33 UNA NUEVA BECARIA

Aparecieron en una estancia coronada por una gran cúpula e iluminada por miles de velas. Niko reconoció aquel lugar, pues había estado allí antes; era una de las salas del templo de los sabios de Shambla.

En el centro, alrededor de una gran mesa, estaban los nueve ancianos.

El mayor de todos ellos, sentado en una especie de trono, tenía frente a sí un libro gigantesco abierto de par en par.

—Sentaos con nosotros —los invitó haciendo un gesto con su brazo—. Esperábamos vuestra llegada con ansia, y eso es algo que raramente ocurre por aquí.

Los ancianos que estaban más cerca se levantaron para ayudar a acomodar a Eldwen, Quiona y Niko en las tres sillas que habían reservado para ellos.

—Gracias, gran anciano —respondió Quiona con cortesía.

El sabio le preguntó entonces:

—Querida Quiona, sabes cuál es nuestra misión, ¿no es así?

—GUARDAR Y PROTEGER EL CONOCIMIENTO QUE HAY EN LA BIBLIOTECA DE LAS TORRES DE SHAMBLA

—respondió el hada como si se tratase de un examen.

—No solo nos debemos a su protección —la corrigió el gran anciano—, sino que también es nuestra obligación plasmar en las hojas de los grandes libros todo aquello que acontece en nuestro universo. Es por eso, con el fin de dejar constancia para la eternidad, por lo que os pedimos que nos narréis vuestras aventuras. No escatiméis en detalles, pues las cosas pequeñas acostumbran a ser las más relevantes.

Niko se sentía agotado. Lo que realmente deseaba era una buena cena y dormir durante diez horas seguidas. Pero hizo de tripas corazón y empezó su narración desde aquella mañana, en su mundo, que se había despertado por culpa del calor y el zumbido que hacía el eternizador de Tiempo.

Desde este punto, entre los tres fueron describiendo con todo detalle las aventuras vividas en los últimos días.

Los ancianos eran un público perfecto. Mantenían la atención y se agitaban en sus sillas en los momentos de máxima tensión. Mientras los demás escuchaban, el gran anciano iba anotando todos los detalles en el gran libro. Aunque no es del todo preciso afirmar que era el anciano quien tomaba apuntes, pues era una pluma, sin la ayuda de nadie, la que rasgaba sin parar las páginas en blanco bajo la atenta mirada del gran sabio.

Y como ocurre en todas las historias, incluso en las mejores, llegó el final. Niko, Quiona y Eldwen quedaron en silencio, observando y siendo observados por los nueve sabios.

—Ya veremos si realmente este es el final

—dijo el gran anciano rompiendo el silencio—. Nunca lo es, según mi experiencia. Pero es cierto que, de momento, os habéis ganado un buen descanso.

A Niko le alegró oír esto último, aunque le intrigó lo primero que había dicho. A su lado, el estómago de Eldwen rugió con fuerza, y Quiona enrojeció de vergüenza mientras le daba un codazo al elfo.

—Es obvio que estáis tan cansados como hambrientos —dijo sonriente el anciano que estaba más cerca de ellos—.

Por fortuna, antes de ir a dormir tenéis que pasar una última prueba. Ya sabéis que a los habitantes de Shambla les encantan las buenas celebraciones, y hay un gran número de invitados del mundo cuántico que os están esperando para empezar el festín. ¡Vayamos!

A los nueve sabios, que presidían la comitiva, los seguían Niko, Eldwen y Quiona. Después de salir del templo, se adentraron en la fabulosa ciudad de Shambla.

En las puertas, unas cuantas niñas hadas los acogieron con gritos de alegría y los guiaron por la vía principal, que desembocaba en la plaza del reino.

Allí se había desplegado una comitiva festiva. En el palco central estaban sentados Dlanod y Vera, acompañados por el Maestro Zen-O y Kronos.

Los padres de Eldwen se levantaron de un salto y corrieron a recibir a los tres amigos. Después de abrazar a su hijo, se dirigieron a Niko:

—Gracias por traerlo de vuelta sano y salvo —exclamó Vera, que no conseguía reprimir unas lágrimas de alegría mientras lo abrazaba con tanta pasión como a su propio hijo.

Tras Dlanod, apareció Irina, que después de abrazar a Quiona y Niko le plantó un beso a Eldwen en los labios. El elfo se puso más rojo que una supernova, y sus dos amigos estallaron en risas.

Zen-O y Kronos también recibieron a los tres héroes.

—EL CUERPO DE SPIN-O…

—recordó entonces Niko—.

LO RESCATAMOS DEL VACÍO. NO QUEDARÁ PERDIDO PARA LA ETERNIDAD.

—Lo sé —respondió el Maestro—, apareció en el mundo cuántico, en nuestra antigua casa. Y te estoy muy agradecido, pues así podrá recibir los honores y el descanso que merece.

