En foro de escritores
“El escritor debe estar enraizado en su propia tierra”*
El exilio voluntario o forzoso de los escritores, la censura de los libros, las motivaciones del autor, los problemas y las inquietudes propias fueron los temas en el foro de escritores realizado en la Biblioteca Pública Piloto, el jueves en la noche.
Camilo José Cela y Manuel Puig se robaron la atención del público en la mesa redonda moderada por Gustavo Álvarez Gardeazábal. El aporte de los otros dos invitados, Mauricio Fernández y Raymond Williams, no fue de gran importancia para el desarrollo del foro. Muchos de los asistentes quedaron defraudados al no encontrar en la mesa al escritor mexicano Juan Rulfo.
El público asistente fue muy numeroso; causó verdadero agrado ver a la gente joven siempre alerta a los acontecimientos culturales y con espíritu receptivo en los foros de escritores.
Crítica y análisis
Para abrir el foro, Raymond Williams expresó, en forma breve, cuál es el trabajo de un comentarista literario. Anotó que su labor está dividida en dos aspectos: la reseña de libros y el análisis de obras. En primera instancia, él solamente provee de información a los lectores de revistas y periódicos de los Estados Unidos para “que tengan una idea general de lo que se publica en América Latina; de otro lado, estudio a fondo obras de autores colombianos, especialmente en el género narrativo”.
Raymond Williams dijo que antes que crítico, él es un analista literario. Además, dijo, al crítico no le corresponde elevar o destruir una obra literaria, simplemente las obras valen o no valen, por sí solas.
Ante lo que es el escritor y cómo se traduce su vida en sus obras, Camilo José Cela señaló que él siempre ha contemplado que la cabeza del escritor suele ser poliédrica, jamás plana; para dar a entender que la cabeza del escritor da siempre un reflejo diferente.
“No es mentira que un autor, por más títulos que exhibe en su vida, no ha escrito más que una sola obra; y, además, siempre indefectiblemente es autobiográfica. Naturalmente no es autobiográfica en una primera instancia, sino en una instancia soterrada.
“Somos escritores porque ni sabemos, ni podemos, ni queremos ser otra cosa. En la permanente pelea que supone el ejercicio de la literatura, tenemos nuestra fuente de agotamiento, pero también nuestra fuente vivificadora”, afirmó Cela, dando muestras de su amplia facilidad de expresión y de su habilidad, como buen español, para interesar al público en sus palabras.
Añadió Camilo Cela: “Los escritores no podemos desertar de nuestro compromiso con nosotros mismos, con el tiempo y la sociedad con la que nos toca convivir, aunque quisiéramos hacerlo, porque la deserción no es una de las facetas que pueda estarnos permitida”.
Gustavo Álvarez Gardeazábal instó a Cela, a quien se ha llamado “el español del siglo XX”, para que hablara sobre su obra Rol de cornudos. Cela manifestó que esta obra encuadra perfectamente en su concepción poliédrica del escritor y que la escribió para dar una muestra de los cornudos que pasan por las calles, a los cuales hay que darles la acera.
Para hacer referencia a su obra, en relación con el erotismo, dijo Cela: “El erotismo, como uno de los ingredientes de mi literatura, no tiene ni mayor ni menor entidad que cualquier otro; desde la ternura de la crueldad, desde la descripción somera del paisaje, hasta el análisis de la psiquis más compleja, el erotismo es algo inherente, algo consustancial al hombre”. Finalmente, dijo que no se puede confundir una obra pornográfica con una obra literaria, la primera pertenece a la subliteratura y la segunda es una obra de arte.
Enfrentarse al otro escribiendo
En una forma completamente opuesta a la de Camilo José Cela, habló Manuel Puig en el foro de escritores. Confesó Puig su miedo ante el auditorio y cómo ese miedo a enfrentarse a los demás lo había sumido, en la infancia y la juventud, ante la pantalla del cinematógrafo. Después de treinta años, Manuel Puig llegó a convencerse de que el cine era otra realidad.
Su primer libro, explicó Manuel Puig en forma anecdótica, fue escrito para poder convencer a un amigo de que su mamá no tenía la culpa de los problemas que él vivía. “Uno de los elementos desencadenantes para escribir ha sido siempre tratar de convencer a alguien, en forma indirecta, de lo que pienso”, anotó Manuel Puig.
Para referirse a la magnificencia en la que ha presentado a la mujer a lo largo de su obra literaria, especialmente en las novelas El beso de la mujer araña y El pubis de Angélica, Manuel Puig explicó: “Siempre, en mi pueblo y en mi casa, me identifiqué con la gente que estaba debajo de la bota”.
