de espejos y láminas del tamaño de un teléfono móvil.

—¡Oh, ya lo veo! —dijo Eldwen entusiasmado—.

¡Vamos a montar un interferómetro de Mach-Zehnder!

—Unos cuantos… Inevitablemente, y si lo hacemos bien, algunos de ellos explotarán.

Niko miraba a Eldwen y Rovi-Ra con la boca abierta. Se había perdido completamente, pero Quiona acudió al rescate:

—UN DIVISOR DE HACES ES UN ESPEJO SEMITRANSPARENTE. LO QUE CONSIGUES CON ÉL ES DIVIDIR UN RAYO DE LUZ EN DOS. LA MITAD DE LA LUZ ES TRANSMITIDA, Y LA OTRA MITAD, REFLEJADA. ES DECIR, EL 50 POR CIENTO DE LOS FOTONES PASAN A TRAVÉS Y EL OTRO 50 POR CIENTO REBOTAN.

Para ilustrar su explicación, Quiona tomó una de las dos láminas semirreflectantes, como las había llamado Rovi-Ra, y con su varita creó un haz de luz. Al llegar a la lámina, parte del haz de luz se reflejó como si fuese un espejo, pero otra parte del haz pasó a través de él como si se tratara de un cristal.

—Ya veo, es medio cristal, medio espejo —dijo Niko—. Por eso se llama divisor de haz: del rayo original se crean dos al pasar por él.

—¡Así es! —prosiguió el hada contenta—. Y el interferómetro lo construiremos haciendo que estos dos haces que salen del divisor se reflejen cada uno en un espejo. Estos espejos estarán colocados de un modo especial, para que la luz que se refleja en ellos vuelva luego a encontrarse en un punto, y ahí es donde pondremos el segundo divisor de haces.

—Me he perdido en la mitad del camino —dijo Niko.

—Mejor será que lo veas tú mismo.

El hada colocó los espejos y las láminas creando un circuito cerrado, y de su varita salió un rayo de luz que lo iluminó totalmente.

—Como puedes ver, al comportarse la luz como una onda, cuando el haz pasa por el divisor, la mitad se irá por el camino de abajo, y la otra mitad, por el de arriba. A la salida se juntan los dos caminos y se produce lo que en física llamamos interferencia. Eso es lo que podremos medir: una onda de luz que sale del aparato. Puedes imaginarlo como un río que se divide en dos para volver a unirse.

Niko asintió con la cabeza, pero se temía que la explicación no había acabado. Tal y como sospechaba, Quiona prosiguió:

—Lo interesante aquí es que no vamos a utilizar un haz de luz, sino un solo fotón. ¿Qué crees que hará la pequeña partícula cuando se encuentre con el divisor de haces? ¿Qué camino seguirá?

Niko reflexionó durante unos segundos antes de plantear su solución:

—Es una partícula cuántica, así que puede seguir los dos caminos a la vez, ¿está ahí el truco? Pero, si solo hay un fotón, ¿qué pasará a la salida?

—Has empezado bien —le respondió Eldwen—: el fotón, cuando se encuentre con que puede escoger entre dos caminos… entrará en superposición y seguirá los dos, como si fuese una onda. A la salida, el fotón interferirá como si chocase consigo mismo comportándose como una onda, exactamente igual que el haz de luz.

—¡Eso es bien raro! —insistió Niko.

—Pues no es lo más interesante —añadió Quiona—. Ahora viene cuando colocamos una de nuestras bombas en el camino de arriba. ¿Qué dos opciones tenemos para los detonadores?

—Que la bomba sea una de las que no funcionan —dijo Niko muy inquieto, pues no le apetecía presenciar una explosión en aquella claustrofóbica cueva.

—Si es defectuosa, la bomba será transparente a la luz, así que para el fotón sería igual que si no hubiese nada en ese camino. Por lo tanto, ¿qué ocurrirá a la salida?

—Cuando lo midamos, el fotón se habrá comportado como una onda, ha ido por los dos caminos, igual que el haz de luz —respondió Niko animado.

