21 PLANIVERSO

Asustado, Niko levantó la vista para distinguir a la criatura que tenían delante. Se trataba de una mezcla entre centauro y esfinge. Su cabeza, torso y brazos eran aparentemente humanos, pero estaban unidos a un cuerpo de león de pelaje blanco. Sus grandes y peludas patas retrocedieron unos pasos ante los tres amigos. Entonces vieron el largo cuerpo, que terminaba en una cola larga con un penacho de pelo negro.

Su rostro humano tenía una expresión amable que provocaba aún más desconcierto. Volvió sus ojos almendrados hacia Niko y dijo:

—Resolved mi acertijo y demostrad que sois dignos de este reino:

Siempre me encuentro entre la tierra y el cielo. Me gusta estar a distancia, y si intentas acercarte, me alejaré.

Quiona respondió sin dejar ni un segundo a los otros dos para pensar:

—¡EL HORIZONTE!

Aquella extraña criatura sonrió y, asintiendo con la cabeza, añadió:

—Bienvenidos al reino de Espacio, ¿qué os trae por aquí?

Niko alargó su brazo con timidez hacia la criatura para presentarse:

—Perdona que irrumpamos así en tu reino. Soy Niko, un humano, y venimos en busca de Tiempo para acompañarlo de regreso a su reino y restaurar el tiempo, que en nuestro universo parece haberse vuelto loco.

—Encantado, humano —respondió divertida la criatura mientras encajaba su mano con la de Niko—.

Pero siento decirte que este no es mi reino. No soy uno de los Eternos… Mi nombre es Apolo y mi misión consiste en vigilar que el espacio, el tejido del que están formados los infinitos universos, esté en condiciones.

Con un movimiento de su brazo, hizo que unas pantallas flotantes aparecieran frente a ellos. Al desplazar su mano, imágenes de los distintos universos empezaron a pasar a una velocidad frenética. ¡Aquello era un catálogo cósmico!

—Atómico… —dijo Eldwen con asombro—. ¿Cómo puedes vigilar infinitos universos? ¡Me parece una tarea imposible!

—Imposible para vosotros, que tenéis una mente finita. Por eso no podéis comprender ni apreciar el infinito.

—¡Yo entiendo el infinito! —protestó Eldwen, tocado en su orgullo.

—Quizá su concepto… pero no puedes vivirlo —sentenció Apolo—. Vuestros sentidos os crean ciertas limitaciones. No podéis experimentar el infinito, del mismo modo que estáis destinados a percibir solo tres dimensiones espaciales, además de la temporal, claro está.

—¿Qué quieres decir con eso de que solo apreciamos tres dimensiones? —lo interrumpió Niko.

Quiona entró en la conversación:

—LAS TRES DIMENSIONES ESPACIALES SON ALTO, ANCHO Y LARGO. SI LE SUMAS EL TIEMPO, RECUERDA QUE EL ESPACIO Y EL TIEMPO ESTÁN UNIDOS, ENTONCES VIVIMOS EN UN UNIVERSO DE CUATRO DIMENSIONES. PERO NO NOS PODEMOS ENTRETENER, RECORDAD QUE ESTAMOS AQUÍ CON UN PROPÓSITO: ¡DEVOLVER A TIEMPO A SU REINO!

Luego se dirigió con su encantadora sonrisa a la esfinge para pedirle:

—¿Serías tan amable de indicarnos cómo podemos llegar hasta Espacio? Creemos que su hermano Eterno, Tiempo, está con él y malherido. ¡Queremos ayudar!

—Por supuesto —dijo solemnemente Apolo—, pero antes tenéis que pagar un precio.

El hada asintió solemne. Estaban dispuestos a pasar la prueba que fuese necesaria.

—Sin luz no existo, pero si me iluminas, me muero

—dijo aquella criatura singular.

El precio no era más que otra adivinanza.

—¡Lo tengo! —respondió el elfo después de que los tres amigos reflexionasen unos minutos—. Es la sombra.

—Muy bien, sois muy rápidos. Pero antes de partir —dijo Apolo satisfecho mirando a Quiona—, tengo la obligación de corregir el error que le has contado a tu amigo humano:

el universo del que venís no tiene solo cuatro dimensiones.

—Lo imaginaba —se disculpó ella—, pero cuatro son las que nosotros podemos percibir.

Niko escuchaba sorprendido. Había seguido a la perfección la explicación de Quiona de las cuatro dimensiones teniendo en cuenta el tiempo. Al fin y al cabo, era lo que estaba acostumbrado a vivir en su día a día, incluso dentro del extraño mundo cuántico.

—Hay ciertas teorías sobre nuestro universo —le explicó Eldwen al ver su expresión de desconcierto— que dicen que vivimos, no en cuatro dimensiones, ¡sino en once!

Así es la llamada teoría de cuerdas.

—¿Teoría de cuerdas? —preguntó el joven mirando atónito a Quiona y Eldwen.

—Es algo que no se ha demostrado todavía —respondió ella—, pero muchos científicos, tanto de tu mundo como del nuestro, han llegado a esa conclusión matemáticamente. Lo que dicen es que las partículas fundamentales, las que ya conoces, están en realidad formadas por pequeñas cuerdas. Son muchísimo más pequeñas que los quarks, los electrones o los gluones. Tendrías que ir hasta los tamaños de Planck para poder verlas.