Anotó Puig cómo las mujeres siempre tenían que soportar. El vio cómo los hombres tenían el gusto por mandar en el trabajo, y ese gusto lo trasladaban al hogar. Siempre encontraba a los subyugados que sufrían, y se solidarizó con ellos.
Censura y exilio
Sobre el tema del exilio de los escritores, Camilo José Cela estableció la diferencia entre el escritor que tiene que salir de la patria para salvar su vida y su libertad y el escritor que se queda en la patria aun a riesgo de que sus libros sean prohibidos y censurados. Su caso encuadra fragmentariamente en el segundo, sus libros La familia de Pascual Duarte y La colmena fueron prohibidos en España y su nombre fue excluido de los periódicos españoles.
“No hay, sino que tener paciencia y saber barajar las situaciones. Yo me negué a marcharme de España, primero porque creo que el escritor debe estar enraizado en la tierra”. Al explicar su traslado a Palma de Mallorca como un exilio voluntario y las dificultades que pasaba por la prohibición de sus libros, Camilo José Cela anotó que esto se hizo sin sentimentalismos y siempre con frialdad, sin abandonar su línea de trabajo.
Para ilustrar la situación de prohibición de libros, Cela refirió una anécdota con un ministro de su país en la cual comparaba la situación con el período de la Inquisición, cuando se encerró a Fray Luis de León.
“Si mi vida y mi libertad hubieran peligrado, cosa que les pasó a muchos amigos míos, hubiera seguido con ellos el camino del exilio”, anotó Camilo José Cela, y finalmente corroboró que su posición política y literaria no ha cambiado en nada.
Por su parte, Manuel Puig refirió sus experiencias con la censura de su país para la publicación de su novela La traición de Rita Hayworth; tras una expectativa de tres años y medio, al fin no pasó nada: la obra no se vendió en su país, nadie la compraba.
Después, Manuel escribió Buenos Aires affaires, y cuando se consolidó la derecha peronista en el poder, se prohibió el libro.
Dijo Puig que si se hace efectiva en su país la anunciada apertura cultural, él regresaría posiblemente a la Argentina, porque está de acuerdo con Cela en que el escritor debe estar enraizado en su tierra.
Sin embargo, para explicar su larga estadía en el exterior, la cual se puede prolongar más aún, señaló Manuel Puig que esta es una “autocensura inconsciente; estando afuera me siento más libre para que la fantasía corra, y creo que no pasaría lo mismo estando allá”.
En forma anecdótica, el director de la Biblioteca Pública Piloto anotó al margen del foro que a Camilo José Cela se lo había vetado en Medellín hace veintiséis años, durante una visita del escritor a Colombia.
Cela pudo visitar Cali, Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Popayán y Manizales; sin embargo, una personalidad de la ciudad de Medellín vetó su presencia y la de una cantante, porque hubieran perturbado la tranquilidad espiritual de la ciudad. Sin mencionar nombres, Camilo José Cela se refirió a este veto sin darle mucha trascendencia y poniendo un toque de humor al asunto.
Premios Nobel
Para terminar el foro se dio la oportunidad al auditorio de pasar algunas preguntas por escrito. Unas de ellas fueron buenas, otras muy socorridas en esta clase de reuniones y por lo tanto carentes de interés.
Se mencionó el interrogante de Premio Nobel de Literatura para escritores de habla hispana: Mauricio Fernández anotó a Borges y a Octavio Paz como posibles candidatos.
Camilo José Cela indicó que se inclinaría más por Paz que por Borges, pero recalcó que, a todas luces, los premios Nobel no se adjudican ahora por razones literarias, y que si así fuera, desde hace unos seis u ochos años se tendrían que adjudicar a escritores de lengua castellana.
En referencia a los premios Nobel, Manuel Puig no adelantó nombres, pero indicó que lo que más se traduce en los países europeos es literatura del idioma español, lo cual es un indicativo relevante de la importancia que hoy día tiene la novela, en general la narrativa, de los países de habla hispana.
En las inquietudes de los asistentes se presentó la pregunta de si el escritor es un niño que se recrea con las palabras. Camilo José Cela dijo que no solo es el escritor quien se gratifica con las palabras, sino también el lector.
Manuel Puig dijo: “El escritor es un niño que se defiende con las palabras, que se expresa con las palabras, que hace lo que puede con las palabras”.
Para finalizar el interesante foro en la Biblioteca Pública Piloto, Camilo José Cela corroboró su astucia y su habilidad para expresarse, al responder una pregunta del público, en la cual se pedían consejos a los escritores. Cela dijo: “Yo no soy quién para aconsejar a nadie, que cada quien se equivoque solo”.
EL ESPECTADOR, AGOSTO 11 DE 1979