Fausto Cabrera revive
La expresión poética romántica*
Después de una prolongada ausencia, Fausto Cabrera ha regresado al país con la firme resolución de quedarse definitivamente entre nosotros. Hoy ofrecerá, en el Teatro Pablo Tobón Uribe, su primer recital poético, en Colombia, después de diez años.
Hoy y mañana ofrecerá diferente repertorio poético de Federico García Lorca, Miguel Hernández, César Vallejo, Porfirio Barba Jacob, Manuel Machado, Pablo Neruda, Eduardo Murotti y otros. Como estreno, trae la obra de Miguel Hernández, La esposa del soldado.
Director y actor de teatro, Fausto Cabrera es una de las voces más apreciadas en el campo de la expresión poética en Colombia. Muchos lectores recordarán sus recitales poéticos en el Teatro Bolívar de Medellín, en el Colón de Bogotá, y sus actuaciones en programas culturales de la radio, cuando aún no había llegado la televisión a nuestro país.
Trayectoria artística
Fausto salió muy joven de España, con su familia. Su primera escala fue Santo Domingo; en Ciudad Trujillo se inició en el campo aficionado de la declamación. Allí recibió gran estímulo. Un actor le regaló el poema “Claveles rojos”, de autor anónimo. Luego pasó a Venezuela; a los dieciocho, debutó en el teatro municipal de Caracas como declamador.
“Desde que tengo uso de razón estoy declamando; mi padre escribía poesías, mi madre era muy romántica y amante de la poesía”.
En el Teatro experimental Ateneo, de Caracas, estudió dos años. Allí tuvo la oportunidad de conocer la escuela de vivencia de Stanislavski, la cual le sirvió no solo para su formación como actor, sino también para el campo poético.
Dos años más tarde llega a Bogotá y se consagra como profesional, al ofrecer cinco recitales en el Colón, con rotundo éxito. Ya en Bogotá se incorpora a la vida teatral, y alterna la dirección y la actuación con la interpretación poética. Con Elvira Travesí y Juan Ureta, Fausto Cabrera integra una compañía de teatro y juntos montan obras del teatro universal y una obra de José Gnecco Mozzo, Manuelita, la libertadora del libertador, que permaneció dos meses en cartel, y dio lugar a muchas controversias de índole histórica. A los seis meses se retiró de la compañía con Elvira Travesí e inició una gira por el país como declamador.
“Tenía miedo de venir a Medellín, porque los bogotanos me decían que a los antioqueños lo que les gustaba era la plata y trabajar, y no la poesía. Fue la ciudad de más éxito, tanto que me quedé un año, me enamoré y luego me casé con antioqueña”.
El teatro
Radicado en Medellín, después de una gira de dos años, en Suramérica, Fausto Cabrera fundó el primer grupo de teatro experimental del Instituto de Bellas Artes; dentro de este grupo surgieron figuras como Mónica Silva y Dora Cadavid.
Al surgir la televisión en Colombia, Fausto Cabrera ingresa a ella como director de planta, de la programación de teatro. Trabaja nueve años y monta cerca de doscientas obras. Cabrera y Bernardo Romero Lozano van haciendo los actores de nuestra televisión. Allí surgieron Raquel Ércole, Rebeca López, Celmira Yepes, Carlos José Reyes, Paco Borrero... y muchos más. En la televisión, tiene la oportunidad de ser discípulo y luego colaborador del maestro Seki Sano, director japonés con larga trayectoria en las artes escénicas.
El Búho
Se había ya creado el teatro experimental del municipio de Bogotá, que más tarde llegó a ser el teatro experimental del Distrito. En ellos trabajaba Cabrera intensamente. Pero hubo problemas con ese grupo y entonces se creó El Búho, primer grupo de teatro independiente, con el fin de realizar montajes de obras de vanguardia: Bertolt Brecht, Eugène lonesco, Antón Chejov, Thornton Wilder… Se llevaron a escena la obra de Gonzalo Arango HK-111 y A la diestra de Dios padre, de Carrasquilla.