Niko recordó su viaje más allá de las dimensiones de Planck, pero no le pareció ver nada allí parecido a esas cuerdas de las que hablaba el hada.

—SUCEDE IGUAL QUE CUANDO TOCAS LA CUERDA DE UN VIOLÍN; DEPENDIENDO DE DÓNDE PONES EL DEDO SURGE UNA NOTA U OTRA

—continuó Quiona—.

COMO SI DE UNA SINFONÍA CÓSMICA SE TRATASE, LA TEORÍA DE CUERDAS DICE QUE SEGÚN CÓMO VIBRAN ESTAS CUERDAS, ENTONCES APARECE UNA PARTÍCULA U OTRA: UN FOTÓN, UN QUARK, UN ELECTRÓN...

—¿Y qué tiene que ver esta orquesta cósmica llena de cuerdas con las dimensiones extra de las que habláis? —preguntó Niko.

—Para que matemáticamente funcione —afirmó el elfo—, estas cuerdas deben vivir en un universo, no de cuatro, sino de once dimensiones.

—Es divertido cómo los habitantes de los distintos universos os inventáis teorías para justificar aquello que simplemente es —dijo la esfinge—. Pero me ha gustado escuchar tu explicación musical.

—Así pues —dijo Quiona, dedicándole una sonrisa encantadora a Apolo—, ¿nos ayudas a encontrar a Espacio y Tiempo?

—¡Por supuesto! Estoy vigilando de cerca el tejido del espacio-tiempo de vuestro universo, y veo que se está estropeando cada vez más. Me temo que pueda llegar a desgarrarse, o incluso que esta anomalía se expanda a los demás universos. ¡Y eso no puedo permitirlo! Subid, os llevaré en presencia de mi amo y su hermano.

La criatura dobló sus grandes patas delanteras, invitando a los tres amigos a subir a su lomo.

Niko trepó el primero, seguido de Quiona, que utilizó sus alas para colocarse tras el humano. Con la ayuda de los otros dos, Eldwen consiguió torpemente montar en el alargado cuerpo del león.

—¡Agarraos fuerte! —les gritó la esfinge antes de que le surgiesen en el lomo unas grandes alas de águila con plumas blancas y las batiese para emprender el vuelo—.

Antes de llegar a nuestro destino, haremos una parada en un universo especial… Os será útil para comprender que pueden existir más dimensiones que las cuatro que conocéis, aunque no las podáis ver ni experimentar.

Con un movimiento de brazos, la criatura de pelaje blanco situó una de las pantallas flotantes frente a ellos, y, sin más, se lanzó hacia ella hasta atravesarla.

Entrar en otro universo, a través de las pantallas de Apolo, tenía un efecto electrizante. A Niko se le pusieron los pelos de punta, igual que cuando jugaba en casa a rozar un globo con la cabeza para crear electricidad estática.

Durante unos minutos estuvieron flotando en la más inmensa oscuridad. Los tres amigos guardaban silencio, aferrados a la suave crin de aquel ser fabuloso.

A lo lejos vislumbraron lo que Niko creyó que era un sistema solar parecido al de la Tierra, pero con una peculiaridad: en vez de esferas, tanto el sol como los planetas que orbitaban a su alrededor eran discos planos.

—Haremos una rápida parada en este mundo —les dijo Apolo con su profunda voz mientras los dirigía hacia el quinto de los planetas planos que orbitaban la estrella-disco.

A lomos de Apolo, se adentraron en aquel planeta plano hasta llegar a lo que debía de ser una de las ciudades principales.

Era insólito presenciar aquella escena cotidiana. Desde arriba podían ver las siluetas en dos dimensiones de los habitantes de aquel planeta plano. Algunos ciudadanos paseaban por un parque, mientras otros conducían por sus calles de dos dimensiones.

—Los habitantes de este planeta solo experimentan dos dimensiones espaciales —explicó Apolo—. Su vida transcurre en este disco plano.

—Tiene que ser como vivir en un cuadro —dijo Niko divertido—. Solo pueden moverse a lo largo y ancho, pero no a lo alto, como nosotros. ¡Qué rollo vivir con tantas limitaciones! Nunca sabrán lo que es una esfera, un cubo o una pirámide. Solo ven círculos, cuadrados y triángulos.

—Lo mismo pensaría un habitante de este universo plano si, como a vosotros, lo llevase a Liniverso: un universo en el que sus habitantes solo experimentan una dimensión.

—Apolo sonrió con benevolencia—. Y lo mismo pienso yo de ti, que solo puedes ver tres dimensiones espaciales y una temporal. Que no podamos ver determinadas dimensiones no significa que no existan. Esto es una lección muy útil para la vida: hay que desafiar las ideas preestablecidas si no queremos vivir limitados por un pensamiento único, basado en verdades temporales que se van agrietando.

Niko, Quiona y Eldwen escuchaban con gran atención a aquella sabia criatura.

—Ahora debemos seguir nuestro camino —les anunció—. ¡Agarraos fuerte!

Debieron de atravesar una veintena de universos distintos, pues Niko sintió sus electrizantes efectos todas y cada una de las veces, hasta que finalmente Apolo tomó tierra con sus poderosas patas.

Por fin, allí estaban los dos hermanos.

Un atisbo de claridad al final del tobogán los preparó para la llegada inminente.