29 NOETHER

Solo estaban ellos dos frente a frente. La expresión de Spin-O, alzado ante Niko, había cambiado. No reflejaba un ápice de crispación ni de nerviosismo.

«YA SE DA POR GANADOR DE ESTA GUERRA

—pensó Niko—,

PERO NO SE LO VOY A PONER TAN FÁCIL.»

—Si he de caer —expresó entonces en voz alta—, será luchando. ¡No te llevarás los eternizadores fácilmente!

Del medallón de las cuatro fuerzas, bien aferrado en su mano, surgió entonces una fuerte luz. Los bosones y la esencia de agujero negro aparecieron a su lado.

—Y no lucharás solo —añadió el espectro en nombre de todos los demás.

Spin-O esbozó una sonrisa cansada. Su reacción extrañó de nuevo a Niko, que no quiso dejarse engañar y preparó su ataque con decisión:

—¡Fotones! —exclamó—. ¡Lanzad un rayo para aturdirlo!

Antes de que los fotones llegasen a atacar, Spin-O susurró algo, y los bosones W y Z empezaron a girar sin poder detenerse.

—¡Gluones!

—ordenó Niko en cuanto los fotones impactaron contra Spin-O—, aprovechad para pegarlo a la pared… ¡Y tapadle la boca para que no pueda devolver el ataque!

Las partículas obedecieron y Spin-O quedó irremediablemente preso contra la pared de la estancia en la que se encontraban.

Los W y Z dejaron entonces de girar sobre sí mismos, y las partículas celebraron su victoria.

Pero Niko no estaba tan convencido. No creía que fuese tan sencillo vencer a Spin-O, que en ese momento lo miraba directamente a los ojos como si pudiese taladrarlo.

Se acercó hasta él y tomó de su cinturón el látigo de Entrelazamiento y la brújula de Espacio. El preso simplemente cerró los ojos, resignado ante lo que iba a suceder.

—¿Dónde estamos? —preguntó Niko a las partículas.

Pero no respondió ninguna de ellas, sino una voz amiga.

—Si no me equivoco —dijo la profunda voz de Zen-O—, nos encontramos en el

reino eterno de Simetría.

Al Maestro lo acompañaban Eldwen y Quiona, que se abalanzaron a abrazar a su amigo.

—¡Hemos venido a ayudarte! —exclamó el hada antes de mirar con asombro a Spin-O, que seguía pegado a la pared—. Pero veo que no lo necesitas.

—¿CÓMO HABÉIS LLEGADO HASTA AQUÍ?

—les preguntó Niko.

Eldwen le mostró un trozo de hilo dorado:

—ES EL FRAGMENTO DEL LAZO DE ENTRELAZAMIENTO QUE SPIN-O UTILIZÓ PARA APRESAR A IRINA. NOS HA GUIADO HASTA VOSOTROS, PUES SEGUÍA ENTRELAZADO CON ÉL

—explicó señalando a Spin-O.

Zen-O miró a su hermano con tristeza y ordenó a los tres jóvenes:

—Será mejor que localicemos a Simetría ahora que hemos capturado a Spin-O. Solo nos queda devolver los eternizadores a cada uno de los Eternos. ¡El peligro ya ha pasado!

Spin-O profirió un sonido apagado ante tal afirmación, mientras lanzaba una mirada furiosa contra su hermano.

—Seguid conteniéndolo —pidió Niko a los bosones, que al instante reforzaron la pegajosa prisión que habían construido.

Con Spin-O inmovilizado y sus amigos cerca, Niko pudo inspeccionar con calma el lugar donde se encontraban. Zen-O había dicho que aquello era el reino de Simetría, pero no había rastro de la Eterna por ningún lado.

Estaban en una pequeña sala cuadrada con paredes pintadas de blanco, sin ninguna ventana ni puerta. Sin duda era una prisión, pues no había manera de salir de aquel cubo cerrado. Lo único que desentonaba era un pequeño espejo colgado en una de las paredes. Sobre él, en la pared, había unas palabras inscritas en tinta negra:

Sé verla al revés

—¿Cómo saldremos de aquí? —preguntó Niko a Zen-O—. No hay puertas ni ventanas… ¿Quizá tenemos que tunelear? Tal vez sea peligroso sin saber qué nos espera al otro lado.

En lugar de responder, el Maestro se acercó al espejo y observó con detenimiento la frase escrita sobre él.

Quiona y Eldwen inspeccionaron también el espejo, mientras Niko seguía vigilando que Spin-O estuviese bien atado.