—¡Muy bien! —celebró Quiona—. ¿Y la otra opción?

—Que la bomba sí funcione.

—Ahora las normas del juego cambian radicalmente —dijo misteriosa Quiona—. Al poner la bomba que funciona se destruye la superposición y el fotón ya no puede escoger los dos caminos a la vez. Así se ve obligado a elegir uno de los dos trayectos:

el camino de arriba o el de abajo.

—El fotón ya no será una onda, sino una partícula —interrumpió Eldwen—. Si escoge pasar por arriba…

—No nos servirá de mucho, habremos perdido esa bomba —dijo Niko.

—Cierto —respondió Quiona—, pero si pasa por abajo, cuando salga se comportará como una partícula y no como una onda, y esa diferencia la podremos medir. Así pues, si a la salida nos encontramos que el fotón es una onda, sabemos que la bomba no funciona, pues ha pasado por los dos caminos. En cambio, si lo que llega a la salida es una partícula, sabremos que la bomba es de las buenas.

—De acuerdo —aceptó Niko—. Creo que más o menos te he seguido, pero sigue pareciéndome raro.

El hada suspiró y, cambiando radicalmente de tema, soltó:

—SE CUENTA QUE HUBO UN DIRECTOR DEL CIC QUE QUERÍA DESHACERSE DE SU JEFE DE INVESTIGACIÓN, PERO NO ERA LO SUFICIENTEMENTE VALIENTE NI HONESTO PARA PLANTARLE CARA. UN BUEN DÍA LO LLAMÓ A SU DESPACHO, PUSO DOS PAPELES EN UNA BOLSA Y LE DIJO: EN UNO DE LOS PAPELES PONE «DESPEDIDO» Y EN EL OTRO «SIGUES EN EL PUESTO», EL PAPEL QUE ESCOJAS DECIDIRÁ TU SUERTE.

EL INVESTIGADOR SABÍA QUE EL DIRECTOR ERA UN TRAMPOSO Y RÁPIDAMENTE ENTENDIÓ QUE HABÍA ESCRITO «DESPEDIDO» EN LAS DOS PAPELETAS. A PESAR DE ESO, CONSIGUIÓ MANTENERSE EN SU PUESTO DE INVESTIGADOR PRINCIPAL.

¿CÓMO LO CONSIGUIÓ?

Niko lo miró sorprendido. Los enigmas de Quiona conseguían desconcertarlo siempre.

Eldwen, intentando darle una pista a su amigo, le hacía símbolos raros, como si se estuviese tragando algo imaginario.

Al ver la cara de póker de Niko, decidió responder por él:

—¡Es obvio! El investigador cogió uno de los dos papeles al azar, y sin mirarlo siquiera, se lo tragó. Entonces le dijo al director que sacase el papel que quedaba. A regañadientes, el director mostró el papel que había quedado con la palabra «despedido», y tuvo que aceptar que el papel que había escogido el investigador y se había tragado debía llevar escrito «sigues en el puesto».

Quiona, ante la sorpresa de Niko y Eldwen, le plantó un beso al elfo en la mejilla.

Rovi-Ra, que los observaba sonriendo, los apremió:

—Me encanta veros resolver distintos nudos gordianos, pero será mejor que nos pongamos a construir unos cuantos de estos interferómetros y empecemos a discernir las bombas buenas de las defectuosas.

Acto seguido, sacó cuatro cajas blindadas.

—Meted aquí los interferómetros, así si las bombas explotan, no os harán daño.

Los cuatro se pusieron manos a la obra, cada cual a construir su propio interferómetro. Una vez montados dentro de la caja oscura, Niko llamó a los fotones, que estaban impacientes por formar parte del experimento.

La mayoría de las veces, de los cuatro interferómetros solo pudieron aprovechar una de las bombas. El proceso era un poco lento pero, al menos, era fiable.

Tras un buen rato repitiendo el mismo proceso, Rovi-Ra anunció:

—Creo que con estas bombas tendremos suficiente. Ya podemos adentrarnos en las entrañas del volcán.