Sentado en su despacho del CIC, el rostro de Anred reflejaba una mezcla de miedo e ira.
Frente a él, Spin-O le estaba dando una buena reprimenda:
—¿Cómo puede ser que se te escapase? ¡No era más que un anciano malherido, inútil!
—Fue culpa de ese entrometido niño humano… —intentaba justificarse el director del CIC.
—Dime al menos que conseguisteis sonsacarle la información que necesito. ¿Contó algo sobre el reloj de bolsillo que estoy buscando?
—No —se justificó Anred mientras retorcía sus manos nervioso y cabizbajo—. Pero hemos capturado a alguien que quizá pueda ayudarnos…
Presionó un botón y dio la instrucción a uno de sus guardas para que trajese a la prisionera.
A Eldwen se le escapó un grito ahogado al ver a Irina entrar maniatada en el despacho. Iba custodiada por dos agentes. No parecía herida, pero sí muy asustada al ver a Anred y Spin-O.
El director del CIC se levantó para colocarse inquisitorio frente a ella:
—Sabemos que formas parte de la resistencia liderada por Zen-O. No sé qué mentiras te habrá contado, pero estoy seguro de que, con tu buen historial y posición en esta institución, no querrás ponerte en contra del CIC. Tienes ante ti una segunda oportunidad, chiquilla. Ahora dinos, ¿dónde están Zen-O y Kronos?
—No soy yo la que está traicionando al CIC, sino tú —le espetó la elfa con orgullo—. No voy a contarte nada, puedes hacer conmigo lo que quieras.
Los ojos de Anred se salieron de órbita, llenos de furia.
—¡TÚ LO HAS QUERIDO, ESTÚPIDA! ¡PASARÁS EL RESTO DE TUS DÍAS EN UNA CELDA DE AISLAMIENTO!
—Esta no es manera de tratar a nuestra invitada —dijo Spin-O con una suavidad tan fingida como aterradora, mientras se acercaba a Irina.
»A mí sí me contarás todo lo que necesito... quieras o no.
Spin-O sacó de su cinto algo parecido a un látigo.
La elfa dio un paso atrás, pero los soldados la retuvieron.
Al desplegarlo, pudieron apreciar que aquel no era un látigo corriente. La cuerda estaba fabricada con hebras de oro y plata, y el polvo de estrellas primigenias brillaban a todo lo largo, otorgándole un brillo inusual.
Irina contempló asustada aquel instrumento asombroso mientras Spin-O la rodeaba con él.
—Es su eternizador, ¿verdad? —preguntó Quiona a Entrelazamiento.
El anciano asintió con la cabeza.
—No necesita más que entrelazarse con ella para saber todo lo que ella sabe, incluso lo que no tiene conciencia de saber. Todo eso está ahora al alcance de Spin-O.
El hermano de Zen-O soltó una escalofriante carcajada antes de dirigirse a Anred.
—¡Ingenioso! Dlanod ha construido un universo de bolsillo. Sé dónde está la entrada. Mientras esté entrelazado con Irina, podré atravesarla sin resistencia. Convoca a tus mejores agentes, Anred, atacaremos hoy mismo.
—¿No es un poco precipitado? Quizá si lo preparamos con más tiempo… Dlanod es el mejor científico que jamás ha tenido el CIC, y si es cierto que con él están Kronos y Zen-O…
—¡Necesito el objeto que posee Kronos lo antes posible! —dijo Spin-O para zanjar la cuestión.
Con otro movimiento de manos, el Eterno hizo desaparecer la imagen, dejando a Eldwen, Quiona y Niko en un gélido silencio.
—Mucho me temo que ha llegado la hora de separarnos —dijo Niko, y a continuación le preguntó a Entrelazamiento—: ¿Podrías llevarnos a sitios distintos?
El anciano asintió sin perder la serena sonrisa de su rostro.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Quiona.
—¡No hay tiempo que perder!
Debemos formar dos grupos; uno rescatará a Irina y la liberará del hilo de Entrelazamiento. Así Spin-O no podrá atravesar el universo de bolsillo donde están refugiados nuestros amigos. El otro debe ir a advertir a Zen-O y al resto de que los han descubierto. Desde allí elaboraremos un plan para dar con Simetría antes que nuestro enemigo.
—Yo iré en busca de Irina —se ofreció Eldwen con determinación—. Intentaré rescatarla y llevarla al refugio lo más rápidamente posible. Así podré añadirme de nuevo a la misión.
—Siento que tampoco yo te podré acompañar a avisar a Zen-O —intervino Quiona—. Debo ir a Shambla. Los ancianos tienen influencia en el CIC, mucho más de lo que el director cree… Les haré saber que Anred se ha aliado con Spin-O y les pediré que intervengan. Pero si Spin-O sigue contando con la ayuda de todo el CIC, ¡entonces estamos perdidos!
—¿Te harán caso? —preguntó con dudas Niko—. Por lo que sé, ellos no interfieren nunca en la política del mundo cuántico.
—Haré que me escuchen —respondió el hada con rotundidad—. Por otro lado, Niko, no estoy segura de que lo mejor sea que vayas tú a advertir a Zen-O y Kronos. Spin-O está buscando el eternizador de Tiempo y aún cree que lo tiene Kronos.
SI DESCUBRE QUE TÚ POSEES DOS, EL DE TIEMPO Y EL DE DECOHERENCIA, ¡PUEDE SER PELIGROSO PARA TI!
Niko sopesó las palabras de Quiona y puso los dos objetos sobre la mesa. Entonces miró a Entrelazamiento y le propuso:
—Deberían quedarse aquí. Estarán más seguros con un Eterno que conmigo.
—Todavía no lo percibes, ¿verdad? —respondió el anciano—.
Estos objetos quieren estar contigo, ¡lo están diciendo a gritos! Ese es, de momento, su lugar y es contigo con quien deben quedarse.
Niko sabía que era inútil discutir con el Eterno. Su complejo modo de entender las cosas todavía se le escapaba, pero al fin y al cabo, le llevaba años de delantera en cuanto a experiencia.
—Veo que ya tenéis claros vuestros destinos —concluyó Entrelazamiento—. Y ha llegado el momento de dejar mi reino. Daos la mano y cerrad los ojos.
Quiona miró con preocupación a Niko, pero, resignada a aceptar el destino del elegido, se dispuso a hacer un corro entre los tres amigos y el Eterno.
Un cosquilleo agradable atravesó sus cuerpos, y antes de abrir los ojos, la voz de Entrelazamiento resonó en sus mentes:
«Cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido.»
Al abrir los ojos, Niko se encontró en un entorno familiar, pero la tensión podía cortarse con cuchillo.