—Es un palíndromo

—sentenció entonces Zen-O.

—¿Un qué? —preguntó Eldwen adelantándose a Niko.

—¡Claro! Un palíndromo es una forma sencilla de representar la simetría —respondió el Maestro sonriendo—. Se trata de una frase que se lee igual del derecho que del revés.

—¡Por todas las partículas! —exclamó Quiona—. Es verdad, se lee igual de delante a atrás que de atrás adelante…

El hada descolgó el espejo que había en la pared antes de decir:

—Y por otro lado, tenemos un espejo, que es también un elemento básico de la simetría. Fíjate, Niko —le dijo mientras se plantaba a su lado para ver el reflejo de los dos—. Nos devuelve nuestra imagen, pero invertida. Lo que está a la derecha se transforma en la izquierda.

Quiona levantó su mano derecha e hizo un saludo para ilustrar su explicación. El hada de la imagen, como era de esperar, saludaba con su mano derecha.

—¿Y cómo nos va a ayudar esto a salir de esta sala y dar con Simetría?

—Creo que tengo una ligera idea… —los interrumpió Zen-O, y repitió en voz alta la frase escrita en la pared—: Sé verla al revés. ¡Traed el espejo!

Niko y Quiona obedecieron y se colocaron junto a Zen-O, de espaldas a la pared que contenía la inscripción y frente al espejo.

Zen-O utilizó el espejo para leer la frase que tenían a sus espaldas en su reflejo. Y al mirar a través de él, no solo vieron el palíndromo, sino también una puerta que había aparecido bajo la inscripción.

Niko se dio la vuelta para observar la pared real, pero allí no se veía nada más que el palíndromo. Volvió a mirar la imagen del espejo, y allí seguía: la puerta.

—¿Qué estáis mirando? —preguntó Eldwen sacando la cabeza tras Quiona—. ¡Por todas las partículas del modelo estándar!

Una puerta secreta…

Zen-O alargó la mano, guiándose por la imagen del espejo, y abrió la puerta.

El Maestro fue el primero en pasar, seguido de Quiona. Niko y Eldwen se encargaron de empujar a Spin-O a través de la puerta, asegurándose de que los seguía sin causar problemas.

La siguiente sala no era mucho menos claustrofóbica que la anterior, aunque sí más amplia. Las paredes estaban formadas por espejos, creando un efecto vertiginoso.

Niko recordó la vez que, en una feria ambulante, había entrado en un laberinto de espejos del que había que encontrar la salida. Quizá fuera esa la siguiente prueba antes de encontrarse con la última Eterna: lograr salir del laberinto.

Pero en esta ocasión, la sala no estaba vacía.

Una mujer con el pelo recogido en un moño, una blusa anticuada y una larga falda de pana marrón les sonreía amablemente. En el cuello de la blusa de anchas mangas llevaba una curiosa pajarita. Sobre ella había un cristal con la siguiente frase:

A CADA SIMETRÍA LE CORRESPONDE UNA LEY DE CONSERVACIÓN.

—Bienvenidos al reino de Simetría —dijo la mujer.

—¿Es usted la Eterna? —preguntó Niko.

Pero no hizo falta que la mujer respondiese, pues Eldwen se adelantó y, con un entusiasmo exagerado, exclamó:

—¡Por todos los aceleradores, Niko! ¿No sabes quién es?

El joven negó con la cabeza mirando sorprendido a su amigo elfo, que muy emocionado, le ofreció galantemente la mano a la mujer. Luego Eldwen se volvió hacia él para explicarle:

—Es Emmy Noether. La admiro muchísimo… ¿No la conoces?

—Me extraña que no la conozcas —intervino Quiona ante la cara de póker de su amigo—.

Emmy Noether es de tu mundo, Niko. Fue una gran matemática y científica. Su trabajo sobre las simetrías tuvo un gran impacto en la física.

—Te quedas corta —exclamó Eldwen—. Gracias a ella entendimos de un modo diferente nuestro universo. Fue ella quien desveló la profunda y bella verdad que se esconde tras las leyes físicas.

¡TODO ES SIMETRÍA!

El elfo estaba realmente emocionado, más incluso que las jóvenes fans del Boss-on de Higgs en pleno concierto.

La matemática sonrió al elfo y saludó al resto.

—No estoy del todo seguro de comprender su trabajo —se disculpó Niko con timidez—, aunque eso de que la física se basa en la belleza de la simetría suena muy bien.

