En el avión vi 2001: Una odisea del espacio y me quedé dormida justo cuando un simio alargaba el brazo para tocar el Monolito. En realidad, dormí casi todo el vuelo y soñé que el panel desaparecido de los Jueces Justos flotaba en la superficie del mar Báltico dentro de una bolsa negra para cadáveres. ¡Lo han encontrado!, gritaba un público eufórico. Sin embargo, en una compleja escena de un juicio se decretaba que el cuadro debía permanecer sellado dentro de la bolsa, por miedo a que se desintegrara en el polvo sin sentido del futuro. A continuación, cada parte expuso sus argumentos, pero alguien me dio unos golpecitos en el hombro justo cuando iban a dar el veredicto. Me abroché el cinturón de seguridad en el momento en que el avión sobrevolaba el aeropuerto de Newark y lo escribí todo en una servilleta ancha que sin querer tiré a la basura cuando me vacié los bolsillos de camino al control de aduanas.
Mi breve viaje sirvió para recordarme que hay universos dentro de los universos y una armoniosa sociedad que comprende el valor de las pequeñas cosas, dispuesta por el destino para guiarla a una cuando cruza senderos cubiertos de obstáculos impredecibles. Mientras hacía cola, recibí un mensaje en el que me comunicaban que mi petición de obtener «entrada global» había sido denegada porque resido en Nueva York. Medidas punitivas impuestas por la actual administración sobre un estado que por lo menos tiene cierta dosis de compasión con quienes necesitan asilo.
© Patti Smith
Debe existir el bien en el mundo.