Niko, Eldwen, Quiona e Irina se sentaron junto a ellos y los nueve ancianos en la mesa presidencial.

El resto de la plaza, repleta de mesas con grandes manjares, estaba a reventar. Allí parecían estar todos: los gemelos EPR embaucaban a tres pequeñas hadas con sus trucos, Ort y Oopik parecían discutir sobre un próximo viaje a las estrellas, Nina Sharp retransmitía para Quantum TV una alucinante entrevista a Apolo, mientras Segundo corría sin parar entre ellos; las partículas de la familia estándar estaban al completo, y un grupo de elfas suspiraba al recibir las fotografías firmadas del mismísimo Boss-on de Higgs.

—¿NO DEBERÍA ESTAR AQUÍ SENTADO EL DIRECTOR DEL CIC?

—preguntó Eldwen con la boca llena de una empanada protónica.

—Dudo mucho que el CIC tenga director —lo interrumpió Quiona—. No después de lo que hizo Anred.

Vera hizo señas hacia Dlanod y dijo orgullosa:

—AQUÍ TENÉIS AL NUEVO DIRECTOR DEL CIC. ES POR ESO QUE ESTAMOS SENTADOS EN EL PALCO PRESIDENCIAL.

—¿CÓMO?

—dijo Eldwen atragantándose con un trozo de empanada.

Irina lo golpeó para ayudarlo a respirar.

—Después del escándalo que supuso la retransmisión de la batalla entre nosotros y los agentes del CIC liderados por Anred —explicó Dlanod—, hubo una pequeña crisis en el gobierno. Los ancianos de Shambla intervinieron el CIC por primera vez en la historia del mundo cuántico. Gracias a ellos y a la ayuda de Zen-O y Kronos, el caos que se había generado en todos los departamentos desapareció mucho más rápido de lo que había imaginado.

—Dlanod tomó el mando para enderezar lo que Anred había corrompido —añadió Kronos—, pero es demasiado modesto para admitirlo, igual que para aceptar el cargo que le pedimos que ocupase.

—Tuvimos que insistir muchísimo para que tomase el lugar del director del CIC —sonrió Zen-O.

—Sabes tan bien como yo que soy un buen científico —lo interrumpió Dlanod sonrojado—, pero soy un negado para la política.

Una voz conocida habló a sus espaldas:

—Precisamente porque no codicias el poder, eres quien mejor puedes ejercerlo.

—Querida Rovi-Ra —exclamó Zen-O mientras hacía aparecer una silla—. Siéntate con nosotros.

Niko no podía parar de sonreír. A su alrededor se encontraban sus amigos más queridos del mundo cuántico, y por primera vez parecía que estaban libres de cualquier amenaza inminente. Pero dio un salto al notar que el medallón de las cuatro fuerzas vibraba en su bolsillo. Nada más tomarlo en su mano, aparecieron los bosones y el pequeño espectro negro. Tampoco ellos querían perderse la celebración que se estaba desarrollando en Shambla.

—¿Acaso no pensabas invitarnos a la fiesta? —le recriminó un gluón.

La pequeña partícula y el resto de bosones se mezclaron con los demás asistentes a la fiesta para disfrutar de la comilona.

El sol ya se había puesto cuando empezaron a sacar unos suculentos postres. La mitad de los asistentes a la fiesta bailaban al son de la música que la orquesta estaba tocando, con el Boss-on de Higgs como vocalista, cuando el nuevo Director del CIC, Dlanod, los interrumpió y llamó la atención de los asistentes.

—QUERIDOS AMIGOS —dijo tímidamente—. APARTE DE CELEBRAR QUE EL MULTIVERSO, CON NUESTRO MUNDO CUÁNTICO INCLUIDO, YA ESTÁ A SALVO DE DESAPARECER EN EL VACÍO, QUIERO APROVECHAR LA OCASIÓN PARA ANUNCIAR LA RESOLUCIÓN DE LA BECA DE INTERCAMBIO, RESULTADO DE LA NUEVA POLÍTICA DE CONTACTO CON LOS HUMANOS.

—Lo primero que hizo Dlanod al recomponer el CIC fue anular las estúpidas normas antihumanos que había instaurado Anred —explicó Irina a Niko, Quiona y Eldwen—. Ahora no solo todos los portales que conectan el mundo cuántico y clásico están abiertos, sino que hay un plan de comunicación establecido. Se retomarán los contactos para compartir conocimiento y tecnología.

—Mi padre está enamorado de los humanos —se rio Eldwen—. No podía ser de otro modo. Seguro que pasará más tiempo en tu mundo, Niko, que gobernando el CIC.