El Búho se incorporó a la Universidad Nacional; allí se realizan talleres de teatro, surgen nuevos actores; se incorpora Santiago García, se hace labor en los barrios populares y en las fábricas, llevando el teatro hasta esos sitios. Hay problemas y El Búho se termina.
Fausto Cabrera viaja a la China para estudiar expresión corporal; regresa a los dos años a Medellín, crea en ese momento el Teatro Popular de Antioquia, con el que realizan la primera creación colectiva de teatro en Medellín, El invasor. Regresa nuevamente a China para hacer estudios a nivel superior de Tai Chi Chuan.
Teatro nacional
Desde 1976 hasta 1978, Fausto Cabrera trabajó en Venezuela, contratado por el Consejo Nacional de Cultura, como profesor en la Escuela Nacional de Teatro, y dictó cursos de Tai Chi Chuan aplicado a la formación de actores.
Una vez en Colombia, Fausto Cabrera dice: “Quiero continuar el camino que empecé; ahora tengo que hacer algo distinto con un criterio más amplio. Hacer teatro nacional con nuestra propia realidad, lo que estamos viviendo, sin criterios sectarios, pues también hemos caído en esos errores; hacer un teatro que sea el aporte al desarrollo del país”.
Fausto Cabrera nos ha dicho que se revivirá El Búho, con una nueva concepción de la época.
Revivir el romanticismo
Fausto Cabrera dice, hablando de su recital: “Se ha perdido un poco esa afición por la poesía, creo que es necesario rescatar aquello que ha sido una característica del colombiano. El romanticismo no puede morir, hay etapas en la historia en que se oculta, pero no muere, se mantiene; no puede morir como no muere el sentimiento. Hay que revivir determinados aspectos que son muy importantes y que llenan la vida”.
“Interpretar un poema es más difícil que interpretar un papel en una obra de teatro”, dice Fausto Cabrera, y nos resalta la necesidad de los talleres de interpretación poética, para que tantos aficionados puedan aprender, ya que esta es una especialización de la actividad teatral.
—¿Cómo estudia un intérprete de poesía?
—Cuando se estudia un poema es muy difícil las primeras veces, no se logra interpretar como se desea, solo con la práctica se llega a un nivel satisfactorio, puede llevar varios meses. Es necesario familiarizarse con lo que dice y trata de expresar el poeta, porque hay que recrear el poema; no es solo decirlo sino ponerlo a andar, que tenga vida propia. Es todo un trabajo de tipo creativo a pesar de ser una interpretación.
Fausto Cabrera nos ha contado que León de Greiff era enemigo de que otros interpretaran su poesía; un día, Boris, su hijo, puso un disco en el cual Fausto Cabrera interpretaba “El relato de Sergio Stepansky”. Sin darse cuenta de lo que hacía Boris, León de Greiff lo escuchó y se le saltaron las lágrimas, “fue muy estimulante, para mí”, termina diciéndonos Fausto.
—¿Se siente Fausto Cabrera en su mejor momento como declamador?
—Creo que he mejorado, no me gusta la palabra recitar ni declamar, porque lo que se hace es una interpretación poética; esta, ahora, es más profunda, más honda, comprendo mejor los poemas, aunque hay el peligro de que se pueda menguar algo el sentimiento, pero estoy atento para que esto no se produzca.
—¿Un intérprete de poesía romántica llora también con facilidad en la vida real?
—Definitivamente soy un sentimental, tal vez demasiado, y eso me ha dado problemas en la vida. En la vida diaria puedo llorar con facilidad y a veces no puedo controlarme.
Fausto Cabrera regresará, seguramente, a la televisión colombiana; dos programadoras entrarán a licitación con programas de teatro y poesía, en los cuales será figura central.
Los dos recitales que ofrece Cabrera en el Teatro Pablo Tobón son la mejor oportunidad para iniciar ese revivir de la expresión poética que él ha propuesto.
EL ESPECTADOR, MARZO 6 DE 1979