20 PARA IR DEL DERECHO,

Rovi-Ra tomó la delantera adentrándose en una de las minas que descendía vertiginosamente hacia las profundidades del volcán. A su ágil paso había que añadirle la dificultad añadida de que avanzaban en total oscuridad, para no detonar la dinamita que llevaban con ellos.

Niko se agarraba de la camiseta de Eldwen para no perderse por el oscuro camino, mientras Quiona, tras él, le agarraba por los hombros. Justo se preguntaba cómo conseguiría Rovi-Ra ver algo en aquella negrura cuando se dio un tortazo contra Eldwen. En menos de un segundo, Quiona chocaba contra él.

Rovi-Ra se detuvo y dijo:

—Niko, necesitamos un fotón. ¿Puedes llamar a uno de tus amigos?

Dicho y hecho, gracias al medallón de las cuatro fuerzas, apareció un fotón impaciente por participar en esta aventura. Por su fugaz presencia, Niko pudo apreciar las paredes del túnel, que eran de piedra oscura. Frente a ellos, un desprendimiento les había cerrado el paso, pero la anciana estaba ya colocando una bomba buena en su lugar.

El fotón hizo su trabajo y se dispuso a detonar el artefacto.

Niko se cubrió el rostro temiendo que la explosión fuese peligrosa, pero en vez de romperlo todo, aquella

peculiar bomba creó una burbuja que se fue expandiendo hasta adquirir el tamaño de una lavadora, tragando todo lo que había en su camino hasta desaparecer. Con su voracidad, se había zampado las rocas que les impedían avanzar.

Habían repetido la misma operación unas siete veces, cuando Niko percibió que ya no descendían hacia la base del volcán. Debían de estar cerca. ¡Y así era!

Llegaron a una estancia muy amplia, pero Niko no podía ver nada. Y no por culpa de la oscuridad, sino porque una intensa luz lo había cegado.

Pasó un tiempo hasta que sus ojos se adaptaron a la claridad. Dirigió entonces su mirada hacia arriba y distinguió el cráter al final del conducto del volcán, e incluso un trozo de cielo azul.

Niko avanzó un par de pasos para contemplar mejor aquel espectáculo, pero Quiona lo agarró con firmeza.

—NO CREO QUE QUIERAS DARTE UN BAÑO AHÍ…

—dijo con sarcasmo el hada.

Afortunadamente, su amiga lo había atrapado antes de que cayera en una piscina de lava… ¿O no era lava aquello que borbotaba en el corazón del volcán?

—Aquí está —anunció Rovi-Ra—, la materia negativa que se crea en el centro de la montaña.

En lugar de calor, aquella piscina de líquido viscoso desprendía frío. En aquel fluido denso y oscuro, pequeños hilos fluorescentes de distintos colores le daban un toque exótico.

La anciana se acercó a la orilla y empujó el líquido hacia abajo con la mano. Para sorpresa de los tres amigos, un trozo de aquella materia se elevó en dirección opuesta a la que había sido empujada.

—¡ATÓMICO!

—exclamó Eldwen—.

LA MASA NEGATIVA VA EN LA DIRECCIÓN OPUESTA A LA QUE LA EMPUJAS. A MI PADRE LE CHIFLARÍA ESTAR AQUÍ…

Rovi-Ra acercó el trozo de masa negativa hacia donde se encontraba Niko, que le preguntó:

—¿Puedo cogerla?

La sensación era tan extraña como divertida. En vez de aguantarla por abajo, para que no cayese, tenía que contenerla desde arriba y empujarla hacia la derecha para que se desplazase hacia la izquierda. ¡Había que hacerlo todo al revés! Su textura era entre líquida y espesa. Nunca había tocado nada parecido.

—Si ya has jugado suficiente… —dijo Quiona, que se divertía viendo a su amigo hacer piruetas—. ¡Podemos ir pensando en salvar los multiversos! El reino de Espacio nos espera.