—No te preocupes, lo entenderás fácilmente. Primero necesitamos un objeto —dijo Emmy mientras hacía aparecer de la nada un balón de color blanco—. Ahora cierra los ojos.

Acto seguido, giró el balón que tenía en sus manos y le ordenó:

—Ya puedes abrirlos… ¿Podrías asegurarme si el balón ha rotado o no?

Niko negó con la cabeza. El balón se veía exactamente igual.

—La situación inicial y la final son indistinguibles —sentenció la matemática—. En física decimos que esta esfera presenta simetría de rotación.

Emmy lanzó la pelota a Niko, que la cogió al vuelo.

—Las simetrías en física funcionan de un modo similar —prosiguió Noether—.

Las leyes físicas serían como este balón. Así pues, igual que el balón te parecía el mismo aunque lo hubiese rotado, si pones a prueba una ley física, por ejemplo la ley de la gravitación, y mides cómo cae una manzana al suelo, hagas tu experimento en tu laboratorio o en China, el resultado debe ser el mismo. Y si lo haces ahora o dentro de una semana, el resultado tampoco puede cambiar.

—Parece muy lógico —afirmó Niko—; ¡si cada vez pasase algo distinto sería un desmadre!

—Las leyes de Newton, la ley de la gravitación universal, incluso la relatividad… —añadió Zen-O—. Todas estas leyes están enmarcadas en la belleza de las simetrías que desveló Noether.

Niko iba a formular otra pregunta, pero justo entonces, Spin-O hizo un intento de librarse de las ataduras de los gluones. Aquello recordó al muchacho la urgencia de devolver los eternizadores a sus respectivos amos lo antes posible.

—Lamento interrumpir su explicación —le dijo a la matemática—, pero necesitamos encontrar a Simetría y salir de su reino para devolver estos objetos a sus hermanos.

—Solo hay un modo de seguir avanzando y dar con ella —respondió Noether señalando el laberinto de espejos de su alrededor—.

—Eso no suena muy bien… —respondió Niko.

—Al revés —explicó Zen-O—. Pese a la belleza de la simetría, es precisamente cuando esta se rompe que nuestro universo puede existir.

—Pero… ¿cómo se rompe una simetría? —preguntó Niko cada vez más impaciente.

Quiona tomó el balón que sostenía Niko y le hizo dos señales en los polos opuestos con su varita. Uno de color azul y otro rojo.

—Gracias a estas marcas, ¿sabrías decirme ahora si giro o no el balón?

El hada lo giró unos pocos grados hacia su derecha. Los puntos, como marcas cardinales, habían cambiado de posición dejando muy claro que la pelota se había movido.

—Ahora sí lo puedo distinguir.

—He roto la simetría de un modo bastante sencillo —concluyó ella.

—Hay situaciones —prosiguió el Maestro Zen-O— en las que las leyes físicas rompen la simetría de manera espontánea. Tuviste un ejemplo tan solo cruzar la puerta de los tres cerrojos por primera vez.

Niko no tenía ni idea de a qué se refería el Maestro.

—En el partido de la materia contra la antimateria, cuando abriste la caja de

«UNIVERSO POR ESTRENAR».

—Oh, lo recuerdo perfectamente. ¡Vaya partidazo!

—Así es —prosiguió Zen-O—. Pero uno de los dos ganó, ¿cierto?

—La materia —respondió Niko con seguridad.

—Sin embargo, si materia y antimateria son iguales y simétricas, entonces no debería haber un vencedor. Tendrían que quedar eternamente empatados y, como consecuencia, nunca podría crearse el universo que viste formarse justo después.

—SI EXISTIMOS AHORA MISMO, FORMADOS DE MATERIA

—añadió Eldwen—,

ES PORQUE EN EL INICIO DEL UNIVERSO SE ROMPIÓ LA SIMETRÍA ENTRE MATERIA Y ANTIMATERIA.

Mientras estaban concentrados en aquella clase de física, Spin-O había logrado liberarse de la mordaza que lo mantenía mudo.

No llegaron a tiempo de detenerlo antes de que soltase un grito en un idioma que nadie comprendía.

Los espejos que los rodeaban y creaban el laberinto se rompieron en mil pedazos.

Niko reaccionó con rapidez. Con el medallón en la mano, ordenó a los gluones que volviesen a amordazarlo.

En cuanto Spin-O volvió a estar a buen recaudo, Niko vio la sorprendente consecuencia de aquel ataque.

El laberinto de espejos había dejado de ser un problema.