31 VACÍO

—Era joven y atrevido cuando decidí emprender mi viaje. Deseaba conocer los secretos que guardaban los distintos universos y, con ese conocimiento, aumentar mi poder hasta que nadie pudiese compararse conmigo.

»¡Estaba harto! En el mundo cuántico siempre estaba a la sombra de mi hermano, el poderoso y respetado Maestro Zen-O.

»Sí, es cierto lo que se dice de mí. Era impertinente, inconsciente y avaricioso. El afán por ser más fuerte que nadie me cegó, pero también me empujó más allá de los límites conocidos. En mis distintos viajes llegué a recopilar leyendas, canciones y múltiples conocimientos que no tenían precio. Mi poder creció más de lo que había imaginado al partir de mi hogar. Pero descubrí que existía algo todavía más poderoso de lo que podría conseguir jamás. Al principio pensé que se trataba de una leyenda sin fundamento real, pero se repetía en todos y cada uno de los universos:

la historia de los Eternos y sus eternizadores.

Los objetos de los Eternos contenían el secreto de la creación.

Me obsesioné con ellos y así empezó mi búsqueda.

»En los escritos que encontré esparcidos por los múltiples universos se contaban cosas dispares: a los Eternos se los llamaba con otros nombres, se les atribuían distintas propiedades… Cada vez estaba más obsesionado con encontrarlos. Y al final pude recomponer la historia descubriendo la verdad:

los Eternos no eran cinco, sino seis. Supe del destino del exiliado.

»Es cierto que lo que me llamó a perseguir esta historia inicialmente fue la codicia por los eternizadores. Todas las leyendas coincidían en otorgar a estos objetos un poder inconmensurable. Sería un necio si negase que mi intención era hacerme con ellos y así alzarme como rey del multiverso. La ambición y la codicia fueron las que motivaron mi viaje, alejándome de mi hogar, el mundo cuántico. Pero no estaba tan loco como para enfrentarme a los cinco Eternos yo solo; no sería rival para ellos. Sin embargo, podía ir al encuentro del sexto Eterno. Si era tan fuerte como contaban las leyendas, aliarme con él sería una buena opción, nos ayudaríamos mutuamente.

Sabía que Vacío había sido despojado de su poder, depositado en su objeto eterno y escondido en los confines del multiverso.

»Y así fue como elaboré mi plan:

encontrar el eternizador de Vacío
y devolverle el poder al Eterno.

Después de largas investigaciones di con el paradero de aquel objeto. Tengo que reconocer que me sorprendió la facilidad con la que me hice con él. Ninguno de los cinco Eternos previó que existiese alguien tan insensato como yo, con la absurda intención de hacer volver a Vacío. ¡Una pena!

»En cuanto tuve su eternizador, dar con el paradero de Vacío fue pan comido. Se atraían el uno al otro como potentes imanes a través del multiverso.

»El sexto Eterno, en posesión de su eternizador, fue recuperando todas sus fuerzas. Me recompensó con creces; mediante técnicas oscuras que yo desconocía, me transmitió parte de su mente. Jamás había soñado con tener tanto conocimiento y poder. Todo tiene un precio, pero en ese momento estaba dispuesto a pagarlo con creces.

»Juntos planeamos su venganza:

nos haríamos, uno a uno, con los cinco eternizadores. Eso nos daría el poder para gobernar el multiverso, tal y como había soñado desde que dejé el mundo cuántico. Es cierto que no sería yo el rey de todos ellos. Ese papel estaba reservado al Eterno, pero yo sería su mano derecha. Mi poder no tendría parangón.

»Seguía cegado por la avaricia... Hasta que un día la venda de mis ojos se cayó.

Descubrí que el verdadero objetivo de Vacío no era el de hacerse el rey del multiverso, sino destruirlo todo. Su única intención era acabar con la creación, recuperar a sus hermanos y volver a ese estado de total simetría en la que solo existían los Eternos.

»Fue entonces cuando me di cuenta del error que había cometido. Vacío había recobrado fuerzas, pero no tantas como para empezar inmediatamente su plan. Al fin y al cabo, había permanecido preso durante eones.

»Decidí adelantarme a él. Debía advertir a los cinco Eternos de que había despertado a Vacío. Ellos eran los únicos que podían salvar la situación. Empecé a trazar mi plan, pero el sexto Eterno sabía muy bien lo que hacía. No sé cuánto ni cuándo empezó a desconfiar de mí, pero un buen día me contó el precio que había pagado por el conocimiento que había compartido conmigo:

parte de su esencia estaría siempre presente en mí. Si en algún momento revelaba a alguien su existencia o sus planes, entonces mi cuerpo volvería a él,

Zen-O no pudo reprimir una exclamación ahogada de terror. Aquello hizo que los tres amigos se diesen cuenta de lo que le estaba sucediendo a Spin-O. Su cuerpo se iba ennegreciendo, como si las células de su cuerpo perdiesen la energía vital que lo mantenían vivo.