—¿Cómo creamos ahora un agujero de gusano? —pregunto Eldwen a la anciana.

—Esa parte no me concierne a mí, sino a Niko. La masa negativa lo hará lo suficientemente estable como para que podáis viajar a través del agujero de gusano.

El aludido los miró atónito, y un trozo de materia oscura cayó sobre sus zapatos.

—¡El amuleto! —le dijo la anciana al ver que no reaccionaba—. Necesitamos ayuda de la fuerza gravitatoria. Ella creará las condiciones para hacer un agujero de gusano.

Sin más demora, Niko invocó al joven espectro negro, que acudió feliz como siempre a ayudar a sus amigos.

—De acuerdo —dijo solemnemente el espectro antes de desaparecer—. Transmitiré el mensaje a mi dama y le pediré ayuda para crear el agujero de gusano. Estaré aquí antes que podáis decir gravitón tres veces.

Y así fue.

El espectro negro reapareció acompañado por cinco más como él, que daban verdadero miedo. Niko recordó las veces que había tenido que enfrentarse a algunos de ellos y se le puso la piel de gallina.

El más joven se acercó a Rovi-Ra y le explicó:

—Entre nosotros cinco, y con las instrucciones que nos ha dado nuestra dama, crearemos el agujero de gusano. Tendrás que utilizar la masa negativa, pues nosotros no tenemos el poder de estabilizarlo para que puedan pasar ellos tres.

Luego se dirigió a Niko.

—Por lo que nos ha dicho, tú serás quien se encargue de dirigiros al destino correcto.

—¿Yo? —preguntó asombrado—. ¿Y cómo se supone que se hace eso?

—A mí no me preguntes —respondió el espectro encogiéndose de hombros—. Tú eres el unificador de las cuatro fuerzas, el portador del amuleto. Tú sabrás…

Niko abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiese decir nada, el espectro y sus hermanos ya estaban manos a la obra. Dispuestos en círculo, entre los cinco se movían a toda velocidad, deformando así el tejido del espacio-tiempo hasta crear un pequeño agujero. Con aquel movimiento, y pese a estar dentro de la cueva, se formaron grandes corrientes de aire que subían por la chimenea del volcán, creando un pequeño tornado.

—¡Ahora! —gritó el espectro negro desde algún lugar de aquel agujero.

Rovi-Ra recibió el mensaje y lanzó dentro del agujero la materia negativa, que bordeó su superficie.

—Esto debería bastar para estabilizarlo —gritó la anciana—.

NO TENEMOS MUCHO MÁS TIEMPO,
¡TENÉIS QUE ENTRAR YA!

Niko fue el primero en aventurarse. Al fin y al cabo, debía ser él quien dirigiese el agujero de gusano, aquel atajo cósmico, hasta el reino eterno de Espacio.

Igual que había hecho cuando se teleportó hasta Kronos y luego al universo de bolsillo, Niko fijó su pensamiento en Tiempo y en Espacio. No había nada que quisiese más que encontrarse finalmente con ellos.

Aunque no los podía ver, sintió cómo Eldwen y Quiona lo seguían. También ellos habían saltado al agujero de gusano.

Niko esperaba reconocer la sensación de adentrarse en el agujero de gusano. Al fin y al cabo, no debía de ser muy distinto del agujero negro que había cruzado al finalizar la senda de la gravedad para llegar hasta el reino de Decoherencia. Pero enseguida se dio cuenta de las diferencias… Además de notar el empujón invisible que le hizo perder la orientación de dónde estaba el suelo y dónde el cráter del volcán, aquel viaje era más acelerado que el anterior.

Ni siquiera le hizo falta el traje de astronauta que había utilizado la última vez para poder respirar, pues en menos que se dice quark, otro empujón los expulsó del agujero de gusano.

Niko cayó de bruces, y encima de él aterrizaron primero Quiona y luego Eldwen.

Cuando logró levantarse, vio las cuatro peludas patas contra las que había chocado.