—LA BECA DE INTERCAMBIO —prosiguió Dlanod— SE HA CREADO PARA QUE LOS HABITANTES DEL MUNDO CUÁNTICO SE EMPAPEN AL MÁXIMO DE LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL MUNDO CLÁSICO. ASÍ LOS LAZOS DE UNIÓN ENTRE AMBOS MUNDOS SERÁN CADA VEZ MÁS SÓLIDOS. Y LA PRIMERA EN BENEFICIARSE DE ELLA SERÁ… ¡NUESTRA QUERIDA QUIONA!

El público asistente estalló en un tremendo aplauso, y la homenajeada se puso más roja que las brasas que ardían en el centro de la plaza.

—¡ENHORABUENA!
DURANTE UN AÑO VIVIRÁS COMO UNA HUMANA MÁS —le dijo Dlanod con solemnidad—. APROVECHA ESTA OPORTUNIDAD PARA APRENDER Y AYUDARNOS A REFORZAR LOS VÍNCULOS QUE NOS UNEN A LOS HABITANTES DE ESTE UNIVERSO.

Quiona, emocionada, no sabía qué decir. A su lado, Niko aplaudía con entusiasmo. Hacía un rato que era consciente de que se acercaba el triste momento de dejar el mundo cuántico y volver a casa. Aquella noticia, saber que Quiona estaría en su mundo durante un año, hacía menos amarga la despedida.

La fiesta siguió hasta altas horas de la noche, cuando llegó finalmente el momento de partir:

Niko debía volver a casa.

Dedicó mucho tiempo a despedirse debidamente de todos los asistentes a la fiesta. Entre abrazo y abrazo, Niko iba recibiendo regalos de los habitantes del mundo cuántico.

Al final solo quedaban los sabios, y sus amigos más cercanos: Kronos, Zen-O, Irina, Eldwen y Quiona.

—Sigues teniendo una gran responsabilidad sobre tus hombros, Niko —le dijo el gran anciano—. La misma que te comuniqué la primera vez que cruzaste de vuelta la Puerta de los Tres Cerrojos. Los portales entre los mundos han quedado abiertos, y el conocimiento que se ha guardado aquí durante tantos años estará al alcance de toda la humanidad. Tú serás nuestro embajador, el responsable de compartir esta sabiduría.

Niko tragó saliva y no supo contestar, pero Quiona se le adelantó:

—LA DIFERENCIA CON LA PRIMERA VEZ ES QUE AHORA ESTARÉ A TU LADO… ¡DURANTE TODO UN AÑO! YO TE AYUDARÉ A CUMPLIR TU MISIÓN.

Niko sonrió esperanzado.

—Ha llegado la hora de despedirnos —dijo Zen-O abrazándolo—. No os hagáis de rogar y visitadnos de vez en cuando.

—Tú también, Quiona —añadió Kronos—. El mundo cuántico será un poco más triste sin ti.

Eldwen e Irina se abrazaron a Niko.

—Vendremos a visitaros —bromeó el elfo—. Seguro que conseguimos que el nuevo director del CIC nos dé un permiso especial.

—Ha llegado el momento —anunció Quiona—. Yo te teleportaré a casa si te parece bien.

Niko asintió. Se agarró al brazo de Quiona y dijo adiós a todos sus amigos, que se habían concentrado para despedirlo.

En menos que se dice quark estaban en la habitación de Niko.

—Tiempo nos ha dejado en el mismo día en que empezó todo —le dijo el hada—. Tus padres no habrán tenido tiempo de notar tu ausencia.

—Yo sí notaré la tuya cuando te vayas —respondió Niko con la esperanza de recibir un beso de despedida.

—Será por poco tiempo. Nos vemos mañana en el instituto.

—¿Cómo? —exclamó sorprendido.

—Hablé con los responsables de las becas interuniversales. Me han matriculado en tu colegio, en tu misma clase. Así que nos vemos mañana… No puedo faltar a mi primer día de colegio.

Quiona tenía una sonrisa de oreja a oreja. Disfrutaba de lo desconcertado que se había quedado Niko.

—Pero por si me echas de menos —le dijo coqueta—, te dejo un enigma para que pienses en mí esta noche:

«ELINA Y NIMO SON HERMANOS GEMELOS. EVIDENTEMENTE, SON HIJOS DE LA MISMA MADRE Y PADRE. NACIERON EL MISMO DÍA, EL MISMO AÑO, A LA MISMA HORA Y EN EL MISMO LUGAR. ENTONCES… ¿CÓMO ES POSIBLE QUE SE CASEN Y NO SE FORME NINGÚN ESCÁNDALO?».

Acto seguido, Quiona le plantó un beso en los labios y desapareció.

Niko se quedó solo en su habitación, con el sabor dulce de aquella despedida y la esperanza de reencontrarse con su hada en la primera clase de la mañana.