Spin-O prosiguió con su explicación:

—Así es, hermano, por eso tuve que cambiar de planes. De nuevo, movido por el egoísmo, decidí no decir nada sobre su exiliado hermano a los cinco Eternos. Mi destino hubiese sido peor que morir, habría quedado en el limbo de Vacío para el resto de la eternidad.

Aun así, estaba decidido a detenerlo. Me haría con los cinco eternizadores; con ellos tendría el poder para enfrentarme a Vacío, que todavía no había recuperado su poder original. Le arrebataría su eternizador y lo devolvería al exilio. Gracias al conocimiento que había adquirido del sexto Eterno, sabía cómo enfrentarme a los cinco hermanos restantes.

»Mi primera prueba fue con Decoherencia, pero ya sabéis cómo acabó esa historia. El resto ya lo conocéis, más o menos, y las lagunas que faltan os las podéis imaginar.

Spin-O detuvo la explicación. Habría caído al suelo de no ser por los rápidos brazos de Simetría, que lo agarraron a tiempo.

—Hermano… —Zen-O avanzó y tomó a Spin-O en su regazo—. Siento mucho no haber estado a tu lado cuando me necesitaste.

Spin-O abrió débilmente los párpados, pero ya no tenía fuerzas para decir una palabra más. Su rostro se ennegrecía, igual que su cuerpo; sin embargo, sus ojos se mantenían de color dorado, igual que los de Zen-O, mientras se miraban el uno al otro.

El Maestro cogió con el dedo la única lágrima que brotó de los ojos de Spin-O antes de perderse en la profunda negrura.

Niko, Eldwen y Quiona, emocionados, dejaron unos segundos al Maestro para que velase el cuerpo sin vida de su hermano.

Simetría le puso una mano en el hombro para reconfortarlo y le dijo:

—La nobleza de su corazón pudo a la avaricia de su mente. Quizá no tomó las decisiones acertadas en la vida, pero al final se ha sacrificado por todos nosotros. Y su sacrificio no será en vano.

Mientras Zen-O se secaba las lágrimas con las manos, Niko propuso decidido:

—¡Acabemos lo que él empezó! ¿Cómo podemos ayudarte a detener a Vacío?

Simetría miró con seriedad a Niko y respondió:

—Es precisamente tu ayuda la que necesito. Cada uno de los cinco Eternos puede utilizar su propio eternizador, pero de nada nos sirven los otros cuatro. Sin embargo tú, como portador, puedes sacar a la luz el poder de todos ellos a la vez. Es por eso por lo que Vacío necesitaba a Spin-O, aunque él no lo supo nunca. Mi hermano pequeño no podía utilizar los eternizadores de los demás. Pretendía utilizar a Spin-O para ello y así vencernos al resto.

Niko asintió con la cabeza, aunque no sabía exactamente lo que debía hacer. En cualquier caso, estaba dispuesto a seguir a Simetría y a los otros cuatro Eternos a la batalla, aunque su vida se quedase en esa última misión.

—¿Y nosotros? —interrumpió Eldwen—. ¿Cómo podemos ayudar?

Simetría se dirigió a Zen-O:

—Te teleportaré al mundo cuántico. Debes hacerle a tu hermano los honores que merece, aunque siento que no tendrás mucha paz para llevarlo a cabo. Allí necesitan ahora de tu presencia, pues el gobierno del mundo cuántico pende de un hilo. Ayudarás a darles la estabilidad que necesitan. —Luego se dirigió a Eldwen y Quiona—. Vosotros dos tenéis que manteneros en vuestro lugar, al lado de Niko, como habéis hecho siempre. Es vuestra amistad lo que le ha dado fuerzas, todos estos años, para llegar a cumplir su misión.

Niko suspiró aliviado al oír aquello. No soportaba la presión de estar él solo con los seis hermanos mientras se libraba una batalla eterna.

Quiona tomó su mano y Eldwen se colocó a su lado con una sonrisa de ánimo y complicidad.

Zen-O se despidió de ellos:

—Siento que mi camino llega hasta aquí. Confío en vosotros, amigos míos. Nos vemos a vuestro regreso al mundo cuántico.

Acto seguido, tras un elegante movimiento de Simetría, el Maestro y su hermano desaparecieron.

—Ha llegado el momento de llamar al resto de

los Eternos

—sentenció Simetría.